Así fue la purga comunista del Batallón Alpino del Guadarrama

PORTADA BATALLON ALPINO
Miembros del Batallón Alpino del Guadarrama en 1938

El Batallón Alpino del Guadarrama, que operó durante toda la Guerra Civil en la Sierra de Madrid, siempre ha gozado de muy buena prensa por parte de los estudiosos de la contienda. De hecho, algunos historiadores han investigado toda la trayectoria de este batallón de montaña publicando libros con infinidad de información sobre sus miembros y recordando sus «ilustres hazañas». Sin embargo, estos historiadores no le han dado ninguna importancia a un capítulo de lo más oscuro dentro del Batallón: la purga que hicieron entre sus propios miembros los comisarios políticos, afiliados en su gran mayoría al Partido Comunista.

Luis Rodríguez Manteola era un abogado riojano, afincado en Madrid desde hacía años, que vivía en el número 121 de la calle Lagasca al estallar la sublevación. Justo el día después de las elecciones de febrero de 1936 tuvo un encontronazo en el café Saratoga de Madrid (calle Espoz y Mina 8) con un humorista que se mofó de las mujeres que habían simpatizado con las derechas en aquellos comicios. Rodríguez Manteola, que por aquel entonces era un joven impulsivo (tenía 29 años) y una complexión bastante fuerte, a punto estuvo de golpear al humorista y tuvo que ser separado por el resto de los clientes del local. Aquel incidente, a priori sin importancia, le terminaría costando la vida apenas un año más tarde.

A poco de iniciarse la Guerra Civil Rodríguez Manteola fue arrestado por miembros de la checa de Fomento acusado de ser derechista. Según su hermano Fernando (también abogado de profesión), consiguió obtener la libertad un día después de su arresto gracias a un conocido de la familia que formaba parte de la checa. Al parecer el conocido le recomendó, tras ponerle en libertad, que se enrolará cuanto antes en el ejército republicano para evitar nuevos arrestos y le aconsejó que se marchara lo más lejos posible de Madrid para salvar su vida. Eso fue lo que hizo. En febrero de 1937 se alistó como voluntario en el Batallón Alpino que operaba en la Sierra de Guadarrama, incorporándose inmediatamente a la 4ª compañía el día 27 de febrero.

Precisamente, el día de su incorporación en el puesto de mando de la compañía situado en el Puerto de Cotos (en el albergue del Club Alpino Español), tuvo lugar otro incidente que marcaría para siempre su historia. Un soldado de la compañía le reconoció nada más incorporarse y le denunció ante el comisario político de su unidad: al parecer ese soldado había sido testigo del altercado que Luis Rodríguez Manteola había tenido en febrero de 1936 en el café Saratoga.

POSICION CERRO DE CABEZA GRANDE
Posición del Cerro de Cabeza Grande donde combatió Rodríguez Manteola

En el punto de mira

A partir de ese instante los diferentes comisarios políticos del Batallón Alpino siguieron de cerca a nuestro protagonista intentando buscar «desplantes, detalles de insubordinación y actividades ilícitas contra el gobierno de la República». Pese a los esfuerzos de los comisarios, nadie consiguió coger en un renuncio a Rodríguez Manteola que siempre se mostraba dispuesto a ayudar a sus compañeros y a llevar a cabo las tareas encomendadas. Como miembro del Batallón Alpino Rodríguez Manteola participó (muy a su pesar) en la ofensiva republicana hacia Segovia entre el 30 de mayo y el 4 de junio de 1937. Sabemos que participó en los duros combates que se produjeron en el Cerro de Cabeza Grande.

Pese a ello, desde un primer momento fue consciente de que estaba en el ojo del huracán ya que empezó a tener fama de «faccioso» al poco tiempo de llegar a su compañía. Por este motivo, a través de un compañero de permiso en Madrid, consiguió enviar un mensaje de auxilio a su hermano Fernando diciéndole que en caso de «ser asesinado por los rojos, vengara su muerte». Ante este mensaje agónico, Fernando hizo lo imposible para salvar su vida de su hermano llegando a contactar en el otoño de 1937 con el mismísimo Gregorio Peces Barba Brio (padre de Gregorio Peces Barba Martínez, uno de los padres de la Constitución) que era el presidente del Tribunal Militar del Primer Cuerpo del Ejército. Le advirtió de que su hermano se sentía amenazado dentro del Batallón Alpino y le pidió que intercediera para que le cambiara de unidad. Peces Barba intercedió, pero fue demasiado tarde. Luego lo veremos con más detalle.

