El asesinato del coronel Puigdengolas a manos de sus hombres

 

PORTADA BUENA
El coronel Puigdengolas en Alcalá de Henares en el verano de 1936 / Albero y Segovia

Durante los tres años que duró la Guerra Civil Española, la opinión pública madrileña fue manipulada de una manera muy eficaz por parte del servicio de propaganda de la República. Entre 1936 y 1939 ocurrieron un sinfín de acontecimientos de los que nunca supo el ciudadano de a pie de Madrid, gracias entre otras cosas al papel de los censores, entre los que se encontraba el archifamoso Arturo Barea. 

Uno de aquellos episodios que fue manipulado por la propaganda republicana fue el asesinato del Coronel Ildefonso Puigdengolas, militar republicano, que murió a tiros en el frente de Parla. La muerte de Puigdengolas, acribillado a balazos por sus propios hombres, nunca fue dada a conocer a los madrileños que pensaban que había fallecido como consecuencia de una acción de combate contra las tropas nacionales. Nada más lejos de la realidad.

Antes de explicar con detalle lo ocurrido en Parla, es conveniente conocer mejor al personaje. El Coronel Puigdengolas era un militar de la cabeza a los pies que había nacido en Figueras (Gerona) en 1876, por lo que al empezar la Guerra Civil tenía 60 años. Luchó en la guerra de Cuba y en África hasta llegar a ser Coronel de Seguridad, mostrándose siempre partidario de las izquierdas: de hecho, llegó a enfrentarse personalmente con el General Sanjurjo en el año 1932, cuando se produjo el golpe de estado, conocido coloquialmente como la ‘Sanjurjada’.

Un militar muy bien valorado por la República

Al estallar la Guerra Civil, como era de esperar, Puigdengolas se posicionó próximo al bando republicano y dirigió la Columna anarquista que el 20 de julio de 1936 consiguió hacerse con el control de Alcalá de Henares, donde se había producido un amago de revuelta. El 22 de julio fue uno de los encargados de dirigir junto a Cipriano Mera la conquista de Guadalajara, ciudad en la que se habían hecho fuertes unos 600 militares y falangistas. Puigdengolas, sin embargo, no pudo frenar los desmanes que se produjeron en la ciudad alcarreña por parte de la CNT que acabaron con la vida de muchos de los militares que se habían rendido, entre ellos el Comandante Ortiz de Zárate.

Puigdengolas_Revista
Artículo de Puigdengolas cuando era coronel de seguridad / Hemeroteca Nacional

Tres días después de dirigir aquella ofensiva de Guadalajara fue nombrado por el Ministerio de la Guerra Comandante Militar de Badajoz, donde sería apresado unas horas por militares contrarios al Frente Popular. Sin embargo, logró la libertad y dirigió la defensa de la ciudad durante la primera mitad del mes de agosto ante los avances franquistas, que contaban con mayor número de hombres y equipamiento militar. Antes de que cayera en manos de Franco la ciudad, y tras ser herido de metralla en el brazo por un bombardeo, Puigdengolas consiguió huir de Extremadura y escapar a Portugal.

Durante casi dos meses permaneció detenido en el Batallón de Cazadores de Elvas y en el fuerte de Cacxias de Lisboa hasta que consiguió ser evacuado a la España Republicana en el buque Nyassa. Puigdengolas llegó hasta Tarragona el 13 de octubre de 1936 y nada más pisar suelo español el Ministerio de la Guerra le ordenó que se trasladara a toda prisa a Madrid. Por aquellos días concedió una entrevista a la agencia de prensa republicana Febus en la que realizaría las siguientes manifestaciones: «Estoy otra vez en pie de guerra. Inmediatamente que la autoridad lo disponga, saldré para el frente para batir a las comparsas del criminal Queipo de LLano».

Una vez en la capital fue nombrado jefe de la Agrupación de Columnas de Illescas para sustituir en el cargo a Ramiro Otal Navascues que había sido nombrado Jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército del Centro.

Puigdengolas llegó a Madrid entre el 23 y el 26 de octubre y fue uno de los artífices de la ofensiva republicana en Seseña el día 29 de este mes. Aquella ofensiva se haría famosa por el avance imparable durante horas de una veintena de carros de combate soviéticos que llegaron a penetrar con facilidad en el interior del pueblo, controlado por los nacionales. Pese al ímpetu inicial, la ofensiva republicana no consiguió los propósitos esperados.

