
El sur del Tajo fue un coladero durante gran parte de la Guerra Civil. Centenares de personas se evadieron a territorio sublevado por esta zona de Toledo buscando salvar el pellejo, congraciarse con el enemigo o simplemente ponerse a disposición del Ejército de Franco. Entre 1937 y 1939, varias organizaciones clandestinas coordinadas por la inteligencia sublevada se encargaron de materializar estas expediciones de evadidos de las que prácticamente no se ha hablado en la historiografía de nuestra guerra.
En el artículo de hoy analizamos algunas de estas expediciones, perfilamos a los hombres y mujeres que huían de Madrid, desvelamos la identidad de algunos de los agentes que actuaban como enlaces con la otra zona y conocemos algunos de los lugares por los que se realizaban estas infiltraciones. De ello hemos hablado largo y tendido en nuestros dos libros, “La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la Guerra Civil” (Arzalia Ediciones, 2024) y “La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas” (Esfera de los Libros, 2019). Una investigación que también puedes escuchar a través de nuestro podcast, disponible en IVOOX, SPOTIFY y YOUTUBE o si lo prefieres, puedes escucharlo directamente justo aquí debajo.
La evasión del presidente del Real Madrid
El general de Intendencia Adolfo Meléndez Cadalso fue presidente del Real Madrid una vez terminada la Guerra Civil. Se hizo cargo del club tras la detención por parte de las fuerzas franquistas del último presidente republicano, Rafael Sánchez Guerra, al que le dedicaremos dentro de poco tiempo un artículo en exclusiva. A don Adolfo le detuvieron las milicias del Frente Popular al principio de la sublevación bajo la acusación de desafecto, sin embargo, un tribunal terminó absolviéndolo después de permanecer varios meses las prisiones de San Antón y Alcalá de Henares. Sabedor de que grupos de milicianos habían puesto precio a su cabeza, pudo refugiarse en la embajada de Rumanía donde estuvo escondido hasta agosto de 1937, fecha en la que decidió evadirse a territorio nacional.
En aquel verano de 1937 eran varios los grupos de la Quinta Columna que habían organizado a través del sur del Tajo una serie de rutas de evasión de personas que se encontraban comprometidas en el Madrid republicano. Una de estas organizaciones estaba liderada por el teniente de Intendencia Antonio Rodríguez Aguado al que hemos dedicado un artículo en nuestra web. Estamos convencidos que, por pertenecer al mismo Cuerpo, Rodríguez Aguado y Meléndez Cadalso se conocían desde antes de la contienda.

La red de Antonio ofreció a Meléndez Cadalso su evacuación a territorio franquista siempre y cuando se sometiera a la disciplina de los quintacolumnistas que le sacarían de la capital. Al parecer alguien le había reclamado desde la otra zona. El futuro presidente del Real Madrid accedió sin rechistar a las exigencias y el día señalado esperó a los agentes emboscados en la confluencia de la calle Goya con Velázquez. Un camión militar con los emblemas de la CNT irrumpió a primera hora de la mañana por esa esquina. Su conductor con un gesto indicó al general que se subiera a la parte de atrás. Allí se encontraban un puñado de personas que también iban a ser evacuadas a zona nacional. También eran oficiales del Ejército, aunque por su atuendo parecían simples soldados o milicianos.
A Meléndez Cadalso, al igual que al resto de oficiales que iban a ser evacuados, le ordenaron que se quitara su ropa y se pusiera un uniforme de soldado de Intendencia. Si alguien le preguntaba tendría que decir iba con su unidad en ese camión a recoger víveres a la zona sur de Toledo para las fuerzas republicanas, especialmente lentejas, patatas y garbanzos. Por fortuna para ellos, nadie les preguntó. El camión en el que viajaba el futuro presidente madridista sorteó sin dificultad varios controles milicianos porque su conductor llevaba consigo los salvoconductos necesarios para circular por esa zona, unos documentos que habían elaborado con minucioso detalle los quintacolumnistas.