Mientras Luis Rodríguez Manteola trataba de llevar una vida «normal» dentro de la 4ª Compañía, los comisarios políticos del Batallón (pertenecientes en su mayoría al Partido Comunista) se plantearon como llevar a cabo una purga entre los soldados sospechosos de ser «desafectos al régimen republicano» y simpatizantes del POUM, entre estos soldados estaba nuestro protagonista. El comisario político del Batallón se llamaba Alberto Palmer Xamena (hermano de Julio Palmer que en la época de Franco sería presidente de la Junta Nacional de Ópticos), que también ejercía como máximo responsable del Servicio de Información Periférico de la República (SIEP) en la Sierra de Guadarrama, y se convertiría en uno de los principales instigadores de esta purga. Alberto Palmer pertenecía a una familia que sentía devoción por los deportes de invierno, de hecho, dos de sus hermanos eran grandes esquiadores y formaban parte de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara durante la II República. En 1937 tenía 32 años, antes de la guerra trabajaba para la Casa Philipis Ibérica y residía en el número 45 del Paseo de las Delicias.

BATALLON ALPINO COTOS
Miembros del Batallón Alpino en una patrulla

¿Posibles responsables?

A mediados de noviembre de 1937, el comisario Alberto Palmer y el máximo responsable del Batallón, el Capitán Alejandro Gutiérrez Rivera mandó llamar hasta el Monasterio de El Paular de Rascafría (donde se encontraba el puesto de mando del Batallón) al capitán de la 4ª Compañía y al comisario político de la misma. Recordamos que en esta compañía se encontraba el soldado Rodríguez Manteola. El capitán de la compañía se llamaba Jesús Velázquez Bellido y el comisario Antonio Sánchez Muñoz. Según la versión de este último en la Causa General (1939), el capitán del Batallón (Alejandro Gutiérrez) «ordenó que fuese eliminado el soldado Rodríguez Manteola» sin especificar los motivos. Esta versión contrasta con la que ofreció también en la Causa General Jesús Velázquez quién afirmó que la orden la dio el comisario político del Batallón Alberto Palmer y no el Capitán Gutiérrez. En cualquier caso, de esa reunión a cuatro bandas en el Monasterio de El Paular salió la orden de asesinar a nuestro protagonista.

Tras regresar a Cotos, donde estaba por aquel entonces destacada la 4ª Compañía, Jesús Velázquez y Antonio Sánchez (jefe y comisario político de la misma) decidieron inicialmente ignorar la orden que habían recibido en Rascafría. Los dos eran conscientes de que se iba a poner en marcha una purga dentro del Batallón Alpino y querían alargar los tiempos lo máximo posible para evitar un derramamiento de sangre exagerado. Una semana después, recibieron una llamada del puesto de mando de Rascafría preguntando si la orden se había podido llevar a cabo a lo que respondieron negativamente. Tras ser amenazados con un consejo de guerra si no realizaban el cometido que se les había asignado, tomaron la decisión de preparar el asesinato con detalle del soldado Rodríguez Manteola.

Al día siguiente de la llamada, el capitán de la Compañía organizó una reunión en su despacho en la que también estaba presente el comisario Antonio Sánchez. Ambos hicieron llamar al sargento Julián Igualador Gómez, un tipo duro que mandaba con mano de hierro a la compañía ya que antes de la Guerra Civil había sido boxeador profesional compitiendo en los Pesos Ligeros. Igualador era también un gran esquiador y curiosamente el año anterior al inicio de la contienda terminó segundo en una carrera de esquí de fondo organizada por la Sociedad Deportiva Excursionista en Navacerrada. A esta reunión también fue convocado el soldado Enrique Juez de Diego (26 años) y el cabo Ángel Juberías Herranz.

La versión de los autores materiales

Terminada la guerra, el sargento Igualador y Enrique Juez declararían como transcurrió aquella reunión. Igualador dijo que el comisario de la Compañía Antonio Sánchez dio la orden de asesinar a Rodríguez Manteola con el visto bueno del capitán Velázquez. El planteamiento del asesinato era muy sencillo. Se le haría creer a la víctima que había sido llamado al puesto de mando de otra Compañía del Batallón en el Puerto de Navacerrada por lo que tendría que desplazarse caminando desde Cotos hasta el Hotel Victoria, situado muy cerca de la estación de ferrocarril, donde se encontraba esta compañía. A mitad del trayecto sus acompañantes le dispararían por la espalda acabando con su vida. Al resto de miembros del Batallón se les haría creer que Rodríguez Manteola había tratado de desertar y que por este motivo tuvieron que matarle.

