
Los dos hermanos de los que vamos a hablar fueron testigos de excepción de uno de los momentos más emotivos o dramáticos (según se mire) de la historia de España. En realidad, no solo fueron testigos sino que participaron de manera directa de ese instante. Estos dos jóvenes estudiantes presenciaron in situ la entrega de Madrid a las tropas sublevadas el 28 de marzo de 1939 en las trincheras de Ciudad Universitaria. Aquel momento del final de la Guerra Civil fue protagonizado por el padre de ambos, el coronel republicano Adolfo Prada, quién rindió la capital ante otro militar, el coronel franquista Eduardo Losas.
Este artículo no se va a centrar tanto en el final de la Guerra Civil sino en conocer un poco mejor a los dos hijos de Adolfo Prada, dos veinteañeros que antes de 1936 cursaban estudios pre universitarios y que carecían de conocimientos de índole militar. Como ya hemos contado, en marzo del 39, acompañaron a su padre a las ruinas del hospital Clínico, en calidad de capitanes del Ejército de la República, para rendir Madrid a los nacionales. Su historia en la contienda, desconocida hasta hoy, tiene muchos ingredientes que resultarán apasionantes para el gran público.
Los personajes de esta historia se llamaban Adolfo y Eduardo Prada Manso y tenían 21 y 19 años respectivamente al estallar la Guerra Civil. En julio de 1936 los dos se encontraban preparándose para ser peritos agrícolas en una conocida academia de Madrid llamada Arrue-Ugena que estaba situada entre las calles de Fuencarral y San Mateo. Vivían junto a sus padres y hermanos en un chalecito de la calle Dolores Redondo 37, en plena colonia Iturbe de la capital, en la zona de la Fuente del Berro, a pocos metros del actual Palacio de Deportes. Aunque llevaban años residiendo en Madrid, los dos habían nacido en ciudades diferentes como consecuencia de la profesión de su padre, oficial del Ejército. Mientras que Adolfo había llegado al mundo en Toledo, Eduardo lo había hecho en Santander.
Sin pasión por el Ejército
Los hijos del coronel Prada habían decidido no seguir el camino profesional de su padre. Antes de la sublevación militar, ninguno de los dos había mostrado demasiado interés por ingresar en el Ejército, posiblemente porque su progenitor llevaba tiempo retirado de la vida castrense: en 1931, aprovechando la Ley Azaña, Prada se desvinculó de las Fuerzas Armadas para dirigir una escuela privada de Toledo donde preparaba a los jóvenes a ingresar en las diferentes academias militares. Todo cambió al estallar la Guerra Civil.

Tras el alzamiento de las guarniciones de África, el coronel Prada se puso al servicio de la República aunque llevaba tiempo apartado de la vida militar. A pesar de que nunca antes se había metido en asuntos políticos, el padre de nuestros protagonistas decidió ponerse del lado del Gobierno porque considera que el “pueblo” así lo había elegido. Obviamente, fue movilizado en aquel verano de 1936. Su primera misión como teniente coronel (era el rango que ostentaba entonces) fue mandar una columna que llevaba su nombre para combatir, primero en el frente de Toledo, y más adelante en Villaverde. En aquellas primeras semanas de conflicto, sus hijos no fueron movilizados militarmente porque no tenían la edad. Serían llamados a filas en 1937.
Los chicos trataron de llevar una vida de lo más normal pese a las circunstancias. Los dos jóvenes respaldaron a su padre abiertamente por haberse posicionado del lado republicano pero sentían cierta animadversión hacia algunos partidos del Frente Popular. Según reconocieron algunos vecinos suyos tras la guerra, los dos hermanos no se habían significado ideológicamente hacia ninguna formación política a excepción del Partido Republicano Radical, dirigido por Alejandro Lerroux.
Por fin llamados a filas
Adolfo Prada Manso, el hijo mayor del coronel, fue llamado a filas en marzo de 1937, justo después de que se produjera la Batalla del Jarama. Por esas fechas su progenitor ya ocupaba el mando de la 7º División republicana que se encargaba de la defensa de la Ciudad Universitaria. Gracias a las influencias de su padre, Adolfo consiguió ser enviado a esta 7º División, incorporándose al Estado Mayor de su padre y actuando como uno de sus ayudantes. Gracias a sus estudios fue nombrado “teniente eventual”, lo que le libró de combatir en las siempre peligrosas trincheras de Madrid . Allí actuó como “enlace” de su padre por lo que apenas pisó las primeras posiciones del frente universitario. Con todo, colaboró indirectamente en las operaciones republicanas que se llevaron a cabo durante todo el mes de marzo, especialmente en la voladura de seis minas subterráneas el día 18 en la Fundación del Amo, el hospital Clínico y la Escuela de Agrónomos. También participó en la preparación de estrategias defensivas para frenar los golpes de mano “enemigos” en el Parque del Oeste o en la zona del Manzanares.
