El médico que provocó en la sombra el final de la Guerra Civil

PORTADA RENDICION
Instante en el que se produjo simbólicamente la entrega de Madrid

El 1 de abril de 1939 terminó oficialmente la Guerra Civil Española con el ya famoso parte sublevado: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo…» Cada año, aquel documento firmado por Franco inunda tanto las redes sociales como los medios de comunicación con un sinfín de artículos generalistas e incluso banales del conflicto español. Sin embargo, desde www.guerraenmadrid.net consideramos que hay una imagen mucho más representativa del final de la guerra. Se trata de la fotografía que encabeza este artículo y que simboliza la entrega de Madrid por parte del Ejército republicano al nacional en Ciudad Universitaria.

Es una imagen que muestra a la perfección la derrota de unos y la victoria de otros. Sin embargo, el vídeo es mucho más elocuente: son apenas treinta segundos y todos nuestros lectores podrán disfrutar de él puesto que lo estamos compartiendo en nuestras redes sociales. Tanto en la fotografía como en el vídeo se puede ver, por un lado a los militares de la República (con chaquetones de cuero) encabezados por el coronel profesional Adolfo Prada y por el otro, el coronel franquista Eduardo Losas, luciendo una estilosa chilaba árabe. Cada uno de estos militares está acompañado por un séquito de subalternos y escoltas.

LOSAS Y PRADA
El coronel nacional Eduardo Losas (con chilaba marroquí) y el coronel Adolfo Prada (chaquetón de cuero)

Lo normal es que, a simple vista, a nadie le llame la atención la presencia en esta fotografía de un hombre de unos cuarenta años de aspecto muy gris. No viste con uniforme militar sino que su indumentaria es totalmente civil con traje de chaqueta, pantalón oscuro y un sombrero. Durante la simbólica rendición se mantiene al lado de los oficiales republicanos con rostro serio y duro. Nadie sabe que hace allí, solo tienen conocimiento de ello, el coronel republicano Prada y un falangista que acompaña a Losas. Ninguno de los allí presentes tampoco se imagina la importancia que tuvo este hombre en el desenlace de la Guerra Civil y su histórica actuación en la clandestinidad.

Protagonista en la sombra

Este desconocido se llamaba Diego Medina Garijo, era capitán médico al estallar la Guerra Civil (luego ascendió a comandante) y durante los meses finales de la contienda fue uno de los personajes más relevantes y enigmáticos, cuyo papel desempolvamos en este artículo. De él hablamos profundamente en nuestro libro «La Quinta Columna» (Esfera de los Libros) pero aquí te ofrecemos un pequeño adelanto de su historia.

Cuando se produjo la sublevación militar en Madrid, Diego Medina se encontraba en Madrid y como es lógico, fue movilizado por la República al igual que otros muchos médicos militares. Prácticamente no tuvo que desplazarse a ningún frente de batalla ya que dirigió el Hospital de Gaseados de Madrid hasta 1937, fecha que se hizo cargo de la Jefatura de Sanidad Militar de la Primera División Orgánica, lo que le convirtió en el médico personal del coronel Segismundo Casado. Ambos se conocían y eran buenos amigos desde antes de la guerra ya que habían formado parte en 1935 de la escolta del presidente de la República: Casado como jefe de los guardaespaldas y Medina como doctor de los integrantes de esta escolta. Nuestro protagonista, también tuvo cierto protagonismo a nivel médico tras ocupar la presidencia del Tribunal Médico Militar de los reemplazos de 1918 y 1922.

DIEGO MEDINA
Con un círculo, Diego Medina Garijo

Aunque se mostraba a favor de los sublevados, a Medina no le quedó más remedio que prestar servicios durante la guerra a favor del bando republicano, lo que le traería graves problemas tras la Guerra Civil. Pese a todo, intentó favorecer a los alzados en la medida de sus posibilidades. Para empezar, acogió en su domicilio a un capellán castrense, Luis Foncillas, que estaba perseguido por grupos de milicianos y al que nombró asistente personal para salvar su vida. Desde su puesto en el hospital de gaseados también acogió a varias personas de derechas, la mayoría militares, a los que consiguió evitar que fueran enviados al frente simulando falsas dolencias. Mientras estuvo presidiendo el Tribunal Médico, también evitó que varios jóvenes próximos a la derecha fueran movilizados y enviados a combatir. Para ello declaró «inútiles» a un elevado número de personas» con supuestas enfermedades que, en realidad, no existían.

