El último retrato del comisario Valentí por Buero Vallejo

Retrato de Fernando Valentí elaborado por Buero Vallejo un día antes de su fusilamiento / Familia Zamarrón

Hace varias semanas recibí un correo electrónico que me pareció bastante extraño. Una mujer aseguraba que tenía información muy relevante e inédita de Fernando Valentí, el comisario republicano de la Brigada Especial al que le dedicamos un artículo en nuestro blog unos meses atrás. No decía mucho más, simplemente que algunos datos de nuestro reportaje no eran del todo correctos. Con algunas dudas, ya que no sabía realmente con quién me iba a encontrar, me reuní con aquella mujer en una cafetería cerca de Neptuno, en Madrid. El encuentro no pudo ser más interesante y revelador. Me permitió conocer el lado más humano y familiar del famoso policía de la República, cuya actuación en la Guerra Civil también analizamos tiempo atrás en nuestro libro La Quinta Columna (Esfera de los Libros).

Antes de entrar en materia, aportaré una pincelada biográfica muy breve sobre la actuación de Fernando Valentí en la guerra para que el lector pueda situarse más cerca del personaje. Valentí fue uno de los policías más brillantes que tuvo la República y una de las figuras más relevantes en la lucha contra la Quinta Columna en Madrid. Gracias a él varias redes quintacolumnistas fueron desarticuladas y la mayoría de sus efectivos fueron detenidos o fusilados. Entre estos grupos destacamos el del teniente de Intendencia Antonio Rodríguez Aguado o el del arquitecto Javier Fernández Golfín. Ambas organizaciones fueron desmembradas por Valentí y sus agentes entre la primavera y el otoño de 1937.

Si por algo destacó este comisario fue por introducir en sus investigaciones la figura del infiltrado o el agente alborotador. Gracias a la influencia que ejerció sobre él el NKVD soviético, fue de los pioneros en España en introducir estas figuras entre los grupos derechistas para tratar de desenmascarar a sus miembros. Entre ellos, personajes, tan oscuros como Alberto Castilla Olavarría o Pablo Moreno Arguelles, dos infiltrados que trabajaron para el protagonista de este artículo de los que hablamos pormenorizadamente en nuestro libro La Quinta Columna. También tenemos que reseñar que Valentí, a través de sus confidentes, jugó un papel decisivo en la detención de Andreu Nin, el líder trotskista del POUM. En el artículo “Un Sherlock Holmes para la Policía republicana” relatamos cuál fue la actuación de Valentí en la Guerra Civil.

Después de varios años estudiando el papel de Valentí y su Brigada Especial en la guerra, creía necesario reunirme con aquella mujer tan enigmática que había contactado conmigo a través del correo electrónico. La reunión no pudo ser más fructífera y mis dudas iniciales se desvanecieron después de tomar un agradable café con ella y con su prima, que le acompañó durante la reunión.

Eugenia Mazarrón, novia del comisario Valentí durante la Guerra Civil / Familia Mazarrón

Su nombre es Elena y durante nuestra charla se mostró generosa y entusiasmada por poder ayudarnos a responder muchas de las dudas que tenía sobre el comisario republicano. Me aclaró desde un primer momento que ella no era familia directa de Valentí, pero tenía muchos datos sobre él que nunca habían salido a la luz. Me explicó que su madre había sido su novia durante la guerra y que tras la derrota de la República, ella permaneció a su lado hasta su fusilamiento. Su madre se llamaba Eugenia Zamarrón Arranz y había llegado a Madrid procedente de Segovia en los años treinta, para trabajar como bordadora en una especie de palacete, situado en el número 4 de la calle del Cordón en Madrid, donde también estaban empleados otros familiares suyos.

En su trabajo como bordadora conoció a Carmen Valentí, hermana de nuestro protagonista, que visitaba el palacio con frecuencia para hacerle algunos encargos. A través de ella conoció a Fernando, con el que inició una relación sentimental poco antes de empezar la Guerra Civil. Nuestro protagonista introdujo a su novia en los círculos intelectuales del Madrid de los años treinta y en muy poco tiempo le presentó a sus padres y al resto de sus hermanos. Se trataba de una familia de origen judío, militantes activos de Izquierda Republicana, cuyo negocio estaba situado justo debajo de su vivienda, en el número 25 de la calle Preciados. Una familia con alto poder adquisitivo que una vez terminada la guerra quedó señalada para siempre por el franquismo.

