
Luis Fernández-Castañeda era uno de los pocos militares de carrera de los que todavía se fiaba el General Miaja en enero de 1937. Desde que se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, con la huida a Valencia del Gobierno de la República y la inminente llegada de los franquistas, pocos eran los oficiales profesionales que se mostraban leales al militar asturiano. Sin embargo, el Capitán Fernández-Castañeda, pese a simpatizar con los sublevados desde el inicio de la Guerra Civil, sentía cierto afecto por Miaja que le había protegido en más de una ocasión cuando milicianos de la FAI habían tratado de detenerle.
Nacido el 17 de enero de 1898, Fernández-Castañeda había ingresado en la Academia General de Infantería en 1912, con apenas 14 años. En 1916 ya figuraba como teniente segundo, en el regimiento Tetuán 45, pasando a partir de ese momento por un sinfín de regimientos con los que combatió en las campañas militares de Marruecos. Al estallar la Guerra Civil, Fernández-Castañeda ya era capitán de Estado Mayor (tenía 38 años) que compaginaba su vida militar con la docencia: impartía clases en la Academia Martos de Madrid, situada en el número 9 de la calle de la Cruz, en la que preparaba a aspirantes a funcionarios de la Dirección General de Seguridad.
Lo cierto es que nuestro protagonista, aun teniendo ideales conservadores y compartiendo cierta simpatía hacía los sublevados, tenía buena fama entre militares izquierdistas de carrera. De hecho, en 1934 participó, durante un Consejo de Guerra, en la defensa de seis suboficiales que estaban acusados de sedición por haber formado parte de la UMA (Unión de Militares Antifascistas).
Con todo, al estallar la Guerra Civil fue perseguido por varios grupos anarquistas que pretendían detenerle por «desafecto» al régimen republicano. Miaja, que había coincidido con él en destinos anteriores, consiguió ponerle a salvo y situarle en su entorno más cercano. De hecho, cuando se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el propio Miaja, le nombró tercer máximo responsable militar de la Junta solo superado por el militar asturiano y por el Teniente Coronel, José Pérez Martínez su ayudante más próximo. Este cargo, como número tres de la Junta, aparece publicado en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra con fecha 15 de enero de 1937: figura como ‘Secretario General de la Junta de Defensa’ de Madrid.
Ayuda a la diplomacia argentina
Sabemos que, por estas fechas, Luis Fernández-Castañeda se puso en contacto con el máximo responsable de la Embajada de Argentina en Madrid, Edgardo Pérez Quesada al que le pidió que le ayudara. Le comunicó que «su espíritu y honor de militar» no le permitían seguir más tiempo en zona republicana y por este motivo le pidió que «por favor» le ayudara a pasarse a zona nacional. Aunque nuestro protagonista empezaba a tener cierto caché dentro del Ejército Republicano y muchos ya le consideraban un héroe en la defensa de Madrid por estar al lado de Miaja, él sentía la necesidad de pasarse a la otra zona, porque se identificaba mucho más con los ideales nacionales.

Pérez Quesada se comprometió a guardar con sumo secreto el ruego de Fernández-Castañeda y le recomendó que siguiera haciendo su vida normal junto a Miaja hasta que pudiera encontrar la manera de sacarle de España. Y eso fue lo que haría unas semanas más tarde. Mientras tanto, el 05 de febrero de 1937, pocos días después de aquella conversación con el diplomático argentino, el Diario oficial del Ministerio de la Guerra anunciaba que el capitán Fernández-Castañeda había sido ascendido a Comandante.
Mientras Pérez Quesada pensaba la mejor manera de evacuar de Madrid a uno de los ayudantes del archifamoso Miaja, el diplomático argentino recibió un encargo de lo más extraño procedente de París. Al parecer, el embajador de Argentina en París (doctor Lebreton) le había ordenado que tratara de organizar lo antes posible la fuga de la España republicana de uno de los fundadores de Falange, Ramón Serrano Suñer que estaba preso en Madrid. El prestigioso médico Gregorio Marañón había pedido encarecidamente al embajador argentino en Francia que intercediera para evacuar al cuñado de Franco.
A principios de febrero de 1937 Pérez Quesada mantuvo una reunión secreta con Fernández Castañeda al que ofreció un trato. Se comprometió a sacarle de la España republicana en un barco de la marina argentina a cambio de que él también ayudara a escapar a dos personas perseguidas: Serrano Suñer y un capitán de Artillería llamado Eusebio Álvarez Miranda (34 años), marido de Matilde Álvarez, hija de Melquiades Álvarez, asesinado en la cárcel Modelo el 22 de agosto de 1936.
