Así fue el final de la guerra en el último reducto republicano

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El ministerio de Hacienda antes de la Guerra Civil

28 de marzo de 1939. La Guerra Civil española estaba a punto de finalizar. Aunque no habían entrado formalmente en Madrid las tropas de Franco, en los frentes de la capital confraternizaban los soldados de los dos Ejércitos llegándose a producir intercambio de botellas de vino e incluso algún partidillo de fútbol. En la ciudad, mientras tanto, muchas personas ya se atrevían a colgar banderas y símbolos franquistas en los balcones y en determinadas zonas se empezaban a corear canciones relacionadas con los vencedores. Las organizaciones quintacolumnistas ya habían empezado a controlar los servicios básicos de la ciudad, tal y como relatamos en nuestro libro «La Quinta Columna», editado por La Esfera de los Libros.

El Ministerio de Hacienda era un auténtico hervidero de personas aquel 28 de marzo de 1939. El imponente palacio, situado en la calle Alcalá, muy cerca de la Puerta del Sol, se había convertido en cuartel general de Segismundo Casado durante los combates entre el Consejo Nacional de Defensa y los comunistas que terminó con triunfo de los casadistas. A primera hora de la mañana, consciente de que los falangistas más atrevidos iban a llegar en cuestión de minutos al Ministerio, el coronel Casado abandonó Madrid en uno de los pocos aviones que quedaban en Barajas. En él se desplazó hasta Valencia, donde horas más tarde embarcaría en un barco inglés con el que saldría de España, acompañado de su familia, de sus colaboradores más inmediatos y de casi todo su Estado Mayor.

La soledad de los últimos republicanos

A media mañana, los salones del Ministerio de Hacienda se habían quedado desalojados casi por completo. Allí solo quedaban un puñado de políticos republicanos y militares que esperaban a su suerte ser detenidos por las avanzadillas nacionales que ya empezaban a romper el frente. Entre las personas que estaban en los sótanos del Ministerio se encontraba el socialista Julián Besteiro, sin lugar a dudas una de las personas que más influyó en la finalización de la Guerra Civil. El ‘viejo profesor’ no quiso acompañar a Casado en su salida de España y decidió quedarse estoicamente en Madrid acompañado por Rafael Sánchez Guerra, ex presidente del Real Madrid, político y militar. Junto a ellos también se encontraban Melchor Rodríguez (el ángel Rojo), que había salvado a cientos de derechistas de morir asesinados durante la guerra, el coronel Prada, el teniente coronel Antonio Garijo (había participado en las conversaciones de Gamonal), el teniente coronel Zulueta y el comandante de aviación Luis Hortelano.

SANCHEZ GUERRA
Rafael Sánchez Guerra /www.realmadrid.com

Eran en total unos veinte políticos y militares los que se encontraban en Hacienda, protegidos por un centenar de Carabineros, todavía fieles a la República. Poco antes de las 13:00, el coronel Prada abandonó el Ministerio junto con sus hijos (eran sus ayudantes) y una escolta formada por tres milicianos y tres guardias civiles. En dos vehículos de color negro, la expedición se dirigió hacia Ciudad Universitaria. Allí, el militar republicano efectuó junto a las ruinas del Hospital Clínico la rendición formal de Madrid a los franquistas dirigidos por Losas.

La protección de un falangista

Conscientes de que la vida de las personalidades que estaban en Hacienda podía correr peligro, ya que empezaban a controlar las calles de Madrid jóvenes falangistas y requetés, Besteiro decidió telefonear a su antiguo compañero Antonio Luna. Se trataba de otro catedrático universitario que durante los últimos meses de la Guerra Civil había trabajado para la Falange Clandestina preparando la llegada de los franquistas a la capital. Luna acudió tras almorzar al Ministerio, algo que dio seguridad a todos los presentes, ya que se trataba de una persona muy bien relacionada con el régimen.

La tarde del 28 de marzo se estaba haciendo insoportable para los presentes en Hacienda. Sánchez Guerra explicaba en uno de sus libros que los discursos falangistas de Antonio Luna eran «insufribles» en todos los aspectos.

