
Abril de 1935. Un miércoles tarde, la calma que se respiraba en la Dirección General de Seguridad (DGS) se rompió por completo después de la visita de un viejo legionario. Este hombre, llamado Carmelo Ruano, quería hablar inmediatamente con alguno de los responsables de la Policía madrileña para darle a conocer una información que podría cambiar el rumbo de España. Un joven agente llamado Ramón Gargueno, algo desconfiado con el exlegionario, le tomó declaración en la Oficina de Información y Enlace, situada en el segundo piso de la DGS, en plena Puerta del Sol.
La denuncia del legionario Ruano no tenía desperdicio. El ex militar aseguraba que tenía información de primera mano relacionada con un atentado terrorista que pretendían cometer cuatro individuos contra Manuel Azaña en la localidad manchega de Alcázar de San Juan. La declaración de Ruano también afirmaba que la vida de Largo Caballero y Martínez Barrio también podía peligrar ya que había preparados ataques similares contra ellos. La denuncia del posible atentado contra Azaña llegó hasta el despacho de Vicente Santiago, el máximo responsable en 1935 de la Oficina de Información de la DGS, sin embargo, ninguna autoridad judicial decidió investigar el proceso durante los meses posteriores. Tiempo después, todo esto dio un cambio radical.
Un año después de la denuncia de Ruano, en mayo de 1936, los nuevos responsables de la Dirección General de Seguridad decidieron investigar el posible atentado contra Azaña, que ya había sido proclamado presidente de la República. El periódico ABC informó de que el nuevo Comisario General de Policía de Madrid, el señor Aparicio, había tomado cartas en el asunto y dado la orden a sus colaboradores más cercanos de analizar profundamente los datos que se disponían del posible acto terrorista contra la figura de Azaña. ¿Por qué ahora sí se investigaba y antes no? Indiscutiblemente por motivos políticos.
Según recogió la prensa de la época, a la que se filtró parte de la denuncia de Ruano, hubo una persona que por encima de las demás lideró el intento de atentado contra Manuel Azaña. Periódicos como el ABC informaron que esta persona era Julián Carlavilla, inspector de Policía, que habría adquirido en Barcelona dos rifles y dos pistolas para acometer el ataque contra el actual presidente de la República, aunque en 1935 todavía no lo era. Algunas versiones dicen que Carlavilla, en realidad no era inspector, sino que era un simple agente aunque otras hipótesis recalcan que su rango era oficial. Junto a él, Ruano había denunciado a otras dos personas como supuestos ayudantes de Carlavilla en la organización del atentado terrorista: el capitán de infantería Manuel Diaz Criado y Eduardo Pardo Reina, abogado y capitán del ejército, ambos destacados antiazañistas y miembros de la UME (Unión Militar Española), la asociación de oficiales que se opusieron a Azaña en su día. Carlavilla también simpatizaba con la UME y aprovechaba la imprenta de un hermano suyo de Guadalajara para imprimir el periódico clandestino de esta organización.

¿Quién era el policía que quiso asesinar a Azaña?
Independientemente de su graduación dentro de la Policía, Carlavilla era un gran especialista de la investigación criminal. En la dictadura de Primo de Rivera se dedicó a investigar robos de joyas al frente de la sección volante de la Unidad de Ferrocarriles de la Policía. También combatió al tráfico de personas y a los embarques clandestinos de individuos que pretendían salir de España por mar sin notificarlo a las autoridades españolas ya que tenían alguna pena pendiente con la justicia. Cuentan también que evitó atentados de anarquistas contra el propio Primo de Rivera y los Reyes de España antes de la República y que llegó a ejercer, muy a su pesar, como jefe de la escolta de Largo Caballero al que pudo haber salvado la vida en un tiroteo.
