
Su desfigurado rostro con un ojo vendado, el pómulo perforado y la garganta abierta dio la vuelta al mundo. El hombre que veis en la imagen de portada es Ramón de Unamuno Lizárraga, el menor de los nueve hijos don Miguel de Unamuno, que estuvo a punto de morir durante la Batalla del Jarama. Prácticamente no ha trascendido su historia pero creo que es de justicia difundirla para que nuestros lectores puedan disfrutar de una nueva investigación de la Guerra Civil realizada en esta época de confinamiento. No hay demasiados datos de él pero hemos conseguido reconstruir su relato tras consultar numerosos libros de la familia Unamuno, hemerotecas de España y Francia y varios archivos estatales.
Algunas biografías de Miguel de Unamuno aseguran que su hijo Ramón fue uno de los más rebeldes , lo que le generó varios quebraderos de cabeza durante su juventud. Tanto es así que le escribió unos versos en sus años mozos para que recapacitara sobre determinados comportamientos. En 1918 el chico hizo la comunión en la Iglesia de San Juan Bautista de Salamanca y en 1926 obtuvo el título de bachiller. Sabemos que el joven, nacido en 1910, empezó la carrera de Medicina en en su ciudad pero no llegó a terminarla. En 1932 firmó junto a otros trescientos alumnos salmantinos un manifiesto de apoyo a la República y a las Cortes Constituyentes después de que unos estudiantes de Derecho lanzaran una iniciativa monárquica. En aquella época, Ramón, con apenas 22 años, compatibilizaba los estudios con el fútbol, una de sus grandes pasiones: llegó a jugar en el primer equipo del Salamanca.

El inicio de la guerra en Madrid
Tras dejar la carrera de Medicina se trasladó a Madrid para cursar los estudios de Odontología. Allí le sorprendió el inicio de la Guerra Civil el 18 de julio de 1936. Aunque se mantuvo un poco aislado hasta octubre de este año , finalmente decidió alistarse en las milicias de la República, quizás debido a presiones políticas. En una entrevista que le hicieron durante la contienda, le preguntaron por qué no se había alistado antes para combatir al «fascismo». Su respuesta fue clara:
«A mi padre la guerra le cogió en Salamanca. Todo el mundo sabe que pronto empezaron a circular rumores diciendo que si estaba o no con los fascistas. Se llegó a dar por cierto».
El hecho de que la prensa republicana tildara a Miguel de Unamuno de «fascista», colocó a Ramón en el disparadero. Pronto empezó a sentirse perseguido y algunos grupos de milicianos tomaron represalias contra él y contra sus hermanos que residían en Madrid . Tanto es así que uno de sus hermanos (posiblemente José) fue detenido y encarcelado tras encararse con unos milicianos que habían cometido un «atropello» mientras hacía cola en una tienda de comestibles. Esta es la versión que ofreció una vez terminada la guerra Manuel Llano Gorostiza (escritor), en uno de sus libros destinados a investigar a la familia Unamuno.
Es posible que Ramón de Unamuno se sintiera presionado tras la detención de su hermano y como consecuencia de ello, tomara la decisión de alistarse voluntariamente a las milicias. Lejos de lo que se ha podido decir, nunca se incorporó a las «Milicias Vascas» que combatían en Madrid sino que se enroló voluntariamente al Batallón Numancia que acababa de nacer en septiembre de 1936. Su inscripción se produjo una mañana de octubre en el cuartel general del batallón, un precioso palecete requisado a unos nobles que estaba situado en un en el número 16 de la calle Marqués de Riscal. El diputado Benito Artigas, el presidente de las milicias sorianas y jefe político del batallón, fue el encargado de anotar su inscripción y fue quién le suministró su uniforme: una chaqueta estilo militar y una boina con las siglas del batallón (BN).

