El inglés que salvó cientos de vidas durante la guerra

 

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Lance durante la Guerra Civil

Alicante, año 1970. Un periódico local publica en una de sus páginas dedicadas a las esquelas un pequeño mensaje que por aquel entonces pasó desapercibido para cualquier lector. «Hasta siempre Mr Lance, siempre le estaremos agradecidos», decía en letras pequeñas la esquela en la que también se podía leer la fecha exacta de la muerte de Edwin Christopher Lance, uno de los personajes más fascinantes y al mismo tiempo enigmáticos de la Guerra Civil Española. Nadie diría, a simple vista, que aquel hombre con sombrero, rostro afable y chaqueta de cuadros iba a salvar cientos de vidas durante aquellos años tan convulsos.

El capitán Lance, como le conocían durante la guerra en Madrid, llegó a convertirse en una especie de diplomático freelance que trabajó de manera desinteresada para la Embajada de Reino Unido en la capital. Nacido un 11 de junio de 1893, Lance tenía 43 años cuando estalló la contienda y se encontraba en Madrid de manera accidental ya que trabajaba como ingeniero civil para una compañía inglesa que tenía varios proyectos a lo largo de la geografía española. Pese a tener pasaporte extranjero, nuestro protagonista era un gran conocedor de la problemática de España ya que había llegado en 1931, año en el que se proclamó la II República. No había sido ésta su única visita a nuestro país, ya que en 1926 estuvo trabajando en la construcción de la línea de ferrocarril que unía Santander y la zona del Mediterráneo.

Como venimos contando, a Christopher Lance no le cogió por sorpresa el inicio de la Guerra Civil Española. En 1936 llevaba más de cinco años en España y había sido testigo del ambiente que se respiraba en las calles del país durante la década de los años treinta. Lejos de asustarse e intentar huir a toda prisa de Madrid tras los primeros combates, Lance decidió jugar un papel activo en la contienda aprovechando la ‘supuesta’ neutralidad británica. No se trataba, por lo tanto, de un hombre cobarde o huidizo. Todo lo contrario. Conviene recordar que tiempo atrás, se alistó en el regimiento de infantería de West Yorkshire, nada más estallar la I Guerra Mundial. En 1916 se le concedió la medalla de servicios distinguidos y tras la derrota alemana, decidió participar en la Guerra Civil Rusa (1918-1920) combatiendo al lado de los ejércitos blancos contra los bolcheviques. Tras resultar herido, dejó el Ejército en 1921 con el grado de capitán para dedicarse a la ingeniería que era otra de sus grandes pasiones. Antes de asentarse en España, había recorrido casi toda Sudamérica trabajando fundamentalmente en Argentina y Chile.

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Lance condecorado tras la Guerra Civil / Hemeroteca ABC

Su papel en el Madrid republicano

El 18 de julio de 1936, fecha oficial de la sublevación militar de las tropas de Franco, la embajada británica en Madrid se encontraba cerrada a cal y canto. El palacete situado en la calle Fernando III el Santo se encontraba perfectamente cerrado en aquellas fechas porque el embajador Herry Chilton y gran parte de sus asesores se encontraban en San Sebastián disfrutando del verano. El único diplomático que permanecía en la capital era el cónsul  H.J. Milane que nada más empezar los combates en Madrid decidió abrir la embajada (por decisión propia) para refugiar a los británicos que residían en la capital. Desde un primer momento, Milane contó con la colaboración del capitán Lance que desde entonces empezó a diseñar un ambicioso plan para salvar cientos de vidas.

En pocos días, las instalaciones de la embajada de Reino Unido en Madrid acogieron a unas 600 personas. Algunas eran de origen inglés, otra,s sin embargo, eran completamente españolas que se encontraban perseguidas por la justicia republicana o que se sentían perseguidas por sus ideas o religión por el Frente Popular. Oficialmente la orden que tenían los diplomáticos ingleses era la de no acoger a refugiados políticos, orden que no fue respetada ni por el cónsul Milane ni por el capitán Lance que desde el 18 de julio se comportaba como un trabajador más de la embajada, aunque no tenía pasaporte diplomático. Fue precisamente Lance el que desde muy pronto trató de justificar la presencia de tantas personas españolas en la embajada inglesa sin vinculación alguna con el Reino Unido. Para conseguirlo no le tembló el pulso a la hora de falsificar partidas de nacimiento en Gibraltar o incluso en un barco con bandera inglesa.

Diez días después de empezar la guerra, la embajada recibió noticias de Londres. Un buque británico llamado Devonshire había llegado al puerto de Valencia con la intención de evacuar a los refugiados ingleses que se encontraban en el palacete de Fernando III el Santo de Madrid. Lance fue el encargado de organizar la expedición a Valencia encontrándose con muchas trabas. Muchos de los asilados se negaban a abandonar la embajada puesto que consideraban que su vida podía correr peligro, bien por los bombardeos bien por las detenciones. Nuestro hombre, utilizando su gran facilidad de palabra, logró convencer a unas 500 personas y dirigió personalmente la evacuación hasta Valencia. El 30 de julio de 1936, ya habían conseguido abandonar España.