El asesinato en Parla

Dos días después del intento de conquista de Seseña, Puigdengolas se encontraba en los alrededores de Parla tratando de frenar un ataque franquista en este municipio de poco más de 1000 habitantes (por aquel entonces). Tras el avance fulminante de los Regulares se produjo una espantada de milicianos que defendían una posición elevada. Con el objetivo de frenar esa espantada, Puigdengolas, pistola en mano, disparó sobre el capitán que estaba al frente de la posición con la intención de evitar una retirada «sin honor». Acto seguido, varios de los hombres que huían respondieron con sus fusiles la agresión del Coronel, acribillándole a balazos. Esta es la versión que relató Ángel Lamas Arroyo, oficial del Ejército que aquel 31 de octubre de 1936 ocupaba el puesto de ayudante del Coronel en la Jefatura de su Estado Mayor. Según su versión, el capitán al que disparó Puigdengolas cuando trataba de retirarse pertenecía al grupo del Comandante Fernández Cavada (que justo al día siguiente se le asignó el mando de la 37º Brigada Mixta).

Varios hombres
A la izquierda, con gafas, Julián Fernández Cavada. Sus hombres mataron a Puigdengolas /AHPCE

Lamas Arroyo, que meses más tarde terminaría pasándose a los nacionales por Santoña, publicó en 1972 unas memorias tituladas ‘Unos y otros‘ en las que hacía referencia al asesinato de Puigdengolas por parte de sus propios hombres: «No sentí la intensa indignación que, por un crimen semejante, en relación con mandos de mi Ejército de siempre, sentido hubiera; ni admití la obligación de hacer causa común con los otros oficiales en contra de la soldadesca. Puesto que no era jefe mío y de mi bando la víctima y solo pasajera y por circunstancias me hallé a su lado».

Veamos más detalles del crimen de Puigdengolas. Según el libro ‘El Coronel Puigdengolas y la batalla de Badajoz’, el capitán al que disparó nuestro protagonista mantuvo una acalorada discusión con el Coronel y le explicó que su retirada hacia Getafe no era consecuencia del pánico que tenían hacia los Regulares sino a una orden de repliegue que había dado el propio Comandante Cavada.

Según la versión de Lamas Arroyo, el Coronel Puigdengolas «saca la pistola, la apoya en el pecho de aquel pobre aturdido… y mordiendo rabiosamente la palabra cobarde le dispara sin más intimidación. Con lo que cae instantáneamente… Pero la reación es también del todo increíble para otros tiempos y viene automática. Media docena de fusiles apuntan a bocajarro al Coronel y disparan en rígida descarga. Cae igualmente fulminado. Siempre pensé que muerto».

Los milicianos que mataron a Puigdengolas explicaron a Lamas Arroyo que le «tenían ganas» desde hacía tiempo al Coronel por «faccioso» pues llevaba en pocas fechas «despachados» a unos cuantos «defensores de la República». Es decir, según estos milicianos Puigdengolas se tomaba la justicia como él quería. La explicación que esgrimieron sus asesinos carecía de todo rigor ya que cuando fue asesinado, el Coronel apenas llevaba una semana en Madrid.

Periodico
Artículo de prensa de La Libertad

El entierro del Coronel

La misma tarde del 31 de octubre de 1936, la prensa madrileña se hacía eco de la muerte de Puigdengolas en Parla. El periódico ‘La Voz’, decía en su portada que había muerto «luchando por la República, un héroe del pueblo».  En ningún momento se comentaba el enfrentamiento que tuvo con un capitán de su mismo Ejército ni que había sido tiroteado por sus propios hombres. El entierro de Puigdengolas tuvo lugar el 01 de noviembre de este año, justo un día después de su asesinato, y a él acudieron un sinfín de representantes políticos y militares. Está enterrado en el Cementerio Este de Madrid.

Al parecer, pocos meses después de la muerte de Puigdengolas, Ángela Martínez (su viuda), solicitó al Ministerio de la Guerra, la pensión anual a la que tenía derecho como viuda de un oficial del Ejército.

Si la prensa republicana no fue consciente o no quiso ser consciente del verdadero motivo de la muerte de Puigdengolas, podemos decir lo mismo de la prensa franquista. El periódico ‘Labor’ publicaba el 5 de noviembre de 1936 (ni una semana después de su muerte) que «el traidor Puigdengolas» había «muerto tras un bombardeo de la aviación franquista», algo que realmente no había ocurrido.

Su hijo, José Luis Puigdengolas había terminado la carrera de medicina justo antes de empezar la Guerra Civil, por lo que en julio de 1936 ya ocupaba el rango de teniente médico y se encontraba destinado en Ciudad Real, donde posiblemente se enteró de la muerte de su padre. Afiliado al Partido Comunista, José Luis ejerció como médico de vanguardia durante la Batalla del Ebro y terminó la guerra como con un fulminante ascenso a capitán. Durante toda la campaña protegió a numerosos derechistas perseguidos y se casó por la Iglesia en 1938 (aunque parezca mentira) con una joven católica llamada Amalia Lafuente.

