
En los sótanos del convento de las Salesas Reales de Chamberí, sentados en el suelo de losetas de arcilla roja con mantas y capas reglamentarias para el servicio que les resguardaran del frio intenso, se encontraban hacinados unos cien guardias civiles mal uniformados e incluso de paisano. Eran compañeros, de todos los empleos y allí habían sido encerrados por otros de su mismo y bien llamado, benemérito Cuerpo. En la oscuridad de un rincón, el teniente coronel Sebastián Royo Salsamendi permanecía hablando con el sargento Eleuterio Martín Fernández, ambos pertenecían a la Comandancia de Madrid, el primero como jefe de la misma y el segundo como un miembro más de ella. Las diferencias en sus empleos militares en aquellos momentos ya no tenían una gran importancia, aunque ninguno de ellos sabía todavía que al día siguiente serían fusilados en las tapias del Cementerio del Este, en la saca realizada por la checa Spartacus.
Tanto Royo Salsamendi como Martín Fernández mantenían una interesante conversación en los sótanos de las Salesas Reales. El Teniente Coronel había sido encargado de instruir el expediente destinado a clarificar las razones y la responsabilidad de aquellos miembros de la Guardia Civil que habían intervenido en la fuga de un grupo de guardias civiles a la zona nacional por la sierra de Guadarrama. El Sargento, por su parte, había sido testigo directo de cómo se había producido dicha evasión. Y es que desde los primeros momentos de iniciada la Guerra Civil, se produjo un constante goteo de guardias que pasaban de las filas republicanas a las filas nacionales, hasta el punto que el Gobierno de la República tomó la decisión de retirar del frente de Guadarrama a la Guardia Civil como unidad compacta e integrada solo por miembros de ella, posteriormente se disolvería el Cuerpo como Guardia Civil pasando a ser Guardia Nacional Republicana, para desaparecer igualmente a los pocos y los escasos miembros que quedaron pasaron a la Guardia de Seguridad..
La importancia de la Guardia Civil en la contienda
En este punto es interesante decir que la Benemérita, durante la preparación de la Guerra Civil y al inicio de ésta, como colectivo integrante de las Fuerzas Armadas, constituía un elemento fundamental para el devenir de los acontecimientos. Basta pensar que en 1936 prácticamente constituían el 32 % de los efectivos de las Fuerzas Armadas existentes en España, con un personal curtido en acciones armadas y cuyos mandos procedían de los distintos Cuerpos del Ejército. De la importancia estratégica de la Guardia Civil era consciente Franco y el resto de los generales golpistas cuando concluían que, sin la participación de ésta, vencer iba a resultar dificultoso: prueba de ello pudo comprobarse en Barcelona donde el general Aranguren y el teniente coronel Escobar, ambos de la Guardia Civil, impidieron que triunfase el intento de sublevación protagonizado por el General Goded. Incluso prueba fehaciente de esta importancia lo constituyó Madrid, cuya guarnición a pesar de que muchos de los oficiales del Cuerpo eran partidarios de la sublevación, ésta no se produjo por la intervención de los mandos de las Comandancias adecuadamente aleccionados por el General Pozas Inspector General del Cuerpo, el cual meses antes había cambiado prácticamente la mayoría de las Jefaturas de Comandancia provinciales por mandos a él leales. La Guardia Civil siempre fue un cuerpo disciplinado y la lealtad al mando constituía un aspecto fundamental de su filosofía corporativista.

El Inspector General del Cuerpo (Director), el General Pozas, era consciente de la importancia estratégica de la Guardia Civil para el devenir de la contienda. Sin embargo, para él, un escollo importante era que el Instituto Armado, por su diseminación en los pueblos, hacía difícil organizar a los guardias en unidades militares que constituyeran los diferentes frentes de combate. Por ello, en lugar de mantenerlos en la retaguardia velando por el orden público, que quedó en manos en muchos casos de desalmados de los Comités de Milicias, fueron agrupados y dirigidos a los diferentes frentes.
Ante esta situación, ¿qué pasaba por la mente colectiva de los guardias civiles? Los partidos del Frente Popular siempre reprocharon el carácter represivo de la Guardia Civil en las zonas rurales, mientras que los partidos conservadores jamás reconocieron la importancia de la Guardia Civil como elemento de mantenimiento del orden público. Tal vez, hoy en día en pleno siglo XXI pase algo similar con las relaciones entre políticos y Guardia Civil. Mientras todas las encuestas de opinión consideran a la Guardia Civil como la Institución más valorada de España, resulta que esa alta valoración no se refleja en el reconocimiento por parte de los políticos.
