El comisario Valentí, un Sherlock Holmes para la policía republicana

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Fernando Valentí capturado por las tropas de Franco tras la guerra (Causa General)

No era policía profesional, pero tenía un gran instinto. Utilizaba métodos poco ortodoxos en su trabajo y gracias a ellos se convirtió en uno de los mejores sabuesos de la República durante la Guerra Civil Española. Influenciado por los soviéticos, Fernando Valentí llegaría a ser apodado como ‘el Sherlock Holmes’ de la retaguardia madrileña sobre todo a la hora de dar caza a los derechistas emboscados en la capital.

Cuando empezó la sublevación militar en Madrid, Fernando Valentí tenía 35 años y trabajaba como agente comercial en la casa Salt Perricete And Trading Company, un trabajo que como él diría más adelante, “no le llenaba lo suficiente”. Vivía junto a su familia en el número 25 de la calle Preciados y desde antes que empezara la guerra sentía simpatías por el mundo de la política. Aunque en 1934 formaba parte de Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, a medida que pasaban los años se fue acercando más y más al socialismo.

Tres semanas después de que fracasara definitivamente el alzamiento en el Cuartel de la Montaña, Valentí solicitó el ingreso en la Policía tras leer un anuncio en el periódico en el que se convocaba a todos los interesados a incorporarse al Cuerpo de Investigación y Vigilancia tras la depuración interna que se estaba haciendo. El 24 de agosto de 1936 fue nombrado agente provisional de tercera clase, siendo destinado a la comisaría del distrito de Buenavista donde prestó servicios de lo más diversos: por un lado, realizó vigilancias en la rotonda del Hipódromo (entre las 18.30 y las 21.00) supuestamente para evitar que en esa zona se produjeran los famosos paseos.  Por otro lado, también participó en la realización de registros y detenciones de personas desafectas.

Aunque no tenía experiencia apenas desde el punto de vista policial, sus mandos más inmediatos observaron que Fernando Valentí poseía un instinto fuera de lo normal a la hora de afrontar las investigaciones. Uno de sus primeros jefes fue el comisario Luis Omaña Díaz, agente de policía raso antes de que empezara la guerra y convertido en comisario por el Frente Popular desde julio de 1936. En octubre de este año, Omaña le encomendó que se hiciera cargo de la investigación de un suceso que había conmocionado a la sociedad madrileña y que provocó un gran número de muertos (no sabemos cuántos debido a la censura republicana) en un taller del Quinto Regimiento situado en la calle Núñez de Balboa.

Fue la primera investigación en solitario que dirigió Valentí como agente de policía y los resultados fueron contundentes: el Partido Comunista se negaba a facilitar el trabajo de la Policía.  Los interrogantes que surgieron a raíz de aquella explosión fueron comunicados por Valentí a la Dirección General de Seguridad cuyos máximos responsables le ordenaron que dejara de investigar.

Brigada Especial
Miembros de la Brigada Especial de la Policía republicana investigan un caso (La Estampa)

Tras esta primera investigación, Valentí continuó trabajando algunas semanas para la comisaría de Buenavista. Antes de cambiar de destino, presenció cómo dentro de la comisaría se había constituido una especie de grupo, llamado ‘Consejillo de Buenavista‘, dirigido directamente por el Comisario Omaña. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1936 este consejillo asesinó de manera directa a una treintena de personas, muchas de ellas acaudaladas con la excusa de acabar con los desafectos en Madrid, aunque en realidad perseguían el robo y los saqueos. No hay constancia de que Valentí participara en estos crímenes ya que en noviembre de este año fue reclamado por David Vázquez Baldominos, alto cargo de la Policía, que meses más tarde se convertiría en comisario General de Seguridad de Madrid.

A la caza de los derechistas

Vázquez Baldominos, que era socialista y actuaba bajo el amparo de la Agrupación Socialista Madrileña, le pidió que dirigiera a un grupo de hombres que tenían como misión hacer informes sobre personas desafectas cuyos nombres facilitaba la CIEP (Comisión de Información Popular), organización dirigida por Julio de Mora Martínez. Valentí empezó a trabajar en un palacete incautado por el PSOE en el número 103 de la calle Fuencarral que había pertenecido al Conde de Eleta. Allí estudiaba al milímetro el censo electoral de las elecciones de 1931, 1933 y 1936 con la intención de localizar a las personas que se habían presentado a estos comicios apoyando a los partidos de derechas.

