
Alfredo Landa nació en 1933, justo dos años después de que su padre, militar de profesión, jurara lealtad a la República en un hospital de Melilla. Sin embargo, el famoso actor navarro apenas se enteró de los avatares que vivió su progenitor durante aquellos convulsos años treinta. Nunca supo que, tras la Revolución de Asturias en 1934, el teniente Landa Benedicto se encargó de custodiar en el fuerte de San Cristóbal a un centenar de vascos prisioneros que habían participado en los sucesos revolucionarios. Tampoco se enteró demasiado bien de que su padre resultó herido dos veces durante la Guerra Civil y de los problemas que tuvo en la posguerra durante la dictadura franquista. Unos problemas que le llevaron a ingresar en una prisión militar cuando era miembro de la Benemérita y que estuvieron a punto de terminar con su carrera castrense.
El padre de Alfredo Landa nació en Roncal (Navarra) en 1904 y se creció en una familia con profundas raíces militares ya que, su progenitor (el abuelo del actor), también había sido oficial del Ejército. En 1923, con apenas 19 años, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo donde permaneció hasta 1926 que se licenció como alférez. Después de pasar dos años en una unidad de ametralladoras de la guarnición de Pamplona, en 1928 fue destinado a África, en concreto al batallón de Cazadores número 14 ya como teniente. Su trasladado se produjo unos meses después de la rendición del líder rifeño Abd-el-Krim por lo que no tuvo que entrar en combate. Lo que llama especialmente la atención de su etapa por tierras africanas son las calificaciones que le impusieron sus superiores y que vienen reflejadas en su hoja de servicios. En ellas se dice que en 1928 su «conducta» era «mala» aunque el «valor» estaba «acreditado» y su capacidad era «mucha». Por aquel entonces tenía 24 años y según consta en sus documentos personales estaba «casado», aunque no descartamos que pueda existir algún tipo de error de carácter burocrático.

Con el fin de familiarizarse más con la vida en África, Alfredo Landa (padre) empezó a estudiar la lengua árabe y también algo de francés. Para cualquier oficial con cierta ambición era importante aprender bien estas lenguas para seguir haciendo carrera dentro del Ejército y destacar por encima de otros compañeros. Hemos averiguado que en 1929 se encontraba destinado en Tafersit, en concreto en la posición de Peña Tahuerda, un lugar respetado por los soldados españoles por haber caído allí en combate unos años atrás el coronel Rafael de Valenzuela y Urzáiz y 40 de sus legionarios.
Este mismo año (1929), el teniente Landa fue destinado a la Mehala Jalifiana del Riff número 5, una unidad indígena que más adelante se convertiría en el futuro ejército marroquí. Se incorporó a la plana mayor y trabajó codo con codo con el teniente coronel Luis Peñamaría Veléz, por aquel entonces su jefe directo. No hay datos reseñables de nuestro protagonista en su hoja de servicios hasta que en febrero de 1931, ingresó por encontrarse enfermo, en el Hospital de la Cruz Roja de Cala-Bonita en Villa Sanjurjo (la actual Alhucemas). Allí permaneció hasta el 6 de marzo que le dieron el alta hospitalaria aunque tuvo que ser ingresado unos días más tarde. EL 21 del mismo mes fue «evacuado» al Hospital Militar de Melilla donde permanecería algo más de un mes y medio por una enfermedad sin determinar. En esta plaza le sorprendió la proclamación de la II República y en ese mismo hospital juró «lealtad y adhesión» al régimen republicano el 25 de abril.