Al camión de la CNT se le incorporó a la salida de Madrid una camioneta de aviación con una decena de hombres que también iban a ser evacuados a la otra zona. Los dos vehículos realizaron un itinerario zigzagueante que recorrió más de 300 kilómetros pasando cerca por las localidades de Pastrana, Tarancón, Corral de Almaguer o Tembleque hasta llegar hasta la sierra de Noez, en un punto muy concreto donde los conductores se habían citado con dos colaboradores oriundos de Totanés.
Tras varios minutos de intensa espera con los dos vehículos escondidos entre la maleza, con los faros apagados y un silencio sepulcral, por fin irrumpieron en la zona dos individuos con aspecto campesino. Se presentaron ante los evadidos como los guías que les marcarían el camino para llegar a la otra zona. Iniciaron el recorrido en plena noche y tras varias horas de caminata, los casi veinte fugitivos llegaron hasta el Tajo. En aquella época el río no llevaba mucha agua. Los más jóvenes se introdujeron en el río y, con el agua a la altura de los hombros, caminaron hasta la otra orilla. Los más veteranos, entre ellos Meléndez Cadalso, se subieron a bordo de una barcaza que estaba escondida entre los juncos, y atravesaron el Tajo gracias a uno de los guías que empujaba aquellas maderas sin hacer ruido.
Una vez en la otra orilla, los guías ordenaron a los evadidos que se tiraran al suelo sin hacer ruido. Uno de los dos campesinos, entonces, empezó a hacer ruidos con la boca similares a un pájaro carpintero. A los pocos segundos, a lo lejos alguien hizo unos sonidos similares. Después, una voz con acento andaluz pidió entre susurros un “santo y seña”. Los campesinos lo dijeron correctamente, informando que traían consigo a un grupo de evadidos de Madrid. Un minuto después, la expedición estaba rodeada por Regulares, cuyo jefe, un joven teniente con un bigotillo prominente, les decía: “Señores, bienvenidos a la verdadera España”. Meléndez Cadalso ya estaba en territorio franquista.

La evasión de Meléndez Cadalso fue una de tantas que se produjeron durante la Guerra Civil. Una vez en zona nacional y después de solventar sin problemas su proceso de depuración, se incorporó al Ejército de Franco donde prestó servicios hasta el final de la contienda como jefe de los Servicios de Intendencia de los Ejércitos de Operaciones. Cuatro meses después de su salida de la capital, sufrió un grave accidente de automóvil en Álava que estuvo a punto de acabar con su vida. Pudo reincorporarse al servicio y, una vez finalizada la guerra, se convirtió en presidente del Real Madrid, el club de sus amores pues había sido uno de sus fundadores en sus años mozos, además de secretario y jugador. Permaneció poco más de un año en la presidencia, pero su papel fue fundamental para reconstruir una entidad destrozada por el conflicto y poner en marcha de nuevo el estadio de Chamartín.
Los conductores
En el artículo de hoy también vamos a hablar de los hombres que lideraban estas expediciones de evadidos como la de Meléndez Cadalso. Eran jóvenes, en su mayoría, estaban militarizados por el bando republicano, aunque apoyaban incondicionalmente a los alzados, y les apasionaba el riesgo o la aventura. Vamos a profundizar en uno de ellos. Se trataba de un cabo de Intendencia llamado Crescencio de Lucas, oriundo de Cuenca y con la edad de 28 años. Antes de la guerra estaba destinado en el Parque de Intendencia de Pacífico en Madrid donde trabajaba como conductor y mecánico. Al estallar la sublevación militar el 18 de julio de 1936, apoyó el golpe y junto a algunos oficiales de su acuartelamiento, se levantó en armas contra la República. A diferencia de sus superiores que serían detenidos en su mayoría, pudo escapar y permaneció varias semanas escondido en la casa de su hermana situada en la calle Goya. Sin embargo, muy pronto fue militarizado por el Ejército republicano, teniendo que incorporarse de nuevo a su destino. En su declaración jurada realizada tras la guerra, aseguró que en un primer momento le ordenaron que cuidara del ganado, pero al comprobar que era un excelente conductor, muy pronto se incorporó a la sección de automóviles donde, según dijo, realizaría sabotajes.