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Lance fue recibido por Franco en El Pardo en la posguerra / ABC

Un verano irrespirable en un Madrid repleto de cadáveres

En agosto llegó a Madrid el encargado de negocios de la embajada inglesa, George Ogilvie-Forbes, un diplomático de lo más enérgico y con las instrucciones muy precisas de Londres en las que se reiteraba la necesidad de «ser neutrales». Pese a sus intenciones iniciales, Forbes fue uno de los diplomáticos que estaban en la capital que informó a su gobierno de los sucesos de la cárcel Modelo del 22 de agosto de 1936 en el que murieron unos 30 presos de derechas.

Lejos de lo que pudiera parecer, Forbes mantuvo una relación muy estrecha con Lance al que nombró agregado de honor de la embajada. Cuenta Antonio Manuel Moral Roncal en su libro Diplomacia Humanitarismo y Espionaje en la Guerra Civil que Lance a partir de ese instante «comenzó a visitar las cárceles, haciéndose amistades entre los funcionarios de prisiones y dándose a conocer como diplomático honorario ante la policía y las patrullas de milicianos par que su figura les fuera militar».

Al capitán Lance se le podía ver caminando por Madrid con una cinta en el brazo con la bandera inglesa. Era la señal inequívoca que trabajaba para la embajada de Reino Unido en Madrid y gracias a ella, pudo interceder en situaciones muy delicada. Su trabajo y el del resto de miembros de la embajada británica fue muy pronto conocido en el bando franquista. El General Franco, gracias a tales gestiones, ordenó no fusilar a los prisioneros británicos de las Brigadas Internacionales que eran detenidos durante los combates como deferencia ante las actuaciones de la diplomacia británica.

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Embajada inglesa durante la Guerra Civil / Crónica 1937

Como máximo responsable de la embajada inglesa, Forbes informó a sus superiores de la «irrespirable situación que se vivía en Madrid» en otoño de 1936. La aparición de cientos de asesinados en las cunetas de la capital le hizo ponerse en contacto en varias ocasiones con el Gobierno de la República para pedir el fin de la violencia. La gota que colmó el vaso, sin embargo, fueron los sucesos de Paracuellos del Jarama y los fusilamientos masivos que se produjeron durante los meses de noviembre y diciembre. A partir de ese instante, tanto Forbes como el capitán Lance trabajaron de manera conjunta para intentar salvar al mayor número de perseguidos «sin llamar demasiado la atención».

Los ‘peligrosos’ refugiados en la embajada inglesa de Madrid

Esa discreción, pese a todo, no fue conseguida. El 8 de diciembre de 1936 el Ministerio de Gobernación escribió un informe a la Junta de Defensa de Madrid en el que hablaba de la presencia de refugiados clandestinos en la embajada inglesa «muy peligrosos para la seguridad de la República». El informe citaba a Joaquín Jiménez de Anta, un militar de intendencia y a Antonio Mazarredo, un individuo de derechas, como miembros del servicio secreto de Franco. Por refugiar, entre otros, a estos dos individuos, el Ministerio de Gobernación realizó esta queja formal y apuntaba directamente al capitán Lance como máximo responsable de la situación.

En estas fechas, Lance no solo se dedicaba a ayudar a los perseguidos de Madrid sino que también acompañaba a grupos de periodistas ingleses y americanos a los frentes de batalla para hacer de traductor. No era un trabajo desinteresado ya que de la situación los frentes, informaba puntualmente a la embajada y ésta a su vez, enviaba informes cifrados al Foreign Office. En una de estas expediciones al frente de Ciudad Universitaria, Lance fue apresado por una avanzadilla franquista; los legionarios estuvieron a punto de fusilarle hasta que el oficial al mando se percató directamente de su condición de inglés. Este hecho le salvó la vida.

Fue trasladado de manera urgente hasta Burgos donde fue interrogado por el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM). En la ciudad castellana confirmaron que trabajaba para la embajada inglesa. Cuenta el libro de Lucas Phillips de los años sesenta sobre la historia de Lance en la Guerra Civil, que el británico llegó a ser recibido por el mismísimo General Franco. Este término no lo hemos podido confirmar, aunque sí hemos averiguado que se reunió al menos en dos ocasiones con Merry del Val, uno de los encargados de prensa del bando nacionalista. Este le pidió personalmente que regresara a Madrid y tratara de evacuar de la zona republicana a Pedro Muguruza, que años más tarde sería uno de los impulsores del Valle de los Caídos, a la hija de Pedro Muñoz Seca (escritor asesinado por el Frente Popular) y al hijo del General Martín Moreno, del Cuartel General de Franco.

Semanas más tarde consiguió regresar a Madrid. Lo hizo procedente de Francia tras embarcar en Marsella y llegar posteriormente hasta Alicante. En la capital intentó localizar por todas las vías al grupo de personas que le había dicho Mery del Val. Pronto contactó con la hija de Muñoz Seca instalando incluso en la casa de ésta un pequeño hospital anglo-norteamericano con bandera diplomática inglesa: era sin duda la mejor manera de refugiarla.

