
Muchos de los lectores de www.guerraenmadrid.com seguro que pasaron hace unos meses por unas enigmáticas instalaciones militares situadas en el castizo barrio de Chamberí. En concreto, la entrada a las mismas está ubicada en el número 50 de la calle Raimundo Fernández Villaverde (antiguamente llamada Paseo de Ronda) aunque estas instalaciones engloban toda una manzana: calles Maudes, Alonso Cano y Modesto la Fuente.
A pesar de que en la actualidad esta instalación militar ha adquirido cierto protagonismo ya que se han construido allí recientemente unos pisos de lujo, lo que casi nadie conoce es que durante más de un siglo en su interior se hicieron todo tipo de pruebas militares. El lugar se conoce como el TPA (Taller de Precisión de Artillería) y fue levantado en 1899 con un diseño de lo más ambicioso según el prestigioso historiador Álvaro Valdés Menéndez, que ha elaborado recientemente una investigación minuciosa sobre el TPA.
El taller se constituyó muy poco tiempo después de la pérdida de las colonias españolas en Cuba y Filipinas. Según el informe de Valdés, el Ministerio de la Guerra quería crear un centro similar al que ya existía en Francia, dedicado a laboratorio para mejorar tanto la calidad de la fabricación del armamento artillero como a la eficacia del mismo. Por este motivo, el Ministerio adquirió un solar de casi 10.000 metros cuadrados al marques de Santo Domingo. A partir de 1899 se empezó a construir el TPA en lo que fue un ambicioso proyecto arquitectónico con un estilo neomudejar.
Estas instalaciones militares, en la actualidad en desuso, están formadas por siete edificios que durante más de un siglo han realizado un sinfín de pruebas artilleras. Cada uno de los edificios se ha dedicado a una o varias cuestiones: laboratorio de pruebas mecánicas, taller de construcción y reparación, central eléctrica, laboratorio de análisis químico, pruebas de metrología…

El laboratorio durante la Guerra Civil
Después de esta breve introducción que servirá a los vecinos y visitantes de Chamberí a conocer un poco más la historia de su barrio, vamos a centrarnos en hablar del papel que desempeñó el Taller de Precisión de Artillería durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Un papel hasta ahora desconocido y que por primera vez en la historia verá la luz a través de nuestro blog.
En julio de 1936, fecha en la que empezó la Guerra Civil, el TPA se había especializado en la fabricación de aparatos ópticos militares, así como laboratorio de artillería. Trabajaban en las instalaciones una docena de oficiales del Ejército (mandados por un coronel apellidado Clavijo) y unos sesenta obreros civiles.
A través del Archivo Histórico Nacional hemos podido leer las declaraciones que hizo tras la guerra un capitán de Artillería que estaba destinado en el Taller de Precisión durante la contienda. El oficial, que se llamaba Francisco Iriarte Folache, describió que los miembros de esta unidad no se acuartelaron el 17 de julio como en otros cuarteles de Madrid puesto que la plantilla era muy reducida y las instalaciones de Raimundo Fernández Villaverde solo estaban defendidas por seis fusiles corrientes y tres ametralladoras, que eran las que se utilizaban en ensayos de pólvora.
El 18 de julio de 1936, cuando ya todo Madrid conocía que se habían sublevado los cuarteles de la Montaña y Campamento, el Coronel Clavijo reunió a todos sus oficiales para explicarles la situación. En un primer momento, todos los tenientes y capitanes se mostraron partidarios de la sublevación, aunque optaron por mantenerse a la espera para ver de qué manera podían ser más efectivos a la sublevación. Los únicos oficiales de la plantilla del taller que se mostraron en contra del movimiento fueron el teniente Eustaquio Mendoza y el capitán Manuel Goicoechea. El primero había participado en la sublevación de Jaca, hecho por el que años posteriores fue condenado a muerte, aunque su pena sería conmutada tras la llegada de la República.