Sin embargo, pese a llevar a cabo todas estas operaciones policiales, Julian Carlavilla empezó a coger prestigio en su lucha incansable contra el comunismo y la masonería en España. Él mismo fue el encargado de poner entre rejas a a los responsables de intento de golpe de estado contra Primo de Rivera en 1929: fruto de sus investigaciones fue detenido el político Sánchez Guerra, así como varios oficiales de artillería. El método que utilizaba para realizar sus averiguaciones era la infiltración. Carlavilla se hacía pasar por comunista y aprovechando su carácter abierto se ganó la confianza de muchos “camaradas” qué le suministraban informaciones de gran valor. Gracias a su trabajo como infiltrado pudo averiguar algunos datos sobre Manuel Azaña que en 1930 era presidente del Ateneo. Sobre el que fue presidente de la República, Carlavilla le acusó directamente de ser homosexual: “Cierto día de otoño de 1930 en un habitáculo estrecho del Ateneo se produjo un escándalo mayúsculo. Azaña se propasó con cierto jovenzuelo muy revolucionario a la sazón. Sufrió un error pues el joven le abofeteó y salió escandalizado llamándole el calificativo que vulgarmente le correspondía”. Obviamente esta era la opinión de Carlavilla. Desde www.guerraenmadrid.com no podemos confirmar ni desmentir este dato.
El hombre de confianza de Mola
Aunque el golpe de estado contra Primo de Rivera no se pudo llevar a cabo, casi un año después su gobierno cayó. Su sustituto fue el general Dámaso Berenguer quién nombró Director General de Seguridad a Emilio Mola el 12 de febrero de 1930. Fue precisamente Mola el que se volcó de lleno en la lucha contra el comunismo creando la ‘Sección de Investigación Comunista’, sección en la que Carlavilla jugó un papel muy importante.
Paralelamente a su trabajo como policía anticomunista, Carlavilla se volcó con otra de sus pasiones, además de la investigación policial: la literatura. En 1932 publicó, bajo el seudónimo de Mauricio Karl, el libro ‘El Comunismo en España’ un libro muy crítico con el Partido Comunista y con todos los movimientos “revolucionarios” de la época. En apenas un mes el libro se convirtió en todo un éxito y se agotó de las principales librerías de Madrid y Barcelona. La prensa de la época, en diferentes artículos que hemos encontrado en diarios como Epoca, ABC o el Sol, se preguntaban realmente por la verdadera identidad de Mauricio Karl.

En 1934, Carlavilla volvió a publicar otro libro que no pasó ni mucho menos desapercibido: ‘El enemigo: marxismo, anarquismo y masonería’. En esta ocasión, el libro era mucho más duro y acusaba con nombres y apellidos de ser masones a personas de mucha relevancia social, circunstancia esta que le granjeo graves problemas, entre otros, la querella por injurias por parte de Francesc Cambó. La Justicia terminó dándole la razón a Cambó por lo que Carlavilla tuvo que retirar los ejemplares que quedaban a la venta, circunstancia esta que le irritó especialmente y que le hizo escribir una carta como indignado al director del periódico ‘El siglo futuro’.
Inmerso en esta polémica con Cambó y generando un revuelo impresionante en la sociedad, llegamos al año 1935. Todavía siendo miembro de la Policía, el nombre de Carlavilla apareció en la denuncia efectuada por el legionario Ruano quién le acusaba directamente de estar preparando un atentado terrorista contra Manuel Azaña. Por estas circunstancias, nuestro protagonista fue expulsado de la Policía y estuvo a punto de ser detenido por las autoridades. Esta circunstancia le obligó a salir precipitadamente de España. En un sumario policial que hemos encontrado en el Archivo Histórico Nacional, un compañero suyo relata su huida aseverando que tuvo que marcharse por el tejado de su vivienda tras tener conocimiento de que se iba a producir un registro en su vivienda. Sabemos, por lo tanto, que en 1935 se marchó a Portugal por temor a posibles represalias.
Los detalles del atentado frustrado contra Manuel Azaña
En 1935 la situación que se vivía en España era irrespirable. Se había gestado una división social y política que hacía presagiar lo peor. En la calle eran constantes los enfrentamientos entre falangistas y militantes de los partidos de izquierdas. Además, el anticlericalismo crecía por momentos. Entre los exaltados de derechas había un enorme resquemor contra figuras políticas como Azaña o Largo Caballero. Por eso, no era de extrañar que un grupo de radicales quisiera atentar contra Azaña tal y como relataba el diario ABC de 1936.
