De reporteros de guerra a prisioneros de la República en la Casa de Campo

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A la izquierda el periodista uruguayo Sciutto. A la derecha Manuel Casanova, director del Heraldo

21 de noviembre de 1936. Son las 20.00, es noche cerrada y cae sobre las carreteras cercanas a Madrid un descomunal aguacero. Hace ya seis horas que la caravana de periodistas ha salido del opulento Hotel Jardín de Ávila, cuartel general en la ciudad castellana de los corresponsales de guerra acreditados por el Ejército de Franco.

En esta ocasión los responsables de propaganda del bando nacional han permitido a una veintena de periodistas españoles e internacionales aproximarse al frente de batalla de Madrid y conocer de primera mano lo qué está pasando en la Casa de Campo y Ciudad Universitaria. Será una visita corta, durará menos de 24 horas ya que los riesgos son enormes porque las posiciones adquiridas por las avanzadillas de ambos ejércitos en la zona son todavía endebles. A los corresponsales no se les permite viajar en sus propios coches y no les queda más remedio que hacerlo en un vehículo militar conducido por un suboficial del Ejército que ejerce también como enlace de prensa.

La caravana formada por seis coches se ha detenido en la carretera de Húmera, justo al lado del muro de la Casa de Campo. Sobre el suelo mojado hay restos de la batalla: varios cadáveres de soldados a los que no se permite fotografiar, agujeros provocados por la artillería, parapetos improvisados entre unos riscos… En pocos minutos la expedición abandona la carretera y se dirige hacia el cerro del Águila donde está previsto que los periodistas pernocten  en unas posiciones mucho más tranquilas que las inmediaciones de Húmera y Pozuelo. 

Uno de los coches se ha rezagado del resto de la caravana. Un corresponsal uruguayo llamado Luis Alberto Sciutto, conocido con el seudónimo de ‘Wing’ le ha pedido encarecidamente al suboficial que conduce su vehículo que se detenga unos segundos. Pese a la oscuridad de la noche quiere fotografiar un puente destrozado por la aviación. Está más tiempo de la cuenta fotografiando los escombros y vuelve a subir al coche recibiendo una buena reprimenda del militar que va al volante.

 

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Con un círculo, José Meiras Otero junto a varios políticos entre los que se encuentra Calvo Sotelo.

Además del periodista uruguayo (corresponsal de ‘El Pueblo de Montevideo’ entre otros diarios) viajan en su mismo coche Manuel Casanova, director del ‘Heraldo de Aragón’, Miguel Martín Chivite, fotógrafo de este diario y el redactor gallego José Meiras Otero, ex periodista de ‘El Debate’ que años atrás había sido secretario político de Calvo Sotelo. El conductor del vehículo militar es un maestro armero del Parque de Artillería de Zaragoza llamado Miguel Zamora Vicente.

El vehículo avanza muy lentamente como consecuencia de la lluvia. El conductor parece desconcertado hasta que surge de entre la oscuridad un soldado al que le preguntaron la mejor forma de llegar al ‘Cerro del Águila’ donde se encontraría el resto de la expedición de la prensa. No consiguen ver las insignias del militar pero por su forma de hablar se percatan de que podría tratarse de un soldado del ejército republicano. Se palpa el nerviosismo en los periodistas y en el conductor, pero no pasó nada. El militar, con gesto amable, les da las indicaciones pertinentes y les desea buen viaje.

La detención

El coche sigue circulando cerca de Húmera pero tan solo unos segundos. Se acaba de colocar justo delante del vehículo un teniente de milicias que ha surgido de entre las tinieblas con una pistola ametralladora. Junto a él hay un grupo de ocho milicianos: todos apuntan al coche y ordenan al conductor y a los pasajeros que se bajen inmediatamente con los brazos en alto.

