Cuando Kim Philby estuvo a punto de morir en Teruel

PHILBY PORTADA
Kim Philby con la cabeza vendada tras el ataque sufrido por el convoy de la prensa en Teruel

El coche quedó reducido a chatarra, pero él consiguió salir con vida. Así podría relatarse en pocas palabras la experiencia que sufrió el archifamoso Kim Philby en diciembre de 1937, una jornada que el famoso agente soviético nunca pudo olvidar, ni siquiera cuando residía ‘felizmente’ en la Unión Soviética.

Durante los últimos días de 1937, los nacionales trataban de defender Teruel con todas las consecuencias pese al asedio republicano. Los combates tanto dentro como fuera de la ciudad eran terribles no solo por la dureza con la que se batían los dos bandos sino por las condiciones climatológicas; la nieve y el frío causaron casi más víctimas entre las unidades que los combates en sí. Pese a estas circunstancias y considerando que la defensa de Teruel podría ser “casi tan heroica” como el Alcázar de Toledo, el servicio de propaganda de Franco organizó una caravana de periodistas (la mayoría extranjeros) que se iban a encargar de cubrir los combates enrolados en un batallón nacional que pretendía auxiliar a las tropas de Rey d´Hartcourt que resistía a duras penas en Teruel.

En esa caravana de periodistas viajaba Kim Philby, que por aquel entonces ejercía como corresponsal de guerra para The Times, un periódico inglés de corte conservador que durante la Guerra Civil se mostraba cercano al bando franquista. Aunque actuaba supuestamente como reportero de guerra, la realidad de Philby era bien distinta: era un agente comunista que se encontraba infiltrado en territorio nacionalista bajo la supuesta identidad de informador. Acompañado por otros diez corresponsales procedentes de Estados Unidos, Inglaterra y Portugal, Philby había sido invitado por el servicio de propaganda de Franco para cubrir los combates de Teruel.

Así fue el ataque que sufrió el convoy de la prensa

Según podemos leer en el libro La Guerra Civil en Aragón de Francisco Escribano Bernál, la expedición de periodistas salió el mismo 31 de diciembre de 1937 de Zaragoza en dirección del frente de Teruel. El convoy de la prensa iba escoltado por al menos tres vehículos blindados nacionalistas que se detuvieron en las proximidades de Caudé, un pequeño pueblecito que en la actualidad forma parte del término municipal de Teruel, famoso también por albergar un aeródromo. Pese a estar cerquísima de los combates, el teniente coronel Lambarri, que mandaba el convoy, permitió que la expedición se detuviera unos minutos para descansar antes de retomar el viaje. Fue un grave error.

CAUDE
Caudé, el pueblo donde tuvo lugar el ataque contra el convoy de la prensa

En otro gran libro que hemos podido leer (Papa espía: amor y traición en la España de los años cuarenta de Jimmy Burns) se especifica con más detalle lo que sucedió exactamente en ese punto de Aragón bajo los ojos de otro corresponsal extranjero, llamado Robson. Pese al frío que hacía aquel 31 de diciembre de 1937, aquel periodista se bajó de su coche y se colocó junto a los soldados nacionales que se habían bajado también para hacer una hoguera improvisada y así calentarse un poco las manos. Mientras tanto, Philby permanecía junto a otros tres periodistas extranjeros en el asiento trasero de un sedán de color marrón: ninguno había salido de los coches y se encontraban comiendo unos pequeños bocadillos que los habían preparado en Zaragoza.

Pasadas las 12:30 de la mañana, un proyectil ‘aparentemente republicano’, aunque este término no está confirmado, cayó en las inmediaciones de los coches de los periodistas. Aunque no dio de lleno a ninguno de los vehículos, la onda expansiva si afectó a varios de los miembros del convoy que se encontraban cerca del lugar del impacto. Cinco soldados nacionales que daban escolta a la prensa murieron en el acto, además de los periodistas Bradish Johnson, fotógrafo de la revista estadounidense Newsweek, Ernest Dick Sheepanshanks, redactor de Reuters y el periodista Edwar J Neil de Associated Press. Philby sufrió tan solo heridas en la cabeza y en la muñeca. Robson, que salió ileso del ataque, describió la escena de la siguiente manera:

«Vi a tres figuras con las caras totalmente ennegrecidas, deshaciéndose inmóviles en los asientos. Cuando abrieron la puerta Johnson cayó muerto. Sheepanshanks, que estaba sentado al lado de Johnson respiraba con estertores rápidos y profundos con la sien abierta e inconsciente para siempre. Neil estaba tumbado en el asiento de atrás».

De acuerdo con las palabras de Robson, Philby se salvó de la muerte por pura fortuna ya que pudo saltar del coche justo antes de que la onda expansiva diera de lleno en el vehículo. De los tres periodistas que perdieron la vida en el ataque, Johnson murió al instante, Sheepanshanks fallecería por la tarde «sin recobrar la consciencia» y Neil murió de una gangrena solo dos días después.

PERIODISTAS
A la izquierda Sheepanshanks y a la derecha Edward J Neil, los dos compañeros de Philby que murieron en el ataque

La versión oficial, y por la que sería condecorado meses más tarde Philby por el mismísimo Franco, aseguraba que el famoso espía comunista se había herido como consecuencia de haber “intentado salvar a sus compañeros”. Este hecho, a día de hoy, sigue siendo una incógnita y algunos críticos con Philby se atreven a insinuar que la muerte de estos periodistas podría deberse a una trampa perfectamente orquestada por el propio Philby.