La fuga en Guadarrama
Pero volvamos de nuevo a la fuga hacia zona nacional de ese grupo de guardias civiles por la Sierra de Guadarrama. El Teniente Coronel Royo Salsamendi, como Instructor de aquél expediente siempre estuvo acompañado por un secretario (como era norma general en todo expediente castrense). La persona que desempeñaba esta función de secretario era el comandante Alfredo Semprún, personaje sectario que en los primeros días del movimiento se había encargado, siguiendo las directrices del General Pozas, de desarmar distintas unidades militares que se habían caracterizado por su favorable disposición a la sublevación y solidaridad con el Cuartel de la Montaña.
El inicio de la cascada de evasiones de guardias civiles a la zona nacional tuvo lugar el día 1 de agosto de 1936 en el Alto del León. La evasión fue realizada por el entonces comandante Valero Perez Ondategui (destinado en el 23º Tercio de la Guardia Civil con sede en Ciudad Real) y secundado por el Capitán Palacios Varela que dirigía una Compañía en la Comandancia de la Guardia Civil de Cuenca; ese día junto a estos jefes se pasaron once guardias civiles.
Días antes, la Inspección General de la Guardia Civil había ordenado la concentración en Madrid de fuerzas de las distintas Comandancias con el objeto de enviarlas inmediatamente al frente de la Sierra para impedir el avance nacionalista del Ejército del Norte. La columna de la Guardia Civil mandada por el comandante Pérez Ondategui estaba constituida por agentes procedentes de las Comandancias de Ciudad Real y Cuenca. Si bien los componentes de la Comandancia de Ciudad Real se negaron en un principio a marchar al frente, como así manifestaría el capitán Palacios Varela, para los componentes de la Comandancia de Cuenca era una excelente oportunidad para pasarse a zona nacional, dado que su jefe de Comandancia, el Teniente Coronel García de Ángela (posteriormente detenido por considerarse que pertenecía a Falange y Renovación Española) se había mostrado reacio a posicionarse a favor de la rebelión. Curiosamente, según declararía el Capitán Palacios, había indicado a sus guardias, dado que éstos eran todos voluntarios y compartían con su capitán el deseo de pasar a zona nacional, que se enrollasen una toalla blanca en el Cuerpo para mostrarla en alto como bandera blanca cuando llegasen a primera línea y poder pasarse a zona nacional.

Poco después de llegar estas fuerzas a la Sierra de Guadarrama y mientras se estaban asentando, se produjo una ofensiva por parte de los nacionales en el apeadero y Sanatorio de Tablada (muy próximo a la N-VI antes de llegar al Alto del León). Esta ofensiva obligó a la columna de guardias civiles a entrar en acción antes incluso de aposentarse, momento que aprovecharon para hacer ondear sus toallas de color blanco y pasarse a zona nacional. La evasión estuvo formada por un importante grupo de once hombres con el comandante y Capitán anteriormente mencionados a la cabeza.
A esta fuerza de la Guardia Civil se uniría una vez en el frente de Guadarrama el capitán de Infantería del Batallón de la Escolta Presidencial Tomás Barrios Fernández-Muros, que se encontraba ya en Guadarrama y que había sido encargado por el General Riquelme jefe del Sector de posicionar a esta Columna de guardias. Respecto a este Capitán hay versiones contradictorias: para unos fue muerto peleando el día de la evasión y para otros fusilado posteriormente por las tropas nacionales una vez copados en primera línea.
En relación con este hecho existe una importante polémica instada por el General de Carabineros Luis Bermúdez de Castro y Tomás, padre del Capitán de la Guardia Civil Antonio Bermúdez de Castro Blanco, el cual reprochaba a los fugados que no se evadieron por voluntad propia, sino que fueron copados en la ofensiva de los nacionales. De hecho, basa su afirmación en que la esposa de comandante Pérez Ondategui estuvo cobrando del gobierno republicano, ya que se consideraba había sido hecho prisionero, mientras que los fugados reprochaban al Capitán de la Guardia civil Bermúdez de Castro que los miembros de su Unidad le habían disparado, cuando intentaban fugarse, desde la retaguardia.
De cualquier manera, el Capitán de la Guardia Civil Antonio Bermúdez de Castro ya arrastraba tras sí una cierta etiqueta de debilidad y de ser reacio a sumarse a los postulados de los rebeldes. Con ocasión de marchar con su Unidad por el Cuartel de la Montaña el día de Alzamiento fue requerido por sus compañeros militares para se unieran a la rebelión y según algunas fuentes, él se negó a hacerlo.
La evasión por una zona avanzada
El goteo de guardias civiles fugados a la zona nacional por la Sierra de Guadarrama fue constante, unas veces individualmente y otras en grupos. Merece la pena resaltar que estas fugas motivaron que el entonces jefe de las fuerzas de la sierra de Guadarrama, coronel Asensio Torrado, retirara las unidades de la Guardia Civil de primera línea. Los Batallones de la Benemérita tenían asignada la Posición denominada Riscos de Peña Cervera. Se trataba de una posición que defendía la subida hasta el Alto del León o puerto de Guadarrama por la N-VI; la Peña Cervera era una posición privilegiada, elevada sobre la N-VI y sobre el pueblo de Guadarrama, entre los kilómetros 50 y 51 de la N-VI.
