
Se acaban de cumplir ochenta años del fusilamiento de Pablo Moreno Argüelles, uno de los personajes más oscuros de la Guerra Civil cuya historia ha permanecido silenciada hasta hoy. Fue un hombre que jugó con dos barajas durante todo el conflicto, se movió a la perfección entre los individuos más extravagantes de la retaguardia madrileña y participó en varias operaciones clandestinas de los servicios de inteligencia. Este artículo es solo un aperitivo pero nos permitirá conocer mejor a este agente doble inédito al que le dedicamos todo un capítulo en nuestro libro «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros).
Ya desde antes de que estallara la Guerra Civil, Moreno Argüelles sabía caminar muy bien entre la tenue línea que separa el bien y el mal. En 1933 fue detenido por la Brigada de Investigación Criminal por formar parte de una red que falsificaba los recibos de una compañía eléctrica para cobrarlos posteriormente. Su nombre apareció, junto a otros siete detenidos en periódicos como el Heraldo de Madrid, la Voz o el ABC. En aquella época, nuestro hombre ya ejercía como abogado en un despacho de la capital aunque no destacaba especialmente en aquellos convulsos años treinta. Pero no adelantemos acontecimientos.
No era la primera vez que su nombre aparecía en la prensa. Muchos años antes, en 1925 los periódicos madrileños se hicieron eco de la visita a la capital del obispo de Santo Domingo que acudió, entre otros lugares, a la facultad de Derecho de Madrid. Allí, un jovencísimo estudiante llamado Pablo Moreno Argüelles leyó un discurso en su honor que destacó por su religiosidad.

En la antesala de la Guerra Civil, nuestro protagonista se involucró en el mundo de la política aunque sin ocupar cargos de responsabilidad. Primeramente se afilió a Renovación Española donde ocupó cargos de responsabilidad. Algunas fuentes no verificadas aseguran que fue secretario personal de Antonio Goicoechea en los años treinta aunque esa información no la hemos podido verificar en los archivos. Lo que sí hemos podido saber es que en febrero de 1936 decidió cambiarse de camiseta para inscribirse en la Falange llegando a ser vocal en una mesa electoral en las elecciones. Por lo tanto, a efectos oficiales, al producirse la sublevación militar poseía un carné de falangista, tenía 32 años y residía en un piso situado en el número 87 de la calle Menéndez Pelayo. Al principio vivía solo en esta vivienda pero pocas semanas después de iniciarse la guerra, se instaló allí su novia, una bailarina mucho más joven que él de la que estaba perdidamente enamorado. En una declaración suya que hemos encontrado en los archivos, dijo que el 17 de julio de 1936 intentó llegar al Cuartel de la Montaña para unirse a la sublevación de Fanjul pero no pudo llegar porque le «ordenaron retirarse» puesto que las autoridades republicanas estaban deteniendo a mucha gente. Nosotros no le damos demasiada credibilidad a las palabras de Moreno Argüelles, entre otras cosas porque no especifica quién le ordenó «retirarse». Creemos, sinceramente, que, o bien no se enteró del alzamiento del cuartel o bien prefirió no participar en su defensa ya que esto suponía un riesgo demasiado elevado.
Su primera detención
En el verano de 1936 fue detenido por una patrulla de milicianos que le identificó en la vía pública cuando se dirigía a la calle Santa Engracia número 3 donde residía su hermana. Los milicianos le arrestaron por carecer de documentación y le trasladaron hasta la comisaria de Leganitos donde prestó declaración. Dos horas después fue puesto en libertad sin demasiados problemas
Durante aquellos primeros compases de la Guerra Civil, Moreno Arguelles evitó salir a la calle salvo en contadas excepciones y limitó enormemente sus relaciones sociales por miedo a ser detenido. Su pasado falangista le hacía ser objetivo de las Milicias de Vigilancia de la Retaguardia que se habían convertido prácticamente en las responsables del orden público de Madrid. Las pocas veces que abandonaba su vivienda de Menéndez Pelayo era para reunirse con sus amigos falangistas Eduardo Zaldívar y Gregorio Fernández Balaguer con los que intercambiaba sus impresiones sobre el devenir de la guerra. En enero de 1937 se empezó a relajar quizás motivado por las circunstancias. Los «paseos» habían disminuido en Madrid y la contienda parecía que iba a ser larga, puesto que las tropas de Franco no habían podido entrar en la capital. De esta manera, sus reuniones con amigos y conocidos falangistas se hicieron algo más habituales que en verano.