BATALLON ALPINO ESCRITO
Documento sobre Rodríguez Manteola

El capitán Velázquez decidió que el sargento Igualador y el soldado Enrique Juez acompañaran a Rodríguez Manteola hasta el Puerto de Navacerrada y acabaran con su vida. De hecho, el oficial le entregó al sargento su pistola del nueve corto para que llevara a cabo su cometido en el trayecto desde Cotos hasta el Hotel Victoria. El cabo Juberías tendría que fingir ante los compañeros de Rodríguez Manteola que éste había tratado de desertar a los nacionales.

Y así se realizó. Pasadas las 14.00 horas, la expedición formada por Rodríguez Manteola, Julián Igualador y Enrique Juez salió rumbo a Navacerrada de Cotos después de que el cabo Juberías le comunicaran a Rodríguez Manteola que había sido llamado por el puesto de mando de Navacerrada. Leamos a continuación como describe Igualador el momento del asesinato en octubre de 1939:

“El asesinato se cometió al llegar a la Carretera de Navacerrada a Cotos. La víctima iba confiada porque pensaba que iba a incorporarse a Navacerrada, haciendo todo el camino sin sospechar lo más mínimo. Y como todo estaba cubierto de nieve, yo (Igualador) iba el primero abriendo paso. Al cansarme, Rodríguez Manteola ocupó mi lugar después de ofrecerse a abrir paso. Enrique de Juez ocupó el segundo lugar de la expedición y yo el tercero. Al llegar al punto indicado saqué la pistola, mejor dicho la del Capitán e hice un disparo sobre la víctima sobre la espalda, creyendo que le alcanzó el corazón y cayendo al suelo mortalmente herido. Después continuamos haciendo disparos dos o tres en la cabeza. Enrique de Juez también hizo un disparo a la víctima cuando estaba en el suelo. Una vez producido el asesinato y cumpliendo la orden que se nos había asignado por parte del comisario, tiramos el cadáver por un terraplén, el único que existe en la carretera y tiene bastante profundidad. Calculo que el cadáver fue rodando unos 200 metros por encima de la nieve parándose tras golpear en unos pinos”.

De esta manera tan rotunda, Julián Igualador confesó tras la Guerra Civil ser el autor material del asesinato de Luis Rodríguez Manteola. Estas declaraciones fueron realizadas por el propio Igualador ante los servicios de seguridad franquistas el 20 de octubre de 1939, desconocemos si hubo tortura o no por parte de la Policía franquista para forzar la confesión. Lo que sí sabemos es que terminada la guerra Igualador permaneció en libertad hasta finales de agosto de 1939, fecha en la que un juez dictó una orden de busca y captura contra él y contra Alberto Palmer. Ambos fueron arrestados aquel verano y sometidos a un Consejo de Guerra.

Enrique Juez y su versión

Conozcamos ahora la versión de Enrique Juez, el otro soldado que intervino en la ejecución de Rodríguez Manteola. Este individuo tenía 26 años, era soltero y residía en el número 43 de la calle Mesón de Paredes. Su profesión antes de la guerra nada tenía que ver con la de militar, sino que se dedicaba a trabajar el cuero fabricando bolsos y cinturones. Se afilió a la UGT en octubre de 1936 y al igual que Rodriguez Manteola se incorporó al Batallón Alpino en enero de 1937. Leamos ahora su declaración ante la Causa General en octubre de 1939:

«El comisario de la Compañía dio la orden de llevar al soldado Rodríguez Manteola por la carretera de Cotos al Puerto de Navacerrada en Dirección a la comandancia, pero se nos dijo que el soldado no llegase nunca a su destino».

En su declaración Enrique Juez también reconoció que Julián Igualador fue la persona que hizo los disparos contra Rodríguez Manteola, aunque afirmó que él también participó en los disparos y que, tras asesinarle, tiraron su cadáver por un terraplén. Esto sucedió a última hora de la tarde cuando ya se encontraba anocheciendo.

