Cuatro muertes extrañas de jugadores de fútbol en la guerra

Bebel_Garcia
Bebel García, jugador del Deportivo de la Coruña / La Voz de Galicia

En otras entradas de este blog ya hemos hablado de la muerte de futbolistas durante la Guerra Civil Española. Personajes como Alfonso Olaso, Ángel Arocha o Monchín Triana han sido protagonistas de nuestras investigaciones que no han pasado desapercibidas tanto para los amantes del deporte como para los incondicionales de la contienda fratricida.

En esta ocasión en http://www.guerraenmadrid.com nos hemos fijado en cuatro futbolistas españoles, no demasiado conocidos por el gran público, pero cuya muerte durante la Guerra Civil Española marcó un antes y un después en la historia del deporte. Aquí las tenéis.

El delantero del Deportivo que orinó ante el pelotón de fusilamiento

El nombre de Bebel García no figura demasiado en las hemerotecas deportivas de nuestro país, aunque su figura sí que fue recordada por el genial escritor uruguayo Eduardo Galeano en un relato publicado en su libro ‘Espejos, una historia casi universal’. Futbolista del Deportivo de la Coruña durante cuatro temporadas, Bebel era un “buen delantero pese a ser muy bajito, casi enano”, relataba hace años un compañero suyo de equipo en el periódico La Voz de Galicia en 2008.

En este artículo, el historiador Carlos Fernández recoge algunos aspectos relacionados con Bebel García en los que explicaba que era hijo de un socialista un tanto excéntrico que se dedicaba al negocio de la lejía y que puso a sus vástagos nombres tan atípicos como Voltaire, Jaurés, France o Bebel. Desde muy joven el delantero del Deportivo se mostró muy orgulloso de militar en las Juventudes Socialistas Unificadas. Hemos encontrado en la hemeroteca de el periódico gallego ‘El Progreso’ un incidente en el que participó en el año 1935, justo un año antes de la sublevación militar. El 29 de marzo de este año, Bebel junto con varios camaradas acudió a las inmediaciones del fortín militar de las Adormideras vistiendo una camisa roja para realizar una especie de “maniobras subversivas”. Al parecer podrían estar realizando algún ejercicio paramilitar o algo parecido. En cualquier caso, Bebel y sus amigos (entre los que estaba su hermano France) fueron arrestados por la Guardia de Asalto y condenados a pena de cárcel y a pagar 250 pesetas.

Al estallar la guerra civil, el delantero del Deportivo junto con varios de sus hermanos participó en la defensa del Gobierno Civil de la Coruña que fue atacada por las tropas sublevadas que contaban con una batería de artillería. Después de triunfar el alzamiento en La Coruña, Bebel fue detenido y condenado a muerte el 29 de julio de 1936, solo nueve días después de los combates. Cuentan varios testimonios que justo antes de ser fusilado Bebel pidió una última voluntad a los soldados del piquete que le iban a ajusticiar. Al parecer quería orinar y orinó delante de los militares franquistas que posteriormente acabarían con su vida. Nosotros desde http://www.guerraenmadrid.com nos preguntamos hasta qué punto es real ese episodio de Bebel. Según Carlos Fernández en la Voz, “se dice que sí, pero no queda nadie que pueda confirmarlo”.

En lo estrictamente futbolístico, Bebel jugó cuatro temporadas en el Deportivo de la Coruña, todas ellas en Segunda División. Nuestro protagonista no era un futbolista que brillara especialmente por su calidad en el terreno de juego y no solía tener demasiadas oportunidades de jugar como titular. En la temporada 1932-1933 jugó cinco partidos y anotó un tanto. En la 1933-1934 jugó 20 encuentros y marcó 10 goles. En la 1934-1935 jugó dos partidos y en la 1935-1936 tan solo uno.

¿El asturiano que asesinó a 990 personas?

Nuestro siguiente protagonista nunca jugó en Primera División, ni siquiera fue un futbolista profesional. Su nombre era Abelardo Carcedoy durante los años treinta jugó en el Racing de Sama, un equipo humilde que participaba en los campeonatos regionales de Asturias. Sin embargo, Carcedo no pasó a la historia por su trayectoria futbolística sino por convertirse en la única persona que murió ajusticiada por garrrote vil en su localidad natal, Sama.