Este diario apuntaba directamente al inspector Carlavilla como el artífice o responsable de la organización del ataque. Contaba que había reclutado a cuatro hombres con los que se solía ver en la calle de la Bolsa de Madrid, esquina con Carretas, para preparar el ataque. Carlavilla solía acudir a estos encuentros con un bigote postizo que se había comprado en una tienda especializada en teatro, con un sombrero gris y unas gafas postizas. Estos individuos eran el capitán de Infantería Manuel Diaz Criado, el abogado y capitán de complemento Eduardo Pardo Reina y el legionario mencionado anteriormente Carmelo Ruano. El secretario de Carlavilla en la Policía, al parecer, pagaba 75 pesetas a cada uno de los miembros del comando que quería atentar contra Azaña.

Otro de los lugares en los que se solía ver el grupo era un hotel situado en la Carrera de San Jerónimo. El capitán Diaz Criado había alquilado una habitación en la que se celebraron un par de reuniones. Fue en uno de esos encuentros cuando Carlavilla conoció a Carmelo Ruano: Diaz Criado se lo había presentado como “ferviente anti izquierdista”. El inspector de Policía desconfió desde el principio y a los diez días decidió expulsarle del plan por “no ser un tipo decidido”. Esta expulsión pudo ser determinante para que Ruano decidiera denunciar ante la DGS a Carlavilla y al resto de organizadores del atentado.
Tras ser expulsado el legionario Ruano, Carlavilla y Diaz Criado tuvieron que reorganizar la célula terrorista que pretendía atentar contra Manuel Azaña y fue entonces cuando pensaron que el ataque lo tenían que efectuar “jóvenes que estuvieran realmente convencidos”. La prensa de la época contaba que el grupo había adquirido un vehículo para desplazarse desde Madrid hasta Alcázar de San Juan, lugar elegido para el atentado y escenario en el que Azaña iba a celebrar un mitin político. Además, se realizaron gestiones con algunos escoltas de Azaña para que estos “dieran facilidades para la realización del atentado”. La idea era tirotearle desde el vehículo recién adquirido, justo antes de que este empezara su discurso. Carlavilla y Pardo Reina llegaron a viajar en una ocasión hasta Alcázar de San Juan para preparar el atentado que iba a tener lugar en la Plaza del Ayuntamiento. Los autores del atentado habían programado enviar, una vez producido el ataque, un mensaje por telegrama a los otros miembros del comando con un lenguaje convenido: en el caso de asesinar a Azaña tendrían que telegrafiar a sus compañeros diciendo: “Mamá grave”.
Pese a tenerlo todo muy bien orquestado y después de haber preparado sobre el terreno el ataque, el atentado contra Azaña no se pudo llevar a cabo, ya que el político de Alcalá de Henares finalmente no se desplazó hasta Alcázar de San Juan. El mitin se suspendió como consecuencia de las inclemencias meteorológicas.
Las detenciones
Como se ha dicho antes, las detenciones contra los presuntos instigadores del atentado contra Azaña no se produjeron hasta mayo de 1936, fecha en la que ya había entrado en el Gobierno el Frente Popular. Las fuerzas de seguridad registraron el domicilio de Carlavilla situado en la calle victoria de Madrid, pero no le encontraron allí ya que había huido meses antes a Portugal.

Sus dos colaboradores más estrechos si fueron detenidos al igual que otros agentes de Policía que actuaron como cómplices en la huida de Carlavilla a Portugal. Pardo Reina ingresó en la cárcel Modelo de Madrid mientras que Díaz Criado ingresó en la prisión de San Antón. El resto de los colaboradores del comando también fueron detenidos, destacándose a continuación los nombres de los presuntos cómplices que publicó la prensa de la época: Gustavo Villar de la Riba, estudiante de 25 años que fue secretario de Carlavilla, Francisco Horacio Iglesias, agente de Policía, Digno Fuertes Galindo, agente de Policía, Juan Antonio Escobar Raggio, agente de Policía y Demetrio Lancho Sánchez, civil que también iba a participar activamente en el atentado. Así mismo, tanto Carlavilla como una persona llamada Eroles (un joven que también tenía previsto ser parte activa del atentado) se encontraban en paradero desconocido.
¿Qué sucedió con los protagonistas del atentado frustrado?
Como se ha dicho, el inspector Carlavilla se marchó precipitadamente a Portugal en el año 1935. En esta época pudo entablar relación con Sanjurjo, aunque este término no lo hemos podido confirmar y es solo una suposición. Su vida durante la Guerra Civil Española fue un auténtico misterio, aunque hay algunas versiones que pueden darnos algo de luz.