La Guardia Civil acantonada en el frente de Guadarrama se alojaba en el Sanatorio de Valdelasierra, un sanatorio de aguas termales y cura de enfermedades pulmonares. En este paraje impresionante los guardias civiles que no estaban guarneciendo las primeras líneas de combate descansaban. Aproximadamente se encontraban en dicho Sector unos 180 hombres, a los que se le había asignado la posición de Peña Cervera. Fue por esta posición de primera línea por la que se pasaron durante los días 23 y 26 de agosto un total de 18 guardias civiles entre los que se encontraban dos comandantes, otros oficiales, suboficiales y tropa.

La Guardia Civil relevada
Como antes decíamos, debido a esta evasión, la Guardia Civil fue relevada de las líneas defensivas. Los guardias fueron acuartelados en el Sanatorio Valdelasierra, donde fueron desarmados y tras varios días devueltos a Madrid. Algunos de los que quedaron en zona roja fueron detenidos y sometidos a los Tribunales de Justicia, de otros se encargó el Comité Depurador de la Guardia Civil y otros corrieron peor suerte y este Comité decidió que fueran paseados y fusilados cruelmente en las tapias del Cementerio del Este por la checa Spartacus. Sus restos reposan en el Cementerio de Vicálvaro.
Lista de los evadidos:
Comandante Don Pedro Barcina del Moral
Comandante Don Miguel Andrés López
Capitán Don Jose del Valle Fernández
Capitán Don Luis Parra Charries
Teniente Don Antonio López de Haro y del Rey
Teniente Don Eulogio Revuelta Uriz
Teniente Don Geroncio González Ramos
Alférez Don Esteban Díez Sancho
Sargento Don Felipe Antón Villegas
Sargento Don Valentín García Solera
Cabo Don Federico Alustey Lamas
Guardia Civil Don Gregorio Delgado Diéguez
Guardia Civil Don Juan Andreú Fernández
Guardia Civil Don Nicolás Duran Petidier
Guardia Civil Don Daniel Cubillo Panadero
Guardia Civil Don José Cáceres Poyato
Dos más que se desconoce su nombre
Otras fugas de guardias civiles en Somosierra
Algo similar al goteo constante de evadidos de la Guardia Civil a zona nacional como ocurría en Guadarrama sucedía en Somosierra. De esta manera el Comandante de Estado Mayor Felix Muedra el 28 de julio de 1936 como Jefe de Estado Mayor en la columna del General Bernal que operaba en el sector de Somosierra y según diversas manifestaciones estaba dispuesto a pasarse a la zona nacional para lo que contaba esencialmente con miembros de la Guardia Civil. Ya en dicho frente, a finales de agosto del 36, dos tenientes de la Guardia Civil se evadieron a zona nacional.
El brigada de la Guardia Civil Andres Martín Moreno declararía al final de la guerra que estaba en connivencia con el comandante Felix Muedra para pasar el mayor número de hombres y armamentos a zona nacional. Esto lo convinieron cuando ambos estaban en Buitrago, y, Muedra era el Jefe de Estado Mayor de la Columna que dirigía el Comandante Jurado, ferviente defensor de la causa republicana. La problemática que ambos contemplaban constantemente era el hecho que Muedra, constantemente iba acompañado de cuatro milicianos que le escoltaban, pero también le vigilaban al mismo tiempo, dado que el Gobierno republicano no se fiaba de él.

Así ante la imposibilidad de llevar a efecto una fuga masiva de la Columna, junto al hecho de que Felix Muedra fuese destinado en febrero del 37 a otro frente, el Brigada Andrés Martín Moreno decidió evadirse con todos los elementos de su compañía. Para llevarlo a cabo, había solicitado al mando que su unidad fuese destinada a primera línea de fuego del frente de Paredes de Buitrago lo que se le concedió el 20 de febrero de 1937, pasando a zona nacional el día 2 de marzo con 43 guardias civiles al completo de su armamento: 200 bombas de mano y 48 cerrojos de mosquetón. Antes habían cortado las líneas telefónicas del sector.
Fuentes consultadas
– Archivo Militar Paseo de Moret
– Archivo Histórico Nacional (Causa General)
– Hemeroteca Nacional
– Folleto «Tras las huellas de la guerra» folleto editado por el Ayuntamiento de Guadarrama
– «Senderos de Guerra» Jacinto M. Arévalo. Ediciones La Librería
– «Sereno en el peligro» Lorenzo Silva. Editorial Edaf