Así actuaba el primer servicio secreto de la República en la Guerra Civil

Con gafas, Manuel Salgado Moreira. Archivo Regional CAM / Santos Yubero

Durante la Guerra Civil, el bando republicano llegó a tener hasta cuatro servicios de información que se fueron profesionalizando a medida que avanzaba la contienda. Desde www.guerraenmadrid.net hemos querido adentrarnos en el primero de ellos, un servicio que ha pasado desapercibido para la gran mayoría de investigadores debido al poco tiempo que estuvo operativo. La agencia de inteligencia a la que nos referimos llevaba el nombre de los Servicios Especiales y estaba controlada, principalmente por integrantes de la CNT y de la FAI. A esta unidad le dedicamos un podcast exclusivo en nuestro canal de IVOOX que también puedes descargarte pinchando en el enlace que tienes justo debajo.

podcast-servicios-especiales

La sede de este primer servicio de información estaba situada en el Palacio de Buenavista de Madrid, pero sus agentes de campo realmente trabajaban en varios pisos clandestinos de la capital, sobre todo en los barrios de Chamberí y Salamanca. Dependía directamente del Ministerio de la Guerra, algo que nos sorprende en la actualidad dado el carácter antimilitarista del anarquismo en general. Aunque el Ministerio de la Guerra contaba con una especie de servicio de información de índole militar, fueron estos Servicios Especiales los que practicaron realmente el espionaje en la retaguardia madrileña.

Su nacimiento se produjo en octubre de 1936, pero sus acciones no se hicieron efectivas hasta noviembre de este año cuando el Gobierno de la República se trasladó a Valencia cuando los nacionales se encontraban a las puertas de la capital. Con la creación de la Junta de Defensa de Madrid, esta agencia de inteligencia gozó de una gran impunidad y libertad de movimientos como veremos más adelante.

Fernando Arías Parga /Fundación Pablo Iglesias

Su primer director fue un socialista llamado Fernando Arias Parga, cargo que ocupó hasta que el Ejecutivo republicano se trasladó a Valencia en noviembre del 36. Hasta esa fecha, no se produjeron actuaciones destacadas salvo algunas detenciones esporádicas que acabaron en asesinato. Fue el caso de Joaquín Massó Aguiló, director del Banco de la Construcción de Madrid, que fue detenido el 12 de octubre por agentes de los Servicios Especiales, apareciendo su cadáver más adelante en la carretera de Maudes. Sucedió lo mismo con un comandante de Inválidos cuyo nombre era Julio Anrich Rodríguez Navarro que también fue asesinado este día en el mismo lugar.

Palacio de Buenavista en la actualidad / TripAdvisor

Inicialmente, estos Servicios Especiales estaban divididos en dos secciones. La primera de ellas se dedicaba a recabar información del enemigo de índole militar. La segunda, por su parte, se dedicaba puramente a tareas de contraespionaje con el objetivo de acabar con los «enemigos del pueblo» y desarticular «células subversivas» en la retaguardia republicana.

Después de la marcha a Valencia del Gobierno de la República, se produjo un cambio en la dirección del servicio. Asumió todas las responsabilidades Manuel Salgado Moreira, un destacado anarquista gallego nacido en La Coruña en 1899. Este empleado de seguros, ocupó cargos de gran responsabilidad en la CNT del Centro en los años treinta y participó activamente en la edición del periódico ‘El Libertario. Al estallar la Guerra Civil participó en el asalto al cuartel de la Montaña y posteriormente se incorporó al Comité de Defensa de la CNT de la mano de Eduardo Val y José García Pradas. Cuando la República puso en marcha los Servicios Especiales, tanto Val como García Pradas pensaron que Salgado Moreira era la persona indicada para dirigir el espionaje republicano por su intuición e inteligencia.

Imagen de archivo de un equipo de espionaje republicano (SIM en 1938) / CDMH

Una de las primeras acciones que llevó a cabo tuvo lugar en diciembre de 1936. Los Servicios Especiales tuvieron constancia por medio de varias denuncias recibidas por la CNT de que un ciudadano belga podía estar trabajando para «el enemigo». Su nombre era Jacques Borchgrave, aunque en España todo el mundo le conocía como Jaime. Se trataba de un noble treintañero (era barón) cuyo padre había sido embajador de Bélgica en nuestro país en los años veinte y que había tomado la decisión de establecer su residencia en Madrid. Antes de la guerra trabajaba como vendedor de automóviles lo que nos lleva a creer que pudo haber conocido a Salgado Moreira por la relación que éste tenía con el sector automovilístico.