Los servicios secretos se fijan en él

Con este historial, no es de extrañar que los servicios de información de Franco se fijaran en Diego Medina para que actuara como intermediario entre el espionaje sublevado y el coronel Casado para negociar el final de la Guerra Civil. El ofrecimiento para llevar a cabo este papel le llegó por medio de otro médico militar del que también nos vamos a ocupar en este artículo, Ricardo Bertoloty.

Retirado por la Ley Azaña en 1931, al estallar la contienda,Ricardo Bertoloty fue movilizado por el Ejército republicano, ya que faltaban médicos en Madrid. Desde el primer momento fue tachado por los propios republicanos como «sospechoso», ya que en el pasado había llegado a ser médico personal de Alfonso XIII. Esto hizo que en apenas seis meses de guerra fuera detenido al menos en siete ocasiones por las partidas de milicianos que campaban a sus anchas por Madrid. Afortunadamente para él, consiguió salir airoso de los interrogatorios, demostrando que era una persona honrada y con un pasado heroico: en 1918 le otorgaron la Laureda de San Fernandopor su actuación, dos años atrás, en los combates de Biutz Ain Yir y Hafa el Hamra.

BERTOLOTY 1
Ricardo Bertoloty tras ser condecorado

Lejos de lo que se ha dicho en algún libro de la Guerra Civil, nosotros confirmamos que Bertoloty sí se vio obligado a prestar servicios médicos en el bando republicano. Desde agosto de 1936 dirigió el Servicio Antivenéreo de las Milicias y el Ejército Popular cuya sede estaba en la calle Zurbano. Antes de la guerra era todo un especialista en dermatología y enfermedades venéreas por lo que tiene su lógica que los republicanos le designaran para dirigir un «servicio» que era realmente importante para sus intereses.

Hilo directo con la Quinta Columna»

En nuestro libro la «Quinta Columna» relatamos cómo Bertoloty empezó a colaborar con el servicio de información de Franco desde finales de 1938. Sin embargo, su acción más destacada tuvo lugar en enero de 1939, cuando miembros de la organización quintacolumnista dirigida por el profesor, Antonio Luna, le propusieron colaborar directamente con ellos en una misión «crucial para el futuro de España». Bertoloty tendría que contactar con Diego Medina Garijo, con el que tenía muy buena relación, y proponerle que mantuviera un encuentro privado con Segismundo Casado, aprovechando su condición de médico personal del coronel. La idea es que en esa reunión, Medina le mostrara a Casado dos cuartillas firmada por Franco con ocho concesiones del «Caudillo» a los militares de la República. Era un contacto muy delicado y la vida de los dos comandantes médicos militares podría correr peligro en el caso de ser descubiertos.

La fecha elegida por los servicios secretos franquistas para establecer contacto con Casado fue el 1 de febrero de 1939, solo cinco días después de la caída de Barcelona. El SIPM franquista hizo llegar a Antonio Luna, por medio de un enlace venido de zona nacional, las dos cuartillas firmadas por Franco con sus concesiones. Éste se las entregó al físico Julio Palacios, que también era miembro de la Quinta Columna, para que facilitara los documentos a Ricardo Bertoloty, al que conocía desde antes de la guerra. Así explicó el propio Palacios tras la guerra cómo se produjo la entrega de las dos cuartillas ante la presencia de un peligroso comisario político que vigilaba al militar laureado:

«Sin pérdida de tiempo me puse al habla con Ricardo (Bertoloty). Lo encontré en su hospital en compañía del comisario y tuvimos que estar cerca de una hora fingiendo hablar de abstrusos temas científicos asta conseguir que este molesto personaje se aburriese y nos dejara en paz. Nadie mejor que Ricardo, el Laureado comandante médico, para exponer acertadamente nuestro asunto a su compañero Diego (Medina Garijo), que era quien, en definitiva, había de poner el cascabel al gato».

Y así fue como transcurrieron los acontecimientos. Bertoloty consiguió burlar la vigilancia a la que estaba sometido y contactó con Diego Medina en su hospital de gaseados donde le propuso colaborar con el espionaje franquista, transmitiendo las concesiones directamente a Casado. No lo dudó un instante (posiblemente consciente de que la guerra estaba terminada) a pesar de los riegos que podría entrañar quitarse la careta ante el militar republicano.

