
Mayo de 1939. La llegada del calor hacía que el olor se hiciera nauseabundo. El cuerpo de guardia llevaba días buscando el origen de aquel hedor que había inquietado al mismísimo ministro del Ejército, el general Varela, que había pedido a sus subordinados que localizaran lo antes posible el origen de aquella peste. Pero no había manera. Desde que terminó la Guerra Civil, el Palacio de Buenavista de Madrid, sede del Ministerio del Ejército, olía a muerto, sobre todo en su acceso principal. Los empleados del edificio estaban convencidos de que habría algún cadáver enterrado en los jardines, sin embargo, todo eran habladurías. Nadie sabía con certeza lo que podía estar ocurriendo en este precioso palacete ubicado junto a Cibeles, que en la actualidad es la sede del Cuartel General del Ejército de Tierra.
Un coronel ayudante del general Varela se reunió urgentemente con los conserjes y jardineros del palacio. Había que encontrar urgentemente el origen de aquel olor que estaba irritando al ministro y que incomodaba cada vez más a todas las personalidades que visitaban Buenavista. En aquella reunión uno de los conserjes, Eduardo Limiñana Ardaliz, se atrevió a levantar la mano para proponer algo al jefe militar. Durante la Guerra Civil él había estado trabajando en aquel palacete hasta que fue detenido por desafecto al régimen republicano en abril de 1937, sin embargo, conocía a una persona que había pasado toda la guerra allí trabajando como conserje y jardinero “para los rojos”.
El hombre al que se refería Limiñana se llamaba Antonio Castilla Justo, tenía 70 años y, aunque habían tenido con él sus más y sus menos por cuestiones ideológicas, creía que podía ser de utilidad para esclarecer aquel misterio. Limiñana explicó que Castilla ahora se encontraba viviendo en su pueblo de Cuenca, Alcázar del Rey, a la espera de que finalizara su proceso de depuración ya que había simpatizado con las izquierdas antes y durante la guerra. De hecho, en agosto de 1932 fue condecorado por el Gobierno de la República con una Cruz de Plata Pensionada por su “brillante actuación” contra los golpistas durante la Sanjurjada. Era, sin duda, la persona que conocía todos los entresijos del palacio de Buenavista ya que llevaba siendo “guarda mayor del Ministerio de la Guerra” desde el año 1926.

El coronel ordenó a Limiñana que fuera a buscar hasta su pueblo de Cuenca a Antonio Castilla y que lo trajera a Madrid urgentemente. Le dio instrucciones para que se llevara consigo a cuatro soldados del retén de seguridad del ministerio para obligarle a colaborar y porque “de los rojos no había que fiarse”. Como era de esperar, el veterano conserje no puso impedimento y accedió a desplazarse a Madrid pues no quería problemas con los vencedores. Además, se sentía en la obligación de explicar algunas cosas que todavía no había contado en su proceso de depuración.
A mediados de mayo de 1939, Castilla se personó en el Ministerio del Ejército y se entrevistó con varios oficiales próximos al general Varela entre los que se encontraban los comandantes Luis Montes de la Torre y Luis Arroyo Jalón. A ellos les explicó que durante toda la Guerra Civil había permanecido en el Palacio de Buenavista como jardinero jefe, cargo que ya había desempeñado desde antes de la contienda. Debido a su avanzada edad (70 años), nunca fue movilizado por el bando republicano para que entrara en combate, por lo que durante la guerra hizo lo que llevaba haciendo desde tiempo atrás: cuidar de los hermosos jardines del ministerio y realizar funciones de conserje. Dijo que independientemente de su ideología, él “amaba a España” y que llevaba trabajando por y para el Estado desde que aprobó las oposiciones para el CASE (Cuerpo Auxiliar de Subalternos del Ejército) a primeros del siglo XX.
Aquel interrogatorio a Castilla estuvo dirigido por varios oficiales próximos a Varela, pero también por un par de agentes del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) que pretendían averiguar si en Buenavista se estableció una checa durante la guerra. Nuestro jardinero admitió que inicialmente allí se instalaron los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra, la primera agencia de inteligencia que creó la República en la guerra de la que hablamos en su día en nuestra página web. Después, tras la huida del Gobierno a Valencia en noviembre de 1936 se instaló allí la Junta de Defensa de Madrid, pero tuvo que abandonar el ministerio porque era objetivo de los bombardeos franquistas.