Al estallar la Guerra Civil, Jacques Borchgrave empezó a trabajar para la Embajada de Bélgica como responsable de negocios. Algunos investigadores han dicho que era diplomático, pero la realidad es que no lo era. Fue contratado por la embajada en agosto de 1936, pero a efectos oficiales carecía de pasaporte diplomático. Pese a todo, estaba a las órdenes de los dos principales responsables de la legación: el cónsul Chabot y el vizconde Berrye que ejercía de embajador en funciones.

Anuncio en la prensa de 1934 donde figura el nombre de «Jaime Borchgrave» / BNE

Lo cierto es que Borchgrave visitaba con bastante frecuencia los frentes próximos a Madrid en compañía de otro empleado de la embajada de Bélgica y se entrevistaba con algunos oficiales de las Brigadas Internacionales. Algunos brigadistas denunciaron que en esas entrevistas el barón les había propuesto que abandonaran el frente de batalla porque «esa no era su guerra» y les había sugerido que se refugiaran en la embajada de Bélgica hasta que las cosas se «calmaran». Estas denuncias no fueron las únicas que pusieron a los Servicios Especiales tras la pista de Borchgrave. Un conserje de la embajada que tenía un cuñado en la CNT le acusó de «fascista» después de tener un encontronazo personal con él durante el verano de 1936. De hecho ese mismo conserje había denunciado a las autoridades belgas de tener un aparato de radio clandestino dentro de la embajada para contactar con la zona nacional, algo que era totalmente falso.

Salgado Moreira encargó a César Ordax Avecilla, uno de sus agentes, que investigara a Jacques Borchgrave para confirmar, por un lado si tenía ideas «fascistas» y por el otro, si trabajaba como espía para el «enemigo». El 20 de diciembre de 1936 nuestro protagonista fue detenido por los Servicios Especiales unos minutos después de que abandonara la embajada de Bélgica en Madrid para dirigirse a uno de los frentes próximos a la capital. A diferencia de otras veces, en esta ocasión viajaba solo en un coche oficial con bandera diplomática. El barón belga fue trasladado hasta un piso situado en el número 57 de la calle Fernández de la Hoz donde fue sometido a interrogatorio, sin embargo, unas horas después fue llevado hasta un local de la CNT situado en el número 111 de la calle Serrano. Sabemos que de allí fue sacado por la tarde y asesinado unas horas después en la carretera de Chamartín a Alcobendas.

Revista argentina ‘Caras y Caretas’ donde aparecen juntos el portero del Real Madrid Ricardo Zamora y la viuda de Jacques Borchgrave (BNE)

La familia de Borchgrave y los diplomáticos de la embajada denunciaron su desaparición esa misma tarde del 20 de diciembre sin saber que ya había sido asesinado. La Dirección General de Seguridad y la Junta de Defensa de Madrid realizaron sin éxito numerosos trámites para tratar de localizarle. De hecho, el general Miaja llegó a coger del pecho a un miembro de los Servicios Especiales para exigirle que encontraran «vivo o muerto al barón inmediatamente».

Tres días después de su desaparición, fueron los propios empleados de la Embajada de Bélgica los que dieron con el cuerpo sin vida de Borchgrave tras acudir a un depósito de cadáveres y ver allí varias fotografías de las personas que habían sido asesinadas en diferentes puntos de Madrid. Se encontraron con la imagen de Borchgrave, aunque se decía que era un «cadáver desconocido» ya que al ser encontrado no llevaba consigo su documentación. Sin embargo, en la descripción de la fotografía que habían hecho a su cadáver se apreciaba que la chaqueta y el pantalón del asesinado aparecía una etiqueta que ponía B. Borchgrave.