La reunión con Casado

Como antes decíamos, el contacto se produjo el 1 de febrero de 1939. Medina acudió hasta el despacho de Casado para someterle a una revisión médica ya que el militar tenía serios problemas estomacales. Tras realizar la exploración, el galeno desveló sus verdaderos propósitos y le comunicó oficialmente que trabajaba para los servicios secretos de Franco, mostrándole las dos cuartillas firmadas por el «Caudillo» que decían lo siguiente:

Casado
El coronel Casado

1.- La España nacional mantiene cuantos ofrecimientos de perdón tiene hechos por medio de proclamas y de radio y será generoso para cuantos, sin haber cometido crímenes, hayan sido arrastrados engañosamente a la lucha

2.- Para los jefes y oficiales que depongan voluntariamente las armas, sin ser culpables de la muerte de sus compañeros ni responsables de otros crímenes, aparte de la gracia de la vida, la benevolencia será tanto mayor cuanto más significativas y eficaces sean los servicios que en estos momentos prestan a la causa de España.

3.- Los que rindan armas evitando sacrificios estériles y no sean reos de asesinatos y otros crímenes graves, podrán obtener un salvoconducto que les ponga fuera de nuestro territorio, gozando entre tanto de plena seguridad personal.

4.- A los españoles que rectifiquen su vida en el extranjero se les dispensará protección y ayuda.

5.- Ni el mero servicio en el campo rojo, ni el haber militado plenamente como afiliado en campos políticos extraños al Movimiento Nacional serán motivos de responsabilidad criminal.

6.- De los delitos cometidos durante el dominio rojo solo entenderán los tribunales de justicia. Las responsabilidades civiles se humanizarán en favor de las familias de los condenados. 

7.- Nadie será privado de libertad por actividades criminosas más que el tiempo necesario para su corrección y reeducación.

8.- El retraso en la rendición, la estéril resistencia a nuestro avance serán causas de graves responsabilidades que exigiremos en nombre de la sangre inútilmente derramada.

Aquella confesión de su médico sorprendió a Casado aunque no tanto como se podría imaginar el lector. No era la primera vez que un miembro de la Quinta Columna se aproximaba a él: por medio de su hermano también se había acercado (sin demasiado éxito) otro quintacolumnista, el ingeniero agrónomo Eduardo Rodrigáñez. Casado aceptaba y agradecía el contacto que le llegaba desde la España nacional a través de Medina Garijo pero hizo una petición un tanto extraña. Para verificar que sus interlocutores eran realmente, los servicios secretos de los sublevados, solicitó una carta de su amigo el teniente coronel Fernando Barrón que luchaba del lado de Franco. Aquella carta tardaría en llegar al menos dos semanas.

Grandes medidas de seguridad

Desde ese primer contacto y hasta casi el final de la Guerra Civil, la relación entre Segismundo Casado y Diego Medina Garijo fue muy habitual. Ambos se estuvieron viendo, al menos, una vez a la semana simulando que el jefe del Ejército del Centro recibía atención médica personalizada en su despacho del Ministerio de Hacienda. Muy poca gente conocía el contenido de las conversaciones entre ambos. Por parte del bando republicano solo unos pocos militares muy cercanos a Casado sabían lo que estaba pasando mientras que del lado nacional, lo sabían los componentes de la Quinta Columna que estaban participando en las conversaciones.

PALACIOS
Julio Palacios ya de mayor, en 1961 / ABC

Después de cada reunión, Medina Garijo tenía que aumentar enormemente sus medidas de seguridad antes de citarse con Bertoloty para trasladarle el contenido de la charla con Casado. Antes de su entrevista con el otro médico militar, solía hacer varios itinerarios de vigilancia para comprobar que ningún agente comunista andaba tras sus pasos. Después, ambos simulaban una reunión médica en el hospital de gaseados en la que, en realidad, se trataban asuntos cruciales sobre el futuro de la guerra. Bertoloty no apuntaba nada en ningún papel ya que era demasiado peligroso tener pruebas escritas y lo memorizaba todo en su cabeza hasta reunirse con Julio Palacios. Mientras paseaban por la calle Alcalá, Bertoloty le ponía al día de las negociaciones con Casado para que él se lo transmitiera, a su vez, al jefe de su organización quintacolumnista, el profesor Antonio Luna. Éste tenía hilo directo con la España de Franco y conseguía enviar a diario, por medio de enlaces humanos, un resumen de las reuniones con el coronel republicano.

Gracias a Medina Garijo y a esta red de la Quinta Columna, los servicios secretos sublevados estuvieron al tanto los planes de Casado durante el invierno de 1939. No solamente le comunicaron las «concesiones del Caudillo», sino que también le presionaron para que se levantara en armas contra el Gobierno de Negrín y los comunistas con el fin de terminar cuanto antes la guerra.