El hijo mayor del coronel Prada solo permaneció unas semanas como enlace de su padre ya que en abril de este 1937 fue trasladado al subsector de El Pardo, una posición mucho más tranquila y menos arriesgada que la anterior. En julio de este año volvió a cambiar de destino aunque obligado por las circunstancias. Solo cinco meses después de incorporarse al Ejército de la República, Adolfo siguió los pasos de su padre al que destinaron al frente norte para dirigir las operaciones militares que se estaban librando en la zona de Santander. Justo por estas fechas, también se incorporó como ayudante del coronel Prada, su otro hijo, Eduardo que se había curtido como teniente en los frentes de Usera y Carabanchel.

Los dos hermanos fueron testigos de excepción de la caída de Santander y participaron activamente en el repliegue de las fuerzas republicanas hacia frente asturiano tras el nombramiento de su padre como jefe del Ejército del Norte. Como ayudantes de campo de su progenitor, redactaron órdenes de lo más diversas y despacharon con las autoridades más elevadas del Gobierno de la República en esa zona de España. Según explicó Eduardo muchos años después, él personalmente se entrevistó con Indalecio Prieto, por entonces ministro de Defensa Nacional para hablar de su padre. El político socialista le comentó que habían enviado a su progenitor al norte tras una petición personal del lehendakari, José Antonio Aguirre, que había pedido a “un militar de toda confianza que no perteneciese a ningún partido político” para proteger el repliegue vasco tras la conquista franquista de Bilbao.
En el asedio asturiano
Los dos hermanos Prada permanecieron en todo momento junto a su padre hasta la caída de Cantabria en manos de los sublevados. Después se instalaron con él en Asturias hasta que los sublevados se hicieron con el control total de Gijón, desintegrándose por completo el frente norte republicano. Vamos a detenernos en los casi dos meses que la familia Prada permaneció en Asturias intentando resistir al asedio franquista. Más allá de lo estrictamente bélico, padre e hijos también tuvieron que combatir a un enemigo interno mucho más peligroso e inquietante que las tropas “enemigas”. Ese enemigo interno al que nos referimos lo representaban algunos miembros del Consejo Soberano de Asturias y León, un órgano con autonomía propia constituido por los propios republicanos asturianos el 24 de agosto de 1937, coincidiendo con el repliegue del Ejército del Norte tras la caída de Santander. Sabemos que el coronel Prada se enfrentó con el presidente de este “consejillo”, el socialista Belarmino Tomás al que acusaba de gestionar de la peor forma posible el asedio que sufriría Asturias desde septiembre de este año.
Durante las semanas que permanecieron en tierras gijonesas, los hijos de Prada fueron testigos de muchos desmanes cometidos por grupos de milicianos de la ciudad. Como no podía ser de otra manera, se lo comunicaron a su padre y el coronel trató de acabar con ellos poniéndolos en conocimiento del “consejillo”. Belarmino Tomás hizo caso omiso a las denuncias del militar y trató de arrinconarle a pesar de ser uno de los estrategas militares más brillantes del momento. Tanto es así, que Tomás intentó intervenir las comunicaciones de Prada con el Ministerio de Defensa, a lo que él se negó por completo porque consideraba que su subordinación dependía de Madrid y no del político asturiano.

Prada intentó informar al Gobierno de la República de los desmanes que se estaban produciendo en Gijón. Lo hizo a través de un subordinado suyo que fue evacuado a Francia (teniente coronel Arredondo), quién comunicó a las autoridades republicanas que en la ciudad se estaba deteniendo a numerosas “muchachas agraciadas” a las que se acusaba de “fascistas” y eran “violadas” en la cárcel. Esta denuncia llegó a oídos de Indalecio Prieto, ministro de Defensa por entonces, pero estaba atado de pies y manos. Por un lado, el ministro socialista sabía que en Gijón no se podía hacer nada puesto que la ciudad estaba aislada completamente y por el otro, porque tenía una fuerte amistad con Berlardino Tomás al que conocía desde antes de empezar la Guerra Civil. La denuncia del coronel Prada, por lo tanto, quedó en saco roto en esos instantes. Pasadas unas semanas, el propio Prada denunció ante Azaña el comportamiento desequilibrado del consejo asturiano, una denuncia que aparece reflejada en los “Diarios de Guerra” del presidente de la República:
“Del Gobernín Prada dice pestes. El más señalado era Belarmino Tomás, enteramente sometido a la CNT. La política que se seguía allí servía para fabricar fascistas. En Gijón, incautándose del pequeño comercio, de las pequeñas propiedades, etcétera, han logrado hacerse odiosos. Encarcelaba a niños de ocho años porque sus padres eran fascistas y a muchachas de 16 a 18 años, sobre todo si eran guapas”.