Su trabajo dentro de la Agrupación Socialista Madrileña para localizar a sospechosos le hizo obtener una gran fama dentro del socialismo. Tras la guerra aseguraría ante las autoridades franquistas que había redactado unos ochenta informes de personas a las que se tenía que localizar, aunque “ignoraba la suerte de las mismas”. Lo que no reconoció durante su Consejo de Guerra fue que había participado en aquella época en la detención de al menos una veintena de personas vinculadas con Falange y el Partido Tradicionalista.

Hotel Gaylord
El desaparecido Hotel Gaylord en la calle Alfonso XI al que Valentí acudía con cierta frecuencia

Julio de Mora, su jefe inmediato en la checa de la Agrupación Socialista, quedó impresionado con el trabajo de Valentí y trató de llevárselo más adelante al DEDIDE (Departamento de Información del Estado), uno de los primeros servicios de espionaje de la República durante la Guerra Civil.  Gracias a él y a Anselmo Burgos Gil (luego sería jefe de la escolta del embajador soviético en Madrid), nuestro protagonista entraría en contacto con los agentes destacados en Madrid del NKVD, el servicio secreto de Stalin que se habían establecido en el Hotel Gaylord y que le formarían en cuestiones de contraespionaje. Eso lo veremos más adelante

El asalto a la Embajada de Finlandia

A finales de noviembre de 1936 y tras la constitución de la Junta de Defensa de Madrid, Vázquez Baldominos le convocó a una reunión en la Dirección General de Seguridad. Esta reunión se produjo horas después de que se disolvieran las brigadas paramilitares que habían formado los partidos políticos del Frente Popular con la intención de acabar con “los fascistas” que quedaban en Madrid. En esa reunión el Vázquez Baldominos le ordenó que se incorporará a la Brigada Especial, una unidad de élite que dependía de la Comisaría General de Seguridad de Madrid y que tenía como objetivo prioritario acabar con el enemigo de la República en la retaguardia madrileña.

Una de sus primeras misiones en la Brigada Especial, cuya sede estaba por aquel entonces en el número 9 de Marqués de Riscal, fue participar en el asalto de la Embajada de Finlandia la noche del 3 al 4 de diciembre de 1936. Fue un asalto ordenado (según dijo el propio Valentí) por el Ministro de Estado José Giral en el que fueron detenidas más de 400 personas que allí estaban refugiadas entre las que se encontraban militares, políticos, sacerdotes y burgueses. Este asalto transcendería a la opinión pública y varios periódicos de la época se hicieron eco de las detenciones. En una nota de prensa, la Junta de Defensa de Madrid decía que el desencadenante del asalto había sido el lanzamiento de una bomba incendiaria desde el interior de la embajada que había herido a un niño y a dos guardias de asalto.

No era ni mucho menos cierto, ya que en los registros practicados no se encontró ningún arma. El verdadero motivo del asalto era frenar la llegada de refugiados hasta esta embajada que desde el inicio de la guerra estaba gestionada por Francisco Cachero, un trabajador español de la legación finlandesa que se hizo pasar por “cónsul honorario” y que se lucraba económicamente a consta de los refugiados. Cachero, que durante algún tiempo sobornó a responsables de la DGS para que no asaltaran la legación, se había quedado sin dinero y había dejado de pagar los sobornos a los altos mandos policiales de la República.

Fue precisamente durante el asalto a la Embajada de Finlandia cuando conoció a José Cazorla Maure, número dos de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. Desde aquel momento ambos tuvieron una relación de “cordialidad y afecto” a pesar de que Valenti era socialista y Cazorla un destacado miembro del Partido Comunista. Aunque ambos mantuvieron buena relación durante la guerra, una vez finalizada, Fernando Valentí acusó a Cazorla y a sus brigadas del PCE de organizar “sacas de detenidos que oficialmente se decía eran trasladados a otras prisiones pero que en realidad no llegaban a su destino”.

Otra de las misiones que tuvo que hacer frente como miembro de la Brigada Especial fue hacerse cargo de los detenidos por el asunto Del Rosal, una especie de grupo subversivo derechista que fue descubierto por agentes comunistas de la Consejería de Orden Público. Valentí se hizo cargo de ellos ya que se encontraban en una especie de cárcel clandestina del PCE en la calle Alonso Heredia donde los detenidos habían sido maltratados salvajemente. Nuestro protagonista puso a los detenidos a disposición de la DGS y la mayoría fueron trasladados hasta la prisión de San Antón.

