Las dos mujeres que salvaron la vida al doctor Gómez Ulla

El doctor Gómez Ulla en una intervención /RTVE

Barcelona. Noviembre de 1938. El médico militar Mariano Gómez Ulla llevaba cerca de un año detenido. Acusado de alta traición, supuestamente por intentar abandonar la zona republicana, había pasado por varias prisiones de Madrid y Barcelona. En las próximas semanas abordaremos los detalles de la detención de Gómez Ulla y su vida en Madrid entre 1936 y 1938. En la Ciudad Condal, donde se encontraba preso, había sido juzgado en dos ocasiones y la última, los jueces le habían condenado a muerte. A partir de ese instante, decenas de personas se movilizaron para intentar salvar la vida a uno de los doctores más prestigiosos del momento en España. Dos mujeres fueron clave para su posterior puesta en libertad; la inglesa Miss Jacobson y la cubana Dolores Quintana de Angones. Podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que gracias a estas dos señoritas Gómez Ulla salvó la vida.

Una escocesa

Fernanda Jacobsen era una joven escocesa que durante la guerra civil española ocupó el cargo de delegada para la provisión de víveres, medicamentos y ambulancias al Gobierno de la República. Era una enamorada de España al igual que sus padres. Una tía suya se había casado con un español en 1905 y por ese motivo le pusieron un nombre tan hispano como Fernanda. Durante la Segunda República visitó nuestro país en innumerables ocasiones y al estallar el conflicto se puso a disposición de Daniel Macaulay, un prestigioso profesor y político escocés, que envió varias ambulancias a España para trasladar a los heridos de la guerra. Fue nombrada Comandante de ambulancias y a su llegada a Madrid, en octubre de 1936, organizó de forma encomiable un hospital inglés donde se curaba a los voluntarios de las brigadas internacionales. Fue precisamente en ese hospital cuando conoció a Mariano Gómez Ulla con el que mantuvo una relación muy estrecha hasta que fue detenido por el SIM en enero de 1938.

Tras ser trasladado a Barcelona, Miss Jacobsen se interesó a través de la Cruz Roja por el estado de salud de Gómez Ulla sin embargo las noticias que recibía de él no eran demasiadas y estaban sesgadas. A través del cónsul español en Marsella, Tomás Bordallo y Cañizal (al que había conocido en Liverpool) intentó buscar su prisión condicional por motivos humanitarios pero las negociaciones fracasaron. Tras conocer su condena a muerte concertó a toda prisa una entrevista con Indalecio Prieto para intentar a toda costa salvarle la vida. Pese a la gestión de Miss Jacobson con Prieto, a Gómez Ulla no le conmutaron la pena de muerte. En cuatro semanas sería fusilado en el Castillo de Montjuic. En un intento desesperado por salvar la vida del médico militar, Jacobson se desplazó hasta Londres para hablar de este asunto con varios conocidos dentro del gobierno británico. Ante él y ante varios medios de comunicación ingleses, Jacobsen afirmó de forma contundente que el doctor Gómez Ulla era inocente y que se trataba de uno de los mejores médicos de España que solo luchaba por salvar la vida de sus pacientes. Gracias a las gestiones diplomáticas de la escocesa, ésta consiguió salvar la vida del prestigioso doctor militar.

Dolores Quintana de Angones

Misss Jacobsen le había salvado la vida pero el estado de salud del médico era muy delicado en agosto de 1938. Después de casi un año de cautiverio en la cárcel del Ministerio de la Marina en Madrid (sede del SIM), los buques prisión Villa de Madrid y Uruguay en Barcelona y la cárcel seminario de la ciudad condal, en noviembre del 38, Gómez Ulla estaba encerrado en la prisión del Estado de Barcelona, acondicionada en un antiguo convento de monjas. Los milicianos que custodiaban esta prisión, al comprobar en innumerables ocasiones que la vida del doctor corría serio peligro optaron por llamar a los servicios sanitarios del ejército republicano en Barcelona. Dos prestigiosos médicos catalanes, Folch y Herráez le trataron de sus problemas renales junto con el ayudante de Gómez Ulla, el doctor Hergueta, que también estaba preso en Barcelona.