«Queremos-nos decía- crear un nuevo Imperio: hacer una España unificada, grande y libre. Hemos de lograr una España para todos, donde no haya un solo hogar sin pan y sin lumbre, donde todo el mundo encuentre trabajo, en la que no sea posible el estraperlo ni el favoritismo político ni los negocios sucios». 

A media tarde, un grupo de adolescentes vestidos con el uniforme de requetés se adentró en el Ministerio de Hacienda preguntando por Rafael Sánchez Guerra. El que fuera presidente del Real Madrid, que vestía el uniforme del Ejército por haber sido ayudante de Casado, contestó que era él. Los jóvenes le invitaron a que saliera de la sala a lo que él contestó: «Lo siento mucho pero no los conozco. Estoy muy a gusto aquí». El mandatario tenía claro que se entregaría a una autoridad legítima y responsable, no a unos jóvenes exaltados. «Quien quiera sacarme de Hacienda tendría que hacerlo por la fuerza y después de dejarme reducido a una imposibilidad física para la defensa«, llegó a decir. Ante todo pronóstico, aquellos niños-requetés no pretendían hacerle daño, todo lo contrario. Sánchez Guerra había protegido en el Madrid republicano a la tía de uno de ellos, la marquesa Maria Luisa de Borbón, por eso, ahora pretendían devolverle el favor y «llevarle a un lugar seguro».  No fue así. Tras agradecer su comportamiento, Don Rafael dijo que prefería quedarse hasta el final con Julián Besteiro pasara lo que pasara, aunque sí pidió a los muchachos que «de vez en cuando se interesaran por él».

IMAGEN ENTREGA
El coronel Prada con chaqueta de cuero rinde Madrid al coronel Losas (con una chilaba)

Un incidente nocturno

Pasadas las nueve de la noche se vivió otro momento de tensión en el Ministerio de Hacienda. Una veintena de falangistas, sin armas, se presentó en las instalaciones con la intención de hacerse con el control del edificio. Los pocos carabineros que quedaban encargados de la seguridad del ministerio (muchos ya se habían ido a su casa) no pusieron problema alguno, aunque no entregaron sus armas: siguieron portándolas y tratando con el mismo respeto a los republicanos allí presentes, algo que irritó al jefe de la Falange que se llamaba Ángel Luque. Nada más encontrarse con Julián Besteiro le dijo levantando el brazo derecho:

 ¿No ha aprendido usted el saludo de la Nueva España?

– No señor – respondió Besteiro – y lo que es peor, ya a mis años, me temo que me va a costar mucho aprenderlo

El incidente no pasó a mayores ya que Antonio Luna estaba allí. El catedrático, que como hemos dicho antes era amigo de Besteiro, aseguró que todos los presentes en el Ministerio estaban bajo su protección y les pidió que les dejaran tranquilos hasta la llegada de las autoridades militares.

Sánchez Guerra relata en su obra que el jefe falangista resultó ser una «buena persona» que llegó a tomarse un café con los republicanos la misma noche del 28 de marzo. Todos los allí presentes tiraron unas colchonetas en el suelo y durmieron en los mismos despachos del Ministerio pasadas las doce de la noche.

BESTEIRO Y CASADO
Besteiro lee un discurso en Unión Radio

La mañana del 29 de marzo, Madrid amaneció con otra cara. La Falange ya controlaba absolutamente todos los servicios de Madrid (metro, tranvía, Unión Radio, luz, agua…) y los militares de Franco habían ido ocupando poco a poco los barrios de la capital. Esa mañana en Hacienda se volvió a vivir otro altercado de interés entre los falangistas y los requetés. Un grupo de requetés acudió al Ministerio para interesarse de nuevo por los allí presentes, algo que enfadó considerablemente a los falangistas que se creían dueños y señores de la zona. La cosa no pasó a mayores. Los carabineros seguían con sus armas, leales a Julián Besteiro y Sánchez Guerra.
La toma del Ministerio por parte del Ejército

A las 16:00 llegó una compañía de infantería mandada por un capitán. Lo primero que hizo el oficial franquista fue desarmar pacíficamente a los carabineros y posteriormente elaborar una lista de todas las personas que se encontraban en el interior del Ministerio de Hacienda para enviarla a la «autoridad judicial militar». Para entonces, los soldados nacionalistas ya habían cortado las comunicaciones telefónicas del palacete con el exterior, por lo que ninguno de los republicanos allí presentes se pudo despedir de sus seres queridos.

