El primer kamikaze fue un piloto republicano

katiuska en vuelo
Un Katiuska republicano en plena Guerra Civil

Aunque había nacido en Vitoria, al sargento Félix Urtubi la guerra le sorprendió en África. En julio de 1936 estaba destinado en una base aérea cercana a Tetuán, escenario en el que Franco comenzó la sublevación. Pese a su juventud, tenía 30 años, había participado en algunas acciones bélicas en los años veinte en Marruecos.

Tras producirse la sublevación, al piloto Urtubi le ordenaron trasladar a Burgos en su avión a un teniente de tercio del estado mayor. Los sublevados, eran muy celosos con la seguridad de sus vuelos y antes de subir a bordo, Urtubi fue registrado por un legionario para comprobar que no llevaba ningún tipo de arma que pudiera utilizar contra su superior, el teniente. En esta ocasión, Urtubi consiguió introducir en el aeroplano una pequeña pistolita escondida entre sus partes.

El avión despegó con normalidad y después de veinte minutos de vuelo, nuestro protagonista propuso a su acompañante (el teniente de tercio) no hacer caso a las órdenes de sus superiores y en lugar de trasladarse a Burgos, viajar directamente a Madrid para ponerse al servicio de la República. El teniente se opuso completamente y amenazó a Urtubi con hacerle un consejo de guerra en cuanto aterrizaran. Se produjo una acalorada discusión y sobrevolando el estrecho de Gibraltar, el sargento disparó a quemarropa al teniente matándole en el acto.

URTUBI CON AMIGOS
Urtubi en compañía de unos amigos

Pasadas las diez de la noche del 20 de julio, el Breguet 19 que pilotaba Urtubi aterrizó en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid).  Al bajarse del avión, el militar vitoriano comprobó que la base aérea estaba en poder de la República y acto seguido se puso a las órdenes directas de los máximos responsables.

La llegada de Urtubi a Cuatro Vientos fue reflejada como una hazaña heroica por la prensa de la época. En poco tiempo, se consolidó como uno de los pilotos más brillantes de la fuerza aérea republicana. En la zona franquista, Urtubi empezó a ser conocido como el Diablo Rojo. Por méritos de guerra fue ascendido a teniente hasta que el 18 de agosto del 36, un mes después de empezar la contienda, fue derribado por un avión alemán en el frente de Extremadura. El ya teniente del ejército republicano consiguió saltar en paracaídas cayendo en una zona boscosa en manos de los sublevados.

Durante cuarenta y ocho horas, Urtubi se escondió entre los montes extremeños huyendo de las partidas nacionalistas que buscaban evadidos republicanos. Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana, relató en sus memorias la hazaña de Urtubi en Extremadura:

Félix se pasaba escondido el día y caminaba por la noche. En las afueras de un pueblo, pudo apoderarse de unos pantalones y de algunas prendas que estaban puestas a secar por unos campesinos. Vestido con ellas y llevando del rozal a un burro con carga de paja, que también se agenció, atravesó el campo rebelde y llegó a nuestras líneas. Faltó poco para que nuestros propios milicianos le fusilaran por espía. Contactaron personalmente conmigo para comprobar si ese campesino que había entrado en nuestra zona era realmente un piloto de los nuestros o un faccioso.

Desconocemos como regresó a Madrid, pero sí que sabemos que el 24 de agosto Urtubi estaba en  la capital reincorporándose al servicio activo. Hidalgo de Cisneros volvió a recordar en sus memorias, que una semana después de incorporarse de nuevo a la aviación republicana en Cuatro Vientos, nuestro protagonista volvió a ser abatido aunque en esta ocasión consiguió saltar en paracaídas y caer en zona gubernamental.

El 13 de septiembre de 1936 cuando estaba efectuando un vuelo de reconocimiento por el frente de Talavera con otro bombardero Nieuport  fue atacado por una escuadrilla de tres Fiat italianos liderados por el capitán García Morato. Junto a él, las otras dos naves eran pilotadas por los italianos Giri y Boccocolari. Hidalgo de Cisneros recordaba:

Los Fiat se lanzaron como pájaros de presa sobre aquel Nieuport solitario decididos a no dejarle escapar.

