La maldición rojiblanca durante la Guerra Civil

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La plantilla del Atlético de Madrid en los años veinte / Crónica

Si un equipo de fútbol se vio golpeado por la irracionalidad de la Guerra Civil española ese fue el Atlético de Madrid. Hasta seis futbolistas del equipo rojiblanco perdieron la vida violentamente entre 1934 y 1939 con motivo, tanto de la Revolución de Asturias como del conflicto fratricida que asoló nuestro país. Hombres como el portero García de la Mata o Monchín Triana murieron asesinados en Madrid por sus ideales derechistas.

Otros jugadores del Atlético como el defensa Alfonso Olaso o Vicente Palacios murieron en el frente de batalla: el primero en la batalla de Teruel y el segundo en la capital de España. Pololo, el mítico capitán rojiblanco en los años veinte sería asesinado dos años antes de la Guerra Civil en la Revolución de Asturias.

Pololo, el capitán rojiblanco que murió en la Revolución de Asturias

Nacido en un pueblo asturiano llamado Lugones, Miguel Durán, más conocido por el sobrenombre de Pololo, vino a Madrid muy joven para estudiar la carrera de Ingeniero de Minas. Presionado por su padre que era director de la Fábrica de Explosivos de Coruño, Pololo decidió cursar esta ingeniería para no defraudar a su progenitor, sin embargo, en la capital descubrió su gran pasión, el fútbol. Cuando el balompié todavía no era un deporte profesional en España y ni siquiera se había puesto en marcha oficialmente el Campeonato de Liga, Pololo encontró su verdadera vocación en el deporte. En 1919, con apenas 18 años, ya estaba jugando con el Atlético de Madrid.

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Pololo, capitán del Atlético

Defendiendo los colores rojiblancos, Pololo llegó a ser capitán del equipo e incluso formar parte del once que inauguró el Metropolitano en mayo de 1923. En 1924, tras finalizar sus estudios se marchó otra vez a Asturias, aunque durante dos años siguió defendiendo con el Atlético de Madrid. Cuentan desde Asturias que este habilidoso defensa cogía la moto todos los fines de semana y se desplazaba hasta la capital durante los fines de semana para seguir jugando en su equipo de toda la vida. En 1926, cansado de tantos viajes, se incorporó a la disciplina del Real Oviedo donde se le pierde la vista como jugador de fútbol. También fue internacional con España disputando dos partidos amistosos ante Portugal.

Como futbolista era un hombre de carácter. Sus compañeros aseguraban de él que su carisma y su optimismo tanto dentro como fuera del campo «podían hacer cambiar el rumbo de un partido adverso». Tenía las ideas claras y era un gran lanzador de penaltis. En una entrevista llegó a decir que se tenían que lanzar de la siguiente manera: «Disparar a toda fuerza y atacando el balón para que entre con fuerza aproximadamente a un metro del suelo».

En octubre de 1934, fecha en la que se produjo la Revolución de Asturias, Pololo ya se había desvinculado casi completamente del fútbol. Aunque seguía practicando otros deportes como la natación y la hípica, el balompié era para él agua pasada. Con 33 años, una mujer y una hija, su vida había dado un giro por completo. Trabajaba como ingeniero de la Unión Española de Explosivos en Lugones (una parroquia de Siero), la localidad en la que se había criado de niño.

Al llegar la sublevación a su localidad, el exfutbolista del Atlético de Madrid intentó por todos los medios que la fábrica en la que él trabajaba como responsable no cayera en poder de los revolucionarios. Era una misión imposible. Solo defendían la fábrica tres parejas de la Guardia Civil y varios de los empleados: enfrente había cientos de mineros que querían hacerse con los explosivos para enfrentarse de tú a tú con el Ejército.

En un momento de desesperación, Pololo trató de huir de la fábrica con el resto de los defensores. En una pequeña camioneta, propiedad de su empresa, consiguió recoger a su mujer e hija y a toda velocidad emprendió la huida buscando la protección en un cuartel cercano de la Guardia Civil. Estuvo a punto de conseguirlo. En su camino, se encontró en plena carretera con una barricada obrera. El que fuera capitán del Atlético de Madrid no se lo pensó dos veces y pisó el acelerador a fondo tratando así de continuar su camino: se llevó por delante todos los sacos de arena y a un par de enemigos, sin embargo, a los revolucionarios les dio tiempo a disparar. Dos balas le perforaron el pecho, pero consiguió llegar conduciendo al cuartel de la Guardia Civil. Allí moriría pasadas tres horas. Tenía 33 años.