No sabemos con exactitud que problemas de salud tuvo Alfredo Landa Benedicto para permanecer ingresado casi dos meses en los hospitales de Melilla y Alhucemas. Solo sabemos que tras recibir el alta, el 26 de mayo de 1931 abandonó Melilla para trasladarse a la península ya que fue destinado a un regimiento de Pamplona. Allí casaría con Emilia Areta Labiano (madre del actor) el 27 de abril de 1932, una mujer navarra cuyo padre había sido el constructor del importante frontón de la Mañueca. Un año después de la boda, el 3 de marzo de 1933, nacía su hijo Alfredo Landa Areta que como bien sabe el lector, muchos años después, se convertiría en uno de los mejores cómicos de la historia del cine español.
La Revolución de Asturias
En octubre de 1934, el teniente Landa se encontraba destinado en el Batallón de Montaña número 1 con sede en Pamplona. Unos meses antes había rellenado los formularios pertinentes para intentar ingresar en el Cuerpo de Carabineros puesto que el Gobierno de la República había anunciado la creación de 600 plazas. Mientras se resolvía el concurso, él continuó haciendo su vida normal en el Ejército. A finales de septiembre, nuestro hombre y su batallón se encontraban de maniobras junto a la carretera de Garisoain. Debido al clima de tensión que se vivía en España tras la proclamación de una huelga general, su unidad regresaría a la capital navarra antes de la cuenta y todos sus efectivos fueron movilizados por su fuera necesario que entraran en combate.

Los incidentes en Navarra no fueron tan violentos como en Asturias por lo que Alfredo Landa Benedicto no tuvo que reprimir a los revolucionarios. Sin embargo, el 11 de octubre le mandaron junto a su compañía hasta el Fuerte de San Cristóbal para encargarse de la custodia de los presos vascos que allí habían sido encerrados tras los combates que se produjeron en Eibar unos días atrás. Nuestro hombre ocupaba el cargo de segundo jefe del retén de escolta de estos presos y solo tenía por delante al capitán Senen González Unzalu. Entre los reclusos a los que tuvo que vigilar el protagonista de este artículo se encontraba el escritor Toribio Etxebarría que no había participado directamente en los enfrentamientos de Eibar, pero que fue encarcelado igualmente por su «actividad hostil».
Solo permaneció unas semanas custodiando a los presos del Fuerte de San Cristóbal. En noviembre de este 1934, Alfredo Landa fue enviado junto a su batallón hasta la localidad de Estella para prestar servicios en esta «plaza» cuya unidad militar seguía movilizada en Asturias. Las autoridades militares navarras creían que esta población podía ser susceptible a nuevos incidentes como los que habían ocurrido en octubre de 1934, ya que existía un importante movimiento obrero y jornalero. El teniente Landa pasó la Navidad en Estella y no volvería a ver a su familia hasta marzo de 1935. Por estas fechas fue «condecorado» por haber estado de servicio durante los cuatro meses que se declaró el Estado de Guerra en la provincia de Navarra, llevándose, además, 1.000 pesetas extra como «premio de efectividad» por llevar diez años como oficial.
Ingreso en los Carabineros e inicio de la Guerra Civil
Solo unos días después de regresar a Pamplona, Alfredo Landa fue destinado como profesor a una academia de cabos del Ejército, pero estuvo muy poco tiempo. En septiembre de 1935 ingresó formalmente en el Instituto de Carabineros, incorporándose a la Comandancia de Navarra. Quedó en prácticas a las órdenes del capitán de la 4º compañía y pudo participar en la investigación interna que hizo el Instituto para detener a un ex carabinero que había participado en un importante robo de la catedral de Pamplona. Hasta que estalló la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, el teniente Landa continuó prestando los servicios propios del Instituto de Carabineros dentro de su demarcación. Su vida cambió por completo tras la sublevación militar en Navarra. En su hoja de servicios viene reflejado abiertamente que este oficial fue «afecto al Glorioso Movimiento Nacional desde los primeros momentos» y que el 10 de agosto partió para el frente de Guipúzcoa.