Periódico francés L’ Excelsior hace mención a los funerales de Borchgrave ( Gallica)

Su cadáver había sido enterrado en una fosa común del cementerio de Fuencarral junto con otros individuos que habían sido asesinados ese mismo 20 de diciembre. Unos días después su cadáver fue exhumado y trasladado hasta Alicante para poner rumbo a Marsella (Francia). A modo de anécdota, los restos de Borchgrave viajaron hasta Francia en el mismo barco que se exilió de la España republicana el portero del Real Madrid Ricardo Zamora que había sido detenido días atrás. En la hemeroteca Nacional hemos encontrado una fotografía que muestra a la viuda de Borchgrave con el guardameta madridista. Ya en el país vecino, el cortejo fúnebre llegó por tren hasta Bélgica donde fue enterrado a finales de enero de 1937. El Gobierno de Bélgica exigió a la República un funeral de estado para el barón Borchgrave así como una importante suma económica como indemnización para su familia. También le pidieron personalmente al general Miaja buscara inmediatamente a los culpables de su muerte.

Documento del Ministerio del Estado de la República relacionado con Jacques Borchgrave / CDMH

La República por medio de Álvarez del Vayo se comprometió a poner todos los recursos posibles para investigar el asesinato, pero se negó a celebrar un funeral de Estado porque Borchgrave a todos los efectos «no era diplomático». A regañadientes, finalmente el Ejecutivo republicano aceptó entregar una importante indemnización a la familia. Nosotros no tenemos dudas de que los Servicios Especiales estuvieron relacionados con el asesinato de Borchgrave. Aunque sus dirigentes negaron cualquier tipo de implicación en el asesinato, sabemos a ciencia cierta que fue su responsabilidad. Basamos nuestra teoría en cuatro informaciones:

1) Los Servicios Especiales reconocieron haber capturado a Borchgrave para someterle a interrogatorio.

2) Según los archivos belgas, un cargo importante de las Brigadas Internacionales aseguró que los servicios secretos de la CNT estuvieron detrás del asesinato por cuestiones personales, sobre todo a raíz de las denuncias que interpusieron algunos empleados de la embajada contra Borchgrave y los diplomáticos belgas. Según estas fuentes, asesinar a Borchgrave era más fácil que acabar con la vida del cónsul o el embajador de Bélgica puesto que él carecía de pasaporte diplomático.

Periódico francés L’ Radical de Marseille refiriéndose al traslado del cuerpo del barón a Bélgica / Gallica

3) El Gobierno de la República trató de hacer creer a la opinión pública que el asesinato había corrido a cargo de las Brigadas Internacionales que habían tomado la justicia por su mano con Borchgrave al saber que estaba intentando convencer a brigadistas para que desertaran. Esto según los archivos belgas no tiene fundamento.

4) Ángel Pedrero, jefe del Servicio de Información Militar de la República, acusó a los Servicios Especiales de estar detrás del asesinato de Borchgrave. Pedrero hizo estas declaraciones tras la Guerra Civil ante las autoridades franquistas

El asunto de Jacques Borchgrave podía merecer una investigación exclusiva de nuestra web porque muchas de las cosas que se han contado sobre su asesinato o no son ciertas o están repletas de imprecisiones. Con los nuevos datos que hemos recopilado en los archivos de España y Bélgica nos comprometemos a realizar una investigación dedicada a este enigmático personaje.

Dos figuras en los Servicios Especiales

Pedro Orobón en 1936 / http://www.federacionanarquista.net

Antes de seguir analizando las operaciones de los Servicios Especiales en la Guerra Civil vamos a hablar de dos nombres propios dentro de esta agencia de inteligencia. El primero de ellos se llamaba Pedro Orobón y trabajaba como secretario, escolta y hombre de confianza de Salgado Moreira. Había sido reclutado por los Servicios Especiales por la gran cantidad de idiomas que hablaba (francés, alemán y holandés) ya que por circunstancias vitales había tenido que exiliarse de España en la dictadura de Primo de Rivera.

Originario de Valladolid, al estallar la guerra, Orobón consiguió ostentar el grado de capitán de milicias, aunque tuvo que abandonar el frente de batalla para incorporarse a los Servicios Especiales. El Comité de Defensa de la CNT consideraba que era una persona muy válida para dirigir un y para dar apoyo en todo momento a Salgado Moreira.

