
Una calle de Santa Cruz de Tenerife lleva su nombre, pero casi nadie conoce su historia. La calle del comandante Sánchez Pinto, situada junto a la plaza de toros, está dedicada a un militar que tuvo una gran fama en las islas durante los años treinta y que participó en la Guerra Civil de manera muy activa. Tanto es así que fue uno de los primeros oficiales de la Legión que murió en la Batalla del Jarama cuando trataba de tomar la Marañosa. Un personaje fascinante y muy influyente en Canarias que también ejerció como juez militar en sucesos tan turbulentos como los hechos de Hermigua en la Gomera o la “semana roja” de La Palma.
Hace ya unos meses que empezamos a investigar la historia de Francisco Sánchez Pinto. Uno de sus descendientes contactó con nosotros por correo electrónico para pedirnos ayuda ya que deseaba saber más detalles sobre la muerte de este comandante de Infantería durante la Batalla del Jarama. A nosotros nos llamó la atención su historia. En efecto, durante esta batalla murieron muchísimos soldados, milicianos, suboficiales y también algunos oficiales, pero no teníamos constancia de la muerte de ningún comandante y menos aún del jefe de una bandera de la Legión. Así que decidimos adentrarnos de lleno en su historia.
Nuestras investigaciones nos hicieron llamar a muchas puertas, principalmente archivos legionarios en Ceuta y Melilla, aunque no tuvimos demasiada fortuna. Tampoco la tuvimos en el Archivo Militar de Ávila, lugar perfecto donde solemos desatascar los trabajos que se quedan encasillados. Esto nos empezaba a inquietar. Por suerte, la situación cambió por completo gracias a la ayuda que nos brindaron los documentalistas del museo de la BRILEG (Brigada Rey Alfonso XIII de la Legión) y del Archivo Militar de Segovia. De no haber sido por ellos no hubiéramos podido reconstruir esta historia.
Breves apuntes biográficos
El comandante Francisco Sánchez Pinto era oriundo de La Laguna. Había nacido en 1886 en el seno de una familia acomodada. Su padre era Lázaro Sánchez Rivero, juez municipal y notario de su ciudad natal, mientras que su madre, Juana Pinto de la Rosa formaba parte de la alta sociedad tinerfeña. Ingresó en el Ejército en 1907 como soldado de remplazo, aunque al año siguiente consiguió entrar en la Academia de Infantería. En 1911 terminó sus estudios ya como teniente segundo y salió destinado a su tierra, en concreto al Regimiento de Infantería de Tenerife número 64. Se puso al frente de la sección ciclista hasta que dos años después ascendió a teniente “por antigüedad”. Justo ese año (1913) contraería matrimonio con su novia de toda la vida, Juana Hernández Seris Gramier.

Durante los diez años siguientes, la trayectoria de Sánchez Pinto fue similar a la de muchos jóvenes oficiales del Ejército que vivieron una época de cierta tranquilidad y progreso, mientras en Europa se libraba la Primera Guerra Mundial. Todo cambió en los años veinte cuando las revueltas rifeñas contra los españoles se hicieron más violentas de lo normal. Tras ascender a capitán, a nuestro protagonista le enviaron hasta Marruecos para luchar contra los insurgentes que cada vez generaban una mayor inestabilidad. En octubre de 1923 llegó hasta Melilla, pero antes de ser movilizado y entrar en combate, una grave enfermedad pulmonar le obligó a estar casi dos meses ingresado en el hospital. Sin haber pegado un solo tiro, a Sánchez Pinto le mandaron después hasta su tierra para recuperarse definitivamente de sus problemas de salud. En su casa junto a su mujer e hijos permaneció hasta marzo de 1924. Después, no le quedó más remedio que regresar a África.
Nuestro capitán estuvo destinado en el norte de África durante cuatro años. En julio de 1925 le destinaron a la Legión al mando de la segunda compañía de la Primera Bandera, la unidad del Tercio que en su día estuvo mandada por el mismísimo Franco. Un año después, desembarcó en Alhucemas y participó en numerosas operaciones militares enrolado dentro la columna que mandaba Emilio Mola. También estuvo a las órdenes de Fernando Capaz, otro militar de reconocido prestigio que al igual que Mola, durante la Guerra Civil tuvo un final aciago. No tenemos constancia de que Sánchez Pinto resultara herido en la Guerra del Rif, sin embargo, fue condecorado por sus acciones. Recibió la Cruz al Mérito Militar de Primera Clase con distintivo Rojo y la Medalla Militar de Marruecos.
En 1928 regresó hasta Tenerife y en 1930 ascendió comandante. Justo al año siguiente, fue nombrado juez militar permanente para las causas relacionadas con la Capitanía Militar de Canarias ya que había cursado estudios de Derecho tras terminar la Academia de Infantería. Desde 1912 compaginó la milicia con la universidad, licenciándose en Leyes cinco años más tarde al igual que había hecho su progenitor. Desde su nuevo puesto de juez militar, tuvo que realizar un sinfín de viajes que le llevaron a otras islas del archipiélago canario, así como a varias colonias que España tenía en África. Por ejemplo, en 1931, tuvo que viajar hasta Fernando Poo (la actual Guinea Ecuatorial) para investigar las irregularidades que estaban cometiendo algunos integrantes de la Guardia Nacional Colonial de Río Oro. Unos días después de su regreso se proclamó la II República teniendo que prestar “adhesión y fidelidad” al nuevo régimen en el mes de mayo.
Los sucesos de la Gomera