Una vez conmutada su pena de muerte, varias fueron las personalidades internacionales que solicitaron al Gobierno de la República la libertad de Gómez Ulla a través de algún canje. Fueron especialmente insistentes el doctor Marañón y el doctor Meyer, presidente de la Sociedad Internacional de Cirugía. Los contactos entre los Gobiernos de Franco y Negrín para llevar a cabo el canje se inician en octubre de 1938 pero no se alcanzó  ningún acuerdo. El ministro republicano, Manuel Irujo intercedió al comprobar que las negociaciones entre Madrid y Burgos estaban estancadas. Para ello hizo llamar al encargado de negocios de la Embajada de Cuba en Madrid quién inmediatamente se puso en contacto con la Cruz Roja cubana. Al frente de esta institución estaba la jovencísima Dolores Quintana de Angones, una aristócrata de la Habana y conocida durante toda la guerra por su humanidad en todos los sectores de la sociedad. Los que la conocieron dicen que se movía tan bien entre los aristócratas burgaleses como entre los milicianos madrileños. Dolores había llegado a España en 1929 procedente de la capital cubana. A los pocos meses,  gracias a su pasado noble, se integró perfectamente en la alta sociedad madrileña acudiendo a fiestas y cenas organizadas por el cuerpo diplomático en Madrid. En alguna de esas fiestas debió conocer a nuestro protagonista con el que le unía una estrecha amistad.

En Burgos, Quintana de Angones solicitó una audiencia con Franco para abordar un posible canje de Gómez Ulla. Tras hablar con el Generalísimo consiguió el  permiso para iniciar por su cuenta las gestiones para canjear al doctor Gómez Ulla por el doctor Bago, medico nacionalista vasco, condenado a muerte por el Gobierno franquista. Tras reunirse también con Negrín, la delegada de la Cruz Roja en Cuba llegó a un acuerdo tanto con unos como con otros para que el canje entre los médicos se llevara a cabo.

 

La fecha elegida por los dos gobiernos para el canje entre presos fue el 24 de noviembre en la oficina mixta de las dos zonas establecida en Toulouse. El día 22 de noviembre de 1938 por la mañana, Gómez Ulla abandonó la cárcel de Barcelona en un coche propiedad del ministro Giral. En ese coche viajaba Ibáñez, secretario personal del ministro y el doctor Martí. Con estas dos personas atravesó la frontera de Francia hasta llegar a Perpignan que sería entregado a las autoridades de la Cruz Roja Internacional.  Allí le esperaba la señora Quintana de Angones y el señor Estalella, embajador de Cuba en Madrid. A la mañana siguiente, el 23 por la mañana se realizó el canje de Gómez Ulla y el doctor Bago. A las cuatro de la tarde de ese 23 de noviembre, nuestro protagonista entraba en la España nacional a través de la frontera de Irún. En el puente internacional le esperaban todos sus familiares. Sus más allegados recuerdan el estado físico de Gómez Ulla que a sus 59 años parecía un anciano de 80.

¿Qué sucedió tras la guerra con las dos salvadoras de Gómez Ulla?

Fernanda Jacobsen regresó a Escocia en abril de 1939. Con ella regresaron los pocos conductores de ambulancias escocesas que quedaban con vida tras el conflicto. Fue recibida en su país con todos los honores políticos posibles y concedió varias entrevistas a la prensa de Glasgow. Antes de que la guerra terminara organizó una evacuación de varias familias protestantes españolas que salieron de Barcelona rumbo a Londres.  Fue condecorada por el Parlamento Británico y falleció hace unos años en su ciudad natal.

Dolores Quintana de Angones siguió viviendo en Madrid hasta 1941. Ese año se marchó a la Habana tras ser homenajeada en el hotel Ritz de la capital. A ese homenaje acudieron los principales dirigentes de la época y también la familia Gómez Ulla. Fue nombrada por el Gobierno del Generalísimo como ‘Hija predilecta de España’. En 1942 volvió a Europa, en este caso a Francia como representante de la Cruz Roja Cubana en el país galo con motivo de la II Guerra Mundial.

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