
Ya se han cumplido 83 años del último gran partido de fútbol antes de la tragedia. Un 21 de junio de 1936, un mes antes de que estallara Guerra Civil, Real Madrid y Barcelona se enfrentaban entre sí con motivo de la final de la Copa de la República. El espectáculo prometía de sobremanera; además de jugar los dos mejores equipos de España, también medirían sus fuerzas los dos crack del momento. Ricardo Zamora, portero y capitán de los madridistas se vería las caras con Martí Vantolrá, el atacante más preciado del conjunto blaugrana.
El campo de Mestalla en Valencia fue designado como el escenario de aquella histórica final. Nunca antes un partido en España había generado tanta expectación como aquel Madrid – Barça. Los periódicos de la época ya aseguraban en su edición del 20 de junio, un día antes del partidazo, que la reventa estaba jugando un papel muy importante y que los billetes que se estaban vendiendo a “precios desmesurados”.
El partido se disputó con una entrada memorable para la época: más de 20.000 personas siguieron la contienda desde las gradas de Mestalla. En el palco de honor se dieron cita un gran número de políticos y aunque se especuló sobre la posible asistencia de Manuel Azaña, la máxima autoridad que presenció el partido fue el ministro de agricultura Ruiz Funes. Junto a él se sentaron en el palco el subsecretario de Gobernación Osorio y Tafall, el Gobernador Civil de Valencia, Braulio Solsona y los presidentes del Barca y del Madrid CF.
“El supermach”, como tildaba la prensa al partido, arrancó pasadas las cinco de la tarde. Además de Zamora, en el conjunto blanco jugaban todas sus estrellas del momento: Ciriaco, Quincoces, Lecue, Eugenio, los hermanos Regueiro o Emilín. Por parte de los azulgranas también jugaban sus mejores hombres a excepción de Zabalo que se encontraba lesionado. El choque no defraudó a nadie y según relatan los cronistas de la época, los dos equipos pusieron toda la carne en el asador para dar un gran espectáculo a los aficionados. Los fotógrafos captaron a la perfección los paradones de Zamora, los regates de Vantolrá o el tanto del madridista Lecue.

Al término de los noventa minutos, el Madrid CF, que es como se llamaba en aquellos años en lugar de ‘Real’ se alzaba con la Copa de la República tras ganar por 2-1 a merced de los tantos de Eugenio y Lecue; Escolá anotaba para el Barcelona. Gracias a sus intervenciones, Zamora se convirtió en el héroe de los madrileños y fue recibido como tal a la llegada del equipo a la estación Atocha.
Ese Clásico entre Madrid y Barcelona del 21 de junio fue el último gran espectáculo deportivo antes del conflicto bélico español. El inicio de la guerra sorprendió de vacaciones a madridistas y culés: ninguno de ellos podía imaginar lo que iba a suceder en los próximos años.
El Madrid CF dividido por ideologías
El conjunto blanco fue incautado por el Frente Popular y el estado de Chamartín se utilizó para la celebración de desfiles, así como para la formación de milicianos. Ricardo Zamora, el ídolo de los blancos, estuvo preso en la cárcel Modelo acusado de “faccioso” aunque consiguió refugiarse en una embajada gracias a la mediación de un diplomático argentino; después conseguiría salir de España y exiliarse un tiempo en Francia. Los hermanos Regueiro y Emilín, al ser vascos, se marcharon con una selección de Euskadi a jugar por Europa, la Unión Soviética y América. El objetivo de aquel equipo era el de recaudar fondos a favor del gobierno vasco. A Ciriaco y Quincoces la guerra les sorprendió en zona nacionalista y los dos jugaron algunos partidos propagandistas a favor de Franco. Antes de aquellos encuentros Quincoces había formado parte de las Brigadas Navarras donde había participado en la Batalla de Villarreal.

El presidente del Madrid CF en 1936 era Rafael Sánchez Guerra, un político republicano muy cercano a Manuel Azaña. Al estallar la guerra estuvo siempre cerca del General Segismundo Casado al que ayudó en su golpe contra los comunistas en marzo de 1939. Una vez terminada la contienda fue condenado a muerte, aunque su pena quedó conmutada; tras salir de la cárcel se marchó a vivir a París y más adelante a Navarra haciéndose fraile franciscano.
Terminada la contienda, la vida había cambiado por completo a los futbolistas blancos. Zamora, que no regresó hasta que no terminó el conflicto, fue tildado de “poco patriota” por los franquistas por no haber regreso a la España nacional tras exiliarse en Francia. No volvió a vestirse de corto, aunque empezó a desarrollar su carrera como entrenador. Lecue, sin ir más lejos, fue sancionado algunos meses por la nueva Federación Española por haber participado en algún partido benéfico a favor de la República. Emilín y los hermanos Regueiro no pudieron regresar a España y se quedaron a vivir en México donde echaron raíces. Ciriaco y Sañudo se quedaron tan impactados que no volvieron a vestirse de corto; el primero trabajó en el Banco Guipuzcoano y el segundo desarrolló su carrera de abogado.
La historia de Josep Sunyol, presidente del Barcelona durante la guerra fue de lo más dramática. Al estallar la sublevación, compaginaba su cargo como mandatario blaugrana con la política: estaba afiliado a Izquierda Republicana. El 6 de agosto de 1936 se desplazó hasta Madrid para animar a los milicianos catalanes que combatían en el frente de Guadarrama. Sin darse cuenta, su coche entró en una zona controlada por el ejército franquista siendo detenido inmediatamente y fusilado sin juicio previo. Su asesinato todavía hoy sigue siendo un misterio ya que algunos investigadores han llegado a insinuar que “fue traicionado” por su conductor.

El club quedó en manos de los empleados entre los que destacó Rossend Calvet que fue uno de los encargados de preparar una gira por el extranjero que reportará a las arcas del club unos 12.000 dólares. Consciente de que ese dinero podía peligrar en España, Calvet decidió depositarlos en un banco de París.
Antes de emprender la gira, el Barcelona disputó algunos partidos amistosos e incluso una Lliga Mediterránea que contó con la participación de clubes de Cataluña y la Comunidad Valenciana. El técnico irlandés, Patrick O´Connell seguía dirigiendo a los blaugranas en una competición muy poco competitiva.
La gira azulgrana por México
En marzo de 1937 la sede del club fue bombardeada por la aviación de Franco y la entrada principal del edificio quedó completamente en ruinas. Ningún trabajador del Barça se encontraba en las oficinas durante esos minutos, aunque sí un gran número de personas que pasaban por allí y que murieron casi en el acto.
Por fin, ese verano de 1937 gran parte de los jugadores del Barcelona se marcharon a México vía Francia. El presidente mexicano, Lázaro Cárdenas, se involucró en las gestiones y ayudó enormemente a que las estrellas del Barça llegaran hasta su país para poder huir de las bombas. En Centroamérica, la escuadra azulgrana ganó cuatro partidos y perdió dos; después de aquellos enfrentamientos y con la guerra ya perdida para los republicanos, casi todos los componentes de la plantilla del Barcelona se quedaron a vivir en México. Casi ninguno regresó jamás a España. Martí Vantolrá, el ídolo de los aficionados blaugranas, se quedó para siempre en América; su hijo también fue futbolista y en los años setenta defendió los colores mexicanos de su selección nacional