Tras llevar a cabo el asesinato, Igualador y Juez llegaron ya sin el soldado Rodríguez Manteola hasta el Puerto de Navacerrada donde fueron recibidos por el teniente Francisco Molina que estaba al corriente de la ‘misión’ que tenían que llevar a cabo. Tras preguntarles por su cometido, Igualador aseguró haberlo cumplido, por lo que pidió telefonear hasta Cotos para comunicar al Capitán Velázquez y al comisario político que habían cumplido la orden sin «mayores sobresaltos».

HOTEL VICTORIA NAVACERRADA
Hotel Victoria en Navacerrada

Al día siguiente, a primera hora de la mañana, el sargento Igualador y el soldado Juez regresaron hasta el lugar en el que habían asesinado a Rodríguez Manteola con la intención de enterrar su cuerpo. Acudieron a la zona acompañados por otros dos soldados que participaron en el enterramiento. Arrebataron a Rodríguez Manteola todos sus objetos personales y la documentación particular (cartilla identificativa y de racionamiento) para que nadie pudiera descubrir más adelante qué soldado se encontraba bajo tierra con más de cinco impactos de bala. Sabemos que Enrique Juez se desharía de la pistola con la que disparó a Rodríguez Manteola en el tramo final de la Guerra Civil tras vendérsela a otro soldado del Batallón ya que él tenía previsto incorporarse al Cuerpo de Intendencia.

Peces Barba padre, trató de investigar

Oficialmente, dentro del Batallón Alpino se comunicó que Rodríguez Manteola había muerto tras intentar desertar a los nacionales que se encontraban en la zona de los pinares de Valsaín. Aunque se trató de llevar con discreción el asunto, los componentes de la 4ª Compañía sabían que se había producido el asesinato de manera predeterminada.

Dos semanas después del asesinato, Peces Barba (presidente del Tribunal Militar) se presentó en el Puerto de Cotos con su coche oficial después de que el hermano de Rodríguez Manteola le comunicara que Luis temía por su vida. Tras llegar al puesto de mando de la 4ª Compañía fue informado de que el soldado había fallecido por un «intercambio» de disparos cuando trataba de pasarse al enemigo. Peces Barba había llegado demasiado tarde.

Con cierto sentimiento de culpabilidad, tomó la decisión de abrir una investigación oficial para esclarecer la muerte de Rodríguez Manteola y averiguar los nombres de los implicados. Desde el Batallón Alpino se trató de tapar de todas las maneras posibles el crimen y el primero en ocultarlo fue el por aquel entonces Mayor del Batallón, Alejandro Gutiérrez quién envió un escrito a Peces Barba. En ese escrito relataba que el 30 de diciembre de 1937, Rodríguez Manteola fue muerto «al intentar pasarse al enemigo y ser sorprendido por la tropa de su Compañía que hicieron fuego contra él, causándole la muerte, según el parte del Capitán de dicha compañía». Obviamente el escrito del máximo responsable del Batallón Alpino era una gran mentira ya que la víctima llevaba muerta más de un mes y en ningún momento se había intentado pasar a los nacionales.

Pese al escrito del jefe del Batallón, Peces Barba mandó declarar ante el Tribunal Militar a todos los implicados en la muerte. Entre ellos declaró Jesús Velázquez, el capitán de la 4ª Compañía en la que estaba Rodríguez Manteola. En esta declaración Velázquez mantenía la misma versión que su jefe diciendo que el soldado había intentado pasarse al enemigo muy cerca de la Peña Citores. Calificaba a Rodríguez Manteola como un sujeto «indisciplinado que protestaba con suma frecuencia por asuntos pequeños» y que le tenían como una persona «sospechosa», teniéndole sometido a «vigilancias».

ALBERTO PALMER EN YESERIAS
Alberto Palmer en la cárcel de Yeserías

El cabo Ángel Juberías también declaró ante Peces Barba. En esta ocasión relató la que supuestamente era la versión oficial de la muerte de Rodríguez Manteola, una versión totalmente inventada. Aseguró que él se encontraba de guardia en Cotos durante la noche previa al crimen, cuando se percató de la ausencia del soldado. Acto seguido llamó al sargento Julián Igualador (que estaba durmiendo) para informarle de la desaparición de un hombre de su Compañía. El suboficial supuestamente realizó una batida para dar con Rodríguez Manteola dando con él en las inmediaciones de los pinares de Valsaín, muy cerca de las posiciones nacionales. Según Juberías realizó varios disparos acabando con su vida antes de que consiguiera desertar.

