
Una de las mayores desgracias de la Guerra Civil en Madrid fueron los asesinatos indiscriminados de cientos de personas contrarias a la forma de pensar del Frente Popular. La fuerte influencia soviética del Gobierno de la República propició la proliferación, sobre todo durante los seis primeros meses de conflicto, de varias organizaciones criminales que con el objetivo de limpiar la retaguardia republicana de «enemigos», acabaron con la vida de un número elevadísimo de hombres y mujeres.
Las checas se convirtieron desde agosto de 1936 en temibles centros de detención controlados por los partidos políticos y sindicatos. Las torturas, asesinatos y vejaciones se convirtieron en algo habitual en estos centros durante los seis primeros meses de guerra. Algunas de estas checas pasaron a la historia por sus sangrientos crímenes, otras, apenas han sido investigadas. El presente estudio nos va a llevar a conocer la checa Spartacus, una de las peores cárceles extraoficiales de la República en la que se intentó hacer una limpieza a fondo del cuerpo de la Guardia Civil.
La checa anarquista Spartacus se estableció en los primeros días de la sublevación en el Convento de las Salesas Reales situado en el número 18 de la calle Santa Engracia, muy cerca de la Glorieta de Alonso Mártínez. Este lugar fue donado a esta orden religiosa por el Marqués de Cubas después de que su antiguo convento fuera convertido en Palacio de Justicia.
El inicio de la Guerra Civil en Madrid propició que el convento fuera incautado por parte de la CNT-FAI con la finalidad de que fuese la sede de una Columna Anarquista. Sin embargo, la Iglesia, los claustros y jardines de las Salesas Reales de Chamberí también se convirtieron en la sede del Comité Central que se iba a encargar de depurar el cuerpo de la Guardia Civil para su transformación en la Guardia Nacional Republicana. Pese a permanecer leal al Gobierno, la Benemérita generaba muchas desconfianzas en el Frente Popular; por eso, se tomó la decisión de disolver este cuerpo de seguridad durante los primeros compases de la contienda.

El Comité Central depurador estaba formado por guardias civiles (suboficiales, clases y tropa) y por elementos de los distintos partidos políticos con una preeminencia de la CNT, dado que el presidente y más activo protagonista fue el anarquista José Luzón Morales.
Este comité depurador utilizó las dependencias religiosas de las Salesas Reales como centro de detención o checa. Allí se aglutinó a un gran número de guardias civiles desafectos al régimen republicano según los responsables del citado comité. El antiguo agente del benemérito cuerpo Ambrosio Pasero Gómez, ascendido a alférez a poco de comenzar la guerra, estaba al frente de esta checa que muy pronto se convertiría en una de las más temidas de Madrid.
A través del Comité Central y a propuesta de los comités de las diferentes unidades militares, se decidía qué guardias civiles eran afectos al régimen republicano o por el contrario se mostraban disconformes con el Frente Popular. Todos aquellos guardias que eran declarados «desafectos» pasaban sin más dilación por la checa Spartacus.
En la Guardia Civil, como en otros Cuerpos del Ejército, la oficialidad esencialmente agrupada en los empleos de Teniente, Capitán y Comandante, eran muy proclives al Alzamiento; de hecho muchos de estos Oficiales se habían afiliados a Falange y a la Unión Militar Española (UME) e incluso habían preparados planes para tomar diversos edificios oficiales como el Palacio Nacional, lugar de residencia del Presidente de la República, cuando se iniciara la rebelión. Más aún, algunos meses antes de julio del 1936 se habían detectado en Madrid un almacén con gran cantidad de uniformes de guardias civiles y armamento para ser utilizados el 18 de julio de 1936.
Muchos de los lectores se preguntarán qué parámetros seguían los miembros del comité depurador de la Guardia Civil para encerrar a los agentes en la checa Spartacus. La respuesta es bien sencilla. El traslado a este centro de detención se podía deber a la negativa de los agentes a enrolarse en las columnas que combatían en el frente o bien como consecuencia de las declaraciones y denuncias de sus propios compañeros.

Es triste pero una gran parte de los guardias civiles que murieron tanto durante el período bélico como después de la guerra, lo hicieron como consecuencias de las denuncias de los propios compañeros, atentando de esta manera contra el espíritu que debía anidar entre los miembros del Instituto Armado, representado en su Cartilla fundacional redactada por la Inspección General del Arma, siendo su Director el Duque de Ahumada: “15. Ha de procurar juntarse generalmente con sus compañeros, para fomentar la estrecha amistad y unión, que debe haber entre los individuos del arma;…”
Los guardias civiles encerrados en este checa vivían en unas condiciones pésimas. El hacinamiento en las celdas y la falta de alimentos mermaban las fuerzas de los agentes presos que debían ser alimentados por sus propios familiares. El 20 de noviembre de 1936, curiosamente el mismo día en el que Durruti perdía la vida, las mujeres e hijos de los guardias se encontraron con una trágica noticia: los carceleros les notificaron que de la noche a la mañana los «desafectos» habían sido trasladados a Guadalajara o Levante. Pronto se enterarían que en la noche del 19 de noviembre habían sido asesinados más de 50 de los recluidos entre jefes, oficiales, suboficiales y clases de tropa en las tapias del Cementerio Este.
¿En qué contexto se entiende esta matanza de guardias civiles?, ¿cómo una checa esencialmente dedicada a mantener retenidos a unos guardias sobre los que se investigaba su afección al régimen, pudo aprobar un fusilamiento como este? La respuesta todavía no la sabemos con certeza casi 80 años después. Aunque antes de este 19 de noviembre se produjeron asesinatos a pequeña escala llevados a cabo por personas de Spartacus, nunca antes se había producido un asesinato tan masivo de agentes de la Benemérita.
Son varias las hipótesis que se manejan y todas ellas con grandes visos de verosimilitud. En este sentido, las declaraciones del guardia civil Severiano Sanz Zamarro, el único guardia de la expedición que se fugó de las camionetas que lo trasladaban la noche del 19, y la declaración de los familiares de estos guardias en la Causa General pueden proporcionarnos algo de luz en este estudio.
El más caracterizado de los 52 guardias civiles asesinados fue el Teniente Coronel Royo Salsamendi Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid con sede en la calle García de Paredes. A él le fue encargada la formación de una Columna de guardias que bajo las órdenes del Coronel Asensio ocupó una parte del frente de Guadarrama. Durante los combates con los franquistas, un buen número de comandantes, oficiales, suboficiales y agentes se pasaron a la zona nacional por lo que el Teniente Coronel Royo fue bastante cuestionado. Sus superiores lo retiraron inmediatamente del frente durante el mes de agosto de 1936 siendo posteriormente detenido en su domicilio de Madrid. Su asesinato en la expedición del 19 de noviembre junto a la de otros oficiales que formaron su columna pueden estar muy relacionados con los episodios de Guadarrama.

