
La Casa de Velázquez es uno de esos rincones de Madrid completamente desconocidos para el gran público. Ubicada en la entrada a la capital por la carretera de la Coruña junto a la Escuela de Arquitectura, su magnífico palacete posee las mejores vistas de la Casa de Campo y de la Sierra de Guadarrama. Dice la leyenda, que el mítico pintor del Siglo de Oro solía acudir hasta esta zona para pintar sus mejores paisajes.
La Casa de Velázquez fue construida durante los primeros años del siglo XX. El Ayuntamiento de Madrid le donó los terrenos al gobierno de Francia que instaló allí una prestigiosa Escuela de Estudios Hispánicos.Hoy en día, sigue siendo propiedad francesa y en sus tranquilísimas instalaciones se pueden visitar todo tipo de exposiciones modernistas así como consultar gran variedad de libros en su imponente biblioteca.
Nadie diría hoy en día que este precioso palacete situado en el corazón de la Ciudad Universitaria pudiera haber albergado uno de los combates más duros de la Guerra Civil Española. Las cuidadas habitaciones y pasillos de esta elegante institución francesa fueron testigos de unos de los combates más sangrientos de la contienda entre los días 15 y 21 de noviembre de 1936.
Primera incursión en Ciudad Universitaria
Durante la mañana del 15 de noviembre de 1936, las tropas nacionales fracasaron en su intento de atravesar el Manzanares por el Puente de los Franceses. Pese a la frustración que suponía este hecho, cientos de regulares consiguieron atravesar el río por otra zona: desde la Casa de Campo hasta los bosques de Ciudad Universitaria. Una veintena de tanques se quedaron encallados en sus aguas. Este acceso, que más tarde sería conocido como la Pasarela de la Muerte por el número de bajas que solía causar su paso, sería utilizado inicialmente por unidades como el III Tabor de Alhucemas o el III Tabor de Tetuán. Los regulares de Tetuán recibieron la orden del Coronel Delgado Serrano de Tomar la Escuela de Arquitectura, uno de los primeros edificios de la Ciudad Universitaria.

A las 16.30 de la tarde ya se combatía con una intensidad increíble en las inmediaciones de Arquitectura y la Casa de Velázquez. Pasadas las siete de la tarde ya había caído la escuela de los arquitectos y se combatía con gran fiereza en los exteriores de la casa del pintor: sus instalaciones estaban defendidas por una centena de hombres de una compañía polaca del Batallón Dambrowski, una unidad comunista de mineros que se encontraba encuadrada en la XI Brigada Internacional de Kleber. Justo antes de que empezaran a llegar los primeros ‘moros’ a la Ciudad Universitaria, unas quince familias madrileñas que se habían refugiado allí fueron evacuadas por los brigadistas.
La lucha entre los regulares del III tabor de Tetuán y los internacionales polacos fue de lo más sangrienta durante toda la noche. El sonido de las ametralladoras, las bombas de mano y los intentos de asalto a bayoneta calada se convertirían en una constante durante las siguientes diez horas. Julián Zugazagoitia, uno de los pocos dirigentes del PSOE que se quedaron en Madrid, describió el combate en la Casa de Velázquez en su libro ‘Guerra y vicisitudes de los españoles’:
«En la Casa de Velázquez, uno de los edificios más notables de ciudad universitaria, se había instalado una compañía de internacionales polacos. Su jjefe recibió cuando más recia era la acometida de los rebeldes una de esas órdenes: Resista. Los hombres iban cayendo muertos o heridos. El fuego entraba por la derecha y por la izquierda. Los fusileros que quedaban seguían disparando sin preguntar nada, sin apartar los ojos del adversario. El capitán diría, el capitán sabría. El capitán tieso ante una ventana hacía fuego con un fusil. Era, entre todos, el único que no preservaba su cuerpo. Y como si estuviese defendido por un poder sobrenatural las balas le respetaban. Los heridos le miraban incrédulos conteniendo los lamentos y dejándose desangrar. Después de cinco horas llegó un relevo. De la compañía solo quedaban en pie seis hombres y el capitán. Sus soldados contaron que, en un acceso de furor, había intentado quitarse la vida habiendo tenido ellos que desarmarle. Del furor había caido en una crisis nerviosa. La presencia de sus camaradas muertos le resultaba acusarora. Se creía responsable de su desgracia porque no había sabido defenderlos. Lo llevaron al puesto de mando y Kleber le fortificó con una palabra y un abrazo».