El 17 de febrero de 1937, Orobón, Salgado Moreira y una persona más de los Servicios Especiales se desplazaban por motivos de trabajo por alrededores de Madrid en un vehículo de la marca Ford. Aquella noche su coche fue ametrallado por un avión franquista provocando la muerte de Pedro Orobón y heridas de diversa consideración tanto a Salgado como al otro ocupante. Periódicos como ‘Frente Libertario’ lamentaron lo ocurrido con este obituario:

«Otra vez el latigazo de la muerte azotó las filas de la confederación. El dedo blanco de la Desconocida señaló a un nuevo escogido y este fue Pedro Orobón que cayó bajo la metralla que desde las alturas lanzó la mano criminal del extranjero sobre Madrid en la noche del miércoles…La muerte nos arrebata a Pedro Orobón cuando, con su inmensa capacidad de trabajo, desarrollaba su labor en el Ministerio de la Guerra junto con el compañero Salgado, también herido en el criminal bombardeo».

Artículo de la revista Frente Libertario 19.02.1937 /BNE

El otro personaje de los Servicios Especiales que queremos reflejar se llamaba Antonio Bouthelier Espasa, un joven abogado de veinticinco años que antes de la Guerra Civil coqueteó con la Falange. Al estallar el conflicto, al igual que otros muchos madrileños, se afilió a la CNT porque pensaba que estaría más seguro dado que su padre, un prestigioso coronel médico, había sido asesinado por las milicias. Lo cierto es que Bouthelier le cayó en gracia desde el primer minuto a Salgado Moreira y se convirtió en poco tiempo en uno de los componentes de su equipo de trabajo, sobre todo tras la muerte de Pedro Orobón.

En realidad Bouthelier trabajaba para una organización quintacolumnista. Estaba infiltrado en el corazón de los Servicios Especiales y pasaba información a los franquistas de las actividades de los espías republicanos. Así lo contamos en nuestro libro ‘La Quinta Columna’ (Esfera de los Libros) donde damos a conocer un poco mejor su actuación en la Guerra Civil y las operaciones de inteligencia en las que intervino. En nuestra obra, también relatamos que tras la contienda ocupó un cargo de responsabilidad en el nuevo régimen como letrado en las Cortes.

La falsa embajada de Siam

El mes de diciembre de 1936 fue muy intenso para los Servicios Especiales. Además de la operación para detener y asesinar al barón Borchgrave, sus integrantes también pusieron en marcha una falsa embajada en Madrid para capturar al mayor número de «derechistas posibles» que buscaban refugio. Con el visto bueno de Salgado Moreira, uno de sus colaboradores se encargó de crear la legación bajo la falsa bandera de Siam en un hotel incautado por la CNT en la calle Juan Bravo. Se trataba de Antonio Verardini, un ingeniero conocedor de varios idiomas que antes de la Guerra Civil había cumplido penas de cárcel por falsificación. Un personaje sin duda de película cuya historia hemos rescatado a través de una entrevista que concedió en plena contienda al periódico Mundo Gráfico.

Entrevista a Antonio Verardini en Mundo Gráfico en 1937 / BNE

Pese a tener apellido italiano, Verardini había nacido en Madrid en 1910 por lo que al estallar la guerra tenía 26 años. Hijo de un ingeniero de minas , se educó en los Jesuitas de la calle Alberto Aguilera hasta que se marchó a Francia para cursar, también él, los estudios de ingeniería mecánica. Fue número uno de su promoción. En París empezó a simpatizar con el movimiento libertario. Al regresar a España no pudo encontrar trabajo en la capital, por lo que decidió trasladarse hasta Ceuta para hacer negocios. Allí creó una empresa de construcciones, pero no le fueron bien las cosas desde el punto de vista comercial debido a sus enfrentamientos con las jerarquías militares.

De vuelta a Madrid tras proclamarse la II República, Verardini fue encarcelado varias veces por diferentes motivos: sobre todo por falsificación de documentos y sus acciones como libertario. Al producirse la sublevación militar el 18 de julio de 1936 se encontraba preso en la cárcel Modelo de Madrid de donde fue liberado por Cipriano Mera el día 21. Desde ese día combatió en Somosierra, Paredes de Buitrago, la Casa de Campo, Sotillo de la Adrada y Teruel, siempre al lado del prestigioso líder anarquista. Fue nombrado comandante del Ejército Popular antes de incorporarse a los Servicios Especiales.