El Coronel Clavijo tomó la decisión el mismo día 18 de julio (sábado) de colocar en la entrada de las instalaciones dos de las tres ametralladoras que disponía la unidad con el fin de que no fueran tomadas por la fuerza. Los oficiales que apoyaban la sublevación decidieron quedarse unidos en el mismo cuartel siendo ellos mismos los que establecieron turnos de guardia para controlar las ametralladoras. La orden de Clavijo era clara: si alguien trataba de tomar por la fuerza la instalación, deberían abrir fuego.
No se produjeron novedades ni durante el 19 ni el 20 de julio por lo que no fue necesario disparar las ametralladoras. El lunes acudieron los obreros a trabajar con normalidad al taller que seguía siendo mandado por el Coronel Clavijo hasta que fue destituido de su cargo a principios de agosto, al parecer porque se conocía perfectamente en el Ministerio de la Guerra que simpatizaba con los sublevados. De esta manera fue nombrado nuevo máximo responsable del TPA el Teniente Coronel Gayloso, que simpatizaba con el bando republicano.
Las consecuencias
Los oficiales que se quedaron en el Taller de Precisión siguieron trabajando en el mismo, aunque según el capitán Iriarte decidieron «boicotear» el material óptico que muy pronto empezaron a facilitar al Ejército Popular. Con la detención de un capitán del taller apellidado Casalduero, las fuerzas de seguridad republicanas supieron que la mayoría de las oficiales de la unidad eran partidarios de los sublevados por lo que en octubre de 1936, casi todos fueron cesados de su cargo.
Poco después de ser cesados, un gran número de oficiales que formaban parte del taller fueron detenidos y acusados de desafectos. Algunos de ellos llegaron a ser asesinados como el Coronel Castilla o el Comandante Rexach y el teniente Sáez. También fueron ejecutados sin juicio previo los capitanes Roig y Roldán y el teniente Álvarez Rodríguez.
En el caso del capitán Iriarte, en octubre de 1936 fue detenido y trasladado a la espera de juicio a la prisión de Duque de Sexto. El 13 de enero de 1937 fue puesto en libertad ya que no había pruebas contra él, logrando refugiarse días más tarde en la Embajada de Chile donde estuvo refugiado hasta el final de la Guerra Civil.

Con estas detenciones y asesinatos, la plantilla del TPA cambió por completo y a medida que avanzaba la guerra, los militares profesionales fueron abandonando poco a poco el taller para terminar controlándolo un comité de obreros. Sabemos que el taller funcionó durante casi toda la guerra, pasando a formar parte del Comité de Coordinación de los Servicios de Óptica. Allí se impartían los cursos de telemetría necesarios para los oficiales de remplazo y comisarios políticos que tenían que luchar en las unidades de Artillería del nuevo Ejército Popular.
¿Qué sucedió con los protagonistas tras la guerra?
Francisco Iriarte Folache siguió haciendo carrera militar tras la Guerra Civil Española llegando a ser General. Fue director del TPA y máximo responsable del CETME (Centro de Estudios Técnicos y Materiales Especiales).
Francisco Casalduero (detenido por ser desafecto) también terminó siendo General de Artillería, falleciendo el 27 de octubre de 1985. Combatió en Rusia con la División Azul.
Eustaquio Mendoza Gallo, el teniente que se opuso a simpatizar son los sublevados del taller, fue juzgado tras la Guerra Civil por un tribunal militar y condenado a penas de cárcel. Fue obligado a dejar su carrera de militar hasta que muchos años más tarde, en 1982, un tribunal consiguió que a efectos de cobrar su pensión fuera readmitido y considerado «militar retirado».
Fuentes consultadas:
– Archivo Histórico Nacional
– Boletín Oficial del Estado
– Biblioteca Virtual de la Defensa
– Informe de Álvaro Valdés Menéndez
– Hemeroteca Nacional (Diario Crónica)