Dos años después, en marzo de 1933, tuvo que hacer un desplazamiento más delicado a la isla de la Gomera para intervenir en los conocidos como “sucesos de Hermigua” donde se produjeron duros enfrentamientos entre la Guardia Civil y un grupo de obreros. Dos miembros de la Benemérita y un obrero murieron durante la lucha que se inició tras una huelga general convocada por la Federación Obrera de Hermigua para presionar a los grandes propietarios locales. Unas horas después de los enfrentamientos y tras conocer la muerte de los dos guardias civiles, la comandancia militar de Tenerife se enteró de lo que había sucedido por lo que se decidió enviar hasta la Gomera una expedición militarizada para investigar los hechos. Nuestro protagonista se puso al frente de la comitiva judicial que embarcó durante la noche del 22 de marzo en el vapor ‘Viera y Clavijo’. En ese barco también viajaban unos cuarenta guardias civiles mandados por el teniente coronel Vara Terán, todo un experto en la lucha contra los movimientos obreros, militar que durante la Guerra Civil ocupó por unos meses la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife. Junto a ellos se desplazaron varios diputados del PSOE con la misión de “calmar los ánimos” y un grupo de periodistas que pretendían cubrir lo que había sucedido.
El viaje hasta la Gomera fue terrible por las condiciones del tiempo. El capitán del vapor tuvo que hacer unos esfuerzos sobrehumanos para recoger a un grupo de guardias civiles en Playa de San Juan que se iban incorporar a la expedición. Una fuerte tempestad estuvo a punto de hundir la nave que llegó a su destino al día siguiente. Inicialmente, la comitiva iba a desembarcar en Agulo para entrar por sorpresa en Hermigua, pero las condiciones de la mar lo hicieron imposible. Los expedicionarios desembarcaron directamente en Hermigua por el Pesante.

A primera hora del 23 de marzo, día después de los enfrentamientos, nuestro comandante ya paseaba por Hermigua observando con detalle milimétrico los restos de “la batalla” y apuntando absolutamente todo en su bloc de notas. Él actuaba como juez instructor junto con un brigada que hacía funciones de ayudante, un fiscal militar y varios agentes de Policía especializados en interrogatorios. Las órdenes que había recibido del gobernador civil antes de partir rumbo a la Gomera eran claras y precisas: tendría descubrir a los responsables de los asesinatos de los dos guardias y comprobar la relación que podía tener con estos crímenes la Federación Obrera de Hermigua.
La situación de Hermigua era de calma tensa cuando la comitiva judicial llegó por el pueblo. Según el periódico La Prensa, cuando el juez y el fiscal militar desembarcaron por el Pescante, fueron aclamados por los vecinos pidiendo “justicia” mientras se lanzaban gritos de “Viva la República” y “Viva la Guardia Civil”.
Nada más desembarcar, Sánchez Pinto ordenó localizar a las víctimas de los enfrentamientos para proceder al levantamiento de los cadáveres. En una calle céntrica estaban tendidos en el suelo los cuerpos sin vida del cabo de la Guardia Civil, Antonio Fuentes, del agente Miguel Cano y del obrero Antonio Brito. Tras el levantamiento, dio indicaciones para que se hiciera la autopsia a los cadáveres que fue realizada por un grupo de médicos formado por doctores locales y galenos venidos de Tenerife. Sus nombres eran: José Ascanio Trujillo, Juan Domínguez Pérez, Sebastián Bencomo Padilla y José Mora Regil.