En la web javcus.es hemos encontrado algunos datos que no tienen desperdicio sobre Carlavilla durante la Guerra Civil. Se cuenta, tras recoger sinfín de testimonios muy bien documentados, que participó en el intento de liberación de José Antonio Primo de Rivera en el otoño de 1936, antes de que éste fuera fusilado en una cárcel de Alicante. Al parecer nuestro hombre estaba muy bien valorado en Burgos por su buena relación con el General Mola, el Director del golpe del 18 de julio. Este le podría haber encargado la operación de liberar a José Antonio en compañía de nueve falangistas que se desplazaron hasta Alicante posiblemente en un submarino alemán.
Carlavilla, que no estaba muy convencido con el plan, se negó a participar en “aquella locura”, descubriendo posteriormente que uno de los falangistas estaba dispuesto a delatarle en el caso de que las autoridades republicanas descubrieran el complot. Al final Carlavilla no participó en el rescate mientras que ocho de los nueve falangistas fueron detenidos. El único que pudo salvarse fue un chico llamado Agustín Aznar, que años después tendría cierto peso en la Falange y que había sido campeón de Castilla de Lucha Greco-Romana.
Después de la guerra ejerció como Policía hasta pedir una excedencia durante diez años en los que viajó por toda Europa. Durante la Guerra Mundial se cuenta que visitó incluso algún campo de concentración de los nazis. Después, volvió a la Policía donde se retiró como Comisario. Siguió publicando libros anticomunistas y antimasónicos. Murió en los ochenta a los 86 años.
Pardo Reina, otro de los protagonistas en el atentado frustrado contra Azaña estuvo unos meses en la cárcel Modelo de Madrid, aunque sin saber muy bien cómo consiguió pasarse hasta zona nacional. Estuvo en Valladolid durante la guerra y se mostró especialmente crítico con las ejecuciones sumarísimas del bando franquista, circunstancia ésta que le hizo entrar en la cárcel.
Antes del atentado contra Azaña había ejercido como abogado defensor del capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas, uno de los responsables en la represión de los sucesos de Casas Viejas en 1933. Este capitán tuvo un proceso judicial contra Manuel Azaña al que acusaba de haber dado orden de disparar sin piedad contra los anarquistas que se habían levantado en armas. Rojas acusaba a Azaña de haber dicho: “Ahora vaya y diga a sus hombres que rechacen los ataques y que nada de hacer prisioneros ni heridos. Tiros a la barriga. Nada más”.
Otro atentado frustrado contra Azaña
La historia que vamos a contar a continuación es completamente distinta a la anterior. La hemos descubierto en un sumario de la Causa General y está fechada en la cárcel de El Pardo el 28 de enero de 1938.
Nuestro protagonista es un hombre llamado Paulino Sánchez Moreno, publicista de 56 años que se encontraba detenido en esta cárcel acusado de ser desafecto al régimen. Para demostrar al Juez Militar que le interrogaba que era afín a la República, Paulino decidió contarle que, gracias a él, en el año 1932 evitó un atentado contra Manuel Azaña cuando éste era Presidente del Gobierno y Ministro de la Guerra.

En su declaración relata que en ese año 1932 informó a su amigo, el General Manuel Romerales (que sería fusilado en Melilla en el verano de 1936 por las tropas franquistas) de que había escuchado una conversación “aterradora” en un café de Madrid. Al parecer unos individuos estarían preparando en ese café un atentado contra Azaña. Romerales, inmediatamente se puso en contacto con Hernández Saravia, jefe del gabinete militar de Azaña quién le instó a seguir haciendo averiguaciones para concretar el asunto. Le encomendaron, por lo tanto, a Paulino que siguiera indagando en días sucesivos en este café.
Quince días después Paulino entregó dos cuartillas de papel a Romerales con información detallada del posible atentado que supuso la detención de al menos cuatro personas. Por este motivo, nuestro protagonista recibió un agradecimiento oficial del presidente del Gobierno y de su amigo Romerales.
Fuentes consultadas
– Archivo Histórico Nacional
– Causa General: sumario contra Paulino Sánchez Moreno
– Revista Hibris, Eduardo Connolly
– Hemeroteca Nacional
– Hemeroteca ACBC
– Web Javcus.es
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