Nombrado jefe de la Brigada Especial

Cuando David Vázquez Baldominos fue nombrado Comisario General de Madrid en la primavera de 1937, éste decidió seguir apostando por Fernando Valentí ascendiéndole primero a Subcomisario y luego a Comisario de Policía. Le encomendó la jefatura de la Brigada Especial. No llevaba ni un año en el Cuerpo de Investigación y Vigilancia y ya había conseguido convertirse en un alto mando.  Coincidiendo con su nombramiento como jefe, la Brigada Especial (formada por unos cuarenta agentes) se trasladó al número 108 de la calle Serrano. Esta dirección, por desgracia, se convertiría en uno de los lugares más temidos por las organizaciones de la Quinta Columna de Madrid.

Jacinto Rosell
Jacinto Rosell, uno de los colaboradores más cercanos de Valentí (Causa General)

Valentí percibía un sueldo anual de 10.000 pesetas como jefe de la Brigada Especial, más 22,50 pesetas al día en calidad de dietas en el caso de que viajara fuera de Madrid. Como jefe de la Brigada Especial, supo rodearse de personas adeptas al Partido Socialista que a su juicio eran “muy profesionales y buenas personas”. Veamos como calificaba el propio Valentí a sus colaboradores más estrechos una vez terminada la guerra:

“Jacinto Uceda Marino como subjefe de la Brigada es un muchacho serio, capaz, muy trabajador, honrado y de buenas costumbres. Pertenecía al Partido Socialista poco tiempo”.

“Jacinto Rosell Colomo, como jefe de servicios de la Brigada, con idénticas características que el anterior”. 

“Lucas Gilsanz Martín, agente. Es un pequeño burgués de muy buen corazón y buena persona. Pertenecía al PSOE desde 1929 y procedía del DEDIDE”.

“Atilano Molano Molano, agente. Era una buena persona, honrado, pero de carácter agrio y maleducado Sus antecedentes eran socialistas. Antes trabajó en algunas comisarias”. 

“Emilio Montoya Abrego, agente. Creo que también es buena persona pero es mal educado. Es un antiguo socialista”. 

“Lisardo García García, agente. My buen muchacho, trabajador, de carácter abierto, aficionado al estudio, habiendo logrado hacerse una pequeña cultura, llegando a tener conocimiento del idioma francés.  Pertenece al PSOE desde 1931”.

Tras los pasos de una organización falangista

Poco después de hacerse cargo, ya de manera oficial, de la Brigada Especial, Vázquez Baldominos volvió a poner en contacto a Valentí con miembros destacados de los servicios de inteligencia soviéticos en Madrid. El motivo de este contacto fue el descubrimiento por parte de Valenti de una organización falangista que operaba en Madrid, dirigida por el arquitecto Javier Fernández Golfín y el procurador de tribunales, Ignacio Corujo. Esta organización, que contaba con emisoras de radio clandestinas, enviaba a través de embajadas informaciones militares de los republicanos a los servicios de información de Franco.

Durante semanas consiguió averiguar los nombres de una veintena de miembros de esta organización falangista gracias al papel que jugaron los confidentes de la Brigada Especial que él mismo introdujo entre la Quinta Columna. Uno de sus confidentes más relevantes fue Alberto Castilla Olavarría que llegó a engañar a Javier Fernández Golfín, convirtiéndose en uno de los enlaces destacados del grupo.

Los agentes del NKVD soviético formaron a Valentí en la utilización de confidentes para desarticular organizaciones subversivas como la que se estaba formando. De hecho, le recomendaron que “comprara con dinero o con otros medios” a personas derechistas que fueran capaces de traicionar a sus compañeros.  Según dijeron los soviéticos, el uso de estos confidentes o “agentes alborotadores” le había dado muy buenos resultados a la Unión Soviética. Por aquel entonces, los rusos que mantenían una relación más estrecha con Valentí fueron José Ocampo (Iosef Grigulevich), individuo con acento argentino, Pancho Bollasqui (podría ser Grigory Sergeievich Syroyezhkin y otro apellidado Sander. 