Tras estas y otras declaraciones, a Paces Barba no le quedó más remedio que dar por cerrado el caso de Rodríguez Manteola en el verano de 1938, ocho meses después de su asesinato. Hemos tenido acceso a la sentencia de Peces Barba que dice lo siguiente: «Ha quedado plenamente demostrado que las fuerzas que causaron la muerte del soldado Rodríguez Manteola lo hicieron en cumplimiento de su deber, cumpliendo previamente con las formalidades militares y reglamentarias y evitando que llegase a realizar el delito que pretendía realizar».

Terminada la Guerra Civil, Peces Barba también declararía, pero en este caso ante las tropas de Franco por el asunto Rodríguez Manteola. Dijo que no recordaba «en concreto» este caso porque durante toda la contienda ayudó a un gran número de soldados que se encontraba perseguidos y no podía recordar el nombre de los mismos. En relación a la investigación que puso en marcha en 1938 para esclarecer el asesinato, dijo que al igual que otros casos, no había pruebas concluyentes para hablar de un crimen de estas características.

Terminada la guerra

Varios de los implicados en el asesinato de Rodríguez Manteola fueron detenidos una vez terminada la Guerra Civil. El autor material de su muerte, el sargento Julián Igualador fue fusilado el 17 de julio de 1940 en las tapias del Cementerio Este de Madrid. También fue fusilado ese mismo día el otro militar republicano que participó en el crimen: Enrique Juez de Diego.

Jesús Velázquez Bellido, capitán de la 4º Compañía del Batallón Alpino, y uno de los instigadores del asesinato, también murió fusilado en el Cementerio Este el 1 de julio de 1940. No tenemos tan claro lo que sucedió con el máximo responsable del Batallón Alpino, Alejandro Gutiérrez Rivera una vez terminada la contienda. Solo sabemos que en octubre de 1939 estaba preso.

ANGEL TRESACO DESNIVEL
Ángel Tresaco en la revista Desnivel

Lo mismo sucedió con Alberto Palmer Xamena, comisario político del Batallón que también estuvo en la cárcel de Yeserías con otros miembros de la unidad como se puede ver en una fotografía que hemos obtenido del libro: ‘El Batallón Alpino del Guadarrama’ de Jacinto M.Arévalo. Con todo, creemos que Palmer sobrevivió a la posguerra e incluso hemos observado que en el año 1949 patentó un invento llamado «Juguete de Gravedad». También sabemos que, en agosto de 1969, un individuo llamado Alberto Palmer (podría ser el comisario del Batallón Alpino) participó en la travesía a nado de la Laguna de Peñalara con 64 años de edad y perteneciente al club ‘Deportiva Excursionista’. Estuvo casado con una mujer llamada Elena Trompeta.

Otras víctimas del Batallón Alpino

El soldado Rodríguez Manteola no fue la única víctima del Batallón Alpino. Otra persona que perdió la vida durante la contienda en la Sierra de Guadarrama fue Gonzalo Blanco Caro, un joven escritor de 23 años, colaborador de la revista Blanco y Negro e hijo de Belmonte Caro, redactor jefe de ABC. Blanco Caro, antes de la guerra, era miembro de la Sociedad Española de Alpinismo de Peñalara.

Según declararía ante la Causa General Antonio Bernal, su cuñado, fue asesinado por orden de Alberto Palmer a finales de 1938 acusado de espionaje. Palmer, que además de ser comisario político del Batallón era miembro del SIEP, le acusó de ser miembro del servicio de información de Falange.

Al parecer dos guerrilleros mandados por Palmer se presentaron ante la compañía de Blanco Caro para decirle que le habían destinado a Valencia a una fábrica de Armamento, ya que él había cursado los estudios de técnico industrial. Fue trasladado en coche en dirección Villalba y en el cruce de las carreteras de Collado Mellado con la carretera de la Granja fue ejecutado a sangre fría. Su cadáver fue trasladado a Torrelodones. Sobre su asesinato también ha escrito Pedro Corral en su libro ‘Desertores, la guerra civil que nadie quiere contar’.

Tres asesinados tras una deserción

La mayoría de las ejecuciones del Batallón Alpino del Guadarrama tuvieron lugar entre otoño de 1937 y otoño de 1938. Al igual que a Rodríguez Manteola (2º Compañía), en la 1º Compañía también se produjeron asesinatos como los de Emiliano Aguado Salvador, José María Muñagorri Alcorta y Ángel Alonso de los Santos. Según se dice en la Causa General, el capitán de la 1º Compañía, Ángel Tresaco Ayerra ordenó ejecutar a sangre fría a estos tres soldados acusados de ser derechistas el día después de que se evadiera a zona nacional el soldado Chavarri Aburto. Según un miembro de esta compañía (José Luis Mena Montesinos), los autores materiales del crimen fueron Juan Pereira Menéndez y Carlos Herrera Almodóvar, ambos ejecutados tras la guerra. También estuvo implicado en los asesinatos un tal Francisco Hurtado.

