El piloto italiano abandonado a su suerte en Vicálvaro

PILOTO PORTADA
Carlo Alberto Maccagno durante la Guerra Civil / Archivo Gorizia

El nombre de Carlo Alberto Maccagno nunca apareció en los libros de texto, ni siquiera en los periódicos de su país, pero su historia bien podría ser el utilizada como el guión de una película de Hollywood.

Al igual que otros pilotos italianos, el capitán Maccagno formaba parte de las escuadrillas de cazas franquistas que se dedicaban a atacar Madrid durante los primeros días de octubre y noviembre de 1936. Tras pasar por los frentes de Andalucia, Extremadura y Castilla la Mancha, su grupo fue traslado hasta Talavera de la Reina donde sus veloces cazas Fiat CR32 empezaban a prestar servicio a los bombarderos que atacaban Madrid mañana, tarde y noche.

El 5 de noviembre de 1936, el ejército nacional se encontraba a las puertas de Madrid. Tras la conquista de Leganés, Alcorcón y Getafe el Ejército del Norte se encuentraba a tiro de piedra de Cuatro Vientos, Villaverde y los Carabancheles. Los bombardeos a la capital eran frecuentes y ese mismo día cayeron decenas de bombas incendiarias en el Barrio de las Delicias produciéndose un aparatoso fuego que calcinó por completo el cine de la calle Tortosa. Fue en ese contexto cuando la patrulla del capitán Maccagno tuvo que enfrentarse a una de sus peores batallas de la Guerra Civil.

Esa tarde del 5 de noviembre el capitán Maccagno, que dirigía una patrulla de escolta con otros dos cazas CR 32 pilotados por otros dos italianos Chianese y Avvico, tuvo que hacer frente a un combate en toda regla con los temidos cazas rusos Polikarpov, llamados por entonces, los chatos. El capitán de la escuadrilla, que volaba demasiado alto en ese momento, no se percató de la presencia de varios aviones soviéticos hasta que fue demasiado tarde; pese a las advertencias de los otros cazas italianos que no paraban de agitar sus alas en señal de aviso, Maccagno se vio rodeado en poco tiempo por el enemigo.

CR 32 ITALIANOS
Una escuadrilla de varios CR32 sobrevolando en cielo de Madrid / Gorizia

En total fueron nueve los chatos que habían emprendido el ataque contra la escuadrilla italiana. Los dos CR32 consiguieron huir trepando en contrapicado en dirección al sol para hacerse menos visibles a los atacantes aunque se llevaron varias ráfagas de ametralladora. Maccagno estuvo menos hábil que sus compañeros y tras derribar a un Polikarpov, su caza fue alcanzado de lleno por las balas. Los disparos soviéticos atravesaron el fuselaje de su avión impactando hasta tres balas en su pierna derecha.

En pocos segundos perdió el control de su CR32 que a toda velocidad iba en picado hacia el suelo. Malherido por los disparos, consiguió saltar en paracaidas mientras su avión se estrellaba en la Dehesa de Moratalaz. Él, sin embargo, fue arrastrado por las rachas de viento hasta la zona de Vicálvaro cayendo en un lugar en la que había varios civiles y milicianos que se encontraban presenciando el combate entre los aviones de los dos bandos. Casi sin poder caminar por tener la pierna destrozada, Carlo Alberto Maccagno trato de huir arrastrándose por el suelo. No pudo avanzar casi ni cinco metros. Una gran masa de personas se acercaba enfurecida hacia él que ni siquiera tuvo tiempo para desenfundar su pistola.

Los golpes y las patadas contra su maltrecho cuerpo se convirtieron en una constante durante varios minutos hasta que apareció Giuseppe Di Vittorio, un comisario político de las Brigadas Internacionales que años más tarde se convertiría en el jefe de la Confederación Italiana del Trabajo. Este político comunista fue la persona que le salvó la vida en un momento en el que el pueblo de Madrid odiaba enormemente a los «piratas italianos» por sus bombardeos indiscriminados contra la población civil de la capital.

Por orden de Di Vittorio, una patrulla de la CNT lo trasladó a Madrid. El piloto había perdido muchísima sangre tras ser derribado y su pierna presentaba un aspecto lamentable como consecuencia de las balas. Un miliciano anarquista tuvo que emplearse a fondo gracias a sus conocimientos de enfermería para que pudiera llegar con vida hasta el hospital de sangre de O´Donnell. Allí mismo, a los doctores no les quedó más remedio que amputarle la pierna. Entre sus pertenencias encontraron 8.000 pesetas franquistas, varias fotos de sus familiares y un mapa de Madrid.

CHIANESE
A la izquierda el capitán Chianese / Gorizia

Hasta una semana más tarde, los responsables del Ejército del Centro no pudieron interrogar a Maccagno. El aviador italiano no les dijo inicialmente su nombre verdadero. Todos los voluntarios transalpinos de la Guerra Civil tenían un nombre en clave por si eran derribados en pleno combate, el suyo era Alfredo Pecari. Curiosamente, en la prensa de la época, los periódicos y hasta el parte de guerra republicano hablaban de él con ese nombre. Tras pasar todo el invierno de 1936 en la cárcel de Conde Duque, donde coincidió con otro piloto italo americano llamado Vincent Patriarca, terminó siendo canjeado a mediados de 1937 en Francia por un aviador soviético que había caído en territorio franquista.

En 1939, terminada la Guerra Civil Española, Maccagno coincidió en una reunión de pilotos italianos con su viejo compañero Chianese al que acusó de «abandonarlo» para «salvarse el pellejo» tras el ataque de los chatos soviéticos. La respuesta de Chianese al que fue su antiguo capitán, fue de lo más contundente: «La primera regla de un piloto de caza es volar siempre con un ojo en la espalda y usted no estuvo atento aquel 5 de noviembre».

Fuentes consultadas:

– Hemeroteca Nacional

– Causa General

– La Batalla de Madrid, Jorge M. Reverte

– Archivo Gorizia, aviación italiana

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