Al mediodía del 23 de marzo, nuestro protagonista ya tenía a su disposición el siguiente informe de la autopsia:
“El cabo Antonio Fuentes tiene el rostro totalmente desfigurado. Presenta tres heridas de bala: en la región occipital, en el pecho con salida por la espalda y en la pierna izquierda. Las dos primeras son mortales de necesidad. Además, recibió una extensa herida en la cabeza con fractura del cráneo, dos más en el cuero cabelludo, una en el carrillo derecho y otra en el tercio inferior. También tenía fracturadas la tibia y el peroné derecho. Los agresores se enseñaron con la víctima. Después de matarle a tiros, le acribillaron a pedradas, arrastrándolo algunos metros y arrojando el cuerpo por un barranco”.
“El cadáver del guardia Miguel Cano presenta una herida de bala en la región lumbar izquierda, a dos dedos de la columna vertebral que le ocasionó la muerte. También se aprecia una herida contusa en la cabeza y contusiones en las manos”.
“El cadáver del obrero Antonio Brito presenta una herida de abajo a arriba, atravesándole la bala el corazón y los bronquios. El disparo que produjo la muerte a dicho obrero fue hecho con arma corta”.
El periódico La Prensa recogió el testimonio de un miembro de la expedición que pudo acceder a la vivienda de Hermigua donde los médicos practicaron las autopsias a las víctimas. Leamos un fragmento del texto pues resulta verdaderamente interesante:

“Un cuadro horrendo. Algunos de los que llegaron a la cámara mortuoria tuvieron que echarse hacia afuera. El cuerpo del cabo estaba mutilado sin que pudieran identificarle. La cara completamente deshecha con los ojos fuera. Le faltaba una oreja y casi todo el cuero cabelludo. Tenía también mutiladas las piernas. El uniforme estaba destrozado y lleno de sangre. También el cadáver del otro guardia presentaba mutilaciones en todo el cuerpo. Una herida de bala de mauser le había atravesado el pecho y luego fue rematado a pedradas”.
Sánchez Pinto permaneció en la Gomera hasta el 7 de abril de este 1933 tomando declaración a los testigos de los hechos. Las declaraciones más relevantes fueron las que hizo el único guardia civil superviviente, el agente José Garrote de Pedro (25 años originario de Palencia) que sufrió heridas considerables durante los enfrentamientos, pero que pudo salir adelante porque se ocultó en una platanera. Por cierto, al estallar la Guerra Civil, Garrote se convertiría en el comandante del puesto de la Benemérita de Hermigua.
Nuestro protagonista también tomó declaración a otros testigos de los sucesos como a determinados propietarios de Hermigua y a las viudas de los guardias civiles asesinados. Como consecuencia de ello, un total de 33 personas fueron detenidas y la Federación Obrera de la localidad quedó desarticulada. El juicio contra todos los implicados se realizaría por la vía militar ya que los agentes muertos estaban adscritos tanto al Ministerio de la Guerra como al de Gobernación. La causa que se celebró fue la 10/1933 por delito de “agresión a fuerza armada con resultado de muerte de dos miembros de la Guardia Civil”.

Como antes decíamos, Sánchez Pinto regresó hasta Santa Cruz de Tenerife el 7 de abril y desde entonces empezó a trabajar en el juicio que se celebraría un año después en el cuartel de San Carlos contra un total de 33 implicados. En esta ocasión, actuó como presidente del tribunal que juzgó a los acusados el teniente coronel José Gómez Rumeu y como fiscal, Lorenzo Martínez Fusset. El tribunal dictó pena de muerte contra cinco implicados y proclamó diferentes penas de prisión contra el resto de personas relacionadas con los sucesos de Hermigua. Al mismo tiempo absolvió a otros dieciocho individuos que no habían tenido nada que ver con los crímenes. Las cinco ejecuciones finalmente no se llevaron a cabo porque los condenados se beneficiaron de una amnistía proclamada por Ley el 24 de abril de 1934. Su abogado defensor fue el célebre letrado socialista Luis Jiménez de Asúa. Tras salir de prisión en febrero de 1936, los condenados a muerte regresaron a la Gomera, pero fueron detenidos al estallar la Guerra Civil. Fuerzas sublevadas de la isla les fusilaron poco tiempo después.
En la antesala de la Guerra Civil
Pero sigamos repasando la historia del comandante Sánchez Pinto en la antesala de la Guerra Civil. Como el lector está comprobando, nuestro juez militar tuvo una vida muy ajetreada y con muchos viajes durante aquellos convulsos años treinta. En 1934 tuvo que viajar varias veces a Gran Canaria y Villa Cisneros para realizar investigaciones de lo más diversas. Así, por ejemplo, en este último asentamiento, en pleno desierto del Sahara, realizó unas averiguaciones sobre la fuga de un preso que había sido condenado por asesinato. A su regreso a Tenerife, debido a la situación de alta tensión que se respiraba en España, tuvo que efectuar una declaración jurada donde negaba su pertenencia a “ningún partido político o centro sectario”. Conviene recordar que por esas fechas era muy habitual que los militares estuvieran relacionados con partidos políticos ya fueran de derechas o de izquierdas e incluso que formaran parte de la Masonería. Realizó esta declaración por escrito con el fin de cumplir la orden circular transmitida por el Ministerio de la Guerra a todas las unidades militares.