La relación entre los Prada y el Consejo Soberano de Asturias se hacía cada vez más inestable a medida que pasaban las semanas. Belarmino Tomás también vigiló muy de cerca las actividades de Prada y sus hijos en Gijón y trató de mermar su quehacer diario. Lo hizo estableciendo un control férreo sobre el coronel y su círculo más cercano de colaboradores. El militar fue obligado a justificar diariamente las 16 raciones de comida que recibía su equipo de confianza en el que estaban sus hijos, ayudantes, chóferes y escoltas.
Hasta que Gijón cayó en poder de los sublevados, padre e hijos trabajaron intensamente para evacuar de la ciudad a las personas más significadas. Sus ojos fueron testigos de escenas de desesperación a lo largo del mes de octubre de 1937 de civiles y militares ante la ausencia de barcos y aviones para salir de Asturias. Las escenas serían más dramáticas después de que se anunciara la inutilización por parte de aviones franquistas del destructor republicano “Císcar” y del submarino C-6.
El martes 19 de octubre de 1937, Gijón ya se encontraba en una situación indefendible. Prada y las autoridades civiles que todavía permanecían en la ciudad hicieron todo lo posible para evacuar rumbo a Francia al mayor número de personalidades civiles y militares cuya vida podía correr peligro en el caso de ser juzgadas por Franco. El coronel consiguió a duras penas un hueco para que su hijo mayor, Adolfo, saliera en uno de los dos últimos aviones que abandonaron de Gijón el día 19. Gracias a las gestiones que hizo su padre con los asesores soviéticos, que también fueron evacuados ese día, el chico pudo volar a Francia tras llegar en secreto al aeródromo de Carreño. Junto a él también voló rumbo al país vecino una hija de Belarmino Tomás y el teniente coronel de Aviación, Martín Luna. Ese mismo día, su hermano Eduardo escribió, por orden de su padre, una directiva recibida del Ministerio de Defensa en la que ordenaba a los militares que combatían en Asturias que “sin pérdida de momento, deben proceder a preparar la destrucción de todas las industrias controladas por esa dirección, lo que debe estar totalmente dispuesto en un plazo máximo de 72 horas”.

Un día después de la huida a Francia de Adolfo Prada (hijo), su padre participó “en calidad de invitado” en la última reunión del Consejo Soberano de Asturias que se celebró en la Delegación del Gobierno en Gijón. El coronel republicano reconoció públicamente que la situación de Asturias estaba muy “comprometida” si los nacionales llegaban a Villaviciosa, un dato que ya había transmitido al Ministerio de Defensa. Dijo que había batallones que se habían negado a combatir y que incluso había algunas unidades que se habían insubordinado a sus superiores. Para él, “pretender resistir era inútil” y había llegado el momento de organizar el “repliegue” lo antes posible si se quería salvar a una parte del Ejército. El coronel propuso que salieran de Gijón rumbo a Francia, primero una parte del Consejo Soberano y una parte de su Estado Mayor por ser los más comprometidos ideológicamente. Esto puso el grito en el cielo en una parte de los consejeros que aseguraron que si los militares se habían comprometido a organizar la evacuación, tendrían que ser los últimos en salir.
Más allá de polémicas, hemos sabido por medio de Segundo Blanco (vicepresidente del Consejo Soberano) que Prada abandonó Gijón a las cuatro de la tarde de ese 20 de octubre de 1937, solo cuatro horas después de aquella reunión del Consejo Soberano. Obviamente, también lo hicieron aquel día los miembros del “consejillo” que partieron rumbo a Francia en el remolcador “Patrón”. Nuestro coronel abandonó España en el torpedero número 3 con noventa personas a bordo entre las que se encontraban los principales dirigentes del PCE y también su hijo Eduardo. El periodista Juan Antonio Cabezas criticó a Prada en su libro sobre la Guerra Civil por haber adelantado su marcha tres horas por miedo de que Gijón cayera en poder de los sublevados. Según su testimonio, de haber salido a las 19.00 su torpedero, más personas significadas podrían haber escapado de Asturias.
