
Casi nada se ha escrito sobre los voluntarios irlandeses que lucharon del lado de Franco durante la Guerra Civil española. Realmente su participación no fue determinante ni mucho menos para el desenlace de la contienda aunque sin estancia en España no estuvo exenta de polémica.
Eoin O´Duffy era un político irlandés que había llegado a ser General en la Guerra de Independencia contra Gran Bretaña y que posteriormente había llegado a ostentar el cargo de Jefe de la Policía de la Irlanda Independiente. Tras varios años ocupando cargos de responsabilidad, el gobierno irlandés decidió destituirlo de su cargo en la policía pasando meses después a la vida política. Fundó la ‘Guardia Nacional’, una especie de partido político, más conocido como los ‘Blue Shirts’ (Camisas azules), una formación con ciertas similitudes a la de Benito Mussolini en Italia. De hecho, varios miembros de la Guardia Nacional participaron en una conferencia fascista internacional celebrada en Suiza en 1934.
Al empezar la Guerra Civil en 1936, O´Duffy, cuyo partido contaba con más de 100.000 afiliados en toda Irlanda, decidió poner en marcha una bandera de voluntarios irlandeses católicos que estuvieran dispuestos a luchar junto a los sublevados. Ya en agosto del 36, el periódico La Región de Oviedo hacía referencia a una noticia fechada en Roma que decía que “voluntarios irlandeses han enviado la primera expedición de elementos de la Cruz Roja para España. Forman la expedición médicos, enfermeras y abundante material sanitario”. La noticia no era del todo cierta. En agosto todavía se estaba organizando la expedición irlandesa y no había salido de Dublín ningún material, ni siquiera doctores y enfermeras”.

En septiembre, un diario inglés (The Morning Post), publicaba como primicia una carta que O´Duffy podría haber enviado a los voluntarios irlandeses dispuestos a combatir en España que decía lo siguiente:
“Cruzada Irlandesa Anticomunista. Vuestro pedido de entrar en servicio ha sido aceptado. Estad pronto para partir con el primer contingente de un momento a otro. Considerar esta carta como estrictamente secreta, en interés de la fe y del país». Firmada: General O´ Duffy.
Rumbo a España
Antes de que partiera la expedición, el militar irlandés se desplazó a España para gestionar directamente con Franco la participación irlandesa en el conflicto. El 26 de septiembre llegó a Pamplona donde fue recibido por la Junta de Guerra Carlista y posteriormente partió para Burgos para entrevistarse con el General Mola. Las negociaciones no fueron sencillas y el periódico burgalés ‘Arriba España’ afirmó el 11 de octubre que no era exacta la noticia que afirmaba que iban a llegar voluntarios irlandeses”. Pese a los problemas que estaba encontrando con el ‘Director’, O´Duffy decidió enviar por su cuenta y riesgo a las primeras expediciones de irlandeses a España que llegaron a nuestro país a principios de noviembre. El día 28 de este mes, por fin se llegó a un acuerdo que quedó establecido en 12 puntos firmados en el Cuartel General del Generalísimo. Lo más importante del pacto se resume en los siguientes puntos:
- – Los voluntarios irlandeses formarán Banderas de la Legión.
- – Los mandos serán hispano-irlandeses. En todas las unidades habrá un oficial irlandés al mando arropado por un oficial español que deberá hablar inglés. Además, en cada bandera habrá suboficiales, cabos y soldados que conozcan la lengua inglesa y que actuarán como enlaces.
- – Los voluntarios irlandeses preferiblemente no lucharán contra los Nacionalistas Vascos por ser estos católicos. Podrán ser empleados, sin más excepciones, contra los demás.
Se estableció un acuerdo por el que se constituía la Primera Bandera Irlandesa con la siguiente composición: 1 Comandante – Jefe, 10 Capitanes, 7 Tenientes, 14 alféreces, 1 Médico, 53 sargentos, 1 Maestro Armero y 590 voluntarios. De todos los oficiales, un 40 por ciento eran de nacionalidad española. Para paliar los problemas con el idioma, el mando nacionalista decidió enviar como intérpretes a la bandera irlandesa a algunas personas que tenían ascendencia inglesa o irlandesa o bien hijos de nobles que hubieran cursado sus estudios en escuelas o universidades de Gran Bretaña y que por lo tanto conocieran bien la lengua inglesa. Casi todos ellos fueron nombrados sargentos.

Paralelamente a estas negociaciones, la gran mayoría del pueblo irlandés apoyaba el levantamiento de los militares españoles al considerar la sublevación como una lucha contra el comunismo. El día 24 de octubre de 1936 se tiene constancia de una colecta llevada a cabo en diferentes ciudades irlandesas en la que se alcanzó la suma de un millón u medio de pesetas de la época que fue entregada al Gobierno Nacional. Casi al mismo tiempo, el Obispo de Dublín entrenó una carta al Cardenal Gomá en la que decía lo siguiente:
“Se ha creído oportuno que en estos momentos en los que se ventila en el campo de batalla el porvenir de España y ante las cuantiosas necesidades de un ejército numerosísimo que lucha contra un enemigo al que prestan ayuda los aliados del comunismo invertir la cuantiosa colecta que Irlanda ha recogido con destino a la Iglesia de España en material sanitario para el ejército español”.