El Batallón Numancia empezó a funcionar como tal a primeros de octubre de 1936, justo después de que se produjera la adhesión de las milicias riojanas, navarras y sorianas. Antes de ser enviados al frente, los efectivos de la unidad hicieron labores de investigación y orden público en la retaguardia de Madrid localizando emboscados y posibles enemigos de la República. Desconocemos si Ramón realmente participó en estas tareas de investigación, lo que sí sabemos es que en noviembre del 36 tuvo lugar su bautismo de fuego.
Su traslado al frente
El Batallón Numancia fue enviado al frente de Siguienza a primeros de noviembre de 1936. Solo unos días antes, en aquella zona se habían registrado combates encarnizados en lo que se conoció como la «Batalla de Sigüenza». Ramón de Unamuno también estuvo en el frente alcarreño junto con sus compañeros. En la hemeroteca no hemos encontrado demasiada información sobre los combates en los que participó esta unidad militar, tan solo unas pocas noticias sobre alguna refriega aislada y el interrogatorio a unos evadidos por parte del jefe político del batallón, Benito Artigas.
Además de Artigas, los otros jefes que tuvo Ramón de Unamuno en su batallón fueron los coroneles Víctor Lacalle y Jiménez Orge, este último había sido jefe de la escolta de Azaña durante bastante años. También sabemos que en el sector de Sigüenza los hombres del Numancia combatieron junto a las milicias del POUM, de la CNT y otros batallones como los Leones Rojos, Alicante Rojo o el Batallón de La Pasionaria. Uno de los combatientes ilustres de esta unidad fue Juan Antonio Gaya Nuño, autor soriano que años más tarde publicó unas interesantes memorias sobre la vida en el frente.

Ramón de Unamuno y sus compañeros del Numancia solo estuvieron unos meses en el frente de Sigüenza. Allí se enteró de la muerte de su padre el 31 de diciembre de 1936, primero por la prensa y después a través de una carta que recibió de su hermana procedente de Londres. Pero en la guerra no había tiempo para el duelo. El 16 de febrero de 1937 fue enviado hasta el Jarama para participar en la batalla que allí se estaba librando, posiblemente una de las más sangrientas de la Guerra Civil. El Batallón Numancia se insertó dentro de la 66º Brigada.
En el Jarama
Justo dos días después de llegar al frente, el 18 de febrero, resultó herido de gravedad durante los combates que se registraron en el sector de Morata de Tajuña. Varios trozos de metralla impactaron contra su rostro y garganta, haciendo creer a sus compañeros y mandos que había muerto en combate. Pero no fue así. Pese a las heridas consiguió mantenerse con vida hasta que fue evacuado a un hospital situado en un pueblo cercano donde estuvo ingresado unos quince días. Allí recibió la visita de su hermano José de Unamuno, que también se había alistado a las milicias, en concreto como teniente de Artillería en la Columna de López Tienda. Inicialmente, sus superiores le habían comunicado que su hermano Ramón había muerto en combate en el Jarama, aunque le dijeron que no disponían de demasiados detalles. José no quiso creerse la noticia y pidió permiso a sus superiores para desplazarse a la zona con el objetivo de encontrar a su hermano. Malherido, en un antiguo convento convertido en hospital, por fin se localizó al menor de los Unamuno con el rostro totalmente deformado por la metralla. Pero estaba vivo.

La prensa republicana, publicó el 24 de febrero, que Ramón había muerto luchando en el Jarama «contra a los fascistas». Fueron varios los periódicos los que publicaron su muerte este día como El Liberal, La Libertad o La Voz. Este último diario decía lo siguiente:
«Ramón Unamuno, estudiante de Odontología, ha encontrado la muerte luchando en el frente del Jarama. Su hermano José se bate como teniente de Artillería del Ejército republicano. Ambos, al lado del poder legítimamente constituido, comprendieron desde el primer momento cuál era su deber. El ejemplo dado por los dos nos lleva pensar, por contraste en Don Miguel, español tan original y tan paradójico que alimentaba su espíritu inquieto con la contradicción constante. No hemos de juzgarle aquí. Paz a los muertos».