La huida a Francia
El libro de Marcelino Laurelo Roa “Asturias, Octubre del 37” explica que en ese torpedero en el que huyó Prada y su hijo el 20 de octubre llegó a Francia el día 22. En concreto llegó hasta Le Verdon-su Mer, un pueblo de la Aquitania francesa situado a pocos kilómetros de Burdeos. Además de la cúpula del Partido Comunista, también iba a bordo de ese barco Valentín Fuentes, jefe de la Marina republicana y los principales ayudantes de nuestro protagonista. La nave llegó “muy averiada” y tuvo que se remolcada hasta Pauillac por el torpedero francés “Vauquois”. Las averías del torpedero hicieron que no pudiera reintegrarse meses después a la Armada de la República y terminó siendo desguazado en territorio francés. El Gobierno del Frente Popular se enteró de la llegada de Prada a Francia a través del cónsul republicano en Burdeos el mismo día 22 de octubre. Dos días más tarde, Indalecio Prieto mantuvo una conversación telefónica con el coronel para conocer los detalles de la evacuación.
Se desconoce el número exacto de asturianos que consiguieron salir de Gijón aquellos días pero el coronel Prada estaba convencido de que lo habían logrado entre 10.000 y 12.000 personas. En Burdeos, el militar se reunió con sus dos hijos y, aunque los jóvenes pudieron quedarse en Francia y alejarse de la guerra, los dos decidieron volver a España con su padre el 29 de octubre de 1937. Tras la contienda, las autoridades franquistas le preguntaron a Eduardo por qué había decidido regresar a nuestro país junto a su padre y hermano y su respuesta fue de lo más contundente: “De haber permanecido en Francia, la vida de mi padre y demás familia podía haber corrido peligro”.

Como antes decíamos, Prada y sus dos hijos regresaron a la España el 29 de octubre de 1937. Los tres llegaron a Valencia donde fueron recibidos por las principales autoridades del Gobierno republicano, entre ellos Manuel Azaña en cuyas memorias recuerda como fue el reencuentro. No tenemos muchos datos sobre como fue la vida de nuestros protagonistas en Valencia, tan solo hemos sabido que el coronel fue homenajeado el 1 de noviembre por el Comité Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas, un acto presidido por aquellas fechas por Santiago Carrillo. Un día después, también participó en una cena ofrecida a la prensa por el Cuartel General del Ejército del Centro a la que acudió desde Madrid el general Miaja.
Destinados a Andalucía
Los hermanos Prada solo permanecieron unas semanas en Valencia pues su padre fue nombrado jefe del Ejército de Andalucía el 11 de noviembre de 1937. Por lo tanto, se trasladaron con él en calidad de ayudantes al frente sur de España y se instalaron en la localidad granadina de Baza donde permanecieron casi cuatro meses. Padre e hijos no tuvieron una vida fácil en Andalucía ya que tuvieron que hacer frente a numerosas fricciones dentro de su propio Ejército, así como algunos actos de indisciplina. Quizás el suceso más grave y mediático que tuvieron que hacer frente fue el juicio por “sedición” contra el mayor de Milicias Francisco Maroto (CNT). Algunos autores como el socialista Máximo Muñoz, que fue comisario del Ejército de Andalucía, acusaron a Prada y sus hijos de solicitar la pena de muerte contra este jefe anarquista. Acusó al coronel de dejarse manipular por los comunistas, “pese a ser socialista” y tildó a sus dos hijos (Adolfo y Eduardo) como “estalinistas fanáticos y miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas”. Finalmente, el líder anarquista fue indultado y pasados unos meses terminaría siendo puesto en libertad.

Máximo Muñoz no fue el único político del Frente Popular que acusó al coronel Prada de tener simpatías hacia el Partido Comunista. El ex ministro de Justicia García Oliver escribió en sus memorias que se reunió con el militar mientras estaba al frente del Ejército de Andalucía y aunque el trato con él fue correcto, le tildó de “comunista”. Ya en 1938, coincidiendo con el traslado de su padre al Ejército de Extremadura, a Eduardo y Adolfo les notificaron su ascenso como “capitanes de milicias”. En agosto de 1938 se trasladaron con él hasta la localidad de Almadén donde permanecerían hasta casi finales de año. Aunque su padre le ordenaron que regresara a Madrid en octubre de 1938, sus dos hijos tuvieron que permanecer en Almadén ocupando puestos de responsabilidad en el Batallón de Tropa del Ejército de Extremadura. Allí estuvieron hasta febrero de 1939, fecha en la que regresaron a Madrid posiblemente alertados por su padre que ya estaba al corriente del golpe que pretendía dar Casado contra los comunistas.