De esta manera se produjo el apresamiento de los cuatro periodistas y su conductor militar por una avanzadilla de milicianos en las inmediaciones de la Casa de Campo en noviembre de 1936. Según la versión del uruguayo Sciutto, el teniente que dirigió su arresto, les interrogó junto a su coche preguntándoles su identidad y su procedencia. Tras conocer que los informadores procedían de zona controlada por los franquistas y que el conductor era un militar del Ejército Nacional, ordenó inmediatamente que los detenidos fueran conducidos hasta una trinchera abandonada. «Hay que fusilarlos inmediatamente, que se forme el pelotón y prepárense para hacer fuego camaradas», dijo el oficial republicano.

La descripción de este episodio está perfectamente reflejada tanto en el libro que escribió Sciutto ‘Una aventura en España’ como en el libro de Manuel Casanova ‘Se prorroga el estado de alarma’, ambos escritos al final de la Guerra Civil. Según sus versiones estuvieron a punto de ser fusilados. Incluso Martín Chivite (el fotógrafo) retó al pelotón de fusilamiento diciendo «ya podéis tirar». Sin embargo, la ejecución no se llevó a cabo, al menos en ese instante.

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Martín Chivite con un círculo en el año 1950

Veamos ahora lo que sucedió a partir de ese momento, según la versión que ofreció en 1938 el ‘Diario de la Marina, el famoso periódico cubano, decano de la prensa hispanoamericana que tenía a varios corresponsales cubriendo la guerra de España:

«Cuando faltaban dos o tres segundos para que sonara la descarga apareció un capitán republicano que preguntó:

– ¿Qué es lo que pasa aquí?

El teniente dijo:

– Son faciosos. Vienen del campo rebelde, dicen que son periodistas – El teniente fue diciendo los nombres

Entonces el capitán ordenó:

– Estos deben saber muchas cosas. Hay que hacerles cantar. Ya los matarán en Aravaca. Mandádlos bien escoltados al puesto del comandante»

Efectivamente, los cinco prisioneros fueron trasladados en un camión descubierto hasta Aravaca, en concreto a una casa semidestruida donde se encontraba el puesto de mando del Batallón 25 de Julio, que era el encargado de cubrir el sector de Húmera donde fueron arrestados los periodistas. Los miembros de este batallón, muchos de ellos vinculados a Izquierda Republicana, procedían en su mayoría de Albacete: de hecho esta unidad llevaba este nombre porque fue la fecha en la que Albacete fue reconquistada por las fuerzas de la República.

El reencuentro

Fuertemente custodiados, los periodistas y su conductor fueron encerrados en una habitación minúsula a la espera de que hiciera acto de presencia el comandante del batallón. A las dos horas de espera, apareció un militar fornido, vestido de uniforme y con una pistola Astra en el cinto. Antes de empezar el interrogatorio y cogiendo con la mano una vela, el Comandante republicano fue acercándose a cada uno de los detenidos hasta que se detuvo como alarmado tras ver a Miguel Zamora Vicente, el conductor. 

Sin mediar palabra, el comandante se fundió en un abrazo con Miguel diciéndole «vaya lío en el que te has metido, hermano». El mando republicano se llamaba Francisco Zamora Vicente y según hemos localizado en el Archivo Histórico Nacional, ya en 1935 estaba afiliado al Partido Comunista, aunque otras fuentes señalan que también estuvo vinculado con el partido derechista Acción Popular.

El Comandante Zamora habló unos minutos en privado con Miguel en otra zona del puesto de mando y tras llevar a su hermano con el resto de los detenidos, dijo en voz alta, «que los lleven a todos al Ministerio de la Guerra, estos deben saber mucho». Sabemos que no quiso interrogar personalmente a los detenidos y prefirió alejarlos lo máximo posible del frente de batalla donde su vida podía correr peligro. Además, era consciente de que en el Ministerio los arrestados serían tratados como prisioneros de guerra y su vida quedaría prácticamente garantizada.

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Periódico francés L´Express hablando de los periodistas

De esta manera tan sutil, los cuatro periodistas y el militar franquista habían vuelto a salvar la vida la noche del 21 de noviembre, curiosamente el día después de la muerte de Durruti en Madrid. Ya durante la mañana del día 22, los detenidos llegaron al Ministerio de la Guerra donde fueron sometidos a diferentes interrogatorios por parte de personajes tan ilustres como el General Vicente Rojo o ‘El Campesino’.