Al día siguiente, más periódicos de la España republicana seguían anunciando a bombo y platillo la muerte del hijo de Miguel de Unamuno en el frente del Jarama. El diario Ahora (en su día dirigido por Chaves Nogales), publicó en su portada que Ramón había caído en el frente como un «héroe más de la juventud española». A nivel internacional, varios periódicos franceses se hicieron eco de la muerte, así como el Times británico, cuyo corresponsal en Valencia publicó una esquela de gran tamaño en honor a su memoria.
Una falsa muerte
La noticia de la supuesta muerte de Ramón de Unamuno corrió como la pólvora en la España de Franco. Varios periódicos sublevados también se hicieron eco de la noticia como El Heraldo de Zamora en su edición del 27 de febrero, publicaba:
«Según noticias que se reciben desde París, en el sector del Jarama ha muerto Ramón Unamuno, hijo del finado don Miguel. La noticia no ha tenido hasta ahora confirmación oficial».
Ese mismo día, un periódico de Teruel llamado Lucha, publicó una columna de opinión sobre la muerte de Ramón de Unamuno. Su autor era un conocido falangista llamado Alonso Bea que decía lo siguiente:

«La noticia nos ha desconcertado. Ramón de Unamuno, hijo del malogrado y admirado don Miguel, ha muerto envuelto en un combate del frente de Madrid envuelto en el exótico uniforme ruso, en el infamante uniforme anti español. La inclusión de Ramón de Unamuno en las filas marxistas tiene que haber obedecido a un caso de fuerza mayor, nunca a un acto voluntario y consciente…Todos sabemos que los dirigentes rojos obligaron a empuñar las armas a cuantos ciudadanos se hallaban al advenir el movimiento en territorio dominado por ellos. Ramón de Unamuno, que residía en Madrid, pudo muy bien ser obligado a ingresar en las milicias de indeseables. Cuando la guerra haya concluido y la verdad resplandezca, nos informaremos de que Ramón de Unamuno murió pensando en Dios, en España y en su buen padre, quizá cuando buscaba la huida del infierno rojo».
Trasladado a Valencia
La supuesta muerte de Ramón de Unamuno llegó hasta gran parte de su familia que residía en Salamanca. Estuvieron solo unos pocos días de duelo ya que, a primeros de marzo, la prensa empezó a reconocer que se había producido un error. El joven Ramón no había muerto en el Jarama sino que había resultado herido de gravedad , por lo que había sido trasladado a un hospital de Valencia.
En efecto, nuestro protagonista fue herido de gravedad el 18 de febrero de 1937. Como dijimos anteriormente , fue alcanzado por varios trozos de metralla que impactaron de lleno contra su rostro. Uno entró en su ojo, otro por el pómulo derecho y salió por el cuello y uno más por la boca.

Ramón fue atendido por los sanitarios del Batallón Numancia que prácticamente lo dieron por muerto. Su fortaleza física (era un gran deportista) le permitió sobrevivir y fue trasladado, como dijimos antes, hasta un hospital cercano a la zona del Jarama. Los hospitales de Madrid estaban saturados con cientos de heridos procedentes de los combates, por lo que fue enviado hasta Valencia, a un hospital. En concreto fue enviado hasta un hospital de sangre que estaba gestionado por Izquierda Republicana donde fue intervenido. Los doctores consiguieron a duras penas salvarle el ojo. Sin embargo, los efectos de la metralla en el pómulo le habían destrozado esa parte del rostro y algo parecido sucedió con su garganta.