Un año después, en 1935, estuvo varias semanas en Ifni con el propósito de investigar una serie de irregularidades que se habían cometido en el Batallón de Tiradores cuyo campamento estaba situado en la rasa costera de Arksin. Tras regresar a casa, se enteró por medio de la comandancia militar de que le habían considerado “apto” para ascender a teniente coronel cuando “le correspondiera por antigüedad”.
Hay un dato un tanto curioso que coincide con la victoria del Frente Popular en las Elecciones de febrero de 1936. La esposa del juez militar estuvo enferma por estas fechas, algo que fue anunciado a bombo y platillo por los periódicos locales de La Laguna. Lo mismo sucedió con él unas semanas más tarde, lo que le obligó a estar de baja hasta abril. Este mes reanudó su trabajo como juez militar permanente.

No tenemos muchos más datos de nuestro comandante hasta los días antes de la sublevación militar de julio de 1936. Sí que hemos podido averiguar por medio de sus descendientes que participó en la reunión del Paraje de las Raíces celebrada el17 de junio, donde se planificaron los pormenores del alzamiento que tendría lugar un mes más tarde. En aquel encuentro, en el que participaron un centenar de militares y políticos tinerfeños, estuvo presente el mismísimo Franco que por entonces ocupaba el puesto de comandante General de Canarias.
El inicio de la guerra
En la hoja de servicios del comandante Sánchez Pinto se dice de manera clara que, tras producirse la sublevación militar del 18 de julio de 1936, “se adhirió al movimiento”. Durante casi tres meses continuó ejerciendo como juez militar permanente de la Capitanía de Canarias, lo que le hizo, en cierta manera, participar en el sistema represivo de los alzados. A primeros de agosto le enviaron hasta la isla de la Palma “en funciones de juez” con el fin de procesar a los responsables de la “Semana Roja”, como se conoce al periodo de tiempo en el que esta isla se mantuvo leal a la República (18 y 25 de julio). Allí no solo se dedicó a tomar declaración a los responsables palmeños de la Delegación del Gobierno, sino también a los militares y guardas civiles que tuvieron una actuación un tanto ambigua en aquellos días.

Cuando regresó a Tenerife le designaron “juez permanente” del consejo de guerra contra 35 guardias de asalto que se habían negado a secundar la sublevación Militar. Bajo la presidencia del general de brigada Pérez Martel, el consejo de guerra ordenó el fusilamiento del teniente de Asalto, Alfonso González Campos el 11 de agosto que había participó en un pequeño enfrentamiento con los militares alzados en la sede del Gobierno Civil.
Pero nuestro protagonista no quería seguir participando en aquellos consejos de guerra o juicios contra personas contrarias al “movimiento”. Por entonces tenía 50 años y creemos que miraba con cierta añoranza lo que estaba pasando en la península. Con una larga trayectoria militar a sus espaldas y con su experiencia en combate durante la guerra del Rif, se presentó voluntario para desplazarse a la península y participar de una manera activa en la Guerra Civil.
El comandante general de Canarias le designó el 3 de octubre del 36 como responsable de las tres banderas expedicionarias de la Falange de Tenerife que se incorporarían de manera inminente a las tropas sublevadas que avanzaban sobre Madrid. La actividad durante las dos semanas siguientes fue incesante para Sánchez Pinto que no solo tuvo que organizar a sus efectivos, sino que tuvo que preparar la logística y el armamento que llevarían consigo a la península. El 14 de octubre pronunció un breve discurso tras la jura de bandera de sus falangistas en la Plaza de la Constitución de Santa Cruz de Tenerife. Al día siguiente, las tres banderas salieron de la isla en el vapor Ciudad de Melilla ante más de 10.000 personas que acudieron al muelle para despedir a los voluntarios tinerfeños que iban a luchar en la Guerra Civil.
El vapor no llegó directamente hasta la península, sino que hizo escala en Las Palmas donde los expedicionarios permanecieron acuartelados por espacio de cinco días. En este tiempo, Sánchez Pinto organizó una muy exigente formación militar para los falangistas ya que la mayoría de ellos eran muy jóvenes y carecían de experiencia en combate. El 20 de octubre, partieron rumbo a Vigo donde llegaron tres días más tarde. Desde allí, los tinerfeños fueron enviados a Salamanca donde pasaron tan solo una noche, ya que al día siguiente tendrían de incorporarse de manera urgente al frente de Talavera de la Reina donde llegaron a las 16.00h del 25 de octubre.