En el Ministerio de la Guerra los cinco prisioneros fueron separados e incomunicados. El objetivo que perseguía la República con esta incomunicación era, por un lado verificar que no se trataba de «espías enemigos» y por otro obtener la mayor información posible de cada uno de los interrogados.  Ya en el mes de diciembre de 1936 fueron trasladados a un edificio de la Dirección General de Seguridad ubicado en la calle Serrano donde antiguamente estaba el Ministerio de Industria. Allí volvieron a ser interrogados, en esta ocasión por policías vinculados con el Partido Comunista. Por aquel entonces, la prensa internacional ya se había hecho eco de la detención de su detención. Tenemos a nuestra disposición un artículo publicado en el diario francés L´Express du Midi en el que se cuentan algunos detalles de interés sobre el arresto de los informadores.

Sciutto separado de sus compañeros

Fue en ese momento cuando Luis Sciutto, el periodista uruguayo comunicó a sus interrogadores que él era un ciudadano uruguayo, que nada tenía que ver con la guerra en España y que deseaba ver a los diplomáticos de la Embajada de Uruguay que se encontraban por aquel entonces en Madrid con el objetivo de obtener su libertad. Sin embargo, su petición quedó en saco roto. Desde octubre de este año, todos los diplomáticos uruguayos habían abandonado Madrid después de que se produjeran dos hechos lamentables: el asesinato de las tres hermanas del Viceconsul honorario de Uruguay (las tres con pasaporte diplomático) a manos de anarcosindicalistas y la expropiación por parte del gobierno republicano de la finca San Pablo, cerca de la capital, propiedad de la Asociación Civil del Uruguay que estaban bajo protección consular.

Estos dos motivos tan truculentos propiciaron el abandono de Madrid de los pocos diplomáticos uruguayos que quedaban en la capital en otoño de 1936. A partir de esta marcha, se hizo cargo de todos los asuntos relacionados con Uruguay el encargado de negocios de la Embajada de Argentina en la capital, Edgardo Pérez Quesada. A finales de diciembre, Pérez Quesada recibió una notificación por valija del embajador argentino en España, que se encontraba en San Juan de Luz, en la que le pedía que tratara de salvar la vida del periodista uruguayo Sciutto. Al parecer, el embajador había recibido presiones de la Oficina de Prensa de Burgos que ya conocía que cuatro periodistas «suyos» habían sido detenidos por el Frente Popular.

Gracias a las negociaciones de Pérez Quesada con el gobierno republicano, Sciutto fue trasladado en solitario hasta Valencia a finales de 1936 y encerrado en la prisión celular de esta ciudad a la espera de que el gobierno del Frente Popular decidiera ponerle en libertad. El profesor universitario Nial Binns publicó recientemente un artículo sobre Sciutto llamado «Aventura y aprendizaje en Wing», que recordaba el paso de Sciutto por la prisión valenciana:

«Recordaba mis días en Burgos, en tiempos de lo que yo llamaba la otra vida. Con frecuencia iba a la Cartuja de Miraflores, el más bello rincón del mundo para vivir su sueño de arte y su perfume místico. Admiraba la suave vida de los cartujos; la placidez de su andar que ya tiene algo de celestial; su obstinado silencio, la franciscana pobreza de su celda; el pan de Dios, pasado a través del agujero de la puerta; su incomunicación… Y como la celda de la prisión valenciana es igual a la de los cartujos de Miraflores, la noche del 4 de diciembre quedé convertido en un cartujo laico».

Sciutto estuvo un mes exacto encerrado en Valencia hasta que el 4 de enero recibió una comunicación en su celda en la que se le decía que iba a ser puesto en libertad en pocas horas. Efectivamente, al mediodía recibió un salvoconducto para que se pudiera trasladar hasta el puerto de la ciudad para embarcarse en un buque de guerra de la Marina de Estados Unidos que le trasladaría hasta Génova (Italia). El periodista uruguayo había conseguido su libertad gracias al esfuerzo del argentino Pérez Quesada que trabajó sin descanso para obtener su liberación.