Durante el tiempo que permaneció en el hospital de Valencia, el hijo de Unamuno recibió un gran número de visitas en su habitación. Cuidó mucho de él su cuñado, el poeta José María Quiroga Pla que se encontraba accidentalmente en Valencia y el musicólogo Eduardo Ranch. Este último tuvo que quedarse muy impactado tras la visita que le hizo una tarde de marzo de 1939, ya que escribió lo siguiente:
«Poco ha podido decir pues una bala le ha penetrado en la boca y se le ha llevado parte de las mandíbulas y todos los dientes. También ha perdido un ojo. Unas palabras buenamente humanas ha dicho pero no las he entendido bien a pesar de que Quiroga ha intentado traducirlas. Me pareció Ramón un poco adusto Tal vez era debido a su incapacidad de hablar. Luego no tanto. Al irme y desearle su total mejoría, me daba golpes en el brazo no pudiendo expresarse de otro modo».
Suponemos que aquella visita de Ranch fue a primeros de marzo de 1937, ya que unas semanas después Ramón estaba mucho más recuperado. Tanto es así que el 3 de abril concedió una entrevista al periódico La Estampa, en concreto a la afamada periodista madrileña, Luisa Carnés, que tras la Guerra Civil terminaría exiliándose a México. En esa entrevista, la cronista realizaba la siguiente introducción, describiendo el estado físico de Ramón tras sus heridas de guerra:
«Ramón Unamuno está herido en el ojo derecho y en el cuello. Apenas puede hablar. El proyectil sin trayectoria le desgarró la garganta. Con buena voluntad pero con grandes trabajos me cuenta de sus heridas en el frente».
En ese entrevista, Luisa Carnés intenta despejar todas las dudas posibles para que la opinión pública se mostrara convencida de que Ramón era un firme partidario de los republicanos. Así por ejemplo, la periodista quiso saber por qué tardó tanto en alistarse a las milicias del Frente Popular para combatir al fascismo. La respuesta del hijo de Unamuno fue clara:
«Ya se dibujaba (en octubre del 36) claramente los contornos intervencionistas en España. Se veía cada vez, de una manera más diáfana, que lo que nuestro país libraba no era una cuestión interna o de partidos políticos rivales. Tenía relieves de una guerra seria. Nosotros no podíamos permanecer espectadores mientras que lo mejor de nuestra tierra, los mejores hijos de España, morían cada día en los frentes republicanos».

La Estampa le dio toda una página a la entrevista con Ramón de Unamuno. En ella aparecen dos fotografías de nuestro personaje, ambas con el ojo y la garganta tapados con vendas. En una de ellas aparece junto a la entrevistadora, Luisa Carnés, y uno de los médicos que le atendió en el hospital de Valencia. Además de explicar los motivos que le llevaron a ingresar en las milicias en octubre del 36, el joven también quiso limpiar la imagen de su padre, destacando que tiempo atrás había sido «desterrado» por sus ideas y que su situación en Salamanca, al estallar la guerra, debía ser «muy delicada». En la parte final de la entrevista, Ramón aseguró que le gustaría volver al combate para festejar, junto a sus compañeros, nuevas victorias aunque, su regreso lo veía lejano por su delicado estado de salud.
Su marcha a Francia
Aquella entrevista de la Estampa con el hijo de Unamuno tuvo una gran trascendencia internacional. Algunos medios de comunicación franceses utilizaron las fotografías para informar del milagro: Ramón no había muerto en el Jarama sino que todavía seguía vivo.
No sabemos demasiado bien cómo, pero Ramón de Unamuno abandonó Valencia a finales de abril de 1937 y se trasladó a París, posiblemente para ser tratado de sus heridas de guerra. Así lo confirmaron algunos periódicos franceses y el autor, Manuel Llano Gorostiza en su obra, «La ex futuridad de Unamuno». Llano Gorostiza aseguró que el 26 de abril de 1937 (el día del bombardeo de Guernica) se encontró con Ramón en París participando en una concentración de protesta contra el ataque sublevado de Durango, acaecido días atrás. La concentración había sido organizada por la Liga de los Derechos del Hombre y al frente de la misma se encontraba el hijo de Unamuno. Leamos un fragmento de su obra:
«Al frente iba un extraño monstruo sobre unas angarillas al que una bala dundum había destrozado un ojo, el pómulo y una parte de la mandíbula. Sus cicatrices eran impresionantes».