En el frente de Talavera
Tras reunirse con los jefes militares del sector, Sánchez Pinto desplegó a sus hombres en el frente del Tajo, cubriendo todas las posiciones que existían entre el río Alberche y la carretera de Mérida. También situó a algunas secciones guareciendo los aeródromos de Talavera ya que estaban siendo objetivo de los bombarderos republicanos, sobre todo tras la llegada de los nuevos aparatos soviéticos.
Nuestro protagonista tuvo su bautismo de fuego en la Guerra Civil el 8 de noviembre de este año. El día anterior, algunos de sus hombres fueron ametrallados por un caza de la República cerca de Talavera, sin embargo, aquel aparato fue derribado instantes después por un avión nacional que salió a su encuentro. El “caza rojo” se estrelló en una zona de muy difícil acceso del término municipal de las Herencias (Toledo), territorio republicano que se encontraba muy próximo a la línea del frente donde unas semanas atrás había perdido la vida el aviador italiano Ernesto Mónico. Sánchez Pinto se situó al frente de una expedición que tendría que infiltrarse en territorio enemigo para recoger los restos del avión derribado para trasladarlos a su cuartel general en Talavera para su posterior estudio por los responsables franquistas de Aviación. La expedición fue un éxito. Estaba formada por unos cuarenta efectivos entre sus falangistas canarios y tiradores del Ifni, que salieron a las 09.00 y regresaron con el objetivo cumplido a las 19.00. Se adentraron más de doce kilómetros en zona republicana hasta llegar al aparato que tuvieron que despiezar para poder realizar el traslado. A su regreso se encontraron con dos patrullas de milicianos con los que tuvieron un intenso tiroteo, aunque sin consecuencias.
Dos semanas después de aquella acción en campo enemigo, los hombres de Sánchez Pinto contuvieron a las fuerzas republicanas que habían realizado un ataque en el frente sur de Talavera de la Reina. Según la hoja de servicios, nuestro protagonista desplegó a sus efectivos en las posiciones del Puente de Hierro, junto al Tajo, un lugar estratégico para evitar la infiltración republicana. La ofensiva fracasó rotundamente.

La siguiente acción en la que participó activamente el comandante canario fue una operación de rescate de un piloto nacional cuyo avión fue derribado en “campo enemigo” el 1 de diciembre de 1936. Organizó una partida que salió en su búsqueda en una zona conocida con el nombre de Labranza del Alto, muy próxima al Cerro Negro. A pesar de infiltrarse en territorio republicano, tan solo se encontraron con los restos del avión, por lo que dedujeron que el aviador pudo haber sido capturado por el enemigo.
Defendiendo un aeródromo
Al día siguiente, una de las compañías tinerfeñas dirigida por Sánchez Pinto sufrió lo indecible en un aeródromo de Talavera cuando realizaban trabajos de guarnición y protección. Fue el 2 de diciembre de 1936 a media mañana cuando una escuadrilla de 14 Tupolev republicanos atacó con una gran dureza el aeródromo ametrallando a muy baja altura a los efectivos que lo protegían. Los miembros de la segunda bandera de la Falange de Tenerife, que sufrieron varias bajas, se tuvieron que emplear a fondo para repeler la agresión y evitar que los Savoia-Marchetti y Fiat CR32 italianos que estaban en la pista de despegue sufrieran demasiados desperfectos. Las ametralladoras antiaéreas del aeródromo consiguieron derribar dos aparatos. Uno de ellos cayó totalmente calcinado junto a la zona de alarma y el otro a unos 600 metros del aeródromo, en dirección al pueblo de Parrillas.