En mayo de 1937 la Brigada Especial realizó una gran redada en Madrid con el fin de detener al mayor número de miembros de la organización falangista a la que nos estamos refiriendo. En total fueron arrestados una veintena de personas entre las que estaban Javier Fernández Golfín e Ignacio Corujo. Según relataría Valentí una vez terminada la guerra, los asesores soviéticos del NKVD le recomendaron que actuara con dureza con los detenidos porque era la “única manera de hacerles hablar” y además “ahorraba tiempo de la comprobación de los hechos que exigía”. De hecho, los miembros del NKVD participaron en los interrogatorios de varios de los detenidos por el asunto Golfín Corujo con el visto bueno de Valenti y de Vázquez Baldominos. Los detenidos fueron trasladados primeramente a la prisión que tenía la Brigada Especial en un colegio religioso de la Ronda de Atocha. Allí fueron golpeados hasta la saciedad tanto por los agentes de la Brigada como por los soviéticos que se habían incorporado a los interrogatorios. Después serían llevados hasta Serrano 108 para prestar declaración.

Ronda de Atocha
Escuelas Salesianas de la Ronda de Atocha donde la Brigada Especial había montado una cárcel (Diario Público)

En esta operación contra la Falange Clandestina a Valenti le impusieron desde la DGS que trabajaran con él para desarticular la organización algunos agentes que miembros del PCE como Víctor Ronda o José Granda Alonso.

La implicación de los agentes soviéticos

Muchos lectores se preguntarán cuáles eran los motivos reales por los que el NKVD se había tomado tantas molestias en colaborar con la Brigada Especial de Valentí.  No era una mera coincidencia. Lo que pretendían realmente los asesores soviéticos era aprovechar estas detenciones para acabar definitivamente con el POUM (partido trotskista) y con su líder Andreu Nin. De esto a buen seguro que los lectores han leído infinidad de artículos en los medios de comunicación.

En las pesquisas que hizo la Brigada Especial con los falangistas se encontraron con un plano milimetrado de Madrid donde se indicaban las principales defensas antiaéreas, así como otras posiciones republicanas en el Frente de la capital. De hecho, quién consiguió este plano fue el confidente de la Brigada, Alberto Castilla que seguía haciéndose pasar por derechista y que de hecho se había refugiado con otros miembros de la organización en la Embajada de Perú. 

Con el visto bueno de Fernando Valentí, este plano milimetrado fue enviado hasta el hotel Gaylord de Madrid donde se encontraba el Cuartel General del Estado Amigo (los soviéticos). Allí, los agentes del NKVD lo estudiaron al milímetro, acordando finalmente escribir en el dorso del mapa con tinta simpática (tinta aparentemente invisible) la letra ‘N’, que vinculaba a Andreu Nin (líder del POUM). De esta manera tan sutil, los soviéticos, con el apoyo de la Brigada Especial, implicaban a Nin con los falangistas detenidos, una implicación totalmente ficticia que había creado el NKVD para eliminar al jefe del POUM.

El 01 de junio de 1937, ya con la mayoría de los falangistas arrestados, la Brigada Especial redactó un informe en el que se informaba a la DGS (que ya estaba al corriente) del hallazgo de un mapa de Madrid en el que se vinculaba a Andreu Nin con la Quinta Columna. El director general de Seguridad, el Teniente Coronel Antonio Ortega envió a Fernando Valentí y a su mano derecha, Jacinto Rosell a Barcelona con la intención de detener e interrogar a Nin. Antes deberían pasar por Valencia donde también recibirían instrucciones del Ministro de Gobernación.

El diario El País localizó en 2007 una carta de Antonio Ortega al Teniente Coronel Ricardo Burillo que por aquel entonces ocupaba el cargo de jefe de Policía de Barcelona, en la que le decía lo siguiente:

«Querido camarada: tengo el honor de presentarle a los funcionarios de la plantilla de Madrid comisario Fernando Valentí y agente de tercera Jacinto Rosell, quienes llevan a ésa una misión delicadísima en la que le ruego les dé toda clase de facilidades. En el caso de que precisaran utilizar gran contingente de fuerzas, antes de denegárselas consultará usted conmigo. Un abrazo de su amigo y camarada».

Valenti y Rosell dirigieron la detención de Nin que fue arrestado el 16 de junio de 1937. Fue trasladado a Madrid y a finales de mes, desapareció para siempre. Es decir, fue eliminado de manera extraoficial, posiblemente por agentes stalinistas que contaron con el visto bueno de la Brigada Especial. Obviamente, tras la guerra, Valentí desmintió con rotundidad ante las autoridades franquistas su implicación en la detención, asegurando incluso que nunca había viajado a Barcelona. Sus afirmaciones en Consejo de Guerra contrastan con las que realizó su compañero de viaje a la Ciudad Condal, Jacinto Rosell que sí reconoció haberse desplazado con Valenti a Barcelona para detener a un tal Andrés (Andreu Nin).