El regreso a Madrid
No tenemos demasiados detalles acerca de lo que pasó con los hermanos Prada durante los combates que se vivieron en la capital en marzo de 1939 entre los partidarios de Casado y las tropas leales a Negrín y a los comunistas. Lo que sí sabemos, es que tras la victoria del Consejo Nacional de Defensa, los dos hermanos volvieron a ser nombrados ayudantes de su padre que había sido designado jefe del Ejército del Centro. Así viene reflejado en el Diario Oficial de la Consejería de Defensa con fecha del 17 de marzo del 39 donde también se nombra ayudante de Prada otro capitán de milicias con el que habían estado en Extremadura los dos hermanos: Gregorio de Lome Vellisca, individuo que había militado en la UGT antes de la guerra.
El lector a buen seguro que conoce lo que sucedió en Madrid el 28 de marzo de 1939. El coronel Prada pudo haber abandonado Madrid y haberse exiliado en el extranjero con otras autoridades, civiles y militares de la República. No hubiera sido la primera vez que escapaba lejos de España; en octubre de 1937 había huido a Francia tras el asedio franquista a Gijón. Pero esta vez la situación era diferente. La guerra estaba llegando a su fin, él estaba cansado de combatir y confiaba en cierta manera en la benevolencia de Franco. Posiblemente, también fuera muy importante para él no querer separarse de su familia y la responsabilidad que tenía entre sus manos realizar la entrega de Madrid a los franquistas de la forma más honorable posible. Ese día, antes de partir rumbo a Ciudad Universitaria, Prada izó la bandera roja y gualda en la parte más visible del Ministerio de Hacienda donde permanecía todavía Julián Besteiro y Sánchez Guerra.
Este 28 de marzo, el coronel Prada junto a sus dos hijos y a dos quintacolumnistas (Diego Medina Garijo y Francisco Urzáiz) entregaron oficialmente Madrid a los franquistas en un acto muy emotivo y dramático que tuvo lugar en Ciudad Universitaria del que hablamos en nuestro libro «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros). Desde nuestras redes sociales hemos compartido un vídeo de unos pocos segundos en el que se aprecia la entrega de la ciudad y donde se puede ver, muy a lo lejos, a los dos hijos del coronel republicano. El más joven de ellos, Eduardo, explicó muchos años después en Diario 16 cómo se desarrolló ese momento:
“Después de resignar el mando, nos presentamos mi padre y yo en la Ciudad Universitaria donde nos estaba esperando el coronel de Regulares Eduardo Losas. Se saludaron (mi padre y él) y le dijo: ¿Responde usted de que sus fuerzas no van a oponer resistencia? Mi padre respondió afirmativamente. Cuando nos marchábamos nos detuvo una voz que dijo: Caballeros, Franco, Franco, arriba España”.
El coronel Prada y sus dos hijos fueron detenidos en ese instante y según la versión de Eduardo, “nos tuvieron toda la noche sin darnos un vaso de agua. Nos trataron con un desprecio impresionante”. Su versión contrasta con la del coronel franquista Losas que aseguró que los jefes republicanos fueron trasladados al “hogar del combatiente donde las damas de los frentes y hospitales les atienden, facilitándoles algunos alimentos”.

Llama la atención que el coronel Losas ni siquiera menciona a los hijos de Prada en sus diarios donde menciona algunos detalles de la entrega de Madrid:
«A la hora señalada, las 13.00h, y en las trincheras del Hospital Clínico hace su presencia ante mi Autoridad el Cuartel General del Cuerpo del Ejército Rojo: teniente coronel de Infantería, don Adolfo Prada Vaquero; capitán de EM, Francisco García Viñales; capitán, don Francisco Urzáiz Guzmán y capitán médico, Don Diego Medina Merijo (Garijo) con una escolta de tres guardias civiles y tres milicianos».