Se organizó inmediatamente una partida para capturar a la tripulación del aparato que había caído fuera del aeródromo. Cuando los tinerfeños llegaron a los restos del avión, se encontraron con los dos pilotos en actitud defensiva. Durante varios minutos dispararon con sus pistolas a los falangistas canarios que se parapetaron junto a unas piedras. Finalmente, los aviadores se quedaron sin munición y fueron capturados. Uno de ellos tenía heridas muy graves. Como consecuencia de estos hechos, Sánchez Pinto escribió un telegrama al capitán general de Canarias destacando la actuación “heroica” de sus efectivos en la defensa del aeródromo de Talavera. El coronel jefe de Aviación del Tercio, felicitó a su sección “por su disciplina y valor” durante el ataque republicano.
Con el fin de profundizar un poco más en este bombardeo sobre el aeródromo de Talavera, hemos querido leer el parte de guerra republicano que dice:
“El servicio más importante entre los verificados hoy fue el que realizó a las doce y media una escuadrilla encargada de atacar el aeródromo de Talavera. Había en éste 15 aparatos de bombardeo modernísimos de los que ha recibido recientemente el enemigo. Sobre ellos se lanzaron desde poca altura 48 bombas grandes y 240 pequeñas. Además, las ametralladoras de los aviones atacantes acribillaron los aparatos facciosos desde alturas no superiores a diez metros. Todos los aviones enemigos quedaron por completo destruidos. Algunos de ellos saltaron hechos pedazos a la vista de nuestros pilotos. Es seguramente el ataque más eficaz de cuantos se han venido realizando con indudable éxito sobre los aeródromos adversarios”.
El lector se habrá dado cuenta de que el parte de guerra republicano no mencionaba el derribo de dos de sus aparatos, lo que no nos ofrece mucha fiabilidad. Tampoco nos la ofrece el parte sublevado que ni siquiera hace mención al bombardeo enemigo y que tan solo recoge lo siguiente:
“En el frente de Madrid, un avión de nuestra caza derribó tres contrarios con la acostumbrada técnica. También fueron derribados tres aparatos por nuestros elementos antiaéreos en el sector de Talavera”.
Una de las últimas misiones que realizó nuestro hombre en 1936 fue una operación de “tanteo y exploración en territorio enemigo” que tuvo lugar el 3 de diciembre. Sánchez Pinto fue nombrado responsable militar de la operación que tendría que internarse en plena retaguardia republicana y entrar en contacto con el enemigo en las cercanías de la localidad de San Bartolomé de las Abiertas. Además de dirigir a la 3º bandera expedicionaria de Falange de Tenerife, Sánchez Pinto también mandó a una centuria de un Tabor de Regulares, dos compañías del regimiento de la Victoria y una centuria de falangistas talaveranos.

La expedición fue un éxito y superó las expectativas del propio comandante. Los sublevados no solo llegaron a las cercanías de San Bartolomé de las Abiertas, sino que penetraron en el propio pueblo que estaba defendido por el batallón comunista Luis Carlos Prestes. Según la prensa franquista, el coronel republicano Uribarri se encontraba en esta localidad cuando se produjo el ataque teniendo que huir a toda prisa en su coche oficial que fue tiroteado por falangistas. Como consecuencia de esta penetración, los alzados capturaron varios prisioneros, así como armamento e incluso vehículos pesados que acababan de recibir la República procedente de Moscú. Una veintena de derechistas del pueblo fueron liberados.
Cuando Sánchez Pinto y sus hombres regresaban a Talavera sufrieron una dura emboscada por parte de las tropas republicanas que acababan de escapar de San Bartolomé de las Abiertas. En el diario personal de nuestro comandante, se recalcó que sus falangistas de la tercera bandera de Tenerife “se defendieron bien” y “no hubo que lamentar víctimas”.
En el Jarama
No sabemos muy bien los motivos, pero nuestro militar tuvo que cambiar de aires en enero de 1937. Por orden de la Secretaría de Guerra, el 12 de enero tuvo que abandonar a las banderas expedicionarias de Tenerife para incorporarse al Tercio, unidad en la que había militado en los años veinte mientras estaba destinado en África. Creemos que la Legión buscaba oficiales con experiencia en combate para dirigir a sus efectivos, sobre todo de cara a la ofensiva que los sublevados preparaban en el Jarama que tendría lugar unas semanas más tarde.

A Sánchez Pinto le nombraron comandante de la 7º Bandera de la Legión, unidad de nueva creación que, pese a su juventud, se había curtido en combate durante los meses de noviembre, diciembre y enero. Sus legionarios eran por lo general, hombres muy experimentados que habían combatido en Torrejón de Velasco, Majadahonda, Pozuelo o el Cerro de los Ángeles. De hecho, su último “jefe accidental”, el capitán Rafael González Pérez Caballero había muerto en los duros combates de Pozuelo de diciembre de 1936. El cuartel general de esta 7º Bandera estaba situado en Pinto donde sus efectivos también realizaban misiones de “guarnición” para evitar posibles infiltraciones enemigas.
El 28 de enero, los legionarios dirigidos por nuestro protagonista partieron rumbo a Getafe donde permanecieron hasta el final de mes haciendo “instrucción” y dedicándose al “aseo personal”. A primeros de febrero, regresaron de nuevo hasta Pinto donde recibieron las últimas instrucciones de boca del coronel Varela que ultimaba los detalles de la ofensiva del Jarama que arrancaría de manera inminente.
Precisamente, este 6 de febrero de 1937, la 7º Bandera de la Legión se incorporó al primer regimiento dirigido por el coronel Rada para atacar el pueblo de la Marañosa. Los legionarios mandados por nuestro comandante salieron a las 07.00 de la mañana de Pinto. Tras coger el camino del Higueral, en pocas horas ocuparon las alturas conocidas con el nombre de Cabeza Fuerte, una elevación de 667 metros que domina una llanura de casi cinco kilómetros desde el Cerro de los Ángeles. Según el investigador de la Guerra Civil, Miguel Ángel García, apenas encontraron resistencia y la “reducida y aislada guarnición republicana” abandonó estas posiciones “precipitadamente”.