El padre de Alfredo Landa fue encuadrado en la 6º Centuria de Falange, una unidad formada íntegramente por «clases y carabineros». Su jefe directo era el capitán Luis García Saseta, un «hombre de aire distinguido, de honradez sin tacha y espíritu recto y justiciero», según figura en el libro de Héctor Colegna «Diario de un médico argentino en la guerra de España». El teniente Landa Benedicto participó en varias operaciones militares de los sublevados en el frente de Guipúzcoa y tuvo especial protagonismo en la toma del fuerte de Santa Bárbara, en las cercanías de Hernani, donde los republicanos habían elaborado una línea de defensa para retrasar el avance franquista. Los combates en esta posición construida en el siglo XIX fueron especialmente violentos. Los defensores del fuerte – eran milicianos vascos y voluntarios asturianos – excavaron trincheras en sus inmediaciones y colocaron dos piezas de artillería sobre sus posiciones elevadas para hostigar a los franquistas.
La operación de asalto al fuerte se desarrolló entre el 6 y el 11 de septiembre de 1936 y fue dirigida personalmente por el coronel Iruretagoyena. Fue un éxito. El 12 de este mes, los alzados ya controlaban la posición íntegramente tras el repliegue de las fuerzas republicanas que inutilizaron en su huida una de las dos piezas artilleras que tenían. En el asalto, el padre de Alfredo Landa resultó herido aunque creemos que no tuvo demasiada gravedad puesto que unas semanas más tarde continuaba participando en otras operaciones franquistas en los frentes de Vizcaya. Así lo refleja un certificado médico a su nombre de los servicios sanitarios de las fuerzas de Falange que actuaban en el frente norte, encuadradas en la 5º División Navarra. En varios documentos a los que hemos tenido acceso se elogia su valentía en estos combates en los frentes vascos.
En 1937 siguió combatiendo en el frente de Vizcaya hasta que el 4 de febrero tuvo que darse de baja por encontrarse enfermo. Posiblemente se tratara de una enfermedad común ya que en su hoja de servicios no aparece ningún dato que refleje una nueva herida de guerra. Lo que sí está confirmado es que por estas fechas se trasladó hasta la localidad de Aribe (Navarra) donde se reunió con su mujer e hijo (Alfredo) que habían abandonado Pamplona poco después de estallar la guerra.

El teniente Landa permaneció en Aribe un mes para recuperarse de su enfermedad. Gozaba con la autorización especial del Gobernador Militar de Navarra que le permitió estar con su familia hasta marzo de 1937, fecha en la que recibió el alta. No le quedó más remedio que regresar a la lucha. Sin embargo, en esta ocasión consiguió le enviaran lejos del frente de batalla para incorporarse a la 26 bandera de la Falange que se dedicaba a la vigilancia de la frontera con Francia. Este nuevo destino era mucho más plácido que el anterior, no solo porque los riesgos eran menores que en el frente norte, sino porque trabajaba muy cerca de su familia: Aribe se encuentra a muy pocos kilómetros de la frontera francesa.
Mientras estuvo vigilando la frontera con Francia, la bandera de Alfredo Landa recibió la visita del líder falangista, Manuel Hedilla, una visita de la que queda constancia en los medios de comunicación de la época. Fue un encuentro público que se produjo unas semanas antes del arresto de Hedilla por haberse opuesto al Decreto de Unificación promulgado por Franco.
En el frente de Teruel
El teniente Landa solo permaneció unos meses vigilando la frontera con Francia ya que el 10 de junio fue destinado nuevamente a un frente de batalla. En esta ocasión no le enviaron al norte – Bilbao estaba a punto de caer en poder de los nacionales – sino que fue trasladado hasta la zona de Teruel. Hay una felicitación en su hoja de servicios por su «brillante comportamiento» en las operaciones realizadas entre el 11 y el 16 de octubre de 1937, por lo que estamos casi convencidos de que combatió en la Batalla de las Fuentes de Ebro que trascurrió por estas fechas.
En enero de 1938, nuestro oficial de Carabineros proseguía en el «frente de operaciones» participando activamente en la Batalla de Alfambra que tenía como premisa romper las líneas republicanas y cercar Teruel. Al igual que el resto de soldados, en aquella época tuvo que hacer frente a unas durísimas condiciones atmosféricas que provocaron la muerte por congelación de decenas de hombres. Hemos sabido que resultó herido el 16 de febrero, posiblemente durante los combates que se vivieron para tomar la carretera de Villalba a Corbalán a pocos kilómetros de Teruel. Fue trasladado al hospital militar de Pamplona donde se enteró por la prensa de que Teruel había sido recuperada por las tropas franquistas unos días más tarde.

