
Mucho se ha escrito acerca de las primeras víctimas de la Guerra Civil española pero se ha profundizado muy poco sobre la figura de Ernesto Carratalá Cernuda. El Teniente Coronel Carratalá fue oficialmente la primera víctima de la guerra. Nacido en Madrid, era uno de los militares de confianza de Manuel Azaña y por eso mandaba personalmente el Batallón de Zapadores de Carabanchel. A diferencia de la mayoría de sus compañeros militares, Carratalá era socialista y formaba parte de la UMRA (Unión Republicana Militar Antifascista). También era habitual verle en compañía de los intelectuales de la época como Luis Cernuda, su primo, o Federico García Lorca.
Hasta el 18 de julio de 1936, Carratalá había pasado por varios destinos sin pena ni gloria. Sin embargo, tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero, empezó a adquirir cierto protagonismo en las esferas militares. Muchos de sus compañeros de profesión, contrarios a su ideología socialista, intentaron hacerle el vacío durante meses. Sin embargo, él fue entablando amistad con otros militares izquierdistas. Al ser uno de los fundadores de la UMRA, mantenía reuniones semanales con otros militares de su misma ideología como el Capitán Urbano Orad de la Torre (artillero que participó en el asalto al cuartel de la Montaña), el Teniente Coronel Juan Fernández Saravia (ayudante militar de Azaña), Ricardo Burillo (jefe del Grupo de Asalto del Cuartel de Pontejos y acusado posteriormente de participar en la muerte de Calvo Sotelo) y Fernando Condés (Teniente de la Guardia Civil también acusado de matar a Calvo Sotelo e instructor de las Milicias Comunistas).
El Gobierno de la República ya tuvo constancia del levantamiento militar en África la tarde del 17 de julio. Sin embargo, Ernesto Carratalá y otros militares esperaban desde antes la sublevación ya estaban preparados para enfrentarse a ella. En la madrugada del 18 al 19 de julio y tras hablar por teléfono con su amigo Indalecio Prieto, el Teniente Coronel Carratalá empezó a organizar la entrega de armamento de su batallón a las milicias socialistas. Sobre las 4.00 se presentaron en el cuartel de Carabanchel, sede del regimiento de zapadores, Enrique Puente, jefe de la Brigada Motorizada con tres camiones conducidos por milicianos socialistas. Cuando los soldados del depósito de armas empezaron a cargar los fusiles del depósito de armas a los camiones, aparecieron varios capitanes y tenientes que pistola en mano impidieron la carga. Uno de los soldados buscó inmediatamente a Carratalá que estaba en su despacho e instantes después el teniente coronel, también con pistola en mano, recriminó a los oficiales.
Empezó así una acalorada discusión en la que Carratalá intentó imponerse como jefe del regimiento y llamó traidores a los sublevados. Acto seguido ordenó a los soldados que se encontraban allí que detuvieran a los capitanes y tenientes. En esos momentos empezó un tiroteo entre los oficiales rebeldes y Carratalá y varios militares leales. En la refriega, que duró más de veinte minutos, cayó muerto Carratalá con varios impactos en el torax. También murieron en el tiroteo el alférez Marcial Gil Gómez, el brigada Francisco Leal y el sargento Valentín González. Los tres habían intentado apoyar al teniente coronel y defendieron a su superior hasta las últimas consecuencias. Por parte de los oficiales contrarios a la entrega de armas, resultaron heridos graves los capitanes Becerril, Pelegrí y Herráiz. Fue un tiroteo fundamentalmente entre oficiales. Los soldados y cabos que presenciaron la refriega estaban atónitos y no participaron de ninguna manera en la pelea.
Algunos investigadores se han referido al autor de los disparos que causó la muerte al Teniente Coronel Carratalá y señalan al capitán Álvarez Paz. Desde aquí podemos confirmar que Álvarez Paz participó en el tiroteo aunque es muy precipitado acusarle directamente de los disparos. Si hubiera sobrevivido a la guerra hubiéramos podido formularle esa pregunta, sin embargo, Álvarez Paz murió horas después del tiroteo defendiendo el cuartel de Campamento junto con el General García de la Herrán.
La odisea de su hijo, el profesor Carratalá
La familia de Carratalá, tras recibir la noticia personalmente por Indalecio Prieto quedó completamente destrozada. Su hijo, también llamado Ernesto, se alistó en las Juventudes Socialistas Unificadas para luchar en el Frente de Somosierra donde resultó herido y posteriormente hecho prisionero. Él mismo, con más de 90 años, y siendo un prestigioso profesor universitario de Barcelona, contaba en una entrevista su calvario: «En Somosierra me ametrallaron las piernas y caí preso. Éramos 40 presos y los falangistas querían matarnos. Lo evitó María Rosa Urraca Pastor, comisaria requeté, enviándonos al penal de Burgos. Fue la primera de las tres veces que he estado al filo de la muerte. Después fui juzgado por un consejo de guerra y condenado a morir por culpa de un médico. Al alegar ser menor de edad suponía no me pedirían pena de muerte, no obstante el médico que me exploró, estudio mis vellos corporales y palpó mis testículos, dictaminó que yo tenía casi 20 años. En realidad tenía 17. El general Cabanellas, masón como mi padre, conmutó la pena».

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Tras pasar por Burgos, Ernesto fue trasladado al Fuerte de San Cristobal, en Navarra. Allí participó en la fuga más importante de presos republicanos durante la guerra. Más de 2000 personas se fugaron del fuerte aunque casi todos fueron detenidos posteriormente por las autoridades nacionales. Entre los fugados estaba Ernesto, que al encontrarse solo en el momento, sin nada de comer y sin calzado adecuado, se dio cuenta de que no llegaría muy lejos: decidió volver al fuerte. Muchos de sus compañeros de fuga fueron condenados a muerte, él también, pero su pena le fue conmutada.