Moreno Argüelles se empezó a reunir con asiduidad, además de con los amigos anteriormente mencionados, con otros simpatizantes del alzamiento en Madrid. Entre ellos se encontraba un tal Félix Ayuso que regentaba una tienda de comestibles en Pacífico, otro apellidado Rojas que había sido jefe de Falange en el pueblo Miguel Turra (Ciudad Real) y un abogado llamado Pedro Asensio. Casi sin darse cuenta, el grupo de nueve derechistas entre los que estaba Moreno Argüelles, empezó a adquirir cierta forma y complejidad. Las simples charlas iniciales sobre el devenir de la guerra se empezaron a transformar en actos de sabotaje contra la República como la difusión de pasquines en contra del Frente Popular.
El segundo arresto en menos de un año
El 21 de septiembre de 1937, Moreno Argüelles y el resto de sus amigos fueron detenidos por la Brigada Especial, una unidad especial republicana especializada en luchar contra la Quinta Columna dirigida por el comisario Fernando Valentí. A nuestro protagonista le trasladaron a la calle Serrano 108 donde, por entonces, esta Brigada había instalado su cuartel general. Allí le tomaron declaración y allí le captaron como confidente. El encargado de llevar a cabo su proceso de captación fue el agente Víctor Ronda Ortega, un policía comunista con fama de duro del que luego aportaremos más datos. Con el fin de conseguir su colaboración, Ronda le amenazó con traer hasta la Brigada Especial a su novia a la que haría «cosas que no le gustarían».
Ante estas circunstancias, a Moreno Argüelles no le quedó más remedio que aceptar la propuesta de la Brigada Especial para que actuara como confidente. Durante casi dos meses, recibió formación por parte de Víctor Ronda sobre como debía infiltrarse en organizaciones derechistas y ganarse la confianza de sus principales líderes a los que haría creer que él era un derechista más. Para acercarse a esos grupos le pidieron que utilizara su misma historia que le había llevado a la cárcel: sus inicios en la política en Renovación Española para convertirse posteriormente en falangista durante las elecciones de febrero de 1936.

Mientras se preparaba para convertirse en agente doble, Moreno Argüelles empezó a estrechar lazos de amistad con su captador, Víctor Ronda, pero también con otro de los compañeros de este, Ricardo Están Frías, un policía afiliado a la UGT desde antes de la guerra. En adelante, los dos serían sus contactos, primero dentro de la Brigada Especial y más tarde en el Servicio de Información Militar (SIM). Por esas fechas, nuestro hombre ya empezó a cobrar el sueldo de 500 pesetas mensuales por parte de la Dirección General de Seguridad aunque le dijeron que percibiría unas 10.000 en cuanto participara en su primera misión.
Su debut como confidente
El primer trabajo de nuestro hombre como confidente policial llegó en diciembre de 1937. Sus superiores le encargaron acudir con relativa frecuencia al café Europeo de Madrid, que estaba situado en la Glorieta de Bilbao, y vigilar de cerca a un dos personas de derechas que allí solían reunirse. Se trataba del policía Miguel Cortés Rubio y de su amigo, Raimundo de Oro Pulido. De manera muy discreta, Moreno Argüelles se sentaba en una mesa del café coincidiendo con los derechistas. Durante una semana los observaba con cierta distancia mientras simulaba estar leyendo el periódico hasta que cierto día se atrevió a dar el gran paso. Con gran seguridad y creyendo en todo lo que le habían enseñado durante las semanas anteriores, interpretó su mejor papel. Les dijo que les había escuchado hablar y que simpatizaba con sus ideas derechistas pero les recomendó que tuvieran cuidado al abordar determinados temas, ya que República tenía ojos y oídos en todas partes. Se presentó como un importante cargo de Falange que se encontraba proscrito en Madrid por parte de las autoridades republicanas. Con el fin de ganarse su confianza les dijo que había puesto en marcha una red clandestina con el fin de suministrar a los nacionales «con los que tenía hilo directo», información del enemigo.