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Periódico La Libertad, 2 de diciembre de 1937

Sciutto llegó hasta Génova el 7 de enero de 1937 y nada más llegar a puerto realizó una serie manifestaciones ante la prensa italiana criticando «las barbaridades que hacía la República» en Madrid. Afirmó de manera exagerada que en la capital «se escuchaban permanentemente a los pelotones de fusilamiento» y que hasta la fecha ya habían sido ejecutadas «20.000 personas». También reconoció que uno de los momentos más dramáticos que vivió mientras cubría la Guerra Civil fue presenciar «la muerte en combate de dos mujeres milicianas jóvenes en la zona de Navalcarnero».

El juicio y el canje posterior

Mientras que Luis Sciutto conseguía su libertad, sus cuatro compañeros de cautiverio (los tres periodistas y el militar) siguieron soportando duros interrogatorios hasta que fueron trasladados también a Valencia. En la capital del Turia permanecieron casi un año hasta que fueron sometidos a juicio por el Tribunal Popular número 2, acusados de «adhesión a la rebelión».

El juicio contra los tres periodistas del Heraldo de Aragón y el militar empezó el 2 de diciembre de 1937 y terminó una semana más tarde. El tribunal, además de escuchar la declaración de los procesados, hizo llamar a una serie de personas que conocían bien a los periodistas para que declararan en calidad de «testigos». Fue el caso de Roberto Castrovido, político y periodista, que conocía bien a los tres informadores del Heraldo de Aragón. También prestó declaración la escritora Magna Donato (hermana de Margarita Nelken), el dibujante Salvador Bartolozzi y el actor Benito Cibrian.

A los pocos días del juicio, la prensa dio a conocer que los periodistas y su chófer habían sido condenados a muerte, sin embargo, la sentencia no se llegó a producir gracias a las presiones realizadas por el Cuerpo Diplomático Internacional. A finales de este año, ‘La Gaceta’ (antiguo BOE) publicaba el indulto de los tres periodistas del Heraldo y del militar, a cambio tendrían que soportar penas de treinta años de internamiento en un campo de trabajo.

Si los meses previos al juicio fueron especialmente duros para nuestros protagonistas, también los fueron las jornadas posteriores al mismo, ya que los periodistas tenían que asimilar que su aventura iba a terminar ante un pelotón de fusilamiento. Contaba Manuel Casanova tras la guerra que debido al estrés sufrido durante su cautiverio su pelo se convirtió en canoso totalmente.

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Sciutto a la izquierda de la fotografía

Los presos no se podían imaginar que mientras esperaban su veredicto, la Cruz Roja Internacional negociaba en secreto su canje por otros cuatro periodistas vascos que habían sido detenidos tras la toma de Bilbao. El canje como tal no se haría efectivo hasta el 24 de octubre de 1938, fecha en la que serían trasladados hasta el puente internacional de Hendaya donse se realizó el canje. La primera persona a la que vieron los tres periodistas cautivos y su conductor fue a su compañero de cautiverio Luis Alberto Sciutto que llevaba casi un año en libertad. Todos se fundieron en un abrazo. Eran libres.

¿Qué sucedió tras la guerra con cada uno?

– Una vez puesto en libertad, Manuel Casanova volvió hasta Zaragoza donde siguió dirigiendo el Heraldo de Aragón, manteniendo una estrecha amistad con los periodistas estrella del momento a nivel nacional como Manuel Aznar, Víctor de la Serna o Agustín de Foxa. Al terminar la guerra, dejó aparcada su actividad periodística para convertirse en Gobernador de Toledo, ciudad en la que conocería a su futura mujer. Al poco tiempo se marchó a Madrid donde fue nombrado Jefe Nacional del Sindicato del Espectáculo, perteneciendo también a la junta directiva de la Asociación de la Prensa. Dirigió el semanario taurino ‘El Ruedo’ y el Diario Marca en 1946 y 1947. En el año 1961 falleció en un accidente de coche junto a su esposa María Gómez Olibera en el término municipal de Almansa. En el accidente también resultaron heridos sus hijos Rafael y María. Manuel, en el momento de su muerte, tenía 62 años.