Tenemos a nuestra disposición la declaración ante la Policía franquista de Carlos Herrera Almodóvar el 16 de enero de 1942. Afiliado a la UGT antes de que empezara la guerra, Herrera trabajaba como camarero en un bar de la Corredera Baja (nº 30) de Madrid. Su trayectoria por el Batallón Alpino fue distinguida, especialmente en la 1ª Compañía donde recibió la orden, a finales de noviembre de 1937 junto con Juan Pereira, de tomar las medidas oportunas para frenar las deserciones. En esta declaración relata que el capitán Ángel Tresaco dio la orden de asesinar a los tres soldados en cuestión. Herrera reconoció haber ayudado a engañarles (diciéndoles que tenían que marchar a otra posición de la sierra), pero que los disparos los habían realizado por la espalda Pereira y Hurtado.

Emiliano Aguado Salvador era empleado del Banco Internacional de Industria y Comercio. Muñagorri Alcorta se incorporó al Batallón Alpino después de haber trabajado para la delegación de Euzkadi en Madrid. Previamente había sido detenido tras el asalto a la Embajada de Finlandia. Su cadáver fue exhumado de una fosa de la zona de Siete Picos con un tiro en la nuca. Ángel Alonso de los Santos había sido empleado de la Editorial Espasa Calpe. En el año 1941 el Juzgado Militar número 4 de Madrid convocó a los familiares de estos tres jóvenes para recabar más información sobre su muerte

Sobre el Capitán Ángel Tresaco (supuesto instigador de los asesinatos), diremos que antes de que empezara la Guerra Civil era uno de los pioneros de la escalada española. De hecho, antes de comenzar el conflicto escribía en la Revista Ilustrada de Alpinismo Peñalara que editaba la sociedad del mismo nombre. Llama la atención que, en el año 1931, seis antes de que empezara la guerra, escaló junto con Teógenes Díaz la cara sur del Naranjo de Bulnes. Curiosamente, Teógenes Díaz también formó parte del Batallón Alpino como comisario político antes de la llegada de Alberto Palmer.

El Capitán Tresaco fue encarcelado tras la guerra y tras ser puesto en libertad se marchó a vivir a Bilbao y más adelante a Burgos. En el año 1977 participó en la inauguración de la fuente de los Peñalaros en Camarmeña. Murió en el año 2004.

Teógenes Díaz, su compañero del alma y comisario político del Batallón, también sobrevivió a la posguerra en la cárcel, aunque participó como preso en la construcción del Valle de los Caídos. Este comunista reconocido, fue acusado de preparar el asesinato del cadete de infantería Rafael Larraz de Redondo en abril de 1937. Al parecer el joven cadete trató de pasarse a zona nacional desde la ‘Casa Fortificada’, una posición de vanguardia republicana que se encontraba en las Siete Revueltas. Por este motivo, fue detenido e inmediatamente fusilado en la Fuente de los Geólogos, en la carretera que va al Puerto de Navacerrada.

El alcalde de Cercedilla pidió colaboración

Leyendo la hemeroteca de ABC, llama la atención que, en septiembre de 1939, el alcalde Cercedilla publicó un anuncio en el que se pedía la colaboración ciudadana. En ese anuncio, Francisco Segovia afirmaba que durante el 10 y 11 de diciembre de 1938 fueron asesinados nueve soldados del Batallón Alpino de la tercera compañía (1º y 2º sección) llegados al Puerto de Reventón. Al parecer «carecían de carnet rojo» y eran sospechosos de ser de derechas. En el anuncio se indica que se conocía el lugar donde estaban enterrados (los 9 juntos), aunque no se sabía el nombre de las víctimas.

Fuentes consultadas

– FC-CAUSA_GENERAL,1561,Exp.17

– FC-CAUSA_GENERAL,1561,Exp.18

– El Batallón Alpino del Guadarrama, Jacinto M Arévalo
– Desertores, la Guerra Civil que nadie quiere contar, Pedro Corral

– Hemeroteca Nacional

– Hemeroteca ABC

– Biblioteca Virtual de la Defensa

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