Alonso Olaso y su muerte en el asedio de Teruel

Siempre estuvo a la sombra de su hermano Luis Olaso Anabitarte, una de las estrellas del Atlético de Madrid en la época de los años veinte. Alfonso llegó al conjunto colchonero en 1922 y a diferencia de su hermano, jugó toda la vida como defensa. Al igual que Pololo, Alfonso Olaso fue internacional con la selección española con la que disputó un partido amistoso en Bolonia ante Italia. Curiosamente, aquel 29-5-1927, los hermanos Olaso se convertirían en los primeros hermanos en jugar a la vez un partido internacional con España: después les llegaría el turno a Luis y Pedro Regueiro. Nuestro protagonista también pasaría a la historia por ser el primer futbolista en marcarse un gol en propia puerta.

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Alfonso Olaso en primer plano / Mundo Gráfico

En 1936, al empezar la Guerra Civil, Alfonso Olaso llevaba dos años retirado del fútbol. Se alistó a los requetés navarros con los que combatió durante toda la Guerra Civil, participando activamente en la Batalla de Brunete. Un documento del Ministerio de Defensa en nuestro poder demuestra que en noviembre de 1937 fue ascendido a Alférez siendo trasladado hasta el frente de Teruel pocos días después.

Sabemos que el día 15 de diciembre de 1937 estaba al frente de un batallón de infantería defendiendo las posiciones franquistas en la Muela, un alto que se encontraba en las proximidades de Teruel, muy cotizado por el enemigo. Durante aquellos días de diciembre el frío estuvo a punto de acabar con la vida de Olaso y sus hombres. Situados en lo alto de una loma, tuvieron que afrontar casi a la intemperie temperaturas de veinte grados bajo cero. Cuentan las crónicas que murieron congelados cientos de soldados de los dos bandos; para evitar la congelación, los militares optaban con dormir apretados (semiabrazados) para darse calor los unos con los otros.

Al iniciarse la ofensiva republicana en Teruel ese 15 de diciembre, Olaso tenía una única misión, defender hasta las últimas consecuencias su posición. Con apenas tres piezas de artillería, tanto él como sus hombres intentaron resistir los ataques de un Ejército Republicano mucho más curtido que en fechas anteriores. Los hombres de líder comunista Etelvino Vega, de la 34 división, fueron los encargados de combatir de manera encarnizada en ese alto de la Muela. La tarde del 18 de diciembre, después de una intensa nevada y tras un asedio de lo más contundente, la posición franquista cayó. La suerte de Teruel estaba decidida a favor del bando republicano.

Olaso recibió un disparo en el torso y otro en el hombro, pero no murió. Fue hecho prisionero junto a varios de sus hombres y asistido inicialmente por los doctores republicanos. Fueron trasladados al interior de Teruel, ciudad que estaba a punto de caer en manos de la República. Solo un puñado de militares dirigidos por el Coronel Rey D´Harcourt en el Gobierno Militar y otros edificios esperaban la llegada de refuerzos. La ayuda llegó a los pocos días, pero fue ineficaz. El General Aranda no pudo reconquistar la plaza y los pocos franquistas que seguían con vida en el interior de Teruel decidieron arrojar la toalla y rendirse el 7 de enero de 1938 después de 20 días de intenso asedio.

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Necrológica recordando en la prensa a Olaso

De Olaso no hay casi noticias durante ese tiempo en el que estuvo cautivo y solo se sabe que murió en el interior de Teruel. Algunas fuentes aseguran que falleció desangrado como consecuencia de la herida de bala sufrida en los enfrentamientos de la Muela mientras que otras afirman que fue ejecutado por los hombres del Campesino al ser oficial. En cualquier caso, el que había sido defensor del Atlético de Madrid perdía la vida en Aragón a los 32 años.

Tras la Guerra Civil, la prensa le rindió tributo en más de una ocasión y desde los años cincuenta la Federación Española de Fútbol decidió poner en marcha el premio Alfonso Olaso en su recuerdo. El premio Olaso galardonaba al mejor juvenil de la temporada futbolística.

Manuel García de la Mata, asesinado en el túnel de la muerte

No hay muchos datos sobre Manuel García de la Mata durante la Guerra Civil Española. Fue el portero del Atlético de Madrid cuando se inauguró el Metropolitano en mayo de 1923 y durante varias campañas jugó como titular compaginando el deporte con su profesión, la de ingeniero.