En cualquier caso, durante los primeros meses de guerra, De Lucas tuvo que conducir cientos de veces los vehículos del Parque de Intendencia para trasladarse a la zona sur de Toledo y Guadalajara en búsqueda de víveres. Le solía acompañar otro cabo que también simpatizaba con los sublevados, Lorenzo García de Mora. En uno de esos viajes se desplazaron a Totanés a recoger víveres en una finca requisada por el Frente Popular y allí conocieron a un ganadero apodado ‘El francés’. En conversaciones informales con aquel hombre de campo, éste les dijo que sabía como llegar a la otra zona sin ser visto y reconoció haber llevado hasta territorio franquista a algunos vecinos de su pueblo previo pago de 7.000 pesetas.

El cabo De Lucas vio el cielo abierto. Junto a su compañero pusieron en marcha una operación para intentar salvar la vida a un teniente de su unidad que se encontraba en claro peligro ya que estaba a punto de ser juzgado por “alta traición”. Aquel oficial se llamaba Ernesto Ramajos Aguilera y gracias a la pericia de nuestro protagonista y con la ayuda de ‘El francés’, fue evacuado a zona nacional en mayo de 1937. A partir de ese instante, De Lucas se incorporó al grupo de la Quinta Columna liderado por Antonio Rodríguez Aguado que estaba en contacto con los servicios de información franquistas.
Desde el instante en el que evacua al teniente Ramajos, el cabo De Lucas fue nombrado agente “exterior del SIPM en zona enemiga” y tenía prohibida su propia evacuación a zona nacional para era “más útil” en territorio republicano. Durante todo el verano de 1937 participó en decenas de evacuaciones entre ellas, la relatada anteriormente, la del futuro presidente del Real Madrid. Él junto a otros miembros de su organización captó a otras personas de los pueblos cercanos al Tajo que pudieran hacer de guías, aunque en alguna ocasión, el mismo tuvo que hacer ese papel para regresar posteriormente a Madrid.
La suerte de De Lucas se truncó el 10 de noviembre de 1937. Aquella noche acababa de dejar al otro lado del Tajo a un grupo de militares de aviación que pretendían pasarse a zona nacional por el paso de la Ventosilla. Lo hizo acompañado por su amigo Lorenzo García de Mora, sin embargo, cuando regresaban a la otra orilla del río en su barcaza para volver nuevamente a Madrid fueron sorprendidos por una patrulla de carabineros que les tiroteó con fuego de fusilería. Los dos agentes respondieron al fuego con sus pistolas, pero estaban en inferioridad numérica, así que no les quedó más remedio que rendirse.
Fueron interrogados, maltratados y a punto estuvieron de ser fusilados en Polán. Fueron internados en una especie de campo de trabajo en la localidad de Navahermosa donde tuvieron que construir varios refugios antiaéreos. Como consecuencia de las duras condiciones de vida y la mala higiene, Lorenzo García de Mora murió unos meses después de su captura. Nuestro protagonista enfermó y fue trasladado a un hospital de Lugar Nuevo. Allí conoció a un alférez sanitario, partidario de los sublevados, que le ayudó a escapar el 20 de julio de 1938. Durante ocho días recorrió decenas de kilómetros por los Montes de Toledo huyendo de las partidas republicanas que, en una ocasión, estuvieron a punto de darle caza. Se movía solo de noche, alimentaba de trigo seco y bebía agua de los charcos. Tuvo la buena suerte de que conocía bastante bien el terreno, lo que le permitiría alcanzar uno de los vados por donde solía realizar las expediciones de evadidos. Desde allí se pasó directamente a zona nacional, sobreviviendo a una pesadilla que a punto estuvo de costarle la vida.