Verardini hizo buenas migas durante una de sus estancias en prisión con un joven llamado Alfonso López de Letona, un derechista falsificador que antes de la guerra había sido chófer y escolta de Antonio Goicoechea, líder de Renovación Española. De hecho, el 18 de julio de 1936 le acompañó hasta Portugal tras producirse el alzamiento militar porque Goicoechea sentía que su vida podía peligrar. López de Letona regresaría unas horas después a Madrid y coincidiría con su amigo Verardini que se comprometió a «cuidar» de él pese a estar en las antípodas ideológicas.

Lo cierto es que Verardini incorporó a López de Letona en su proyecto de la embajada de Siam, una iniciativa destinada no solo «para cazar enemigos y desafectos» sino también para robarles sus pertenencias. En cierta manera, el joven derechista optó por cambiarse de chaqueta en el momento que aceptó colaborar con los Servicios Especiales. De esta operación hablamos en su día en esta misma página web por lo que puedes acceder a ella pinchando en este enlace.

Los agentes republicanos instalaron en la embajada de Siam de manera clandestina micrófonos y otros medios técnicos que permitían escuchar las conversaciones que se mantenían en su interior. Gracias a López de Letona -muy bien relacionado con los madrileños de derechas- se alojaran una veintena de personas que pagaron altísimas cantidades de dinero por permanecer allí refugiados. La operación se vino abajo después de que el general Miaja se enterara de lo que estaba pasando en el viejo hotel de la calle Juan Bravo y ordenara cerrar la embajada porque la consideraba «algo terrorífico» .

El general Miaja durante la Guerra Civil / Real Academia de la Historia

La noche del 8 de diciembre de 1936, por orden de los Servicios Especiales, un grupo de milicianos de la CNT asaltaron la falsa embajada de Siam deteniendo a todas las personas que había allí dentro. Todos o casi todos fueron fusilados unas horas más tarde. Tras la Guerra Civil, López de Letona relató a las autoridades franquistas que él no había tenido nada que ver con los fusilamientos, pero aportó un dato de lo más relevante. Dijo haber escuchado una conversación entre el dirigente anarquista Eduardo Val y el jefe de la checa del Palacio del Duque de Tamames (donde habían sido llevados las personas de la embajada de Siam) en la que hablaban abiertamente de que los refugiados habían sido «paseados».

Artículo Heraldo de Madrid sobre detención López de Letona. 14.04.1937 / BNE

Cuatro meses después de los sucesos de la Embajada de Siam, López de Letona fue detenido por las autoridades republicanas. Por esas fechas, había abandonado Madrid y se había enrolado en el frente de la sierra como «oficial de Estado Mayor» de las Brigadas Internacionales. En esa ocasión, su arresto corrió a cargo de la Policía que en una nota de prensa aseguró que nuestro hombre, antes de la guerra, había sido «pistolero» de Renovación Española. Esa nota de prensa también decía que entre los documentos que le requisaron había algunos que le «acreditaban como miembro de los servicios secretos del Ministerio de la Guerra, donde al parecer y según su propia declaración, gozaba de la confianza del jefe de estos servicios. Los periódicos dijeron abiertamente que fue «un tal Verardini» el que le facilitó los documentos de los Servicios Especiales y de la CNT que llevaba consigo cuando fue arrestado.

Operación San Francisco El Grande

La última operación relevante de los Servicios Especiales antes de su desaparición, se gestó en abril de 1937. Todo partió de una denuncia que interpusieron centinelas republicanos de la 7º División del Ejército del Centro que aseguraron haber visto salir varias noches seguidas señales luminosas desde lo más alto de la basílica de San Francisco El Grande. Esas señales apuntaban, a priori, a los Altos de Cuatro Vientos que estaban controlados por los franquistas.