Losas posiblemente incluyó entre los tres milicianos a los hijos del coronel. Más allá de polémicas, hemos descubierto por medio del expediente judicial de los dos hijos de Prada, que los dos jóvenes fueron trasladados al día siguiente (29 de marzo) al cuartel general del servicio secreto franquista, el SIPM donde prestaron declaración. Ambos reconocieron haber ascendido al rango de “capitán de Milicias” del Ejército republicano pero manifestaron que durante toda la guerra habían permanecido justo al lado de su padre actuando como sus ayudantes. Aclararon que no habían participado en acciones bélicas y que no habían pertenecido a ningún partido político del Frente Popular.
Inicio del proceso judicial
Solo unas horas después de su interrogatorio, las autoridades judiciales dictaron su ingreso provisional en la cárcel de Duque de Sexto donde permanecieron varios meses. El 24 de junio de 1939, los dos hermanos escribieron una carta al juez que llevaba su caso en la que solicitaban su puesta en libertad puesto que llevaban casi tres meses “sin que se iniciara procedimiento alguno” y sin que nadie “hubiera presentado denuncia que pudiera dar lugar a ello”.
Finalmente, el juicio contra los hijos del coronel Prada tuvo lugar el 19 de octubre de 1939, casi siete meses después de su detención en Ciudad Universitaria. El tribunal no quiso que se celebrara antes porque tenían que estudiar los avales presentados por los jóvenes así como los informes elaborados sobre su conducta “político-social” por parte del SIPM. Tenemos en nuestro poder el informe que elaboró el agente Alfonso Cagué López tras entrevistarse con numerosos vecinos de los hermanos en el barrio de Fuente del Berro. Leamos algunas de las declaraciones de estos vecinos:
María Loperana: “Ignora si pertenecían a algún partido. Por su forma de proceder, les cree incapaces de haber sido causantes de detención alguna. Ignora la graduación que tuvieron durante la guerra. En una ocasión entabló conversación con Adolfo y estaba preocupado porque iban habían llamado a su quinta”.
María Ladrón de Guevara: “Desconoce si han pertenecido a algún partido político. No creo que hayan perjudicado a nadie. Han ayudado a personas de derechas”:
Angela Ramos: “Los hermanos se ausentaron de su vivienda antes del Glorioso Movimiento Nacional. Son buenas personas”.
Eduardo y Adolfo Prada presentaron varios avales a su favor para intentar evitar una condena severa por parte del tribunal. Entre los avalistas se encontraba Francisco Morón Samaniego, jefe de los servicios metereológicos franquistas de la región aérea del norte quién defendió a los dos hermanos diciendo que eran buenas personas y que criticaban los desmanes cometidos durante la guerra por el PSOE. También remitió un escrito a su favor Matilde Selles García, camisa vieja de Falange, que era muy amiga antes de la guerra de Adolfo del que dijo que era una «persona de orden e intachable conducta, mostrando su animadversión hacia los marxistas».
También redactó de su puño y letra un escrito al tribunal el doctor Pablo Morán Samadiego, médico de la Beneficiencia Municipal del Ayuntamiento de Chamartín de la Rosa que antaño había sido vecino de la familia Prada. Este médico dijo lo siguiente:
«Conozco desde hace once años a los hermanos, cuando ellos eran niños. Fui su médico de cabecera y vecino suyo pues vivían en la calle Santa Engracia 118. Los chicos tenían una conducta ejemplar, moral y sana. Eran sumisos y obedientes a sus padres. Enemigos de los marxistas, tenían simpatías hacia Alejandro Lerroux».
Pero si un aval tuvo más peso que otros, ese fue el del coronel Gumersindo Manso, tío por parte de madre de los hermanos Prada que escribió una carta al presidente del tribunal que los iba a juzgar. Se trataba de un personaje muy influyente en la sociedad franquista ya que había actuado durante mucho tiempo como ayudante personal del general Varela. Leamos un fragmento de esta misiva:
«Mi distinguido compañero. Hoy me entero con tanta deficiencia que usted es el juez del expediente de mis sobrinos Adolfo y Eduardo Prada, chicos por los que tengo un gran interés y no precisamente porque me obliguen mis fuertes lazos de parentesco, sino principalmente porque conozco el caso. Sé positivamente que su infortunada situación es motivada por causas que ellos no son responsables…No le será difícil comprobar que no pertenecían a ningún partido. Si fueron capitanes fue por estar al lado de su padre y es que tenían una obediencia ciega a él. Pudieron ser simples milicianos sin responsabilidad. Ruego encarecidamente que le puedan dar la libertad provisional y mitigar el sufrimiento de su madre. Ya tendré el gusto de visitarle cuando me sea posible. Firmado Gumersindo Manso».
