La verdadera historia de Ricardo Zamora en la guerra

Zamora, portero del Real Madrid
Ricardo Zamora, portero del Real Madrid

El Madrid acababa de ganar la Copa de España. El equipo merengue había derrotado en Mestalla al FC Barcelona en uno de los partidos más apasionantes del año 1936 y su capitán, Ricardo Zamora había brillado especialmente en aquella final. Tras proclamarse campeón, los jugadores madridistas regresaron a la capital donde fueron recibidos como verdaderos héroes tanto en la estación de Mediodía como en la sede social del club.


Tras las celebraciones, la mayoría de jugadores madridistas se marcharon de vacaciones aunque Zamora prefirió quedarse en Madrid. A pesar de haber nacido en Barcelona y tener familia en la ciudad condal, Zamora prefirió quedarse en la capital en aquel convulso verano de 1936. Poco después de estallar el alzamiento y tras el asalto al cuartel de la montaña el nombre del guardameta madridista aparecía en todas las quinielas para ser detenido por grupos de milicianos descontrolados. ¿El motivo? Su trabajo en el diario católico YA. El cancerbero blanco compaginaba el fútbol con su faceta periodística en este periódico, algo que no tuvo que sentar demasiado bien a los radicales de izquierda.

Ante la persecución permanente que vivió Ricardo Zamora en los primeros días de la guerra, el portero barcelonés optó por refugiarse en domicilios de amigos hasta ser detenido y trasladado a la cárcel Modelo.

El hijo de Zamora recordaba su detención en una entrevista: 

“venían a casa y se llevaban copas y medallas. Incluso se llevaron su coche. Una vez detenido, había un miliciano que cada día recitaba varios nombres. Eran individuos a quienes se llevaban y no volvían a sus celdas. En las listas apareció varias veces mi padre. Cada vez que pronunciaban su nombre el susto era tremendo. Ocurría, sin embargo, que cada comisario encargado de pasar lista lo incluía porque quería conocerle”.

Luis Gálvez y su familia
Luis Gálvez junto a su familia

El capitán madridista sobrevivió a las sacas de presos de La Modelo que entre noviembre y diciembre de este 1936 causaron la muerte en Paracuellos de cientos de presos. La nuera de Ricardo Zamora apunta: “estuvo a punto de ser fusilado. Él nos contaba que una vez iba a ser sacado de la cárcel con un grupo de presos, seguramente para ser fusilado, cuando fue reconocido por un miliciano que le salvó la vida. Le dijo que se fuera con él y consiguió que abandonara la cárcel y el camión que le hubiera llevado a una muerte segura”.

Su ángel de la guarda

Alguien salvó la vida a Ricardo Zamora y varios investigadores han indagado sobre la identidad de este personaje. Ramón Gómez de la Serna publicó una crónica en el periódico argentino La Nación en la que mencionaba al polémico escritor Luis Gálvez. Leamos un fragmento de esta crónica:

“La aparición de Gálvez en las cárceles es una ráfaga de espanto. Se dirige a los presos en actitud estrepitosa y tono grandilocuente. Juega con las pistolas como un malabarista inconsciente. De vez en cuando salva a un hombre. Una mañana se presentó en la cárcel Modelo y salió a uno de los balcones del patio llevando del brazo a un preso. Exigió que se reunieran bajo aquel balcón todos los encarcelados y todos los milicianos de la prisión y pronunció a grandes voces este discurso: ¨He aquí a Ricardo Zamora, el gran jugador internacional de fútbol. Es mi amigo y muchas veces me dio de comer. Está preso aquí y esto es una injusticia. Que nadie le toque un pelo la ropa. Yo lo prohibo¨. Luego lo besó y lo abrazó ante los presos atónitos mientras gritaba ¡Zamora Zamora¡».

Dos días después Zamora salía a la calle más asustado que nunca ante aquella protección insospechada. Como agradecimiento le entregó una fotografía dedicada con la siguiente frase que el mismo le dictó: “A Pedro Luis Gálvez, el único hombre que me ha besado en la cárcel”. 

En el proceso de guerra al que fue sometido Gálvez y que terminó con su fusilamiento en 1940, el escritor presentó la fotografía de Ricardo Zamora como una de las pruebas de su defensa. Pese a todo las autoridades franquistas le fusilaron el 30 de abril de 1940 pese a tener pruebas de que Gálvez había ayudado también a otras personas como Ricardo León, Pedro Mata o el doctor Martín Calderín. 

Durante los días en los que Zamora estuvo preso en la cárcel Modelo tuvieron lugar varios actos de apoyo. Durante el partido amistoso disputado por las selecciones de Valencia y Cataluña el 18 de octubre de 1936, en el descanso, los dos capitanes, Martín Vantolrá (Cataluña) y Carlos Iturraspe (Valencia) subieron al palco de Las Corts para saludar al presidente de la Generalitad Lluís Companys. Vantolrá le dijo textualmente: “Le rogamos en nombre de todos los futbolistas que se interese por nuestro compañero Ricardo Zamora que se halla detenido en Madrid, según nuestras referencias. Nos consta que no es fascista y es uno de los deportistas que más alto ha puesto el fútbol nacional con su esfuerzo”. Companys prometió interesarse por Zamora en la conversación que mantuvo con los dos capitanes. A la FIFA también le llegaron números escritos de futbolistas españoles y extranjeros pidiendo su mediación para que el portero pudiera salier de la Modelo. 