Los dos hombres se sorprendieron con el comportamiento de Moreno Argüelles e inicialmente actuaron de manera prudente pues sabían que República contaba con un gran elenco de agentes dobles, siempre dispuestos a tenderles una trampa. Le citaron en el mismo café y a la misma hora del día siguiente para hablar tranquilamente y se comprometieron a presentarles al día siguiente a una persona relevante de la Quinta Columna. Esa persona era una mujer llamada Francisca Martínez Ramírez aunque todos la conocían con el apodo de Fanny, una falangista relevante que fue jefa del partido en el distrito de Palacio y que había actuado, antes de la guerra, como enlace de Pilar Primo de Rivera.
Nuestro hombre accedió a reunirse con Fanny al día siguiente. Al mismo tiempo informó a sus contactos en la Brigada Especial de los detalles de su encuentro con los dos derechistas por lo que la Policía tuvo tiempo para montar un discreto dispositivo de vigilancia en el Café Europeo. Moreno Argüelles llegó con tiempo de sobra al café y esperó la llegada de los dos derechistas acompañados por Fanny, una mujer joven, rubia y con una forma de caminar enérgica. Durante más de una hora, Fanny interrogó a Moreno Argüelles. Así describió ella, muchos años después, aquella reunión:
«A Pablo Moreno Argüelles me lo presentó Miguel Cortés Rubio, dándome el encargo, como falangista, de que le interrogara yo para cerciorarme si efectivamente era afiliado a Falange. La primera entrevista que tuvimos se celebró en el Café Europeo, sito en la Glorieta de Bilbao. Pablo me convenció plenamente de que era falangista por el número de detalles de nuestra organización, la cantidad de nombres y situaciones pasadas que no podía conocer nadie ajeno al partido»
El confidente de la Brigada Especial se presentó ante Fanny usando su identidad real y diciéndole que había sido subjefe de Falange en el distrito de Congreso antes de que empezara la Guerra Civil. Comentó también que tras fracasar el alzamiento en Madrid puso en marcha una organización de la Quinta Columna con la que había conseguido enlazar con los nacionales a través de la Casa de Campo. Fanny, al mismo tiempo, también le confesó que ella y sus dos amigos también formaban parte de otro grupo quintacolumnista, conocido con el nombre de los 195, formado por casi doscientas personas. En aquella reunión, ambos acordaron fusionar los dos grupos.
Una gran actuación teatral
Entre diciembre de 1937 y enero de 1938, Moreno Argüelles realizó una de las mejores actuaciones de su vida. Hizo creer a los miembros de este grupo de la Quinta Columna que realmente él era un líder importante de Falange que estaba reagrupando los grupos falangistas que sobrevivían de manera clandestina en Madrid. Pocos días después de aquel primer contacto, él propuso que las futuras reuniones se celebraran en un despacho donde él ejercía como abogado situado en el número 3 de la Glorieta de San Bernardo. Hizo mención a lo importante que era fortalecer las medidas de seguridad.

Durante semanas, más de una veintena de miembros de la organización de los 195 pasaron por el despacho de la Glorieta de San Bernardo para conspirar contra la República. Entre ellos estaba José Banús, constructor del Valle de los Caídos y Puerto Banús, que también era miembro de esta red clandestina. Lo que no sabían aquellos ingenuos quintacolumnistas es que el despacho de Moreno Argüelles estaba repletos de micrófonos que habían instalado Ricardo Están y Víctor Ronda, sus dos referentes dentro de la Brigada Especial. Los dos policías republicanos, utilizaron los conocimientos que habían recibido de los asesores soviéticos y escucharon a la perfección las conversaciones que allí se mantenían entre el confidente y los miembros de la Quinta Columna. Durante casi cinco meses recogieron pruebas más que suficientes para desarticular la organización.