Hemos averiguado tras consultar el expediente judicial en el Archivo General Militar de Madrid, que el fiscal pidió «doce años de reclusión menor» para los hermanos por un delito de auxilio a la rebelión militar. Sin embargo, el tribunal que los juzgó consideró que los «hechos relatados no eran constitutivos de delitos sancionados por el código de justicia militar». Por lo tanto, la sentencia «absolvía» a los procesados que «serían puestos en libertad» aunque el tribunal «estimaba que, una vez absueltos, deberían ser internados en un batallón de trabajadores por un tiempo no inferior a seis meses».
En un batallón disciplinario
La sentencia era engañosa en todos los sentidos. Por un lado los dos jóvenes fueron absueltos por la justicia militar pero por el otro fueron puestos a disposición de la Inspección de Campos de Concentración. Sabemos que Eduardo Prada fue enviado a un batallón disciplinario en la localidad de Güesa-Igal donde actuó como cartero de la unidad. Según el libro «Esclavos del franquismo en el Pirineo», uno de los soldados de la escolta, llamado Elías López, recordaba que Eduardo Prada se había llevado especialmente bien con el alférez que actuaba como escolta de los reclusos:
«El alférez al que yo asistí allí se llevaba muy bien con el cartero, que era hijo del coronel Prada, que había sido capitán de estado mayor de la zona roja y se trataba con aquel como hermano. Salía y se echaba el brazo por encima uno al otro, que se habían conocido de antes y se trataba con él muchas veces. Salía con él de paseo y me decía a mí: «El día que tú te licencies y digas que has estado paseando con el hijo del coronel Prada, vamos, no sé tú, tu de escolta y yo de prisionero».
El padre de Eduardo, el coronel Prada fue condenado a muerte tras la Guerra Civil aunque su pena sería conmutada, primeramente por 30 años de prisión, y más adelante por 20. Lejos de lo que dicen algunos estudiosos que aseguran que cumplió casi toda su condena, desde www.guerraenmadrid.net podemos confirmar que no fue así. Hemos averiguado que en 1945 ya se encontraba en la calle.
De nuevo problemas con la Justicia
Este hallazgo lo hemos descubierto nuevamente tras consultar su consejo de guerra que permanece custodiado en el Archivo General Militar del Paseo de Moret. En un informe de la Brigada Político Social de la Policía de Franco, se dice que en marzo 1945, el coronel Prada y su hijo Adolfo fueron detenidos en una operación policial contra una organización clandestina llamada el «Comité Nacional Republicano». Se trataba de una entidad opositora al franquismo que estaba formada por integrantes de varios partidos de la izquierda no comunista y que tenía como objetivo pactar con las fuerzas monárquicas para restablecer en España las libertades democráticas.

La Brigada Social de la Policía acusaba a Adolfo Prada y a su hijo mayor de formar parte de esta organización que fue la antesala de la Alianza Nacional de las Fuerzas Democráticas. Durante sus interrogatorios en la Dirección General de Seguridad, los policías trataron de descubrir la posible vinculación de los Prada y otros republicanos con el general Aranda, al que el franquismo acusaba de buscar una restauración monárquica en España. También quisieron saber si conocían a una supuesta agente francesa (apellidada Fomees) a la que el «general De Gaulle» había enviado a España y al médico de la Embajada de Reino Unido a que acusaban de espionaje.
Realmente no sabemos cuanto tiempo permanecieron detenidos el coronel Prada y su hijo mayor Adolfo tras su arresto en 1945. Lo que sí sabemos es que otro de los detenidos en la misma operación policial, Ramón Ariño Fúster, salió en libertad a finales de junio de 1945, por lo que no descartamos que nuestros protagonistas permanecieran poco tiempo en prisión y pudieran salir a la calle por estas fechas. El coronel Prada falleció en 1960 y la prensa del régimen permitió que sus familiares le homenajearan a través de las esquelas en los diarios. En la Hoja Oficial del Lunes del 24 de diciembre de este año se anunciaba su fallecimiento y se decía abiertamente que su profesión era la de «militar» aunque no se especificaba su rango.