Salgado Moreira ordenó investigar esos hechos a Valentín de Pedro, un alférez de la Guardia Civil que trabajaba para los Servicios Especiales y se encargó que realizar todas las pesquisas. Descubrió sin demasiados problemas que la basílica se había convertido en un depósito enorme de obras de arte de la Junta del Tesoro Artístico donde permanecían resguardados más de 15.000 cuadros y esculturas. Al frente de ese depósito estaba un arquitecto muy famoso llamado Francisco Ordeig que ya antes de la Guerra Civil había trabajado como conservador del templo. De Pedro pudo averiguar que uno de los hijos de Ordeig había simpatizado con la Falange en la antesala de la sublevación militar y que varios de sus amigos -también con ideas falangistas- visitaban con frecuencia la basílica.

Nave principal de San Francisco El Grande cuando fue utilizada como depósito de obras de arte / Ministerio Exteriores

Los Servicios Especiales también se enteraron de que Francisco Ordeig había protagonizado dos incidentes muy serios con sendas unidades republicanas que pretendían instalar en San Francisco El Grande una pieza de artillería y un observatorio de aviación. El afamado arquitecto movió todos sus contactos y se entrevistó incluso con el general Miaja para evitar la instalación tanto del observatorio como de la pieza artillera junto a la basílica. Convenció al general republicano haciéndole ver que era un error situar posibles objetivos militares de los franquistas junto a un depósito de obras artísticas.

De Pedro no tardó demasiado en darse cuenta de que Francisco Ordeig y su hijo podían ser desafectos e incluso «enemigos del pueblo». Por ese motivo decidió infiltrar en la basílica a dos de sus mejores hombres: los guardias civiles Gerardo Sanz Monzón y Emilio de la Visitación Villa. El investigador republicano logró que sus dos agentes se incorporaran al retén que daba seguridad a las obras de arte de la basílica. Una vez dentro, los dos se hicieron pasar por simpatizantes de los alzados y lograron empatizar tanto con la familia Ordeig como con los guardias del retén que también eran partidarios de Franco.

Con una X se aprecia Francisco Ordeig, el arquitecto conservador de San Francisco El Grande. 1930. Heraldo de Madrid / BNE

En apenas mes y medio, los infiltrados recolectaron un sinfín de pruebas que demostraban que en San Francisco El Grande se había constituido una organización «subversiva» que tenía hilo directo con el «enemigo». A mediados de mayo de 1937, De Pedro dirigió una operación policial para detener a los casi veinte implicados que fueron juzgados en Barcelona por un Tribunal de Espionaje y Alta Traición. Varios de ellos fueron condenados a muerte (entre ellos Ordeig hijo), pero su pena finalmente fue conmutada. Ordeig padre, que fue condenado a treinta años de prisión, estuvo a punto de ser asesinado en la cárcel Modelo de Barcelona tras recibir un disparo en el pecho por un desconocido. En nuestro libro «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros) tenéis mucha más información sobre los hechos de San Francisco El Grande, al igual que en este artículo que publicamos hace un tiempo en nuestra web.

Tras la Guerra Civil

Los integrantes de los Servicios Especiales tuvieron suerte diversa una vez terminada la Guerra Civil. En nuestro podcast de IVOOX podéis escuchar qué sucedió tras la contienda con Manuel Salgado Moreira, César Ordax Avecilla, Antonio Verardini, Alfonso López de Letona o Valentín de Pedro. Si no tenéis IVOOX no os preocupéis porque lo podéis descargar en este enlace que hay justo debajo

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Fuentes consultadas

CDMH. CAUSA GENERAL. Pieza 2. Tomo VX. Ramo 47. Servicios de Vigilancia del Ejército Rojo.

CDMH. CAUSA GENERAL. Pieza 2. Tomo XV. Ramo 47. Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra.

Historical Archives of the European Union. Archive Paul Henry Spaak.

AGHD. Sumario 55889, legajo 2326 contra Valentín de Pedro.

CDMH. SM, Caja 803, Legajo 7385

Fuentes orales. Descendientes de Francisco Ordeig y Valentín de Pedro.

«Diplomacia, humanitarismo y espionaje en la Guerra Civil» de Antonio Manuel Mora Roncal, editorial Biblioteca Nueva.

«Madrid en guerra. La ciudad clandestina» de Javier Cervera. Alianza Editorial.

«La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas» de Alberto Laguna y Antonio Vargas, editorial La Esfera de los Libros.

Hemeroteca Nacional. Artículos varios.

Hemeroteca Gallica en Francia.

www.guerraenmadrid.net

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