Al término de la jornada, la Casa de Velázquez estaba a punto de caer en manos de los nacionalistas que sufrieron 15 bajas del Tabor, entre ellos un teniente español llamado Fernando Losada.
En poder de Franco
A primera hora de la mañana del 16 de noviembre, los pocos defensores que quedaban con vida de la Casa de Velázquez decidieron rendirse. Durante las primeras horas del alba, los regulares habían conseguido entrar en el palacete. Los combates, a partir de ese momento, se producían en el interior de la institución. Los brigadistas se hicieron fuertes durante dos horas en las plantas superiores hasta que decidieron rendirse después de pactar un alto el fuego.

Una veintena de internacionales fueron hechos prisioneros por las tropas franquistas. Según el periódico La Libertad, los regulares desnudaron a los republicanos con el fin de que no pudieran escapar de aquel palacete que ya se encontraba muy seriamente dañado por las explosiones de las granadas y los morteros.
Horas después, también caería en poder del III Tabor de Tetuán la facultad de Agrónomos, situada a escasos 200 metros de la Casa de Velázquez produciéndose también duros combates, en esta ocasión ante un contingente de la Columna Durruti. La zona parecía estar controlada por los alzados.
En el Archivo Histórico Militar de Ávila nos hemos encontrado un documento de gran valor de las Fuerzas de Defensa de Madrid en el que se da la orden, este mismo día, de realizar un ataque subterráneo contra la Casa de Velázquez:
«Los portadores de eta orden son dinamiteros que marchan agregados a la Columna Durruti para penetrar por el alcantarillado de Ciudad Universitaria y preparar la voladura de la Casa de Velázquez que podría hacerse tan pronto como esté preparado y de acuerdo a las maniobras de las fuerzas de Durruti para que hagan efectiva la dichosa voladura».
(Madrid 16 de noviembre 1936. 15.45. El jefe del Estado Mayor)
Este mismo día, la prensa vespertina republicana decía que la Casa de Velázquez volvía a estar en poder del Frente Popular. La realidad era bien distinta. Es cierto que hubo combates durísimos entre los dos contendientes, pero el día 16, la casa en ningún momento dejó de ser franquista. Pese a tener el control de Arquitectura, Agrónomos y la Casa de Velázquez, la situación de los atacantes es angustiosa con serios problemas de evacuación de los heridos y de aprovisionamiento.
Fuga de presos
La lucha sigue en los alrededores de la Casa de Velázquez sigue siendo tremendamente intensa. Aunque los nacionales llegan al Asilo de Santa Cristina y al Hospital Clínico, donde se combate habitación por habitación, los nuevos defensores del precioso palacete francés tienen que frenar, como pueden, las embestidas de la XII Brigada Internacional (mandada por Lucas). Un batallón internacional de Alemania se encargaba del bloqueo del Palacio en primera línea, un italiano estaba en segunda y uno francés se encontraba en reserva.
En los días sucesivos los combates siguen dejando un gran número de víctimas. Los republicanos, con la ayuda de la aviación, consiguen incendiar la Casa de Velázquez de la que huyen milagrosamente con vida, varios de los internacionales presos en su interior. Completamente desnudos y lógicamente sin calzado, unos diez prisioneros aprovechan el cáos del bombardeo para salir de la casa y refugiarse junto al resto de posiciones leales. Creemos que este episodio tuvo lugar el 21 de noviembre.