Operaciones de contraespionaje

Tras esta operación la Brigada Especial con Valenti a la cabeza siguió trabajando en tareas de contraespionaje para acabar definitivamente con las organizaciones derechistas que operaban en Madrid. En septiembre de 1937 nuestro protagonista descubrió un nuevo grupo subversivo que estaba mandado por el ex jefe de Falange en Guadalajara, conocido por Paco Llanas, y un oficial de infantería llamado José Burgos Iglesias.

Jose Cazorla
José Cazorla, consejero de orden público de la Junta de Defensa de Madrid

Una vez más, para descubrir a esta organización, Valentí volvió a utilizar la figura de los agentes alborotadores que le habían enseñado los asesores soviéticos. El confidente elegido en esta ocasión le apodaban ‘Boni’ y aunque había sido albañil antes de la guerra, había conseguido entrar en el Cuerpo de Carabineros. Valentí enviaba a Boni a diferentes cafés de Madrid para escuchar las conversaciones que mantenían los clientes para comprobar si alguna de estas conversaciones podía ir en contra de la República. En el Café del Prado, este carabinero comprobó que un grupo de jóvenes hablaba en voz baja, como si estuvieran conspirando.

En poco tiempo consiguió ganarse la confianza de estos jóvenes que terminarían sugiriéndole formar parte de  una organización falangista, conocida con el nombre de Milicias Pizarro. A ‘Boni’ le llegaon a presentar a algunos de los responsables de este grupo, informando puntualmente a Valenti de sus hallazgos. Éste incorporó a la investigación a dos de sus mejores agentes  (Gabriel González y José Granda) a los que infiltró en el Café del Prado, haciéndose pasar también por derechistas. Los tres lograron desenmascarar al grupo de Llanas y Burgos deteniendo a unas ochenta personas en Madrid y alrededores. Luego descubrirían que los falangistas detenidos estaban relacionados con una organización de espionaje franquista que actuaba desde el Parque de Intendencia de Pacífico.

Los detenidos fueron trasladados a la Ronda de Atocha (la prisión que tenía la Brigada Especial) donde fueron sometidos a todo tipo de malos tratos. Valenti, siguiendo el consejo de los soviéticos, ordenó que fueran tratados con especial dureza los dirigentes de la organización, lo que provocaría semanas más tarde la muerte de Paco Llanas en la cárcel Porlier y el ingreso de Burgos Iglesias en un hospital penitenciario. Las torturas que se produjeron en la Ronda de Atocha y más adelante en Serrano 108, fueron efectivas y en muy poco tiempo los detenidos fueron delatando a un mayor número de personas.

Una vez pasaron a disposición judicial, los detenidos denunciaron ante el juez que habían sido maltratados salvajemente por la Brigada Especial de Valentí. El juez Mariano Luján decidió abrir una investigación interna para determinar qué agentes habían maltratado con mayor dureza a los arrestados, echando la culpa a Valentí por ser el máximo responsable de la Brigada. Gracias a las presiones ejercidas desde la DGS, ni él ni sus hombres de Serrano 108 fueron condenados por estas torturas.

En diciembre de 1937 Valentí había adquirido una gran fama en Madrid como “gran especialista” en la lucha contra la Quinta Columna. Por estas fechas, la DGS decidió disolver la Brigada Especial (posiblemente por el asunto de los malos tratos) e incorporar a todos sus efectivos, incluido nuestro protagonista, al SIM (Servicio de Información Militar).

Su fichaje por el SIM y la Brigada Z

Sabemos que en marzo de 1938 Valentí ya estaba trabajando a las órdenes del socialista Ángel Pedrero, jefe del SIM del Ejército del Centro que le propuso que dirigiera una especie de brigadilla llamada ‘Brigada Z‘. Esta brigada se dedicaría a resolver servicios que estuvieran relacionados con informes que venían de Barcelona, aunque también se dedicaba al tráfico de joyas.