Permaneció en el hospital hasta el 29 de marzo de 1938, pero una recaída le hizo ingresar de nuevo hasta finales de abril. En junio ya estaba prácticamente restablecido y según el Boletín Oficial del Estado, pasó a disposición del Inspector General del Instituto de Carabineros como sucedió con otros muchos efectivos que durante la guerra estaban movilizados. No es descartable que esta incorporación al Cuerpo de Carabineros estuviera relacionada con la fuga de presos republicanos del Fuerte de San Cristóbal que se habían escapado en masa a finales de 1938. Hemos averiguado que muchos carabineros fueron reactivados por el Instituto para darles caza y evitar que atravesaran la frontera con Francia.
No tenemos demasiados datos de nuestro hombre hasta el 14 de noviembre de 1938, fecha en la que fue considerado «apto para el ascenso a capitán«, un ascenso que no se haría oficial hasta enero de 1939. En esta época seguía ejerciendo como carabinero en la frontera francesa tratando de evitar al paso de posibles republicanos al país vecino a través de las mugas. Haciendo este trabajo le sorprendió el final de la Guerra Civil en abril de 1939. Las autoridades franquistas le concedieron cuatro condecoraciones por «méritos de campaña»: una Cruz de Guerra, dos Cruces Rojas y una Medalla de Campaña.

A través del Archivo Histórico de la Guardia Civil hemos podido averiguar que en mayo de 1939, Landa ocupaba el «mando accidental» de una compañía de Carabineros que operaba en Navarra. En agosto de este año, sus superiores le concedieron un permiso urgente para trasladarse a Pamplona por una «grave enfermedad» de un familiar aunque desconocemos con exactitud de quién se trataba. Solo unos días más tarde, le notificaron que debería trasladarse hasta la Ripoll (Gerona), en concreto le asignaron el mando accidental de la primera compañía de Carabineros que estaba situada en esta localidad catalana. Una vez más tuvo que cambiar de destino y alejarse de su tierra.
El traslado a Gerona y su ingreso en la Guardia Civil
Landa Benedicto se trasladó hasta Ripoll en aquel verano de 1939 junto a su esposa y su hijo Alfredo. La familia permaneció en Cataluña más de cinco años en los que nuestro protagonista ocupó diferentes cargos de responsabilidad en Puigcerdá, Figueras o Manresa. Creemos que su actividad en tierras catalanas tuvo que ser muy intensa en aquellos años de posguerra. Por un lado, los Carabineros combatían las redes de contrabando que operaban clandestinamente por los pasos fronterizos y por el otro, también intentaban desarticular las redes de evasión de personas que entraban en España ilegalmente desde Francia huyendo de los nazis.

En marzo de 1940, mientras se encontraba trabajando en Figueras, el capitán Landa se enteró de que Franco había promulgado una Ley en la que hacía desaparecer el cuerpo de Carabineros y lo integraba en la Guardia Civil. Por lo tanto, desde entonces se convirtió en capitán de la Benemérita, rango que ostentaría hasta su jubilación forzosa unos años más tarde. Pero no adelantemos acontecimientos.
Durante algunos meses de 1940, el padre de Alfredo Landa ocupó el cargo de jefe accidental del puesto de la Guardia Civil de Figueras. El famoso actor, mientras tanto, se encontraba interno en un colegio de la orden de La Salle llamado «Els Fossos» donde aprendió a hablar muy bien catalán como aseguraría más adelante. Tenía por entonces siete años. Pero sigamos repasando los avatares del protagonista de esta historia que era su progenitor.
Landa Benedicto ocupó diferentes puestos mientras estuvo destinado en Cataluña. Además de ejercer como «cajero habilitado», también formó parte de la sección de fronteras de la Benemérita en 1941. Realizaba su trabajo con naturalidad y de vez en cuando, tras obtener el permiso de sus superiores, se trasladaba a Pamplona, San Sebastián o Vera del Bidasoa para visitar a sus familiares.
En diciembre 1941 se produjo un hecho que marcaría su vida militar cuando se encontraba destinado en el tercio de Manresa desempeñando puestos puramente administrativos. El capitán Landa se vio inmerso en un proceso judicial castrense por «acumulación de notas desfavorables y una copia de nota de arresto, impuesto por el coronel de la 240 comandancia de la Guardia Civil. El juez militar, un comandante llamado José Planas Serra, le condenó a seis meses de arresto como «incurso en el artículo 339 del Código de Justicia Militar bajo el concepto de culpable de falta grave». La sentencia también decía que sus jefes habían justificado su arresto por haberse «ausentado de su residencia» más tiempo del permitido inicialmente. A nuestro oficial no le quedó más remedio que cumplir la sentencia e ingresó en el Castillo de Montjuic el 6 de junio de 1942, abandonándolo seis meses más tarde, el 3 de diciembre de este mismo año.