El cabo de Lucas fue sometido, al igual que otros evadidos, a un proceso de depuración. Mientras este se llevaba a cabo fue encerrado en un campo de evadidos y prisioneros de Cáceres donde se hizo pasar por sargento del Ejército Popular para destapar un plan de fuga que iban a realizar quince presos comunistas. Gracias a las informaciones que aportó a las autoridades del campo, el complot se vino abajo. Gracias a ello, su proceso se resolvió antes de lo normal, incorporándose desde entonces al SIPM, a las órdenes directas de su jefe en el frente de Madrid, el comandante Bonel Huici.

De Lucas luchó hasta el final de la Guerra Civil en el bando nacional como agente secreto. En más de una ocasión tuvo que regresar a Madrid para contactar con miembros de la Quinta Columna ya que había pocos hombres que supieran moverse tan bien como él en zona republicana. Una vez terminada la contienda, siguió prestando servicios en el SIPM. En una ocasión descubrió a dos oficiales que habían asesinado a un compañero y, otra vez, pudo recuperar numerosas alhajas y joyas que habían robado unos milicianos comunistas en un barrio de Madrid.
En 1940 se incorporó nuevamente a su vida como militar de Intendencia, retirándose como brigada en los años sesenta. Su hoja de servicios estuvo inmaculada hasta que en los años cincuenta atropelló con su motocicleta a una mujer de edad avanzada a la que rompió la cadera, por lo que se le abrió un expediente que no tuvo apenas consecuencias.
La historia en la guerra del cabo De Lucas se asemeja a la de otros quintacolumnistas de los que hemos hablado en nuestros libros, “La guerra encubierta” (Arzalia Ediciones) y “La Quinta Columna” (Esfera de los Libros). Historias con muchos paralelismos como la de Gustavo Villapalos, Manuel Gutiérrez Mellado, Antonio Rodríguez Huerta o los hermanos Guardiola en Aranjuez. De todos ellos también hablamos en su día tanto en nuestra web como en nuestro podcast.
Los guías del Tajo
Hemos conocido a grandes rasgos el perfil de los evadidos y de los conductores que los llevaban hasta el sur del Tajo, sin embargo, nos falta por analizar el papel de los guías. Aquellos hombres de campo que se dedicaban a llevar directamente a los fugados de una zona a otra, jugándose el tipo ya sea por cuestiones ideológicas o simplemente por dinero.
Uno de ellos se llamaba Juan Laso Santana y era maestro nacional en la localidad de Totanés, uno de los pueblos claves de Toledo para el espionaje nacional. Su historia es apasionante, no solo porque se encargó de la evasión de decenas de personas, sino porque colaboró activamente con la inteligencia franquista al instalar un aparato de radio emisor en su casa para transmitir de manera directa con el SIPM.

Otro nombre propio fue Ángel Rodríguez Lorente, peón caminero en el sur del Tajo y que se movía como nadie por el río y sus alrededores. Permitió que en su caseta de peones se celebraran reuniones secretas entre el SIPM y la Quinta Columna durante gran parte de la Guerra Civil. Según un informe que hemos localizado en el AGMAV, su actuación fue muy destacada y “gracias a su decisión se salvaron momentos difíciles para el servicio”. Su actuación puede ser equiparada con la de Joaquín Botana Rose, jefe de uno de los grupos de evacuación que actuaba en la zona, que participó en la evacuación de 32 expediciones.
El último enlace o guía del que nos vamos a ocupar se llamaba Baldomero Rentero y era jornalero de San Martín de Montalbán. Su historia es curiosa porque antes de la guerra era militante de Izquierda Republicana. No sabemos muy bien por qué, pero desde mayo de 1937 empezó a colaborar con el espionaje nacional interviniendo en más de cuarenta incursiones a la otra zona. En su hoja de méritos localizada en el AGMAV figura una información “muy relevante” que transmitió al alto mando sublevado, que permitió la “captura” de una barca republicana causando la muerte a varios soldados enemigos.