Uno de los primeros asuntos en los que trabajó Valenti fue el de un matrimonio alemán, apellidado Dobriky, que se dedicaba a la ocultación y el tráfico ilícito de alhajas y joyas. Además del matrimonio, fueron arrestados un relojero que vivía en el Paseo de las Delicias apellidado Uriza y Ruiz de Alda y un famoso boxeador, Salvador Almena, que ocultaba en su casa unas seis mil pesetas. Según Valentí todo el dinero y las joyas que se incautaron en esta operación fueron entregados personalmente a Ángel Pedrero, como máximo responsable del SIM en Madrid. Como se pudo comprobar más adelante, Pedrero era una persona de lo más oscura que además de haber sido lugarteniente del famoso chequista García Atadell, se lucraba enormemente con el dinero que incautaba.

El segundo asunto que llevó a cabo Valentí al frente de la Brigada Z del SIM estaba relacionado con una serie de reuniones secretas que llevaban a cabo algunas personas desafectas entre las que se encontraba la hermana de la famosa artista, Lili Montyan. En esta operación, en la que fueron detenidas unas 70 personas en Madrid y Guadalajara, se volvió a utilizar los servicios de un confidente, en esta ocasión una mujer llamada Cándida del Castillo, conocida como “Isabel”, una periodista de origen noble que era partidaria de la República.  Hemos descubierto que esta confidente de la Brigada Z fue la madre del famoso escritor francés Michel del Castillo. Este asunto se conoció con el nombre de ‘Los Cándidos’ y estaba directamente relacionado con el tráfico de víveres.

Angel Pedrero
Con un círculo Ángel Pedrero, jefe del SIM del Ejército del Centro (Causa General)

El asunto de los ‘Candidos’ fue uno de los últimos en los que intervino Fernando Valentí como comisario de Policía. La guerra estaba llegando a su fin y todo el mundo era consciente en Madrid de que los republicanos poco más podían hacer. A finales de marzo de 1939, el grueso del SIM del Ejército del Centro (que había apoyado a Casado en los enfrentamientos contra los comunistas), decidió abandonar la capital y dirigirse al Levante con el objetivo de abandonar España.

Marzo 1939, la huida de Madrid

Pedrero organizó con detalle el desplazamiento e invitó a Valentí a acompañarle junto con el resto de sus hombres. Una caravana de vehículos ligeros del SIM abandonó Madrid la noche del 27 de marzo con un gran número de maletas, algunas de ellas cargadas de joyas.  Al parecer Pedrero quería llevarse el mayor número de alhajas al extranjero para sobrevivir fuera de España a pesar de que ya había cerrado acuerdos con el periódico ‘Paris Soir’ para que una vez en Francia escribiera sus memorias a cambio de 300.000 francos.

La expedición llegó primero hasta Mazarrón (Murcia) donde el SIM tenía un barco apalabrado, que nunca llegó a aparecer. Después, se desplazarían hasta Torrevieja donde también confiaban que apareciera un barco que les sacara de España. Tampoco hubo suerte. Finalmente optaron por acudir hasta el puerto de Alicante, al que llegaron durante la tarde del 29 de marzo de 1939.  Allí tampoco encontrarían barco alguno para huir de España y todos los miembros del SIM, incluido Fernando Valentí, se entregaron a las autoridades franquistas.

Nuestro protagonista pasó por diferentes cárceles madrileñas y prestó declaración ante el SIPM durante todo el mes de diciembre de 1939. Se mostró colaborador con las autoridades franquistas e incluso le hicieron una fotografía poco antes de prestar declaración. Pese a ello, en el Consejo de Guerra al que fue sometido con otros miembros de la Brigada Especial le declararon “culpable” de los delitos que le acusaban (entre otros de asesinato) y fue condenado a muerte. Murió fusilado a primera hora de la mañana del 13 de diciembre de 1940 en el cementerio Este. Junto a Valentí, los nacionales también ejecutaron a otros nueve miembros de la Brigada Especial entre los que se encontraban Jacinto Rosell, Jacinto Uceda, Atilano Molano, Lucas Gilsanz y Gabriel González. 

Fuentes consultadas

Archivo Histórico Nacional. Causa General, 1547, Expediente 1, número 481

Centro Documental de la Memoria Histórica, Sumario 258

Archivo General Militar Paseo de Moret, sumario 59741

Hemeroteca Nacionales

Hemeroteca ABC

Hemeroteca Solidaridad Obrera

Diario El País

https://bremaneur.wordpress.com

El Heraldo de Madrid

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