Otros de los motivos que se argumentan y así lo expresan las respectivas familias de tres oficiales asesinados fue la negativa de apoyar a las milicias vascas en el frente del País Vasco. La familia del Teniente Coronel Jefe del Paque Móvil José Velázquez Guerra afirmaba que tanto muchos oficiales fueron encerrados en la checa de Spartacus por su negativa a marchar con el Comandante Antonio Naranjo Limón y el Capitán Germán Ollero Morente a combatir junto a los batallones de milicias vascas en el frente de Euskadi. Estos dos oficiales tuvieron una actitud muy influyente en el Comité Depurador y fueron calificados después de la Guerra Civil como personas «extremadamente marxistas».
Algunos historiadores han alegado que este asesinato en masa de guardias civiles fue una consecuencia de la muerte de Durruti en Madrid. Sin embargo, para nosotros esta teoría carece de fundamento. Efectivamente Durruti fue herido el 19 de noviembre de 1936 y murió el 20 de noviembre (la misma fecha que José Antonio Primo de Rivera) pero la decisión sobre la masacre estaba ya tomada. El día 18 de noviembre, en un escrito del Comité Central de la Comisión Depuradora de la GNR, José Luzón adjunta una relación de detenidos en el Cuartel de Santa Engracia, que serían evacuados a Guadalajara; dicho escrito iba dirigido al Camarada Jefe del Cuartel de Santa Engracia, Alférez Pasero. Por lo tanto, el día antes de que hirieran a Durruti, los responsables de la CNT-FAI ya tenían previsto realizar una ‘saca’ de presos muy parecida a las que se estaban llevando a cabo en Paracuellos de Jarama.
Otro de los motivos que pudieron tener que ver con el asesinato masivo de los presos de Spartacus y posiblemente una de las teorías más acertadas estaba relacionada con los ataques franquistas en Madrid. Los guardianes de la presión confirmaron al Comité Depurador que cada vez que se producía un bombardeo nacional sobre Madrid, era celebrado con alegría por los guardias civiles recluidos en la prisión de Santa Engracia.

El día 19 de noviembre a las 23:00 horas, se presentó en Spartacus el Comandante honorario de la GNR y presidente del Comité Central José Luzón Morales acompañado de varios milicianos del Cine Europa de la CNT. Todos ellos pidieron al jefe de la checa (Ambrosio Pasero) que entregara a los guardias civiles que le habían indicado en el escrito fechado el día anterior. Acto seguido, los milicianos ataron las manos de los guardias civiles con una cuerda subiéndolos a tres camionetas que se encontraban estacionadas justo en la puerta del convento d Santa Engracia. Luzón recomendó a los guardianes que dijeran a los familiares de los guardias que iban a ser trasladados a Guadalajara hasta que cesara la ofensiva franquista en Madrid. Todos los objetos personales de los detenidos se quedaron en la checa. La ejecución masiva tuvo lugar en el cementerio de Vicálvaro entre la 01:00 y las 02:00 de la madrugada.
En junio de 1939, terminada la guerra, el sepulturero del cementerio de Vicálvaro declararía en la Causa General que había dado sepultura el día 22 de noviembre de 1936 a 38 guardias civiles los cuales fueron enterrados en dos grandes fosas comunes, a excepción de tres de ellos que reconocidos por sus familiares se les dio tierra en sepultura individual. El resto de cadáveres, no identificados, fueron inscritos en el Registro Civil como personas desconocidas y llevado como datos el número de la fotografía que se les sacaba en el depósito judicial del pueblo. Hoy en día en el interior del camposanto, rodeado de grandes edificios de viviendas, un monolito recuerda junto a otros nombres, los de gran parte de estos 52 guardias civiles vilmente asesinados en las tapias del Cementerio del Este.
Fuentes consultadas:
– Causa General
– El terror rojo, JULIOS RUIZ, Ed Espasa
– Las checas del terror, CÉSAR ALCALÁ, Ed Libros Libres
– Los rojos de la Guardia Civil, JOSÉ LUIS CERVERO, Ed La esfera de los libros