A pesar de que tuvo una actuación relevante en la guerra, Baldomero Rentero fue denunciado en abril de 1939. Algunos vecinos de su pueblo le acusaron ante la justicia franquista de haber delatado a varios falangistas al principio de la contienda y de haber participado en la muerte de Julio Torres, jefe local de FE, que murió como consecuencia de una caída cuando escapaba de las autoridades republicanas. Baldomero se justificó diciendo que no tenía nada que ver con aquello, pero sabía que Julio había “delatado” a varios de sus camaradas y que las madres de estos, también de ideas falangistas, habían preparado su asesinato.
El análisis de los expertos
Para terminar este artículo hemos querido pulsar la opinión de dos de los grandes expertos en las expediciones de evadidos por el sur del Tajo, los investigadores Roberto Félix García y Juan Carlos Jiménez. Son los responsables de un blog que os recomendamos desde aquí, ‘Vestigios de la Guerra Civil en la provincia de Toledo’. A ellos les hemos hecho varias preguntas profundizando en el tema que puedes escuchar en nuestro podcast ya sea en IVOOX, SPOTIFY, YOUTUBE o directamente aquí a partir del minuto 30’.
Roberto Félix García y Juan Carlos son también autores de un libro interesantísimo que ha salido recientemente al mercado: ‘Guerrilleros, espías y dinamiteros. Republicanos en el frente sur del Tajo en la Guerra Civil’ una obra que narra la actividad guerrillera durante los tres años de guerra, así como las principales acciones de los espías y dinamiteros de la República en esta zona. Se trata de la continuación de la que ya publicaron en 2019 junto a otro investigador, José Pérez Conde, ‘El frente sur del Tajo. Operaciones Militares durante la Guerra Civil en la provincia de Toledo’.
Comentario de los autores
Queridos amigos, nos encanta que nuestras investigaciones tengan recorrido fuera de nuestra página web. Es un orgullo que historiadores, periodistas, blogueros y otros usuarios de las redes sociales compartan nuestras investigaciones que, por cierto, llevan tras de sí muchos días de trabajo en archivos y hemerotecas, así como el rastreo para localizar a los descendientes de los protagonistas. Por este motivo, exigimos que, para poder utilizar este reportaje en sus medios de comunicación, webs o blogs, contacten con nosotros a través del correo electrónico: guerraenmadrid@gmail.com. No tenemos inconveniente en seguir divulgando nuestro trabajo siempre y cuando se cite el origen y se enlace directamente con esta página. Muchas gracias. Nos leemos.
Fuentes consultadas
- AGHD: Caja 1862. Expediente depuración Crescencio de Lucas. Caja 1862. Legajo 1425.
- AGHD. Sumario 1345. Expediente depuración Crescencio de Lucas.
- AGMAV. Listado de agentes del SIPM que participaron en la Guerra Civil en las evacuaciones. Signatura desconocida. Error de los autores del blog por no anotarla.
- AGMAV, C, 2847, Armario 24, Legajo 14, carpeta 16, Expediente Jiménez de Anta.
- AGMAV, C2924 13/34. Memoria de Jiménez de Anta.
- “La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la Guerra Civil” de Alberto Laguna y Victoria de Diego (Arzalia Ediciones, 2024).
- “La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas” de Alberto Laguna y Antonio Vargas (Esfera de los Libros, 2019).
- https://www.realmadrid.com/es-ES/el-club/historia/presidentes/adolfo-melendez-39
- https://www.elmundo.es/elmundodeporte/especiales/2002/02/centenario/1938_3.html
- https://guerraenmadrid.net/2024/06/16/el-alferez-falsificador-en-el-madrid-de-la-guerra-civil/
- https://guerraenmadrid.net/2024/02/17/el-enemigo-publico-numero-uno-del-madrid-de-la-republica/
- https://guerraenmadrid.net/2022/01/06/la-otra-ofensiva-republicana-de-brunete-que-se-libro-en-enero-de-1939/
- https://vestigiosguerraciviltoledo.blogspot.com/