Su última misión de la guerra

La victoria de Casado sobre los comunistas hizo que el final de la Guerra Civil se acelerara. Tras las conversaciones de Gamonal de las que hemos hablado en este blog, Franco estaba a un paso de entrar en Madrid. A Diego Medina Garijo, sin embargo, le quedaba todavía una última misión: tendría que participar en la entrega simbólica de Madrid que se celebraría durante la mañana del 28 de marzo de 1939 en Ciudad Universitaria. El servicio secreto franquista quería que Medina estuviera al lado del coronel republicano Prada para «evitar vacilaciones que pusieran en serio peligro» la entrega de la ciudad.

Y eso fue lo que hizo. Prada le citó a las 12.00 del mediodía en el Ministerio de Hacienda para que acompañara a su convoy hasta la Ciudad Universitaria donde las tropas republicanas se iban a rendir formalmente ante las sublevadas. La comitiva estaba formada por dos coches del Ministerio de la Guerra, cada uno con dos banderas blancas. Además del militar republicano y de Diego Medina, también acompañan al convoy el comandante Urzáiz, el teniente coronel Francisco Viñals, un hermano de Adolfo Prada y dos guardias de asalto apellidados Benítez y Escobar.En nuestra web, publicamos en su día un artículo sobre esta comitiva de militares republicanos que pueden leer pinchando este enlace.

Durante la entrega simbólica de Madrid al coronel nacional Losas apareció vistiendo una chilaba al más puro estilo marroquí. Los oficiales republicanos, por su parte, vestían abrigos de cuero mientras que Diego Medina Garijo, lucía un traje de chaqueta civil: había decidido quitarse el uniforme de comandante médico. Los hechos transcurrieron muy rápido y están filmados en vídeo. De hecho, nosotros los hemos compartido alguna vez por medio de nuestras redes sociales.

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Portada del libro «La Quinta Columna» que profundiza sobre este personaje

Tras el saludo marcial entre Prada y Losas, los hechos sucedieron de la siguiente manera:

– ¿Responde usted de que no habrá resistencia por parte de sus fuerzas? – Preguntó Losas a Prada.

– He sido responsable hasta este momento del mando de mis fuerzas, pero de lo que suceda de ahora en adelante, declino toda responsabilidad. Si bien, estoy seguro de que no habrá la menor resistencia – Contestó Prada.

Dicho esto, ambos militares volvieron a saludarse, terminando inmediatamente la conversación. La comitiva republicana quedó detenida acto seguido y sus integrantes fueron conducidos a una trinchera abandonada ya en calidad de prisioneros. El doctor Medina, sin embargo, fue puesto en libertad ya que estaba actuando en calidad de agente del SIPM franquista.

Tras la Guerra Civil

En nuestro libro «La Quinta Columna» hacemos especial hincapié a la historia de Medina Garijo una vez terminada la Guerra Civil. No queremos desvelar demasiadas pistas, pero adelantaremos que tuvo problemas con la justicia franquista: el 17 de abril de 1939 fue detenido en el Café Gijón por otro militar, acusándole de no haber actuado correctamente durante la sublevación del Cuartel de la Montaña.

El comandante Medina desmintió rotundamente las acusaciones pero tuvo que hacer frente a un proceso de depuración del que no salió bien parado. Aunque recibió un gran número de avales de personalidades destacadas del régimen (ej Valdés Larrañaga), finalmente fue condenado a tres años y un día de prisión menor que cumpliría escrupulosamente en su domicilio. Pese a jugarse la vida en las conversaciones con Casado, la justicia franquista le acusaba de ser «autor» de un delito de «auxilio a la rebelión» por lo que fue apartado del Ejército.

Fuentes consultadas

– AGA. Expediente Antonio Luna y Julio Palacios
– AGHD. Sumario 883, legajo 7762
– CDMH. Sumario 1525, Expediente 14.

– «La Quinta Columna» (La Esfera de los Libros), Antonio Vargas y Alberto Laguna
– «1939. Agonía y victoria» (Planeta), Ricardo de la Cierva
– «El final de la guerra» (Ariel), Luis Romero.
– «Así cayó Madrid», Segismundo Casado.
– «La Guerra Civil en Ciudad Universitaria» (La Librería). Fernando Calvo

http://www.guerraenmadrid.net

 

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