Durante el combate sabemos que Urtubi derribó a uno de los aviones italianos hasta quedarse sin munición. Consciente de que su avión era mucho más lento que el de sus adversarios, el piloto republicano decidió chocar contra uno de sus perseguidores.La prensa republicana de la época recoge el combate de la siguiente manera (La Voz, septiembre 1936)

Fue el domingo, en el frente de Talavera, cuando Urtubi luchó contra un avión enemigo. Curvas acentuadas, descensos arriesgadísimos y elevaciones verticales con el tableteo de las ametralladoras. Abajo, en la tierra, un grupo de milicianos contemplaban emocionados la lucha. Su caza se elevó contra el aparato enemigo, después provocó el choque contra él. Los dos aviones cayeron al suelo envueltos en llamas.

El problema que tenían los aviones que pilotaban los aviadores republicanos como Urtubi era su facilidad para incendiarse. Los SB-2, tras ser alcanzados en el aire eran propensos a saltar por los aires ya que sus depósitos de combustible no iban blindados, así que terminaban convertidos en una bola de fuego.

ARTICULO SOBRE URTUBI EN LA VOZ
Artículo de prensa publicado en La Voz sobre la muerte de Urtubi

Urtubi murió carbonizado dentro de su aparato. No había podido saltar ni siquiera en el paracaídas. Murió matando, como él siempre había dicho. Desde que empezó la guerra el piloto vitoriano dijo en más de una ocasión públicamente: “El día que no pueda hacer otra cosa, perderé la vida pero no se me escapará el avión enemigo”. El piloto italiano contra el que se estrelló el teniente Urtubi consiguió salir con vida del combate. A duras penas saltó en paracaídas y al llegar a tierra, al pensar que estaba en zona franquista, dijo “Soy italiano. Viva Franco”. Grave error. Los soldados que le apuntaban no eran nacionalistas sino todo lo contrario. Fue encerrado en la cárcel de San Antón y juzgado por rebelión.

De esta manera, Urtubi se convirtió en el primer kamikaze de la historia. Años después, los japoneses practicarían este modo de concebir la guerra contra los acorazados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial.

Su cuerpo fue sepultado con honores militares en el cementerio de un pequeño pueblo cercano a Talavera de la Reina. Se había convertido en el primer héroe de la aviación republicana y ahora desde www.guerraenmadrid.com  sacamos su nombre del anonimato.

La muerte heroica de Felix Urtubi no fue ni mucho menos la única de la Guerra Civil. Muchísimos pilotos brillantes de los dos bandos murieron como consecuencia de una guerra despiadada y cruel. Anaias San Juan era amigo íntimo de Felix Urtubi antes de la guerra. El alzamiento le sorprendió en zona nacionalista y se pasó al bando republicano en noviembre de 1936 protagonizando una gesta similar a la de su amigo. Hasta esa fecha, San Juan había servido como brigada aviador en el bando franquista en una escuadrilla de Junkers alemanes. Al igual que Urtubi, este militar aprovechó un descuido de sus superiores y aterrizó en el aeropuerto de Alcalá de Henares procedente de Burgos.

Durante el resto de tiempo que duró la guerra ejerció como segundo jefe de grupo 24, al frente de los katiuskas soviéticos. Ya defendiendo los ideales republicanos tuvo un enfrentamiento directo con el as de la aviación franquista, Joaquín García Morato en Jaen. Fue un 2 de enero de 1937 cuando García Morato ametrallo su katiuska matando a su observado, Celso González y al suboficial encargado de la ametralladora, Julián Fuentes. Tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en un olivar de Andújar sin tren de aterrizaje y con más de 100 impactos de bala en todo el aeroplano. A pesar de todo, logró salir ileso.

Al terminar la guerra se exilió en Casablanca hasta que en 1940 logró marcharse a México en un barco con bandera francesa.  En el país americano continuó ejerciendo como piloto civil en las líneas aéreas mexicanas hasta que un problema de vista le apartó de su pasión; volar. Su hijo también se dedicó a la aviación civil y Anaias llegó a compartir con él algún vuelo conjunto.Los compañeros de escuadrilla durante la guerra le apodaban el ‘el penitas’. Murió en la capital mexicana en 1985.

 

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