– Miguel Martín Chivite siguió ejerciendo como fotógrafo en el Heraldo, al menos hasta el año 1965, año en el que recibió un homenaje por parte de Franco. En la actualidad se peden encontrar y comprar por Internet un gran número de fotografías antiguas realizadas por Martín Chivite durante los años en los que estuvo activo en Zaragoza.

– En relación con José Meiras Otero, sabemos que el 14 de abril de 1939 fue nombrado juez instructor para la depuración del Cuerpo Técnico Administrativo del Ministerio de Obras Públicas. En los años 50 y 60 trabajaba a título particular como abogado. Fue director del Balneario de Mondariz y en Internet hemos encontrado cierta vinculación de Meiras con el círculo más próximo a Don Juan.

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Informe y declaración de Francisco Zamora Vicente

– Luis Alfredo Sciutto continuó ejerciendo como periodista al término de la Guerra Civil Española. Si antes de la guerra había brillado como cronista deportivo (acababa de cubrir los Juegos Olímpicos de Munich en 1936), después de la contienda siguió centrándose en el aspecto deportivo. Fue el único periodista deportivo que vio y cubrió todos los mundiales de fútbol desde 1930 hasta 1994. Regresó a España muchas veces para dar conferencias y participar en actos de confraternización con periodistas españoles. Escribió también varios libros entre los que destacan ‘Siento ruido en la pelota, crónica de medio siglo’ (1975). Recibió tres galardones de la FIFA (1984, 1986 y 1993). La escuela de periodistas deportivos La Plata lleva el nombre de Diego Lucero (uno de sus seudónimos) en su honor. Murió el 3 de junio de 1995 a los 94 años.

– Miguel Zamora Vicente era el único militar de la expedición. Tuvo la suerte de que fue tratado por la justicia republicana de la misma manera que los periodistas, por lo tanto, fue canjeado junto a sus compañeros de cautiverio. No tenemos muy claro que sucedió con él, tan solo que en 1942 su mujer (Manuela Rubio Fernández) solicitaba su pensión tras la muerte de su marido que en esa época figuraba como «maestro armero». Su hermano, el Comandante republicano Francisco Zamora Vicente fue detenido por el SIM (servicio de espionaje republicano) el 8 de noviembre de 1938, solo unos días después del canje de su hermano.

Le acusaban de haber pertenecido antes de la guerra a Falange y a Acción Popular, dos partidos claramente derechistas. Sin embargo, estas acusaciones contradecían al hecho de que en 1935 ya estaba afiliado al Partido Comunista. Estas acusaciones eran «curiosas» ya que durante toda la guerra había defendido al bando republicano en diferentes frentes de batalla: Casa de Campo, Guadarrama o Jaén. Cuando fue detenido era Comandante del Cuerpo de Carabineros, cuerpo al que había accedido en 1937. Estuvo preso hasta enero de 1939, fecha en la que su causa le fue sobreseída. Salió en libertad provisional por estas fechas y aquí le perdemos la pista.

Fuentes consultadas:

– Hemeroteca Nacional

– Hemeroteca Prensa Histórica

– Hemeroteca Diario La Marina de Cuba.

– Biblioteca Virtual de la Defensa.

– Hemeroteca ABC

– Hemeroteca La Vanguardia

– ‘Una aventura en España’, Luis Alfredo Sciutto

– Artículo «Aventura y aprendizaje en Wing», Nial Binns. Revista Letral.

– ‘Se prorroga el estado de alarma’ Manuel Casanova

– ‘Diplomacia, humanitarismo y espionaje en la Guerra Civil Española’, Antonio Manuel Moral Roncal.

– Archivo Histórico Nacional (Causa General). Sumario contra Francisco Zamora Vicente. FC-CAUSA_GENERAL,187,Exp.42

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