En aquella marcha a la que se refiere Llano Gorostiza también se encontraba la esposa del embajador republicano en París y los pintores vascos Julián Tellaeche, Antonio Gazuela y José María Ucelay. Tras la marcha, estos tres pintores le presentaron a Ramón a Pablo Picasso que, por entonces, también residía en París, colaborando codo con codo con el Gobierno de la República para preparar la Exposición Universal. Cuentan que Picasso le invitó a vivir con él en su mismo hotel porque empatizaron desde el primer minuto. Algunos investigadores insinúan, incluso, que Picasso decidió pintar definitivamente el Guernica por su amistad con Ramón, a pesar de que el joven no era originario de esta villa vasca. Sin embargo, sí que estaba muy unido a Guernica puesto que su madre había nacido allí y había contraído matrimonio con don Miguel en su iglesia.
Sabemos que al terminar la Guerra Civil, Ramón de Unamuno siguió viviendo un tiempo en París donde atravesó por algunas dificultades económicas. Según su cuñado (Quiroga Pla), Ramón custodió el «Romancero» de su padre en París hasta que en el año 1941, «lo malvendió» a un editor francés. Quiroga Pla, años después, consiguió recuperar el «Romancero» y devolvérselo a sus descendientes. Finalmente, en 1953 fue publicado en Buenos Aires bajo el título: «Unamuno: Cancionero. Diario poético» (Losada).

No hemos podido averiguar más datos sobre Ramón de Unamuno en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Tan solo hemos podido averiguar que en los años cincuenta regresó a España y se instaló en Madrid donde falleció en 1969 a la edad de 59 años, aunque está enterrado en el cementerio de Salamanca.
Hemos realizado varias averiguaciones para comprobar si los hijos de Miguel de Unamuno tuvieron problemas serios con la justicia franquista una vez terminada la Guerra Civil. No hemos encontrado ninguna fuente documental o testimonio que así lo confirme, por lo que intuimos que Ramón pudo integrarse en la sociedad española de la posguerra sin demasiadas dificultades. Curiosamente, su hermano José que también había combatido con los republicanos durante la contienda, siguió haciendo carrera como catedrático. Según el BOE, el 31 de diciembre de 1953 fue nombrado «catedrático numerario de matemáticas» en el Instituto Nacional de Enseñanza Media de Pontevedra.
Fuentes consultadas
– Laberintos 213, número 15. Epistolarios Pedro Salinas-Quiroga Pla
– Una relación amistosa entre Quiroga Pla y Eduardo Ranch. Amparo Ranch
– Descripción de la serie: «Correspondencia recibida por los familiares de Miguel de Unamuno: Inés Alonso, Ana Chagueda y Pilar Martín, Casa Museo de Unamuno, Universidad de Salamanca.
– Biblioteca Prensa Histórica. El Adelanto 29 de abril de 1918.
– Biblioteca Prensa Histórica. El Adelanto, 17 de noviembre de 1926
– Biblioteca Prensa Histórica. El Adelanto, 1 de mayo de 1932
– Tres estudios sobre Guernica y su comarca. Jacinto Gómez Tejedor, Francisco Sesmero Pérez y Manuel Llano Gorostiza
– La ex futuridad de Unamuno. Manuel Llano Gorostiza
– Miguel de Unamuno. Expedientes administrativos de grandes españoles. Ministerio Educación y Ciencia.
– Miguel de Unamuno y la fotografía. Imaginar lo que se ve. Ediciones Universidad de Salamanca.
– Biblioteca Nacional de Francia. Fondo Gallica.
– CDMH. DNSD-SECRETARIA,FICHERO,66,U0003927
– https://historicacultura.com/2017/11/30/el-batallon-numancia/- – http://gefrema80.blogspot.com/
Es una pena no completar la historia y hacer un libro, tendría un gran éxito, seguro
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Muchas gracias Antonio. Un abrazo
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