Durante los años posteriores, tenemos pocos detalles de la familia Prada. Sabemos que en 1948, Adolfo Prada se presentó a la oposición al Cuerpo Pericial Agrícola del Estado aunque desconocemos si realmente consiguió superar la prueba. Su hermano Eduardo apareció algunas veces en las páginas de deportes del diario «La Hoja del Lunes» durante los años cincuenta para hablar de los éxitos en Europa del Real Madrid. Este diario recogía sus declaraciones futbolísticas como si se tratara de un aficionado madridista más, puntualizando que trabajaba como «director industrial» y que residía en la Avenida del Generalísimo, en la colonia de los Americanos. Muchos años después, ya en Democracia, Eduardo ocupó la vicepresidencia del partido ARDE (Acción Republicana Democrática Española) pero su actividad política no alcanzó demasiado protagonismo. Sin embargo, nos ha llamado poderosamente la atención una carta que se publicó en la prensa en 1977 como respuesta a un artículo de Jaime Campmany muy crítico contra los republicanos. Leamos un fragmento de esta carta:

«Soy el vicepresidente primero de Acción Republicana Democrática Española, partido legalmente reconocido; soy republicano sin nostalgia y como tenía diecinueve años cuando empezó el «Glorioso Alzamiento» que. salvó a España y fui voluntario en la República, alcanzando el grado de capitán del Ejército español, por el hecho de cumplir con mi deber, no pude cultivar mi inteligencia, pues se me prohibió matricularme en la Universidad, por ser desafecto al régimen dictatorial, y después de siete años de prisión y campos de concentración, cultivé mi inteligencia trabajando en este país, sin ayudas oficiales y saqué adelante a mi familia, siendo republicano de catacumbas, sin renunciar a mis ideales y sin insultar nadie, y menos a mis enemigos ideológicos, pues creo en el diálogo de personas civilizadas».
En 1981, Eduardo Prada respaldó de manera contundente una campaña para eviar que el «Guernica» fuera trasladado a nuestro país ya que, a su juicio, el cuadro de Picasso debería permanecer lejos de España hasta que se instaurara una República. Así lo manifestó públicamente en una carta muy dura publicada por el diario El País el 10 de julio de 1981.
Hasta aquí la historia de dos personajes desconocidos e inéditos para la gran mayoría de estudiosos de la Guerra Civil. Sí es cierto que no destacaron especialmente por sus actividades militares durante la contienda pero fueron testigos de excepción de varios momentos históricos, siempre al lado de su padre.
Fuentes consultadas
- AGHM, sumario 32170, legajo 474
- AGHM, sumario 129173, legajo 7374
- Hemeroteca BOE. 26 de enero de 1948
- Hemeroteca Nacional. Diario 16. 12 de abril de 1986.
- Hemeroteca El País. 10 de julio de 1981
- Hemeroteca Prensa Histórica. Artículos varios de 1957, 1958, 1959
- Biblioteca Virtual de la Defensa. Publicaciones varias del Diario Oficial del Ministerio de la Guerra.
- «Esclavos del franquismo en el Pirineo» de Fernando Mendiola y Edurne Beaumont
- «Pactos y traiciones. Los archivos secretos de la guerra en Euskadi» de Carlos María Olazábal Estecha.
- Tesis doctoral: «Evacuación y acogida en Francia de los refugiados de la Guerra Civil Española procedentes del Frente Norte» de Miguel Mayoral Giu. Universidad de Salamanca.
- «El republicanismo histórico español» de Eduardo Higueras Castañeda
- «El asedio de Madrid», Dan Kurzman
- «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros) de Alberto Laguna y Antonio Vargas.
- «Asturias, octubre del 37» de Marcelino Laurelo Roa
- Artículo la Nueva España sobre la caída de Gijón, publicado el 28.10.2012
- https://benitosacalugarodriguez.blogspot.com/
- http://guerracivilenasturias.blogspot.com
- http://kaosenlared.org
Me ha encantado esta entrada.
Yo en 1976 empecé a militar en ARDE (Acción Republicana Democrática Española). Allí conocí a Eduardo Prada, en el local clandestino que estaba en la calle San Andrés. La tapadera era una empresa llamada “Hispano-mejicana de Inport-export”.
A Eduardo Prada le gustaba mucho hablar con los chavales de Juventudes Republicanas y nos animaba a participar en todas las plataformas republicanas.
En la revista “Acción Republicana” escribió un artículo titulado “El último día en Madrid”. Conservo la revista. Si me indica un correo electrónico se lo puedo mandar escaneado.
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Muchisimas gracias Ángel por tus palabras. Desconocía por completo lo del local clandestino de la calle San Andrés. Tuvo que ser don Eduardo todo un personaje. Me encantaría poder leer ese artículo, si pudiera enviarmelo a mi correo se lo agradeceria; guerraenmadrid@gmail.com Muchisimas gracias
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