ABERLARDO
Sentado en el suelo junto a su hijo, Abelardo Carcedo / Blog Antonio Saavedra

Julián García Candau y otros historiadores han hablado en sus libros de Carcedo explicando que durante la Guerra Civil llegó a ser capitán de un batallón asturiano que combatía contra los franquistas. Según relata Candau, las acusaciones que cayeron contra Carcedo para ser ajusticiado con garrote (algo reservado solo para los criminales más sanguinarios) consistían en haber participado en más de 900 asesinatos, una cifra a todas luces desproporcionada. En cualquier caso, cuentan que este jugador astur llegó a presumir de estar muy cerca de llegar a los 1000 crímenes pocas semanas antes de ser detenido por el ejército sublevado. Cuentan que, en Irún, ciudad en la que estuvo combatiendo durante los primeros meses de la contienda, participó en una limpieza de derechistas que estaban recluidos en numerosos centros de la ciudad guipuzcoana, asesinando a una centena de personas.

En 1937 participó en la defensa republicana de Gijón hasta que la ciudad fue cercada por las tropas franquistas. Tras romper a duras penas el cerco, un centenar de militares frentepopulistas consiguieron refugiarse algunos días en la Sierra del Áramo haciendo guerra de guerrillas. Entre esos militares estaba Carcedo que finalmente fue detenido en las inmediaciones de Nalón.

Según hemos podido leer en la Nueva España, horas antes de ser ajusticiado Aberlardo Carcedo pidió a sus captores varias copas de coñac y cuatro cafés. La ejecución tuvo lugar en 1937 en la Plaza del Ayuntamiento de Sama, en pleno día de mercado como medida disuasoria. El garrote vil se instaló en una farola de la plaza.

CARCEDO PERIODICO
Artículo de prensa sobre Carcedo

En el blog de Antonio Saavedra (http://antoniosaavedra.wordpress.com ) aparece recogida una carta de tres páginas que Carcedo escribió a su familia horas antes de ser ajusticiado. En esa carta afirmaba: “Dale muchos recuerdos a la familia de mi parte y a los niños muchos besos de parte de su padre. Les recuerdas lo que hicieron con su padre. Espero que cumplas como tú sabbes de madre para nuestros hijos que no los veo más como yo deseo. Lee esta carta a los niños cuando sean grandes y comprendan las cosas, para que se enteren, para que no se pierdan. Y tú ahora no tienes más que mirar por ellos y tener tranquilidad. Se despide para siempre pensando en tí hasta la muerte, que estoy muy triste, 12-12-1937”.

El aviador que jugó en el Real Madrid y el Atlético

Se llamaba Ramón de Mendizábal Amezaga y había nacido en Santurce en 1914, por lo que al estallar la guerra civil tenía 22 años. Mediocentro, De Mendizábal jugó en el Real Madrid durante la temporada 1932-1933 para militar un año más tarde en el Hércules de Alicante y posteriormente en el Atlético.

De su historia durante la Guerra Civil apenas tenemos conocimiento. Tan solo sabemos que al estallar la sublevación militar Ramón se encontraba en zona nacional por lo que se enroló en la aviación franquista. Hasta 1938 ejerció como alférez piloto en uno de los muchos Fiat 32 de procedencia italiana, actuando sobre todo en la zona de Andalucía y Extremadura.

El 11 de febrero de 1938, Ramón no pilotaba su Fiat sino que estaba al frente de un biplano modelo AERO-A-101 de fabricación checoslovaca perteneciente a la 2ª Escuadrilla del 5 G-17 con base en León. El que fuera jugador del Real Madrid ocupaba el puesto de piloto principal mientras que Luis Torralda Escudero de 25 años era su copiloto. Los dos aviadores se disponían a tomar tierra en el aeródromo de Las Bardocas en Badajoz cuando comenzó la catástrofe. En la maniobra de viraje para enfilar el aeródromo, del fuselaje del avión checoslovaco empezaron a desprenderse trozos de la nave, lo que impidió a los pilotos controlar el aparato. Finalmente, el avión se estrelló en pleno centro de Badajoz, en la calle Bravo Murillo, impactando de lleno contra algunas viviendas causando varios muertos, entre ellos una niña de 7 años. En un informe del jefe regional de la zona aérea del sur, explicaba que la causa del accidente: “El avión que motivó el accidente inició un amplio viraje sin presentar aspecto anormal, comenzando de pronto a desprenderse trozos de tela y costillas que fueron después recogidos en las afueras de la población, debido probablemente a desprenderse la nodriza por trepidación y caer sobre uno de los planos. El aparato continuó ciñendo el viraje aumentando su velocidad encabritó inclinado del lado derecho, cayendo casi verticalmente en el centro de Badajoz”.