La ocupación de este lugar fue el bautismo de fuego de Sánchez Pinto en el Jarama según reza su hoja de servicios. Sin embargo, allí estuvo realmente poco tiempo. Sus legionarios ni siquiera afianzaron esta posición ya que tenían que seguir avanzando hacia La Marañosa. De eso ya se encargaría al día siguiente el Tercio de Requetés ‘El Alcázar’ que establecieron en Cabeza Fuerte un centro de resistencia donde se emplazaría una batería de cuatro cañones Schneider 75/28 y otros dos anticarro Pak 35/36.
Según el diario de operaciones de la 7º Bandera de la Legión, a las 10.00 mañana los sublevados avanzaron sobre la Marañosa, aunque encontraron cierta resistencia en el trayecto. Los soldados de la 48 Brigada Mixta, que estaban en plena retirada, combatieron con cierta intensidad en la carretera de Perales del Río y San Martín de la Vega hasta que su repliegue llegó a la Marañosa. Sánchez Pinto, como jefe de la bandera, dirigió el asalto al pueblo y también a la fábrica de gases donde cayó herido de gravedad el alférez de la 25 compañía, Jaime Milans del Bosh, un personaje de gran fama en los años ochenta por su participación en el Golpe de Estado del 23F en 1981.
Si continuamos leyendo el diario de operaciones de la 7º Bandera, nos encontramos algunas contradicciones. Por un lado, la 25 compañía aseguraba que el combate en la Marañosa “fue tenaz” basado en fuego de fusilería, sin embargo, otra compañía de la misma bandera (28) afirmaba que la “resistencia del enemigo no fue muy fuerte”. En cualquier caso, los datos hablan por sí solos ya que ese día tan solo se produjeron cuatro bajas en la bandera: dos muertos y dos heridos.

Una de las cuatro bajas fue el comandante Sánchez Pinto, el protagonista de este artículo que recibió un “disparo en el corazón” cuando participaba en el asalto a la Marañosa. El tinerfeño resultó herido muy grave y murió a las pocas horas sin que sus hombres tuvieran tiempo para trasladarle a la retaguardia para ser tratado de sus heridas. En el momento de recibir el disparo, la posición nacional todavía no había sido consolidada, por lo que era imposible su traslado. Durante el ataque, también perdió la vida el legionario de segunda Juan Antonio Rodríguez Victorio y resultaron heridos los legionarios de la 26 compañía, Antonio Ferrer Alonso y Lorenzo Rodríguez.
Creemos que el protagonista de este artículo tuvo que morir antes de las 16.00. Desde esa hora, la 7º Bandera de la Legión ya dominaba por completo tanto la Marañosa como la fábrica de gases. Aunque no tenemos la certeza absoluta, creemos que sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio viejo de Pinto, el camposanto más próximo a la Marañosa (12 kilómetros) donde en días sucesivos fueron sepultados otros caídos en la batalla. La familia del militar nos ha comunicado que sus restos regresaron a Tenerife en 1953 donde se encuentran enterrados en la actualidad.

La noticia de su muerte tardó unos días en llegar a Tenerife. Desde el 9 de febrero de 1937, la prensa local empezó a publicar noticias relacionadas con su muerte en el Jarama, aunque con muchas imprecisiones. Por ejemplo, se dijo que había “caído” durante la conquista de Ciempozuelos, algo que no era cierto. Otro diario comentó que el motivo de su muerte había sido la “explosión de un obús”, información incorrecta que contrasta completamente con lo que dice su hoja de servicios y el diario de operaciones de la Legión.
La 7º Bandera de la Legión permaneció en la Marañosa realizando funciones de guarnición hasta el 14 de febrero de 1937 que fue trasladada hasta el espolón de Rivas Vaciamadrid para relevar al 7º Tabor de Alhucemas. Allí, los antiguos compañeros de Sánchez Pinto sufrieron un ataque republicano sin precedente tres días más tarde que provocó 120 bajas en uno solo día entre las que se encontraba el alférez Enrique Pérez de los Cobos. Un sargento legionario, Antonio Hidalgo Aguilar, hizo historia en la defensa de la posición.