Aunque la prensa republicana volvía informar de que la Casa de Velázquez había caído en manos del Frente Popular, esta noticia nunca tuvo lugar. La propaganda de la Junta de Defensa de Madrid era de lo más optimista llegando a decir también durante los días siguientes que el Hospital Clínico estaba en poder de los anarquistas. Nada más lejos de la realidad. Dentro del hospital se combatía con intensidad pero en ningún momento llegó a caer en su totalidad, ni siquiera cuando explotaron las minas contra la Legión.
El magnífico libro de Fernando Calvo, ‘La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria’ recoge un simpático testimonio de Tebid Arrumi, un ‘moro’ que estaba encuadrado en los regulares de Franco. En forma de humor recordaba:
«En la Casa de Velázquez no ondeaba nuestra famosa bandera nacional. ¿Sabéis por qué? Porque los milicianos habían tenido la ingeniosa ocurrencia de colocar el pabellón de la hoz y el martillo, no sabemos como, en la punta del pararrayos de la Casa, que como es sabido tiene además el techo de pizarra. De esta manera, no había forma humana de subir a lo alto del mástil y arrancar el guiñapo marxista y sustituirlo por nuestra bandera triunfadora».
Se estabiliza el frente de batalla
Tras estos durísimos combates que acabaron con cientos de víctimas mortales, la situación en la zona se estabilizó en cierta manera. Los dos ejércitos cavaron trincheras a su alrededor formándose a partir de 1937 una especie de centro de resistencia nacionalista. Este núcleo estaba formado por la Casa de Velázquez, Agrónomos y la Escuela de Arquitectura.
Al estar la Casa de Velázquez en estado ruinoso por la batalla, los militares nacionalistas decidieron establecer en Arquitectura el puesto de mando del Comandante Ríos Capapé y posteriormente del Teniente Coronel Casto González Roja. Allí se establecieron el Batallón de Cazadores de Serrallo (483 soldados y 19 oficiales), la 11 Brigada Ligera, una Sección de Morteros del VIII Batallón de Toledo y la 4º Compañía de Zapadores. Además, se instaló también un equipo quirúrgico, un depósito de municiones y una central de trasmisiones que servía para comunicar el Cerro Garabitas con la Ciudad Universitaria.
En Madrid ciudad mientras tanto, se hace famosa entre su población la siguiente canción popular:
«La Casa de Velázquez, mamita mía, se cae ardiendo, con la Quinta Columna, mamita mía, metida dentro».
El final de la Guerra Civil
Uno de los primeros fotógrafos que inmortalizó la Casa de Velázquez horas después de terminar oficialmente la Guerra Civil fue ciudadano francés Albert Deschamps. Encuadrado en una avanzadilla de prensa internacional, Deschamps tomó una instantánea espectacular de la institución en ruinas. La famosa estatua ecuestre de Velázquez, que había llegado a estar en el Louvre, estaba inclinada y a punto de caerse. Milagrosamente, todavía seguía en pie y el caballo, por fortuna, se apoyaba sobre una pata. Años después pudo ser restaurada.
La Casa de Velázquez había sido destrozada durante los combates. Los dos torreones que existían inicialmente se vinieron abajo al igual que la preciosa Puerta de Oñate.
Fuentes utilizadas:
– ‘La Guerra Civil en la Ciudad Universitaria’ Fernando Calvo González
– ‘La Batalla de Madrid’, Jorge M. Reverte
– ‘Madrid es nuestro, 60 crónicas de su defensa’, de Izcaray, Cimorra, Perla, De Otañón.
– ‘Las Brigadas Internacionales’ Nichel Lefebvre.
– ‘ En las trincheras del frente de Madrid’, Juan Urra
– ‘Guerra y vicisitudes de los españoles’, Julián Zuzagagoitia.
– Servicio Histórico Militar. Partes Militares.
– Biblioteca Casa de Velázquez, Madrid