La muerte de Ramón le fue comunicada días después a su madre, aunque la manera en la que se produjo su fallecimiento no fue ofrecida a la opinión pública. Se trató de decir que Ramón había muerto en acción de guerra combatiendo al enemigo. Su hermano también murió durante la Guerra Civil en la zona de Cataluña durante las últimas horas del ejército republicano en España. En su caso, su muerte tras ser fusilado.

Aunque este mediocentro pasó sin pena ni gloria tanto por el Real Madrid como por el Atlético, su figura sí que ha sido recordada en Alicante donde una calle cuenta con su nombre: “Deportiva Mendizábal”.

El jugador del Valencia que murió en Rusia

Aunque nuestro siguiente protagonista no murió durante la Guerra Civil Española, su historia sí que nos interesa porque también tuvo un final dramático pocos años después de terminar nuestra contienda. Enrique Molina Soler había sido un habilidoso centrocampista del Valencia que en el año 1927 había sido llamado por primera vez para disputar un encuentro con la selección española de fútbol.

ENRIQUE MOLINA
Artículo de prensa sobre la muerte de Enrique Molina / Memoria Blau

El conflicto español fue especialmente duró para Enrique Molina ya que tres de sus hermanos morirían durante la Guerra Civil, víctimas de unos asesinatos extrajudiciales llevados a cabo por milicianos descontrolados en Valencia. Los tres eran sacerdotes. Después de esta terrible experiencia no es de extrañar que Molina buscara en cierta manera venganza entre los posibles asesinos de sus hermanos. Tras la contienda, aprovechando su condición de falangista, formó parte de una unidad paramilitar que se encargaba de localizar y detener a milicianos que habían tenido cierto peso durante la época del Frente Popular.

Cuentan los periódicos de la época que España se le quedaba muy pequeña. Por ese motivo y con la intención de «acabar con el comunismo», Molina ingresó como voluntario en la División Azul. Después de pasar por el campamento de Graffenworth, formó parte de una de las primeras unidades españolas que atravesó la frontera de Rusia para entrar en el frente de Wolchowj. Su labor en estos terribles frentes de batalla consistía en ser el enlace motorizado de las unidades más avanzadas. Apasionado por la velocidad, el que fuera jugador del Valencia atravesaba las líneas de combate a toda velocidad trasladando las órdenes del alto mando a la primera línea.

El invierno había pasado a mejor vida en Rusia. El 15 de julio de 1943 lucía un sol espléndido en la zona que defendía un grupo de hombres de la División Azul, a pocos metros de la carretera Slutz-Puskin y del ferrocarril San Petersburgo-Nowgorod.  Aquel fatídico día, Enrique Molina conducía su motocicleta con sidecar trasladando en la misma a un comandante apellidado Benito, que estaba al mando del 2º grupo de Artillería y un capitán llamado Figuerola del mismo grupo. Al llegar a un cruce de carreteras, la motocicleta de Molina fue objeto de un durísimo ataque ruso de fuego de cañón. Cuentan que consiguió esquivar dos disparos, sin embargo, el tercero fue fatídico.

Un proyectil soviético impactó de lleno en la motocicleta malhiriendo a Molina y matando casi en el acto al capitán Figuerola, un individuo de unos 30 años con una gran complexión. El comandante Benito no sufrió daños y resultó ileso ya que se encontraba en el interior del sidecar. El jugador no murió en el acto, sino que fallecería días más tarde en un hospital de campaña. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Mestelewo.

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