De los pocos datos que hemos podido extraer, sabemos que durante la Guerra Civil vivía o pasaba varios días en una pensión que estaba situada en el centro de la capital, regentada por una señora de ideología derechista. Conscientes de que esta señora tenía amistad varios individuos con pasado falangista o tradicionalistas, un grupo de oficiales de la 36 Brigada Mixta decidieron tenderla una trampa. Hemos sabido que el capitán Juan Cabrera, de dicha Brigada, y Casimiro Durán Muñoz, del Servicio de Información Militar fingieron pertenecer a la causa de los nacionales engañando a varias de las personas que residían en esta pensión, así como otros individuos que se encontraban como refugiados políticos en embajadas.

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García de la Mata, portero del Atlético / Cien años del Atlético de Madrid

Aprovechando la desesperación de sus víctimas, estos dos oficiales aseguraron a sus nuevos ‘amigos’ que ellos sabían cómo pasarse a la zona nacional a través del Barrio de Usera. De una manera muy convincente le dijeron al guardameta del Atlético y a otros residentes de la pensión que ellos habían construido un túnel subterráneo que atravesaba la zona ‘roja’ y llegaba hasta la zona franquista. Era una trampa de lo más macabra.

Desde principios de octubre de 1937 estos dos militares republicanos ayudados por otros miembros de la 36 Brigada Mixta iniciaron unas expediciones que tuvieron un final de lo más trágico. En grupos de cuatro y previo pago de cientos de las antiguas pesetas, los expedicionarios salían de la pensión pensando que se pasarían a la zona nacional puesto que se encontraban perseguidos por su ideología. Nunca llegaron a su destino. Aún engañados, sus captores los llevaban en automóviles hasta un chalet de tres plantas de Usera, allí se darían cuanta del engaño que habían sufrido. En las bodegas, el capitán Cabrera había preparado una especie de cárcel clandestina: en ella las víctimas sufrían todo tipo de torturas tras un interrogatorio brutal. Tras ser desposeídos de sus pertenencias, sus verdugos les ejecutaban a sangre fría con varios disparos a muy poca distancia. Manuel García de la Mata formó parte de una de estas expediciones: el 30 de octubre de 1937 fue trasladado hasta este chalé de Usera donde fue ejecutado junto a otras siete personas.

El 29 de octubre de 1939, siete meses después de terminar la Guerra Civil, los forenses Piga y Aznar, representando a la Escuela de Medicina Legal de Madrid, se encargaron de la exhumación de los cadáveres que se encontraban en fosas comunes de Usera. Casi todas las víctimas habían muerto como consecuencia de «disparos de armas de fuego», pero muchos de ellos «presentaban síntomas de asfixia o de estrangulamiento». Uno de los cadáveres apareció rodeado de una cuerda en forma de lazo.

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Cadáveres localizados tras la Guerra Civil en el túnel de la muerte

De los 67 cadáveres que localizaron las autoridades franquistas solo 26 pudieron ser identificados por sus familiares.

Casi todas las víctimas del túnel de la muerte, como fue conocido desde entonces, fueron enterradas en los sótanos del Convento-Colegio de las Religiosas Teatinas de la Inmaculada Concepción, situado en el Barrio de Usera. Allí se conserva un trozo de pared del chalé en el que fue asesinado García de la Mata en la que un compañero suyo de cautiverio escribió con la hebilla de su cinturón: «Me han preparado una encerrona y traído a esta casa con otros quince más, espero nos fusilarán. Cúmplase la voluntad de Dios».

La historia de Manuel García de la Mata apenas tuvo repercusión tras la Guerra Civil. No era un jugador tan tan famoso como Monchín Triana, además, su trayectoria futbolística había sido mucho más corta ya que había dejado el fútbol muy pronto para dedicarse a su verdadera profesión, la de ingeniero.

Monchín Triana, el futbolista que murió fusilado en Paracuellos

Cuando estalló la Guerra Civil Española, Ramón ‘Monchin’ Triana tenía 34 años. Nacido en Fuenterrabía en 1902, siendo prácticamente un adolescente empezó a defender la elástica del Atlético de Madrid. Antes incluso de que el Metropolitano fuera construido, este habilidoso centrocampista ya vestía de colchonero, equipo en el que estuvo un total de nueve temporadas y con el que ganó varios títulos regionales, así como dos subcampeonatos de Copa. En 1928 se marchó fichado al eterno rival, equipo en el que terminaría su carrera como futbolista en 1931 para dedicarse a negocios familiares.