Castilla aclaró que desde ese instante y hasta el final del conflicto, el palacete se usó exclusivamente como sede del Ministerio de la Guerra. Allí llevaban esporádicamente a algunos prisioneros de guerra para ser interrogados por los intérpretes internacionales, sobre todo los aviadores italianos y alemanes. Tenemos constancia que a Buenavista fue llevado Vincent Patriarca el piloto neoyorkino de origen italiano al que le dedicamos en su día un reportaje en el periódico La Razón y que puedes leer directamente en este enlace.

Castilla dijo que en el palacio trabajaban habitualmente militares de carrera de alta graduación como el teniente coronel Antonio Garijo Hernández que, en realidad, trabajaba como espía al servicio de los sublevados y al que le dedicamos todo un capítulo en nuestro último libro, “La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la Guerra Civil” (Arzalia Ediciones, Alberto Laguna y Victoria de Diego. Madrid, 2024).
Cuando le preguntaron por los olores nauseabundos que llegaban a la misma entrada de Buenavista, Castilla no dudó ni un instante. Estaba claro que aquel hedor provenía de una fosa común que se había cavado en marzo de 1939 durante los combates que se libraron allí tras el golpe de Casado contra Negrín. Al jardinero se le cambió la cara al recordar aquellos días donde temió por su vida, ya que las tropas casadistas y las comunistas combatieron a sangre y fuego en los jardines del palacete. Aquella lucha salvaje en pleno centro de Madrid seguía teniéndola muy reciente, así que explicó con detalle lo que sucedió en ese mismo escenario dos meses atrás.
9 de marzo de 1939. Hacía cuatro días que el coronel Segismundo Casado había creado el Consejo Nacional de Defensa para derrocar a Negrín y facilitar el final de la Guerra Civil. Fue el principio del fin de la República. Durante ocho días se vivieron en Madrid unos combates encarnizados dentro del bando republicano; por un lado, estaban los partidarios del golpe, entre los que se encontraba Casado, Miaja, Cipriano Mera o Julián Besteiro. Y por el otro, se encontraban los defensores de Negrín, sobre todo comunistas, que deseaban alargar el conflicto lo máximo posible pues era inminente el inicio de la II Guerra Mundial.
Por esas fechas, el Palacio de Buenavista era la sede del Ministerio de la Defensa Nacional de la República, un punto estratégico para los partidarios de Casado pues se encontraba apenas a diez minutos caminando del Hacienda, donde se había establecido la sede del Consejo Nacional de Defensa. Tras el golpe, los acontecimientos se habían acelerado y nadie en Buenavista había podido salir a la calle por miedo a sufrir represalias por parte de las fuerzas comunistas que intentaban sofocar aquella sublevación interna. Antonio Castilla, que era el jardinero jefe del palacete, tuvo que permanecer en su interior durante los ocho días que duraron los combates por lo que fue un testigo de excepción de cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Según su relato, los días 7 y 8 de marzo de 1939 fueron de una inmensa actividad dentro del palacete. Llegaron hasta el edificio a primera hora del día 7 dos batallones de la 70º Brigada Mixta- perteneciente al 14 División de Cipriano Mera- con el fin de instalar allí un retén de seguridad que pudiera enlazar directamente con el Ministerio de Hacienda. Efectivos de esta brigada también se instalaron en otros puntos de Madrid como la Posición Jaca, sede del Ejército del Centro, donde también se combatiría a sangre y fuego durante estos días. De aquellos combates en el interior de la Posición Jaca también hablamos en su día en nuestra web.
La llegada de los dos batallones de la 70º Brigada Mixta al Ministerio de la Guerra supuso en cierta manera un pequeño impacto para Antonio Castilla. Aquellos milicianos de la CNT no estaban acostumbrados a la disciplina militar que se respirada dentro del palacete, aunque eran hombres bregados en combates muy complicados desde que estalló la contienda. Ellos fueron los encargados de trasladar hasta los sótanos de Buenavista a un centenar de presos derechistas procedentes de la cárcel de San Lorenzo, una prisión que gestionaba el temido SIM (Servicio de Información Militar) y que estaba instalada en un antiguo colegio religioso. El Consejo Nacional de Defensa ordenó el traslado por miedo a que la prisión cayera en manos de los comunistas, circunstancia esta que podría poner en peligro sus vidas.