Otra  historia en Parla

El día después de que el Coronel Puigdengolas fuera asesinado, la localidad de Parla volvió a ser noticia. El 1 de noviembre, tropas republicanas conseguían hacer prisionero a un soldado artillero italiano que combatía del lado de los nacionales, algo muy noticiable para la propaganda republicana que quería demostrar ante la opinión pública internacional que Mussolini estaba apoyando con artillería a Franco (ya se sabía que Italia había cedido a varios pilotos a la aviación nacional). El soldado italiano apresado, que se llamaba Luigi Corsi Silaberta, era natural de Villa Costelli y tenía 21 años, había sido ascendido a Brigada por méritos de guerra y había participado días atrás en los combates de infantería y artillería en Illescas.

La maquinaria de la propaganda Republica dio a conocer a la opinión pública el supuesto relato de Corsi desde que llegó a España hasta que fue arrestado por los republicanos. Afirmó  que pertenecía al 10 Cuerpo del Ejército de Artillería ubicado en Roma y que fue trasladado forzosamente hasta España para combatir junto «a los rebeldes». Dijo que había llegado a Vigo el 28 de septiembre de 1936 junto a más de 150 militares italianos, más numerosos carros de combate, 38 cañones antitanque, 25.000 proyectiles de artillería y cuatro estaciones de radio.

Los corresponsales extranjeros en Madrid difundieron a toda prisa las informaciones sobre Luigi Corsi. Los encargados de propaganda de la República se sumaron un tanto con esta difusión ya que pretendían criticar con dureza al Comité Internacional de no Intervención. Para que nuestros lectores vean hasta donde llegó la noticia, hemos subido una captura de pantalla de un periódico de Nueva Zelanda (New Zeland Herald) que se hizo eco del arresto de Corsi.

A través del Archivo Histórico Nacional hemos encontrado el sumario del juicio al que fue sometido el prisionero italiano Corsi, al que un Tribunal Popular juzgaba por auxilio a la rebelión. Durante todo el juicio, trató de ganarse la confianza del prisionero Pablo Sarroca Tomás, un antiguo sacerdote castrense que había decidido apoyar a la República, pocos días después de que empezara la Guerra Civil. Sarroca, en realidad formaba parte de los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra, dedicándose sobre todo a la sección de propaganda y prensa. Aprovechando sus estudios de italiano, Sarroca ejerció de traductor y hombre de confianza de Corsi con el objetivo de que éste accediera a conceder entrevistas ante la prensa internacional que estaba en Madrid.

Tras quedar detenido en el Cuartel de Conde Duque a la espera de que se celebrara su juicio, Luigi recibió allí un gran número de visitas, entre otras la de dos parlamentarios británicos que querían comprobar su estado de salud. Durante el juicio, el joven italiano se mostró partidario de la República y tras decir varias veces que fue obligado a combatir en España, en enero de 1937 fue absuelto, quedando en libertad.

Fuentes consultadas

– ‘Unos y otros’, Ángel Lamas Arroyo

– ‘El Coronel Puigdengolas y la Batalla de Badajoz’, Hector Alonso García

– ‘Guerra y represión en el sur de España’, Francisco Espinosa

– Hemeroteca Nacional

– Hemeroteca ABC

– Archivo Histórico Nacional, Causa General

4 comentarios

  1. La censura en época de guerra es algo lógico y que practican todos los ejércitos, no puedes desmoralizar a la gente o dar datos al enemigo. Barea fue censor y lo cuenta en su libro, porque era un hombre honrado.

    Me gusta

    • Concuerdo contigo. La censura es algo habitual en todas las guerras y en todos los ejércitos. En relación con Barea, no sé hasta qué punto fue una persona honrada o no lo fue. Lo que sí tengo claro es que se ha divinizado su figura y en una guerra no es bueno divinizar a nadie salvo contadas excepciones.

      Me gusta

    • Arturo Barea era una persona muy identificada con la República. Un tipo bastante íntegro que acabó harto de algo que hoy en día se esconde y falsifica: la mala entraña frentepopulista. Describe de modo muy coherente que gozaba de aprecio entre muy activos defensores de la Republica, recibiendo, no obstante, la hostilidad del ‘aparato’ republicano por razones tales como sus devaneos amorosos con una fémina de adscripción trotskista. Poco le pasó para lo que eso podía reportar en la época.

      Me gusta

  2. Puigdendolas huyó cobardemente de Badajoz a Portugal dejando a sus hombres abandonados. Antes fusiló a una unidad de la Guardia Civil que intentó pasarse al bando nacional.
    En Madrid fue ajusticiado por sus fusilamientos sumarios a todo el que le contradecía. Un asesino cobarde que recibió su propia medicina.

    Me gusta

Deja un comentario