En la actualidad, una calle de Santa Cruz de Tenerife lleva el nombre del comandante Sánchez Pinto que se encuentra situada a pocos metros de la plaza de toros. Cerca de allí se encuentra la calle del teniente Alfonso González Campos, el oficial de la Guardia de Asalto que murió fusilado al principio de la guerra tras ser condenado a muerte en un proceso judicial en el que intervino nuestro protagonista.
Advertencia de los autores
Estamos encantados de la difusión que están teniendo nuestros artículos de investigación. Cada vez sois más los gestores de blog y periódicos digitales que mencionáis nuestro trabajo en vuestras plataformas. Estamos felices con ello. Sin embargo, hemos detectado de un tiempo a esta parte que algunos «piratas de la información» entre los que se encuentra algún periodista se dedican a plagiar nuestros artículos y utilizarlos como si fueran propios sin mencionarnos ni enlazarlos. Ni que decir tiene que tomaremos de ahora en adelante las acciones oportunas con este tipo de personajes. La Red es algo maravilloso que nos permite difundir la historia de España. Cuidémosla por el bien de todos.
Agradecimiento
Queremos mandar un mensaje de agradecimiento a los descendientes de Francisco Sánchez Pinto, especialmente a Fernando, por habernos puesto tras la pista de su historia hace ya unos cuantos meses. Al mismo tiempo queremos destacar la profesionalidad de los componentes del archivo y de la colección museográfica de la BRILEG, especialmente a Luis Francisco y María del Pilar. Nuestro agradecimiento también a todos los archiveros y componentes (civiles y militares) del Archivo Militar de Segovia que también nos han brindado su apoyo para la realización de este artículo.
Fuentes consultadas
- Archivo General Militar de Segovia (AGMS). Caja 76S, expediente 7. Hoja de Servicios de José Sánchez Pinto.
- Archivo y Museo de la Brigada Rey Alfonso XIII de la II Legión. Diario de Operaciones de la 7º Bandera de la Legión.
- Testimonio oral de los descendientes de José Sánchez Pinto.
- ‘La Batalla del Jarama. Febrero de 1937’ de José Manuel García Ramírez, editorial Almera
- Hemeroteca Prensa Histórica.
- Hemeroteca Nacional.
- Biblioteca Virtual de la Defensa.
- Hemeroteca El Día. La Prensa.
- http://www.eltambor.es/81-anos-de-los-sucesos-de-hermigua-de-1933-la-historia-contra-la-desmemoria-actual/
- https://gomeraverde.es/art/63874/los-sucesos-de-hermigua-de-1933-la-historia-contra-la-desmemoria-actual
- https://pedromedinasanabria.wordpress.com/2011/07/10/sucesos-de-hermigua-del-23-de-marzo-de-1933/
- https://amigosdeltercertercio.com/web/la-vii-bra-en-la-guerra-civil/
- https://castillosdelolvido.com/fortines-de-cabeza-fuerte/
- https://www.lavozdepinto.com/pinto-historia/quinto-episodio-de-pinto-la-batalla-del-jarama-boinas-rojas-en-cabeza-fuerte/
- https://www.lavozdepinto.com/pinto-historia/cuarto-episodio-de-pinto-la-batalla-del-jarama-el-camino-de-pinto-la-maranosa/
Me gusta, felicitaciones por vuestro gran trabajo,en la foto le veo con tres estrellas,coronel
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Muchas gracias Juan Luis. En cualquier caso nuestro protagonista nunca llegó a ser coronel. Se aprobó su ascenso a teniente coronel, pero murió antes de que ejerciera como tal
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Tres estrellas de seis puntas, por lo tanto capitán.
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Muchas gracias amigo
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Muchas gracias por el artículo. Existe una cruz negra de metal sobre una base de hormigón, junto a un gran ciprés, en la pequeña carretera de La Marañosa en su acceso norte. Está al lado de la valla militar, a mano izquierda de la carretera según se entra al poblado y antes de llegar a las casas. Siempre me he preguntado a quién podría estar dedicada, ya que estaba seguro que debería de tratarse de alguien importante del bando nacional que perdió la vida en lo primeros combates por La Marañosa. Gracias a vuestro artículo creo que podría tratarse de un homenaje a Francisco Sánchez Pinto.
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Que interesante lo que cuentas Raúl. Si algún día pasas por allí, ¿podrías hacernos una foto? Estamos en guerraenmadrid@gmail.com . No descartamos lo que dices, que pudiera ser un homenaje a este comandante
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Sin problema, paso por allí a menudo. En cuanto pueda os envío fotos al email que me has citado. Llevo años con la duda de a quién podría estar dedicada la cruz, que por el lugar donde está todo indica que tiene que haber sido a alguien comparable al protagonista del artículo.
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Muchísimas gracias Raúl. Estamos en contacto. Un abrazo
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