A mediados de noviembre de 1936 Zamora fue puesto en libertad. Ante el temor de ser asesinado por incontrolados consiguió refugiarse con su esposa e hijo en la embajada argentina que por aquel entonces estaba ubicada en el número 42 del Paseo de la Castellana. Las condiciones de vida en esta embajada no fueron especialmente fáciles  para Zamora y su familia. Los refugiados vivían hacinados en cuatro o cinco estancias, las camas brillaban por su ausencia y la comida escaseaba. Un compañero anónimo de Zamora en la embajada argentina manifestó en el Semanario de San Sebastián que pocas personas en Madrid sabían el paradero del portero madridista, tan solo su mujer y algún amigo.

“habían hecho creer a los milicianos que Zamora había abandonado Madrid y que se encontraba en Barcelona. La realidad era muy distinta. Estaba en la embajada argentina. En la embajada se planteo muchas veces salir de allí pensando que por su popularidad lo respetarían. Le disuadimos. Si hubiera salido a la calle le hubieran matado seguro”

La espera a ser evacuados de la Embajada se hacía interminable para todos los refugiados. Edgardo Pérez Quesada, encargado de negocios de Argentina en Madrid y el resto de diplomáticos argentinos realizaban a diario muchísimas gestiones para poder llevar a cabo las evacuaciones. Esas evacuaciones se desarrollaron con intensidad en Otoño de 1936 y continuaron en 1937. Zamora acompañado por su familia y por varias decenas de refugiados más abandonaron España en una de las últimas expediciones del pabellón argentino en 1937. Con salvoconductos diplomáticos expedidos por el Ministerio de Asuntos Exteriores y por el gobierno argentino, los sitiados se desplazaron en varios vehículos de Madrid a Alicante escoltados por una dotación muy numerosa de motoristas de la Guardia de Asalto.

En esta ciudad les estaba esperando el torpedero con bandera argentina ‘Tucumán’ para llevar a los sitiados a Francia. Ricardo Zamora llegó a Niza en Primavera de 1937 y permaneció en esta localidad francesa hasta el final de la guerra. Durante meses en la España franquista le dieron por muerto hasta el punto de que en Valladolid celebraron una misa funeral por su supuesto asesinato. El propio Queipo de Llano, en uno de sus muchos discursos radiofónicos, llegó a decir públicamente que “los rojos habían asesinado a Ricardo Zamora”. Tras varias semanas de incertidumbre, las autoridades nacionales tuvieron constancia de que Ricardo Zamora estaba vivo en Francia y le invitaron a regresar a nuestro país aunque ‘El Divino’ prefirió seguir en Niza hasta que acabara el conflicto. En esta ciudad francesa, Zamora participó en algún partido amistoso vistiendo la camiseta del Niza, hecho por el que recibió muy críticas por parte de la España franquista que no entendía los motivos por los que Zamora no regresaba a territorio nacional.

Su primera entrevista en territorio francés se la concedió al diario Paris Soir. En ella, Zamora hablaba del presente y del futuro:

Acorazado Tucuman donde Zamora consiguió llegar a Francia

“Fui siempre un hombre íntegro. Un español cien por cien. He servido siempre a mi Patria con amor y entusiasmo. Creía que al final de una carrera calificada de gloriosa tenía derecho al respeto de mis compatriotas. ¿Proyectos para el porvenir? No he sido fusilado, estoy contento. Me encuentro joven y fuerte. Amo a mi deporte más que nunca y no he pensado en abandonarlo”.

La Correspondencia de Valencia, publicó el 2 de abril de 1937 unas declaraciones de Zamora en Paris con motivo de la visita del equipo de fútbol que envió la República a la Olimpiada Popular de Amberes. Las declaraciones aparecieron en Sport, el órgano oficial de la Federación Sportiva et Gymnastique de Travallier: “Se ha hablado mucho estos últimos meses de mí. Me he ocupado siempre del deporte, de mi deporte y nunca he intervenido en la política. Jamás iré a Burgos. Si hiciese política estaría al servicio del pueblo. Mi popularidad estará siempre al servicio del pueblo. Decid en España que no soy un fascista y que mi único deseo es regresar allí, trabajar para mi patria con toda seguridad”.

El regreso a España

Antes de terminar la guerra Zamora regresó a España para disputar un partido benéfico en San Sebastián. Fue el 8 de diciembre de 1938, la guerra estaba a punto de terminar, y se disputó un encuentro a beneficio del aguinaldo del soldado entre jugadores del bando nacional y la Real Sociedad. Zamora reapareció en un terreno de juego coincidiendo con sus compañeros en el Madrid Ciriaco y Quincoces. Sin embargo en el bando nacional no fue muy bien visto, especialmente por su tardanza en regresar a España y por sus declaraciones en Paris. Además, muchos de los gestores del recién creado Consejo Nacional de Deportes no olvidaban que fue homenajeado en 1934 por el presidente de la Republica Niceto Alcalá Zamora que le entregó la orden de la República. Años más tarde, con Franco, le concedieron la Gran Cruz de la Orden de Cisneros. Como entrenador dirigió al Atlético Aviación, Málaga, Celta de Vigo y Espanyol. Murió a los 77 años en su Barcelona natal

Fuentes consultadas


Archivo Histórico Nacional (Causa General. Embajadas)
Centro Documental Memoria Histórica. Tribunal Regional de Responsabilidades políticas.
Revista Madrid Histórico
Hemeroteca Nacional
Bibliothéque Nationale de France
Hemeroteca Nacional
Hemeroteca Mundo Deportivo
‘El Deporte en la guerra civil española’ Julián García Candau
‘Desgarrados y Excéntricos’ Juan Manuel de Prada.
Hemeroteca La Nación de Buenos Aires.
‘Desarraigo’ Pedro Gálvez

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