La primera expedición de voluntarios, formada casi prácticamente por jefes y oficiales, no salió de Irlanda sino que lo hizo desde Liverpool el 13 de noviembre de 1936. Los expedicionarios se desplazaron en el buque Ladys Leinster y llegaron a Lisboa a los cuatro días. Después, por carretera, se desplazarían hasta Extremadura. Una semana más tarde salió un segundo grupo en el que figuraba el Coronel Patrick Dalton, otra de las figuras clave de la bandera irlandesa. Su recorrido fue el mismo que la primera expedición y al llegar a la capital portuguesa fueron aclamados por cientos de lusos pro-nacionales que les invitaron a escuchar misa en el altar de San Patricio. En esta segunda expedición, además de ir mayor número de voluntarios, también se encontraba el capellán S. Gillan y el oficial médico Dr Peter O´Higgins. La última de las expediciones y la más masiva, salió del puerto irlandés de Galway y desembarcó en Ferrol a mediados de diciembre. Hay otras versiones sobre este último desplazamiento de voluntarios que dicen que los irlandeses utilizaron barcos alemanes para llegar a España o la versión de Peter Kemp que llegó a afirmar que cientos de voluntarios de Irlanda habían ido, sin precisar cómo a Alemania, donde embarcaron en el buque Paul que los desembarcó en Vigo.
La llegada de personas de Irlanda para luchar a favor de los alzados también apareció reflejada en la prensa republicana y el periódico Milicia Popular publicó el 31 de diciembre que habían llegado a Vigo unos 700 irlandeses, muchos de ellos sin pasaporte. Ese mismo día, Franco hizo unas declaraciones en la Emisora Nacional de Portugal en la que decía:
“Apenas han venido más de 300 hombres que ocupan puestos de vanguardia. Vinieron porque así lo han querido. Nada se les paga”.
Al llegar a Cáceres el grueso de los voluntarios irlandeses estuvieron varias semanas sin estar en contacto con el frente de batalla. La mayoría de ellos, no tenían experiencia en combate y necesitaban ser instruidos por oficiales españoles y alemanes. Sin embargo, durante esas semanas, ya tenían a su disposición el armamento y el material de la bandera: 250 fusiles, 859 caretas antigás, 6 morteros de 50mm, 8 ametralladoras Hochtkiss, 5 pistolas ametralladoras, 50 pistolas de 9mm, y 2 lanzaminas del 77.
Incidentes de importancia en Cáceres
En la ciudad extremeña, los soldados de Irlanda, protagonizaron múltiples incidentes. Al parecer, una pelea entre voluntarios y marroquíes acabó con la vida de un marroquí tras un tiroteo con revólveres. Otro incidente tuvo lugar en un bar entre españoles e irlandeses y otra vez los marroquíes tuvieron que intervenir para que la sangre no llegara al rio. Por otro lado, William Morán, otro voluntario irlandés, desertó y a punto estuvo de ser fusilado hasta que los oficiales de la bandera demostraron que el chico de tan solo 19 años tenía problemas mentales. Durante enero de 1936, los servicios secretos franquistas arrestaron a varios ingleses que habían llegado con la bandera irlandesa supuestamente a luchar contra el comunismo. Las detenciones se produjeron al tener sospechas de que los británicos podían ser espías republicanos. Casi todos ellos menos uno fueron trasladados a Gibraltar.

En febrero de 1937, la unidad estaba preparada para combatir. Franco, pasó revista a los soldados irlandeses llegando a felicitar a O´Duffy por la marcialidad de sus hombres. El 15 de este mes la Bandera Católica partió en tren hacia el campo de batalla. Uno de los voluntarios, Mc Kee, que escribió un diario tras la guerra, recordaba como el viaje en tren como una pesadilla:
“Íbamos como sardinas en lata. Tardamos más de 20 horas en llegar a Navalmoral de la Mata, que acababa de ser bombardeada por lo que tuvimos que estar varias horas hasta que la vía fue reparada. No nos dieron nada de comer hasta que llegamos a Valdemoro (Madrid). Allí solo nos dieron un café”.
De Valdemoro se desplazaron hasta Ciempozuelos a pie donde tuvo lugar el incidente más grande de la bandera durante la Guerra Civil. El grupo de irlandeses que iba a la vanguardia detectó un movimiento extraño de tropas, al parecer nacionalistas. Se dirigieron a su encuentro el capitán O´Sullivan, el sargento Timlim y el voluntario Mc Mahon en compañía de los intérpretes, Teniente Boné y Sargento Calvo. Ante ellos se encontraban unos falangistas canarios quiénes consideraron que tenían ante sí efectivos de las Brigadas Internacionales. Se produjo un tiroteo en el que murieron los españoles Boné y Caldó, el teniente irlandés Hyde, que mandaba la primera sección de la compañía de vanguardia, y el legionario Dan Chute.
