Conspirando entre las obras de arte de San Francisco el Grande

FOTO ALMACEN GUERRA CIVIL
Nave principal de San Francisco el Grande durante la Guerra Civil / Ministerio de Exteriores

La basílica de San Francisco el Grande es uno de los templos más maravillosos de Madrid no solo por su enorme bóveda (una de las más grandes de Europa) sino también por la cantidad de obras de arte que hay en su interior. Durante la Guerra Civil, sus enormes naves recogieron cientos de obras de arte, ya que este peculiar templo se convirtió en una especie de depósito o almacén de joyas artísticas y manuscritos que corrían el riesgo de ser destruidas por los bombardeos. El arquitecto valenciano, Francisco Ordeig, fue nombrado «conservador» y «responsable» del almacén por la Junta Delegada de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, sin embargo, aprovechando su cargo, conspiró contra la República en compañía de su hijo.

Aunque en 1936 no mostraba demasiada simpatía por ningún partido político, Francisco Ordeig no simpatizaba con el Frente Popular por lo que se marcó como objetivo evitar que todas las obras de arte de San Francisco el Grande fueran evacuadas de España. Su hijo (también llamado Francisco) también se oponía al Frente Popular porque había militado en la Falange antes de empezar la Guerra Civil. De hecho, el joven Ordeig celebraba reuniones clandestinas en su casa (situada en la propia basílica) con otros compañeros falangistas, mientras escuchaban las «radios enemigas» alrededor de una mesa camilla. Podemos decir que padre e hijo, desde los primeros momentos de la guerra, ya empezaban a actuar como quintacolumnistas sin ser realmente conscientes de su condición.

SAN FRANCISCO EL GRANDE AUTO
Auto de procesamiento contra Francisco Ordeig y otros 35 quintacolumnistas /Causa General

En nuestro libro la «Quinta Columna» (Esfera Libros) relatamos al milímetro como actuó la familia Ordeig desde San Francisco el Grande y como, padre e hijo, protegieron las obras que arte que se encontraban en el interior de la basílica. Una de las primeras acciones que llevaron a cabo fue ocultar unos treinta códices hispano-árabes que iban a ser trasladados al extranjero. Lo hicieron haciendo creer a las autoridades del Tesoro Artístico que los códices habían desaparecido en un traslado, algo muy habitual por desgracia en aquellos años. Poco tiempo después, también consiguieron esconder unas tablas de Berruguete (que no estaban catalogadas) que a punto estuvieron de arder tras el asalto a la «Capilla del Obispo» por parte de un grupo de milicianos exaltados. En esa operación para salvar las tablas de Berruguete, también participaron los arquitectos Fernando Chueca y Julián Navarro.

Desde casi el inicio de la guerra hasta el verano de 1937, los Ordeig constituyeron una organización de la Quinta Columna que, además de proteger las obras de arte, conseguiría comunicarse con la España sublevada para transmitir información de los republicanos. Francisco Ordeig hijo se encargaba del espionaje puro y duro de la organización mientras que su padre dedicaba todos sus esfuerzos a evitar que las obras fueran trasladadas fuera de España. Para ello contó con la ayuda de Ángel y Alejandro Ferrant, dos importantes cargos de la Junta del Tesoro Artístico, que protegerían a la familia Ordeig hasta casi el final de la contienda.

A medida que avanzaban los meses, la organización constituida por los Ordeig fue cogiendo músculo, gracias a la inclusión de nuevos efectivos. Uno de ellos se llamaba Asterio Espejo y era cabo del destacamento de la Guardia Nacional Republicana (antigua Guardia Civil) que se encargaba de la protección de las obras de San Francisco el Grande. También se incorporaron a la trama varios compañeros de clase de Francisco Ordeig, que al igual que él simpatizaban con la Falange.

En una ocasión, una unidad de Artillería del Ejército republicano intentó instalar en la zona más alta de la basílica un observatorio de aviación para avistar posibles incursiones de los cazas sublevados sobre Madrid. Aprovechando sus influencias en la junta del Tesoro Artístico, Ordeig padre consiguió que el observatorio no se instalara en la iglesia, ya que podría convertirse en un objetivo de la aviación nacional. Nuestro quintacolumnista, aprovechó sus influyentes contactos para obtener un documento firmado por los generales Miaja y Rojo en el que recomendaban la instalación del observatorio en otro lugar distinto a la basílica.

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Portada libro «La Quinta Columna» / Esfera de los Libros

Los servicios secretos de la República descubrieron lo que se estaba cociendo en San Francisco el Grande en abril de 1937. No queremos hacer spoiler de nuestro libro «La Quinta Columna» porque allí contamos con todo lujo de detalles como, la inteligencia republicana se puso tras la pista de la familia Ordeig. Infiltrados, redadas e incluso algún tiroteo se sucedieron hasta casi el final de la Guerra Civil con la mayoría de los implicados de esta historia. Solo diremos, para no desvelar demasiados detalles del desenlace de esta historia, que el mayor de los Ordeig estuvo a punto de morir tras recibir un disparo en Barcelona. Tanto él como su hijo sobrevivieron a la guerra pero tuvieron secuelas (sobre todo psicológicas) hasta el final de sus días.

Fuentes consultadas:

  • «La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas» de Alberto Laguna y Antonio Vargas. La Esfera de los libros.
  • AGHD. Sumario 21897. Expediente sobre la actuación de los miembros del Tesoro Artístico.
  • AGHD. Sumario 55889. Sumario contra Valentín de Pedro.
  • CDMH. Expediente 45 del Juzgado Especial de Rebelión número 3.
  • «Madrid en guerra. La ciudad clandestina» de Javier Cervera. Alianza.

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