El mismo día 7 de marzo de 1939 llegó hasta Buenavista el coronel Matallana, jefe del Grupo de los Ejércitos de la Región Central (GERC) y persona de toda confianza de Casado pese a sus simpatías con los sublvados. El golpe le había sorprendido en Alicante junto a Negrín, pero pudo regresar a Madrid cuando se produjo la sublevación. Al producirse en la capital los primeros combates entre casadistas y comunistas, el Consejo le ordenó que creara una línea de resistencia urbana entre Recoletos y Colón para evitar una infiltración enemiga en el triángulo vital para los golpistas: Cibeles, Gran Vía y la Puerta del Sol.
Aunque permanecía gran parte del tiempo en Hacienda, Matallana creó desde su despacho de Buenavista esta línea defensiva que buscaba inicialmente la supervivencia del Consejo Nacional de Defensa. Durante los días 7 y 8 de marzo, los comunistas llevaron el peso de los combates: tomaron gran parte de los edificios de Nuevos Ministerios y la Castellana y se apoderaron de puntos estratégicos en Serrano y el barrio de Salamanca. Crearon incluso parapetos muy cerca de Cibeles donde empezaron a hostigar al Ministerio de la Guerra o al Ministerio de la Marina (sede del SIM) con piezas de artillería, mortero y fusilería.
Los efectivos de la 70º Brigada Mixta construyeron de manera improvisada una serie de parapetos en los jardines de Buenavista para evitar un posible asalto del enemigo. Se vieron apoyados por un retén de Carabineros que se desplazó desde Hacienda para reforzar la seguridad del palacete. Una infiltración de los comunistas por esa calle Alcalá podría acercar a los partidarios de Negrín a Hacienda y poner en riesgo la vida de Casado o Besteiro. Convine tener en cuenta que la unidad atacante sería la 42º Brigada Mixta, de ideología mayormente comunista, que había abandonado la mayoría de sus posiciones en la Casa de Campo para combatir urbanamente a las fuerzas de Segismundo Casado.

El 9 de marzo de 1939, las tropas comunistas se lanzaron a la conquista del Ministerio de la Guerra con un violentísimo ataque que se inició con una pequeña preparación artillera. Centenares de soldados y milicianos de la 42º Brigada Mixta, liderados por el mayor Fernández Cortina, se aproximaron a Buenavista junto a dos carros de combate. La ofensiva fue especialmente intensa en la parte posterior del palacete. El enemigo intentó penetrar sobre todo desde las calles Barquillo, Conde de Xiquena y Prim. Sin embargo, los defensores estaban preparados para librar batalla. Los parapetos creados el día anterior dieron sus frutos, así como el aumento de efectivos venidos de Hacienda y de la Agrupación del Coronel Álvarez.
Se combatió cuerpo a cuerpo en los jardines de Buenavista, pero finalmente los atacantes tuvieron que replegarse ante la superioridad de los casadistas que tenían mejores posiciones y estaban mejor armados. De hecho, varios pelotones de la 70º Brigada Mixta hicieron una salida, causando numerosas bajas entre los comunistas que se batían en retirada e intentaban hacerse fuertes en el barrio de Chueca.
Este violentísimo ataque durante la mañana del 9 de marzo duró algo más de dos horas. Antonio Castilla siguió la evolución de la lucha desde los sótanos del Palacio de Buenavista donde estaban los funcionarios civiles del Ministerio, las mecanógrafas y los presos venidos de San Lorenzo. En esas habitaciones lúgubres, a varios metros bajo tierra, empezaron a llegar los heridos en la lucha, algunos de los cuáles terminó muriendo. Nuestro protagonista no conocía de nada a las víctimas, aunque le “llenó de tristeza” ver el rostro de aquellos hombres que habían caído peleando por la causa que ellos consideraban “más justa”.