En abril de 1938, coincidiendo con la marcha de Indalecio Prieto del Ministerio de la Guerra, se produjo la operación a gran escala para desarticular el grupo de los 195. En este caso fue el SIM quién decretó las detenciones de cerca de 200 personas después de asumir el liderazgo de la investigación tras disolverse por motivos políticos la Brigada Especial. Los responsables de la organización derechista fueron arrestados uno a uno cuando entraban en el despacho de Moreno Argüelles de la Glorieta de San Bernardo. Los más relevantes terminarían siendo condenados a muerte como Fanny, Miguel Cortés o José Banús en un mediático juicio que se llevó a cabo en el Palacio de las Salesas. Allí Fanny se enfrentó públicamente al tribunal y en varias ocasiones, haciendo en saludo fascista, gritó: «Viva España». Las sentencias, finalmente no se llevaron a cabo porque la Guerra Civil iba llegando a su fin.

Pero volvamos de nuevo a la figura de Pablo Moreno Argüelles y su actuación fundamental en la desarticulación de los 195. Hemos averiguado que durante la operación del SIM él también fue detenido con el fin de que los quintacolumnistas no sospecharan de él, sin embargo, su arresto fue puro teatro. Mientras que los falangistas eran maltratados en el Ministerio de la Marina (donde fueron trasladados), nuestro hombre se movía a sus anchas dentro de la sede del servicio secreto y participó en varios careos con los implicados. Por estas fechas, conocería a Ángel Pedrero, jefe del SIM del Ejército del Centro, al que le reclamó las 10.000 pesetas que le habían prometido para participar en esta misión como confidente. Pedrero se negó con rutundidad ya que consideraba que era una cantidad «abusiva» y su «servicio no había merecido tanto la pena». Con todo, le entregó 2.000 pesetas extra, cantidad que percibió al mismo tiempo que su sueldo mensual de 500 pesetas mensuales por seguir ejerciendo como agente doble.
El traslado a Cuenca
Después de realizar su primera misión como confidente de la República, nuestro protagonista hizo ver a sus superiores del SIM que realmente no valía para ese trabajo pues no era lo suficientemente fuera de mente. Pretendía que le dejaran en paz para trasladarse a un pequeño pueblo de Cuenca llamado Villarejo de Fuentes donde un familiar de su novia tenía un molino. Gracias a Ricardo Están, uno de los agentes que le habían captado como informador, consiguió un salvoconducto para viajar hasta esta localidad conquense donde vivió plácidamente unas semanas.
Estando Villarejo de Fuentes junto a su novia, una mañana de junio de 1938 recibió la visita del jefe del SIM en la demarcación de Cuenca, el comisario Arellano. De muy malos modos y tratándole como si se tratara de un delincuente le comunicó que tenía que trabajar a sus órdenes en un nuevo cometido. Moreno Argüelles trató de convencerle con evasivas de que no era una buena idea pero la presión del comisario fue extrema. Nuevamente, un espía republicano le forzó a trabajar para su servicio o de lo contrario, a su pareja le podría pasar «algo». En un momento de desesperación, nuestro hombre regresó a Madrid y le pidió a Pedrero que intercediera por él para evitar tener que actuar nuevamente como agente doble. El jefe del SIM del Ejército del Centro le amenazó con «detenerle» de manera inmediata si se negaba a colaborar.