Las dudas del ataque

Una de estas versiones es la de Tom Dupree, que en 1937 ejercía como cónsul honorario de Reino Unido en San Juan de Luz y uno de los encargados de gestionar el traslado de los cadáveres de los periodistas hasta sus ciudades de origen. Muchos años después de la guerra, Dupree realizó algunas manifestaciones en las que insinuaba que Philby podría haber puesto una bomba o hecho estallar algún tipo de explosivo en el coche en el que viajaban sus compañeros. Siempre según esta versión, Sheepansshanks podría haber descubierto que Philby no era un periodista al uso, sino que realmente facilitaba información de la España de Franco a la Unión Soviética. Por este motivo y para acabar con estas posibles sospechas, Philby se encargaría de poner el explosivo en el vehículo de la prensa para acallar para siempre a estos informadores.

CONDECORACION
Artículo sobre Franco y Philby

Las muertes de los tres periodistas fueron aprovechadas por la propaganda franquista para acusar al bando republicano de atacar indiscriminadamente a un convoy de la prensa que se acercaban al frente de manera “pacífica” para cubrir el asedio a Teruel. Desde la prensa republicana la noticia de estas muertes tardó mucho más tiempo en hacerse oficial y solo tras las quejas diplomáticas de algunos países, se lanzó un comunicado acusando a Franco de enviar a un “suicidio seguro” a los periodistas con “fines propagandísticos”.

En cualquier caso, la muerte en el frente de batalla de los compañeros de Philby causó una gran consternación en la opinión pública mundial. Un gran número de medios de comunicación, especialmente procedentes de Sudamérica (Argentina y Chile), dedicaron emotivos homenajes a los fallecidos, así como los propios medios en los que trabajaban. Dos días después del ataque, la catedral de Zaragoza albergó una gran misa “in memoriam” de los periodistas caídos. Merry del Val, encargado de propaganda del Ejército Nacional, fue uno de los encargados de gestionar todos los papeles relacionados con la muerte de estos informadores.

Kim Philby estuvo varios días ingresado en un hospital de Zaragoza, para ser tratado de un traumatismo en la cabeza y para ser curado del impacto de la metralla que le había dado en el turno. Con la cabeza vendada (como hemos visto en la primera fotografía) se marchó a Tarragona ya en enero de 1938 donde se encontró con otro corresponsal extranjero en España, Bunny Noble. Éste describió la aparición de Philby en Tarragona de la siguiente manera:

«Apareció con un aparatoso vendaje en la cabeza. Llevaba un abrigo militar con un forro de piel que un oficial nacionalista le había regalado, como si acabara de salir heroicamente de las trincheras. En cuanto se sentó pidió una copa. Sus manos temblaban, pero su mente estaba completamente despejada». 

Quiénes eran los periodistas que murieron

‘Dickie Sheepshanks era una de las grandes plumas de Reuters. Tras estudiar en Cambridge, este joven apuesto de ojos azules había empezado a trabajar en 1933 en Reuters, agencia con la que cubrió la invasión de Italia a Etiopía en 1935. En África conoció bien a Edward J Neil con el que hizo muy buenos amigos. Neil, por su parte, era uno de los especialistas en política internacional de Associated Press y llegó a España en marzo de 1937, encargándose de cubrir el frente norte. Durante la caída de Bilbao Neil se hizo famoso por enviar las crónicas a su agencia utilizando los telégrafos incautados al bando republicano. Bradish Johnson, el fotógrafo de Newsweek que también falleció en el ataque, era el más joven de los tres (23). Antes de venir a España había trabajado como fotógrafo y corresponsal en París del New York Herald.

Volviendo de nuevo a la figura d Kim Philby, desde nuestra web nos hemos hecho con un documento que confirma que el espía comunista engañó perfectamente a Franco y a sus allegados durante la Guerra Civil. Como consecuencia del ataque al coche de los periodistas, Philby estuvo una semana ingresado en Zaragoza, visitándole en el Hospital de la Cruz Roja altas personalidades del gobierno franquista. El recorte de prensa al que hemos tenido acceso, relata como Philby fue condecorado por Franco el 2 de marzo de 1938 tras el incidente de Teruel, calificándole como “amigo de España y enamorado de nuestro país”.Mucho tiempo después de la Guerra Civil y tras conocerse que Philby había espiado durante bastante tiempo en favor de la Unión Soviética, nuestro protagonista hizo la siguiente reflexión sobre su experiencia sufrida en Teruel: “Resultar herido en España ayudó inmensamente a mi carrera como periodista y como espía. Eso es innegable. Se me abrieron todo tipo de puertas.

Bibliografía

  • La Guerra Civil en Aragón, Francisco Escríbano Bernal
  • Fighting for Franco, Judith Keene
  • Idealistas bajo las balas, Paul Preston
  • Los espías y el factor humano, Manel Adolfo Martínez Pujalte.
  • Memorias de un periodista, Montenelly
  • Philby, un espía entre amigos, Ben Macintyre
  • Papa espía: amor y traición en la España de los años cuarenta, Jimmy Burns
  • Hemeroteca Nacional

 

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