Aquel combate junto al Ministerio de la Defensa Nacional supuso un punto de inflexión en la guerra civil interna que se estaba produciendo dentro del territorio republicano. Antes de ese día habían sido los comunistas quiénes llevaban el peso de los combates, sin embargo, a partir de ese 9 de marzo la situación dio un giro radical en favor del Consejo Nacional de Defensa que terminaría llevándose la victoria.
Una vez finalizada la batalla, a Antonio Castilla le ordenaron la complicada misión de enterrar los cadáveres de las víctimas en los jardines de Buenavista. Su jefe directo, Domingo Hernández Cano-Sánchez, conserje mayor y encargado del jardín del palacete, fue quién le dio la orden directa de levantar una fosa común para enterrar a los caídos en el combate. Con la ayuda de otros jardineros y conserjes del ministerio, Antonio enterró a las víctimas que antes fueron despojadas de sus enseres personales y de sus placas de identificación para entregárselas a sus familiares. No tenemos constancia de que sus padres, esposas o hijos fueran informados de su muerte ya que los acontecimientos, a partir del 13 de marzo del 39 avanzarían a toda velocidad hasta el final de la Guerra Civil.

Con la entrada de las tropas de Franco en Madrid el 28 de marzo de 1939, el palacio de Buenavista se convirtió muy pronto en la sede del Ministerio del Ejército. Los oficiales republicanos que estaban al cargo del edificio fueron detenidos y encarcelados, así como la mayoría de funcionarios civiles que estaban empleados en el mismo. Nadie informó a los vencedores de la fosa común que había en los jardines del palacio hasta que los cadáveres empezaron a descomponerse y el olor empezó a ser el protagonista.
En mayo de 1939, después de que Antonio Castilla informara del lugar exacto donde estaba la fosa común, un juzgado militar autorizó la exhumación de los cadáveres. En total había cinco víctimas que presentaban todas ellas impactos de bala en diferentes partes del cuerpo. Una de ellas llevaba el uniforme de carabinero (era un agente venido de Hacienda) y el resto vestían atuendo de milicianos con insignias de la 70º Brigada Mixta. No se pudo identificar a ninguna de ellas a pesar de las gestiones que realizó la comisaría de Vigilancia del Distrito de Buenavista, encargada de la investigación junto al Ejército. Los cadáveres, finalmente, fueron enterrados en otra fosa común anónima, pero en este caso en el cementerio Este de Madrid. Tras aquella exhumación, el mal olor desapareció por completo de los jardines del Ministerio del Ejército y todo volvió a una supuesta tranquilidad. Algunos trabajadores del edificio hablaban de que se producían “fenómenos extraños”, especialmente en los sótanos y los relacionaban directamente con los muertos encontrados días atrás.
Comentario de los autores
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Fuentes consultadas
- AGHD. Expediente 107194. Legajo 347/4. Investigación jurídico militar sobre el hallazgo de seis cadáveres en el Ministerio del Ejército.
- CDMH. DNSD-SECRETARÍA- Fichero 31, H0012154. Datos Domingo Hernández Cano-Sánchez
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 1522, Expediente 21 sobre la 42º Brigada del Ejército Republicano.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, 1522. Expediente 22 sobre la 70º Bridada Mixta del Ejército Republicano.
- CDMH. FC-CAUSA_GENERAL, Expediente 626 instruido contra Eduardo Limiñana Arlandiz por desafección al régimen.
- Gaceta de Madrid. 2 de junio de 1931.
- Prensa Histórica. El Magisterio Español. 20.02.1904
- Hemeroteca Nacional. El Heraldo de Madrid. 23.08.1932
- https://ejercito.defensa.gob.es/palacio_buenavista/
- 1939, agonía y Victoria de Ricardo de la Cierva. Editorial Planeta.
- 8 días de marzo. La revuelta comunista. Madrid, 5-13 marzo de 1939 de Antonio Bouthelier y José López Mora. Editora Nacional.
- Madrid 1939. Del golpe de Casado al final de la Guerra Civil de Luis Español Bouché. Almena Ediciones.
- Así cayó Madrid: último episodio de la Guerra Civil Española de Segismundo Casado. Almena Ediciones.