Así fue como Moreno Argüelles volvió a trabajar para los servicios de inteligencia de la República. El jefe del SIM de Cuenca (Arellano) junto con otro agente apellidado Lozano le ordenaron que se infiltrara en el Hospital Militar de la ciudad para descubrir si allí se estaba formando una organización de índole falangista. Durante meses se hizo pasar por enfermero del hospital hasta que logró descubrir la red clandestina que allí había montado Federico Muela, jefe de Falange de Cuenca y un doctor apellidado Tello. Llegó a ganarse su confianza hasta tal punto de que pretendía unificar su organización con otro grupo de Requetés que actuaba clandestinamente en la zona. Con la información que recababa a diario en el hospital, mandaba un exhaustivo informe a los enlaces del SIM conquense como este al que hemos tenido acceso:
«De la entrevista que he mantenido con el doctor Tello, éste cita a otro elemento del Hospital Militar llamado Paulino Vallejo al que define como elemento de FE…Más adelante, empezaron a observarme (otros individuos del grupo) y no encontraron nada que pudiera infundirles sospechas, al contrario, por las conversaciones sostenidas conmigo, empiezan a confiarme a todo…En relación con la fusión con la organización Requete y FE, decir que ya hay un acta firmada y yo me podré enterar fácilmente de ello más adelante«
Gracias a su actuación como confidente del SIM de Cuenca, las fuerzas de seguridad de la República lograron desarticular, al menos, a dos organizaciones derechistas y detener a casi cuarenta personas. No tenemos constancia de que ninguno de los arrestados fuera condenado a muerte, entre otras cosas porque la Guerra Civil estaba a punto de terminar.
Detenido por la Policía de Franco
Precisamente, el final de la Guerra Civil le sorprendió en Cuenca, en concreto en el Molino de Villarejo de Fuentes donde se había trasladado tras marcharse de Madrid. La policía franquista le arrestó unos días después de que concluyera la contienda y le trasladó inmediatamente a Madrid donde sería interrogado por el SIPM. La única fotografía que disponemos de él fue tomada en la sede del servicio secreto nacional, unos minutos antes de prestar declaración. En sus declaraciones reconocería que había trabajado como confidente de la República aunque, lo hizo «forzado por las circunstancias» y después de sufrir duras amenazas.
El consejo de guerra contra Moreno Argüelles empezó el 22 de abril de 1940. Las pruebas que presentaron contra él en el juicio fueron demoledoras, ya que numerosos quintacolumnistas declararon contra él. No fueron los únicos. Varios agentes de policía de la República (capturados por las tropas de Franco en Alicante) también declararon contra él asegurando que no tenía remordimientos por su trabajo y que solo le interesaba cobrar. Además, el SIPM presentó como prueba definitiva una carpeta repleta de informes redactados por nuestro hombre durante la Guerra Civil sobre las actividades de los grupos falangistas de Cuenca.
Como era previsible, el tribunal que juzgó a Pablo Moreno Argüelles le condenó a muerte. Aunque su familia intentó un posible indulto de Franco, este finalmente no se hizo efectivo. El 29 de octubre de 1940 fue fusilado en el Cementerio Este de Madrid por un piquete de ejecución de un regimiento de infantería. El médico forense de la jefatura de Sanidad Militar de Madrid, Carlos Rey Stollera» firmó su parte de defunción.
A nosotros nos llama la atención otro dato. Los dos policías republicanos con los que Moreno Argüelles trabajó durante la guerra sí consiguieron sobrevivir a la contienda española. Los dos se exiliaron al extranjero antes de que acabara el conflicto. Ricardo Están Frías escapó de España en uno de los últimos barcos que salió del puerto de Alicante: en concreto se hizo con el pasaje 610 del Stanbrook que le llevaría hasta Argelia. Por su parte, Víctor Ronda Ortega, también logró exiliarse en Francia aunque durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los nazis y deportado al campo de concentración de Mauthausen. Consiguió sobrevivir pese a que le tatuaron en uno de sus brazos su número de prisionero: 5.224.
Fuentes consultas
- AGHD, Sumario 59569, legajo 1598. Consejo de Guerra contra Pablo Moreno Arguelles.
- AGHD. Sumario 59569 contra Ángel Pedrero, Emilio Peraile y Fernando Valentí.
- Hemeroteca Nacional. Artículo 1933 de La Voz, El Sol y ABC.
- CDMH: Causa General, 159, Expediente 1. Causa 42 instruida contra varias personas.
- «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros) de Alberto Laguna Reyes y Antonio Vargas Márquez.
- http://www.tdx.cat: «La literatura concentracionaria Europea», Joaquim Amat Piniella
- Derrotados, desterrados e internados. Españoles y catalanes en la Argelia colonial de Nadia Bouzekri.
Y cuando empiezo a recibir mi pago 😃🤪
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