El plan de fuga
Entre el ayudante de Miaja y Pérez Quesada trazaron el plan de fuga. Fernández-Castañeda tendría que convencer a su jefe (Miaja) de que iba a hacer un viaje oficial en un vehículo del Ministerio de la Guerra desde Madrid y hasta Valencia para reunirse supuestamente con el Capitán General de esta ciudad al que le entregaría unos documentos. Sin demasiados problemas, Miaja le permitió hacer el viaje, aunque le sugirió que se llevara a un suboficial como guardaespaldas porque los controles de los milicianos de la CNT-FAI eran «más peligrosos que el enemigo». Fernández-Castañeda le hizo ver que no era necesario llevar escolta y se comprometió a telefonearle nada más llegar a Valencia.
Pérez Quesada, en colaboración con diplomáticos holandeses, habían conseguido rescatar de un hospital penitenciario a Serrano Suñer (disfrazándose éste de mujer) y trasladarlo hasta una vivienda segura, perteneciente a la embajada argentina. Una vez allí, fue informado del plan de fuga que empezaría a las 17.00 del día siguiente (estamos hablando del día 8 o 9 de febrero de 1937).

El día siguiente Serrano Suñer fue trasladado a un coche de la embajada argentina hasta el número 57 de la calle Núñez de Balboa, una casa que servía de refugio para las expediciones de refugiados que solía organizar Pérez Quesada. Después sería trasladado en un coche conducido por José María Jardón (responsable civil de la embajada de Argentina) hasta la vivienda de un ginecólogo apellidado Hervías que estaba enrolado en un batallón de dinamiteros pero que en realidad trabajaba para la Falange Clandestina. Allí Serraño Suñer se encontró con el capitán Álvarez Miranda. Ambos estuvieron en esta vivienda varias horas hasta que a las 06.00 de la mañana, tal y como habían acordado con los diplomáticos argentinos, salieron de la misma.
En las inmediaciones de la calle Serrano les estaba esperando un vehículo oficial del Ministerio de la Guerra con dos banderines en la parte delantera con sendas banderas republicanas. El conductor era el ya Comandante Luis Fernández-Castañeda que les saludó con un escueto «buenos días camaradas». Aquel coche tenía que trasladarles desde Madrid hasta Alicante, pero el trayecto no sería ni mucho menos sencillo.
Aunque Fernández-Castañeda se había provisto de los salvoconductos oportunos para trasladarse desde la capital hasta Alicante, el verdadero problema eran las identidades de sus dos compañeros de viaje. El militar había tenido que conseguir en el mercado negro, jugándose el tipo, dos identidades falsas que correspondían a dos militantes de la CNT que habían muerto en Ciudad Universitaria. El oficial había tenido que pagar un precio desproporcionado a un anarquista «desencantado» que había vendido los carnés de sus compañeros fallecidos en combate.
Un viaje accidentado a Alicante
El trayecto a Valencia fue de lo más intenso. A poco de salir de Madrid el vehículo del Ministerio de la Guerra fue obligado a detenerse en un control de la FAI situado en Vallecas. Tras superarlo sin demasiadas complicaciones, el coche conducido por Fernández-Castañeda se volvió a encontrar con un segundo control, en este caso en el Puente de Arganda. También en esta ocasión, los tres fugados consiguieron salir airosos de las preguntas incómodas de los milicianos.

Desde ese instante y hasta Albacete el trayecto fue de lo más plácido. Sin embargo, cerca de Almansa el vehículo empezó a dar tirones hasta que se detuvo en la entrada del pueblo. El coche se había quedado sin gasolina y en la localidad albaceteña no era posible encontrarla. Tanto Fernández-Castañeda como Álvarez Miranda se plantearon pasar la noche allí, pero la insistencia de Serrano Suñer fue determinante. Según cuenta el falangista en sus memorias, «mendigamos gasolina y entre un garaje y la casa de un pariente del alcalde y conseguimos una pequeña cantidad de combustible, con lo que pudimos llegar».
Esa misma noche, Fernández-Castañeda y sus dos acompañantes llegaron hasta Alicante. El Comandante dejó a Serrano Suñer y Álvarez Miranda en el Consulado de Argentina en esta ciudad mietras que él siguió rumbo a Valencia para entrevistarse con el Capitán General. Aquella entrevista, protocolaria cien por cien se celebró con total naturalidad. De hecho, desde la Capitanía de Valencia Fernández-Castañeda telefoneó a Miaja para decirle que había llegado sin contratiempos a su destino y que volvería a la capital en cuestión de horas. Lo que no le dijo al veterano militar asturiano es que ya no iba a regresar nunca más a Madrid.