Una vez cumplida su condena, Landa fue enviado en situación de «disponible forzoso» a la plana mayor del 40º tercio de la Guardia Civil donde solo estuvo unos días. En enero de 1943 fue nombrado jefe accidental del Servicio de Información de este tercio de la Benemérita, un puesto, a nuestro juicio demasiado relevante para un oficial que acababa de cumplir una pena de seis meses de prisión. Un año después, en 1944, le destinaron a Madrid acabando su periplo por tierras catalanas. Tras dejar a su mujer e hijo en Figueras para que éste terminara su curso escolar, él se incorporó a la unidad de armamento y ayudantía de la comandancia madrileña donde permanecería hasta 1946.
Más problemas con la justicia militar
En marzo de 1946, al padre de Alfredo Landa le asignaron la vacante de capitán de la Guardia Civil en la Comandancia de San Sebastián, ciudad a la que ya se había trasladado su mujer e hijo. Su incorporación oficial no se haría efectiva hasta el mes de abril, pero unas semanas después volvió a tener problemas con la justicia. Un nuevo procedimiento judicial -abierto años atrás en Cataluña- volvía a generarle importantes quebraderos de cabeza. El juez instructor de la 143º Comandancia le acusó de un delito de «abandono de destino o de residencia», aunque le otorgó la libertad provisional a cambio de que permaneciera seis meses sin cambiar de residencia.
Unos meses más tarde, el capitán general de la 6º Región Militar le impuso un nuevo correctivo a nuestro protagonista. En esta ocasión, le condenaron a cuatro meses de arresto como responsable de una «falta grave encuadrada en el artículo 443 del código castrense bajo los conceptos de inexactitud en el cumplimiento de las obligaciones reglamentarias, leve desobediencia y olvido e infracción de un deber militar». No hemos podido obtener más detalles sobre los motivos que ocasionaron este correctivo, aunque estamos convencidos de que los mandos de la Guardia Civil estaban especialmente sensibles con el oficial navarro.

Para realizar este reportaje hemos leído y escuchado un gran número de entrevistas con el actor Alfredo Landa. En ellas apenas habla de la carrera de su padre en la Guardia Civil, pero queremos resaltar unas declaraciones suyas en el programa ‘El invitado VIP» presentado por el periodista Carlos Herrera:
«Mi padre se pasó media vida arrestado por no tragar cuando no había que tragar. Tuvo que ser un fuera de serie por el recuerdo que dejó en todos sus compañeros. Una tarde llegó a casa pálido, descompuesto, y no era por el calor. Le habían nombrado jefe de un pelotón de fusilamiento. Y él dijo que lo sentía mucho, pero no iba a mandar una ejecución. ‘Yo no mato a nadie’, decía. Además, había indagado en la causa de aquella condena y no le parecía justa. ‘Eres militar-repetía mi madre-, no puedes desobedecer una orden o te meterán preso’. Pues que me metan. No mando el pelotón’. Y no lo mandó. Y le metieron preso. Seis meses estuvo encerrado en un castillo. Al salir dijo que se sentía muy orgulloso, que si volverían a ordenarle otra barbaridad como esa, volvería a hacer lo mismo. Yo tenía 12 años entonces. No entendí el calado de ese acto hasta mucho tiempo después. Pero me reafirmo en la convicción de que mi padre era un tío como había pocos».
En la hoja de servicios del capitán Landa Benedicto no viene reflejado nada sobre este capítulo, pero no descartamos que esta negativa hubiera provocado un gran desencuentro con sus superiores en San Sebastián. Hemos confirmado que tras el correctivo de sus superiores, nuestro protagonista estuvo encerrado en los fuertes de San Marcos (Rentería) y Guadalupe (Fuenterrabía) entre octubre de 1946 y abril de 1947.
Hasta enero de 1948 no tenemos apenas información de nuestro protagonista. El día 7 de este mes ingresó en el hospital militar de San Sebastián, abandonándolo «curado» quince días más tarde. En mayo tuvo que trasladarse «forzoso» hasta Palencia donde se puso a disposición del Juzgado de Jefes y Oficiales de la Guardia Civil tras una nueva denuncia del capitán general de la 6º Región Militar. Una denuncia que provocó que el director general de la Benemérita realizara un «escrito reservado» haciendo mención a su caso. Leamos un fragmento de las acusaciones dictadas contra Alfredo Landa por parte del juzgado militar de Palencia:
«Los hechos le acusan de ser indigno de pertenecer al Ejército al confabularse con otros individuos para incautarse de un cargamento de harina, efectuándolo al dar la voz de ‘alto a la Guardia Civil’ vestido de uniforme y vendiendo después dicho genero y percibiendo como participante, la cantidad de 9000 pesetas. Por estos hechos se le sigue procedimiento judicial y si la resolución no lleva consigo la baja en el Cuerpo de este capitán, a la vista de la misma se procederá ante su indigna conducta».