A las 20:00 de este 29 de marzo se presentó en Hacienda un capitán de la Guardia Civil acompañado por varios guardias que leyeron a toda velocidad una relación de 21 hombres. Se trataba de los últimos republicanos que aguantaron en Madrid en un Ministerio que días atrás había alcanzado su mayor apogeo. Los agentes tenían la obligación de trasladar en autobús a los allí presentes hasta la cárcel Porlier y así fue.

¿Qué sucedió tras la guerra con los hombres del Ministerio de Hacienda?

– El expresidente del Real Madrid, Sánchez Guerra fue condenado a 30 años de prisión, sin embargo, pasó tan solo dos años entre rejas. Estuvo en diferentes prisiones españolas en Madrid, León y Cádiz hasta que su pena le fue conmutada. En 1946 pasó a Francia donde escribió el libro ‘Mis prisiones’. En 1959 regresa a España para ingresar como fraile en el convento de los Padres Dominicos de Villava en Navarra. Falleció en 1964.

MELCHOR RODRIGUEZ
El anarquista Melchor Rodríguez fue el último alcalde republicano de Madrid

– Julián Besteiro fue juzgado inicialmente por el juez militar Carlos de Sabater en lo que fue el procedimiento sumarísimo de urgencia número 1. El consejo de guerra bajo la acusación de «Delito de Adhesión a la Rebelión Militar» tuvo lugar en julio de 1939; el fiscal, pese a reconocer que era un hombre honesto e inocente de cualquier delito de sangre, pidió la pena de muerte. Sin embargo, fue condenado a 30 años de cárcel. Inicialmente estuvo en Madrid y más adelante fue trasladado a la prisión de Carmona (Sevilla) donde llegó tremendamente enfermo. El 27 de septiembre de 1940, un año y medio después de ser detenido, murió en el presidio como consecuencia de una septicemia.

– Melchor Rodríguez, el anarquista director de prisiones que salvó la vida a cientos de derechistas y que también se encontraba en Hacienda el 29 de marzo de 1939, también tuvo que pasar por la cárcel. Fue condenado a 20 años y un día de los que cumplió cinco. Gracias al General Muñoz Grandes, que presentó miles de firmas de personas que había salvado, fue puesto en libertad provisional en 1944. En la calle siguió siendo libertario, lo que le acarreó más problemas con la justicia. Trabajó en varias aseguradoras y escribiendo letras de canciones populares.  Murió en 1972.

– El coronel Adolfo Prada, que había sido el encargado de rendir las tropas republicanas en Ciudad Universitaria el 28 de marzo, fue condenado a muerte por un tribunal militar. Aunque su pena quedó conmutada por varios de cárcel, sufrió un aislamiento total dentro de los presidios en los que estuvo. Una vez en libertad formó parte de la organización clandestina Agrupación de Fuerzas Armadas Republicanas. Murió en 1972 a los 81 años.

– Tras la Guerra Civil, Antonio Luna siguió perteneciendo a la Falange y continuó con su labor docente como catedrático de Derecho Internacional. Escribió varios artículos y pronunció un sinfín de conferencias, una de las cuáles se hizo muy famosa por su contundencia. «Para edificar a España una, grande y libre, condenados al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Sabino Arana, Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y al Heraldo de Madrid”, dijo.

Fuentes consultadas

– Mis prisiones, Rafael Sánchez Guerra

– Melchor Rodríguez, historia de un anarquista, Adolfo Domingo

– El final de la Guerra Civil, Javier Cervera, Ángel Bahamonde

– Madrid 1939. Del golpe de Casado al final de la guerra. Luis Español Bouché

– Archivo Militar Paseo Moret