La Bandera estableció su cuartel general en Ciempozuelos, municipio que fue bombardeado por la aviación republicana durante febrero de 1937. En uno de los bombardeos perdió la pierna Tom Mc Mullen que poco tiempo después fue enviado de regreso a Dublín.
Acciones de Guerra
Entre las misiones en las que participaron en un primer momento los voluntarios irlandeses, ninguna tuvo especial interés. Durante algunas semanas reforzaban las posiciones del sector en las trincheras (estaban cuatro días en las trincheras y dos en la retaguardia) y en otra ocasión dieron escolta a una sección de ingenieros alemanes. Las posiciones que ocuparon los irlandeses estaban en un estado lamentable. Tropas moras habían ocupado anteriormente esas trincheras y según los voluntarios de Irlanda las condiciones higiénicas brillaban por su ausencia. A esto había que sumar la fuerte lluvia que había caído en el Frente Madrileño durante esas semanas que llenó las posiciones de barro y de lodo. Muchos soldados enfermaron y tuvieron que ser trasladados a un hospital militar en Cáceres.
Algunos autores españoles han criticado mucho la participación irlandesa en la Guerra de España asegurando que los voluntarios eran indisciplinados y muy dados a la bebida. En estos términos se expresaba Guillermo Cabanellas en su libro ‘La Guerra de los 1000 días’ que aseguraba:
“El aporte de los irlandeses a los nacionalistas fue nulo. Les agradaba más que el olor a la pólvora, el olor al buen vino”.
El bautismo de fuego de la Bandera Irlandesa tuvo lugar el 13 de marzo de 1937 al recibir la orden del General Asensio de efectuar una ofensiva sobre la localidad de Titulcia. Al parecer la unidad sufrió un violento fuego enemigo, sobre todo artillería, que causó numerosos muertos y heridos. Según cuenta O´Duffy en su libro, sus hombres avanzaron unos 4 kilómetros la línea enemiga, parapetándose finalmente en unas colinas mientras seguían recibiendo proyectiles enemigos. Según él, acabaron también con un tren blindado republicano que estaba manejado por ingleses. Al caer la tarde, los voluntarios irlandeses recibieron la orden de regresar a las posiciones del inicio porque el resto de unidades franquistas no habían podido avanzar tanto como ellos. O´Duffy criticó el planteamiento de la ofensiva sobre Titulcia llegando a decir que sus hombres habían sido carne de cañón en un ataque mal planeado. En el ataque murieron el sargento Gabriel Lee y los legionarios: John Mc Sweeney, Bernard Horan y Tom Foley que fueron enterrados en el cementerio de Cáceres.

Cinco días después, la Bandera se trasladó de Ciempozuelos a La Marañosa donde una compañía ocupó el 18 de marzo la segunda línea de posiciones en Coberteras. Esa fue su última acción de guerra. Las numerosas bajas por enfermedad estaban causando estragos en la unidad y más de 100 voluntarios estaban ingresados por gripes y problemas pulmonares en diferentes hospitales.
La disolución de la bandera
En este mes, el gobierno de Irlanda, que no estaba de acuerdo con O´Duffy, solicitó a la España nacional el regreso de los menores de 21 años de la Bandera, muchos de ellos reclamados por sus padres.
El 28 de marzo, el Coronel Yagüe solicitó la disolución de la bandera por la indisciplina de los irlandeses. El propio Coronel llegó a escribir una carta a Franco diciendo:
“Se han producido agresiones de soldados irlandeses a oficiales españoles e irlandeses y de oficiales irlandeses entre sí. La eficacia militar de la unidad es nula. Recomiendo la disolución de la misma repartiendo entre las banderas legionarias a los irlandeses que quieran seguir en España y repatriando al resto”.
El militar franquista ofrecía algunos detalles como por ejemplo, los disparos que efectuó un oficial irlandés contra unos capitanes españoles en plena noche o que “el médico y el capellán de la bandera, conscientes de la malas conductas de sus compañeros, se negaban a ir con ellos”. También criticó a O´Duffy diciendo que quería mantener a toda costa a sus voluntarios en España, por motivos “políticos en su país”. A finales de abril de 1937 la Bandera fue disuelta y casi todos los irlandeses volvieron a su país. Algunos voluntarios se mostraron incrédulos con su participación en la Guerra Civil española porque habían coincidido en el frente de batalla con tropas de Marruecos que a diferencia de ellos, “no habían acudido a luchar por la cristiandad”.
La Bandera fue enviada de nuevo a Cáceres donde fue desarmada. Los jefes militares insinuaron al Responsable Militar de Extremadura que al menos permitiesen conservar las pistolas como recuerdo a los voluntarios, hecho al que se negó rotundamente el Comandante Militar alegando que las armas eran necesarias en España. Sabemos que el 17 de junio estaban saliendo de Lisboa rumbo a Dublín más de 600 voluntarios irlandeses, casi el 95% de la expedición. Un 5% restante decidió seguir luchando en España en diferentes unidades legionarias.