Mientras se producía el juicio contra él, el capitán Landa tuvo que ser ingresado en la clínica psiquiátrica militar de Palencia donde permaneció hasta el 22 de octubre. Tras recibir el alta, su expediente judicial quedó paralizado después de que el tribunal recibiera un extenso informe médico que elaboró la clínica militar de Ciempozuelos que estaba al corriente de su caso. Ese informe venía a decir que padecía una «psicosis traumática residual de evolución crónica y permanente» por lo que no debería ser «considerado responsable de sus actos». Como consecuencia de esta valoración, a nuestro hombre le dieron la «inutilidad» para el servicio, por lo que se desvinculó de la Guardia Civil. Falleció poco tiempo después, en 1950 cuando su hijo Alfredo tenía 17 años.
Queremos terminar esta investigación con una brillantísima interpretación de Alfredo Landa en la que se hace mención a la Guerra Civil. Su padre, perfectamente, podría ser uno de los dos hombres que recuerdan con cierta añoranza aquella época:
Agradecimiento
Queremos expresar nuestra gratitud, por un lado, a todos los efectivos del Archivo Histórico de la Guardia Civil y, por el otro, a los descendientes del capitán Landa Benedicto por su disposición y ayuda para confeccionar esta investigación, especialmente a Alfredo.
Fuentes consultadas
- Archivo Histórico de la Guardia Civil. Hoja de Servicios de Alfredo Landa Benedicto.
- Biblioteca Virtual de la Defensa.
- Hemeroteca Nacional.
- Boletín Oficial del Estado (sección histórica)
- Navarra Archivos. Fondos Archivo Abierto. Fotografías carabineros y falangistas
- Archivo Municipal de Hernani.
- Archivo Municipal de Girona.
- http://patximendiburu.blogspot.com/2013/05/alfredo-landa-navarro-hasta-las-cachas.html
- «Diario de un médico argentino en la guerra de España» de Hector Colegna. Editorial Almuzara.
- «El otoño de 1936 en Guipuzcoa. Los fusilamientos de Hernani» de Mikel Aizpiru, Urko Apaolaza, Jesús Mari Gómez, Jon Odriozola. Editorial Alberdania.
- Entrevista con Alfredo Landa de Federico Jiménez Losantos en Libertad Digital Televisión (04.12.2008).
- Entrevista con Alfredo Landa en el Diari Punt, el 19 de junio de 1988.
- Entrevista con Alfredo Landa en el programa «El Invitado VIP».
- Investigación: «El Colegio de la Salle en Figueres durant la posguerra» de Albert Testart
- Testimonios orales de los descendientes de Alfredo Landa Benedicto
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