Al pertenecer a una familia de clase adinerada y residente en el Barrio de Salamanca de Madrid, a los pocos días de estallar la Guerra Civil tanto ‘Monchín’ Triana como sus hermanos fueron objetivo de una terrible persecución por parte de milicianos exaltados. El periodista de Marca, Miguel Ángel Lara, reconstruyó en 2012 en su sección ‘El poder del balón’ el acoso que sufrió la familia Triana tras la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Cuenta Lara que durante días Triana se tuvo que esconder de los milicianos en diferentes lugares de Madrid mientras que su domicilio era registrado y arrasado casi a diario.

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Monchín Triana con la camiseta atlética

El padre de Monchín Triana, conocido por Don Luis, también se encontraba perseguido por la milicia puesto que había sido secretario general de la Cofradía de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón. Un familiar afiliado al Partido Comunista le escondió en su casa, aunque los tres hermanos tomaron la determinación de presentarse ante las autoridades ya que se encontraban en busca y captura. Miguel Ángel Lara, relata que fueron encerrados en la cárcel Modelo de la capital «sin saber de qué se les acusaba».

Posiblemente, en la cárcel Modelo coincidió con Ricardo Zamora, el mítico portero madridista que también fue encerrado en esta prisión acusado de haber escrito crónicas deportivas para el diario católico Ya.

En la madrugada del 7 de noviembre, ‘Monchín’ Triana y otros cientos de presos fueron sacados de su celda, subidos a un autobús de dos plantas y trasladados a Paracuellos del Jarama. El gran jugador del Atlético y del Real Madrid murió fusilado junto a a un gran número de personas que tenían alguna vinculación con la derecha o con la religión católica. Sus hermanos fueron trasladados a la calle General Porlier y también terminaron fusilados en Paracuellos del Jarama.

Por mediación de la embajada de Cuba, los padres de Monchín Triana y sus dos hijas consiguieron salir de la España republicana e instalarse posteriormente en San Sebastián hasta que terminó la Guerra Civil. Tardaron tiempo en enterarse de la trágica muerte de los tres varones de la familia. Al igual que con Olaso, Monchín Triana también dio nombre a un premio deportivo. Entre 1952 y 1968 el diario Marca y el Arriba entregaban el trofeo Triana a la deportividad y a la fidelidad a su equipo.

Las otras tragedias de colchoneras 

Aunque no jugó en el Atlético de Madrid de los años veinte, Ángel Arocha sí defendió la casaca atlética durante los años treinta tras pasar por el Barça. Este gran delantero canario, alistado durante la Guerra Civil en un batallón falangista de intendencia, murió como consecuencia de un bombardeo republicano durante la Batalla del Ebro en 1938.

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Ángel Arocha, jugador del Atlético

Vicente Palacios fue un jugador del Atlético de Madrid que pasó a la historia tras anotar el primer gol rojiblanco en la competición oficial d Liga en el año 1929. Aunque había nacido en Gijón (Asturias), la Guerra Civil le sorprendió en Madrid trabajando como frutero. Con sus ahorros del fútbol había montado una pequeña frutería en el Barrio de Chamberí. No hemos podido averiguar detalles de su muerte, solamente hemos sabido que murió en agosto de 1936 en la capital. Desconocemos si murió en combate o si por el contrario falleció asesinado.

Joaquín Ortiz de la Torre era otro de los grandes jugadores del Atlético de los años veinte. Él no murió durante la Guerra Civil sino que falleció de muerte natural en otoño de 1929. Su muerte no fue trágica pero sí que fue sorprendente y conmocinó al fútbol ya que solo tenía 31 años. Murió de manera súbita, creemos que, de un infarto, cuando trabajaba en África como ingeniero.

Gómar, uno de los ilustres deportistas del Atlético de Madrid de los años veinte, también murió de manera prematura antes de empezar la Guerra Civil Española. Su muerte también fue natural tras una larga enfermedad a los 34 años.

Fuentes consultadas: 

– El deporte durante la Guerra Civil, Julián García Candau

– Causa General, Túnel de la Muerte de Usera

– Hemeroteca Mundo Deportivo

– Diario Marca, artículo de Miguel Ángel Lara

– Hemeroteca de La Vanguardia

– Tesis universitaria ‘El fútbol en Madrid’

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