Las expediciones ‘delicadas’ desde Madrid hasta Alicante

A finales de enero de este 1937 Lance organizó una expedición a Alicante. Desde la embajada, cuya sede oficial se tuvo que trasladar a Valencia, se anunció que el 6 de febrero llegaría un buque británico con la intención de evacuar a más ingleses de España. Lance organizó por su cuenta y riesgo la expedición incluyendo a la hija de Muñoz Seca e incluso al arquitecto, persona buscada por las milicias bajo la acusación de ser de derechas. Al igual que ellos había otras tantas personas cuya vinculación con el Reino Unido era prácticamente inexistente. Aun así, nuestro protagonista se las ingenió para que contaran al menos con tarjetas de socio de la Cámara de Comercio Británica o del Club Angloamericano.

La noche del 5 de febrero de este año, Lance mantuvo una reunión en los sótanos de la embajada inglesa en Madrid. A todos los que iba a tratar de evacuar de la España republicana les expuso lo complicado de la misión ya que no tenía prácticamente medios para demostrar su falsa nacionalidad británica. Con todo, decidió arriesgarse. La expedición salió de la capital a las dos de la madrugada. Un coche conducido por Lance con la bandera inglesa abría el cortejo seguido de una de las ambulancias escocesas de Fernanda Jacobsen (muy amiga de Lance) y tres camiones del ejército republicano con los refugiados. Después de 15 horas de viaje llegaron hasta Alicante y los refugiados fueron alojados en varios hoteles. Lance, que también tenía una amistad muy estrecha con el gobernador civil de Alicante, contactó con el ministro Álvarez del Vayo para que el comité anarquista del puerto permitiera la evacuación. A las 21:00 del 6 de febrero los evacuados consiguieron entrar en el buque y salir de España.

En marzo, nuestro hombre volvió a dirigir una expedición de similares características, aunque menos numerosa que la anterior: fueron cinco las personas evacuados, entre ellas un médico y un coronel retirado. Hasta bien entrado 1938, Lance siguió organizando expediciones a sus anchas siempre bajo bandera británica. El máximo responsable de la diplomacia inglesa, Forbes, era consciente de lo que estaba ocurriendo, pero prefería mirar hacia otro lado consciente de que su compatriota estaba salvando cientos de vidas. Llegó incluso a organizar barcos con bandera inglesa que llegaban a puerto con la idea de comprar naranjas, el bien apreciado de Valencia. También dentro de estos barcos repletos de fruta, Lance logró introducir a personas buscadas por la justicia republicana.

La detención del capitán Lance por el SIM republicano

Los rumores sobre su comportamiento se llegaron a extender por casi todas las embajadas de Madrid, circunstancia esta que alertó enormemente al Servicio de Información Militar de la República. Una tarde de 1938, su domicilio fue registrado por agentes de paisano que terminaron por detenerle en plena calle. Le acusaban de «colaboración con el enemigo». Su pasaporte diplomático no le salvó de la detención y tras largos interrogatorios en el Ministerio de la Marina fue trasladado a Gerona donde fue encerrado en una cárcel. Antes había estado en el buque prisión Uruguay, barco en el que solían encerrar a los miembros de la Quinta Columna antes de ser fusilados. El mismo a punto estuvo de serlo. Una tarde en Gerona recibió un papel con un número apuntado a lápiz, el 350. Al parecer era su turno para ser fusilado.

Pese a ello, las gestiones que se hicieron desde Londres para liberarle fueron determinantes. Ralph Skrine Stevenson, un diplomático inglés en Barcelona, consiguió gestionar su libertad y logró enviarle directamente a Reino Unido comprometiéndose a que Lance nunca jamás volvería a España. Allí trató de rehacer su vida olvidándose de la pesadilla que había viviendo en los últimos meses.

En los años sesenta, el ingeniero Lance vivía en la coqueta isla de Jersey ubicada en el Canal de la Mancha. Era una persona anónima que recordaba con añoranza los años pasados. Lucas Philips, un escritor británico decidió publicar un libro sobre su actuación humanitaria en la Guerra Civil Española. En octubre de 1961 el Ayuntamiento de Madrid consiguió localizarle invitándole oficialmente a la capital para imponerle la medalla de oro de la Villa de Madrid. Años antes, el gobierno británico había torpedeado homenajes similares por cuestiones políticas. El uno de noviembre de 1961 fue recibido por Franco en El Pardo en un acto que recordó toda la vida. Allí estaban cientos de personas. Muchas eran ancianas, otras más jóvenes pero todas tenían algo en común: habían sido salvadas por un hombre bueno en los años más oscuros de la historia de España.

3 comentarios

  1. Pues una historia estupenda para un guión cinematográfico.
    Alguna vez habrá que hacerlo sobre estos héroes.
    No sólo los que lo hicieron contra los nacional-socialistas.

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