A la mañana siguiente cogió el mismo coche con el que había ido a Valencia y se desplazó hasta Alicante. Al igual que habían hecho el día anterior Serrano Suñer y Álvarez Miranda, el Comandante Fernádez-Castañeda también consiguió acceder al Consulado argentino gracias a las gestiones realizadas por el cónsul argentino Lorenzo Barreda.
Nuestro protagonista pasó varios días en el Consulado de Argentina a la espera de ser evacuado en barco a las costas francesas. Mientras tanto, desde Madrid, el General Miaja se empezó a preocupar por la ausencia de su ayudante que ya llevaba varios días «desaparecido». La Junta de Defensa de la Capital organizó dentro de Madrid una intensa búsqueda ya que algunos pensaban que el Comandante podía haber sido secuestrado tanto por los franquistas como por los anarquistas. Lo cierto es que una semana después ya se daba por hecho que Fernández-Castañeda había desertado. Sin embargo, no causaría baja oficialmente del Ejército Republicano hasta el 25 de junio de 1938, fecha en la que se publicó su baja de las Fuerzas Armadas en el Diario oficial del Ministerio de Defensa Nacional.
Fernández-Castañeda esperaba con el resto de los refugiados en el consulado de Alicante la llegada del barco que tendría que evacuarles de la España republicana. Una tarde de mediados de febrero de 1937, llegaron hasta el consulado un grupo de marineros argentinos, mandados por un tipo al que llamaban el cabo Velázquez,con la intención de empezar a evacuar a los refugiados y subirles a bordo del acorazado argentino Tucuman. Los marineros entregaron a Fernández-Castañeda, Serrano Suñer y Álvarez Miranda unos uniformes de la marina argentina con un membrete en la gorra que ponía ‘Tucuman’. Aquellos marineros fueron los cómplices directos de la fuga de nuestro protagonista de la España republicana.

Ayudado por el cabo Velázquez, Fernández-Castañeda al igual que Serrano Suñer consiguió llegar al acorazado Tucuman que estaba anclado en el puerto de Alicante. Allí estuvo durante veinte días a la espera de que llegaran más refugiados procedentes de Madrid. A finales de febrero, el barco zarpó, llegando unos días más tarde a Marsella. El plan de fuga del ayudante de Miaja había sido un éxito.
Después de la Guerra Civil
Como militar de carrera, Fernández-Castañeda se puso a las órdenes de Franco al llegar primero a Salamanca y después a Burgos. Una de las primeras acciones que aparecieron publicadas en el Boletín Oficial del Estado franquista, fechada a 8 de julio de 1937 (cinco meses después de llegar a la España nacional) fue «dejar sin efecto el ascenso a Comandante» que había conseguido el oficial en zona republicana.
En agosto de este año pasó a «disponible gubernativo» y en el verano del año siguiente pasó a estar disponible para el General Jefe del Ejército del Norte. Fue precisamente el 29 de junio de 1938 cuando nació su hijo Luis en La Coruña.
Una vez terminada la Guerra Civil, Fernández Castañeda siguió haciendo carrera dentro del Ejército, retirándose como General de División. Llegó a ser director general de Enseñanza de las Fuerzas Armadas. Murió el 26 de agosto de 1976 a la edad de 78 años. Su mujer, Salud Álvarez Osorio, moriría cinco años después. Algunos de los hijos de ambos fueron militares de carrera mientras que otros se dedicaron a la religión: fue el caso de José Luis que fue un importante jesuita en la América Latina Meridional que falleció en 2008 mientras ejercía como misionero.
No tuvo tanta suerte el capitán Eusebio Álvarez Miranda, su otro compañero de fuga, ya que murió en combate en la Batalla del Ebro.
Fuentes consultadas
– Hemeroteca Nacional
– Biblioteca Virtual de la Defensa
– Fundación Serrano Suñer
– Hemeroteca ABC
– ‘Diplomacia Humanitarismo y Espionaje en la Guerra Civil’, Antonio Manuel Moral Roncal
– ‘Entre dos fuegos. Melquiades Álvarez y su familia’, Sarah Álvarez de Miranda.
¡Fantástico y apasionante artículo!
Muchas gracias
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Muchas gracias Eulalia
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Fernández Castañeda y Cánovas denunció a mi abuelo finalizada la guerra por allanamiento de su domicilio sito en la calle Fuencarral de Madrid y la quema de un retablo del altar de un oratorio de su propiedad con “ deliberada intención” según palabras textuales del propio Fernández-Castañeda que constan en la denuncia que poseo . Curioso
Gran web , buen trabajo !!
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Muy interesante. Muchas gracias por compartirlo
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