Como bien sabe el lector, Valentí se hizo policía tras fracasar la sublevación militar en Madrid. Gracias a su valía y a sus dotes de gran investigador, en pocos meses fue subiendo posiciones en la escala policial hasta convertirse, a primeros de 1937, en comisario de la Brigada Especial de Madrid cuya misión principal era “desenmascarar” al “contraespionaje enemigo”. Según nos ha contado Elena, tras los primeros bombardeos que sufrió la capital, Fernando propuso a su novia que se fuera a vivir junto a su familia a la calle Preciados, donde estaría “más acompañada y segura”. Allí permanecería hasta finales de marzo de 1939.

Valentí fotografiado por la Policía franquista tras ser detenido / CDMH

Eugenia estaba al corriente de las actividades de Valentí en la lucha contra el enemigo invisible de la Quinta Columna y recordaba muchos años después que su novio no paraba por casa durante la guerra. Se pasaba el día trabajando y la mayoría de las noches pernoctaba fuera de su domicilio de la calle Preciados porque se sentía perseguido por el espionaje franquista que operaba clandestinamente en Madrid. Este temor es algo comprensible. En nuestro libro La Quinta Columna (Esfera de los Libros) desvelamos los planes de algunas redes falangistas para cometer atentados contra los jefes de la inteligencia republicana, entre ellos Ángel Pedrero, jefe del SIM (Servicio de Información Militar).

A medida que avanzaba la guerra, la figura de Valentí fue perdiendo protagonismo, posiblemente por la irrupción del SIM, que desde 1938 adquirió todo el peso en la lucha contra los emboscados. Nuestro hombre se incorporó también al SIM, donde ostentó el grado de teniente coronel y formó parte de la Brigada Z, que se encargó del tráfico ilícito de alhajas hasta casi el final de la contienda. Entre las operaciones en las que intervino está la detención del famoso boxeador Salvador Almena que años después se convertiría en alcalde de San Lorenzo del Escorial.

En esta etapa dentro del SIM, Valentí siguió utilizando los conocimientos que había aprendido de los soviéticos y empleó para sus investigaciones la figura del confidente. Una de las mejores se llamaba Cándida del Castillo, madre del novelista francés Michel del Castillo, a la que en unas semanas dedicaremos un artículo en este blog.

Cuando la contienda estaba llegando a su fin, Valentí y el resto de sus compañeros de unidad se trasladaron hasta Valencia con la intención de coger un barco y exiliarse de España. Era consciente de que su vida corría peligro, pues se había enfrentado cara a cara contra la Quinta Columna, por lo que, en caso de ser detenido, a todas luces sería condenado a muerte. En su intento de escapar de España se llevó consigo a su novia Eugenia, que creemos que también estaba dispuesta a exiliarse de nuestro país. Sin embargo, no tuvieron fortuna.

Una vez en Valencia, comprobaron que todos los barcos habían partido al extranjero, por lo que Valentí y sus hombres decidieron marcharse hasta Alicante previo paso por Mazarrón (Murcia), donde tampoco encontraron barcos para marcharse. En el puerto de Alicante se toparon con la misma situación que en Valencia: no quedaban barcos disponibles. Fernando y Eugenia fueron testigos de escenas dramáticas junto a los muelles, donde algunas personas se quitaban la vida y otras arrojaban al agua todas sus pertenencias para que los vencedores no pudieran demostrar su verdadera identidad.

Joyero tallado en hueso por Fernando Valentí mientras estaba en prisión. Se lo regaló a su novia, Eugenia Zamarrón / Familia Zamarrón

Cuando las tropas italianas entraron en Alicante, la pareja fue detenida y trasladada hasta el campo de concentración de Albatera, a la espera de ser clasificados. Allí pasaron varios días en unas condiciones “terribles” hasta que las autoridades franquistas descubrieron que Valentí había sido jefe de la Brigada Especial, el principal enemigo de la Quinta Columna madrileña. Según nos cuenta Elena, a él le trasladaron hasta la prisión del Conde de Toreno de Madrid, a la espera de que se celebrara su consejo de guerra, que terminaría condenándolo a muerte. Allí fue fotografiado por el SIMP franquista, en una imagen que figura en este artículo, donde aparece con barba poblada y mangas de camisa. A Eugenia, la madre de Elena, la pusieron en libertad muy pronto, ya que no encontraron responsabilidad alguna y pudo reunirse con su familia en Madrid en abril o mayo de 1939.

En la cárcel de Conde de Toreno, Fernando Valentí coincidió con personajes tan ilustres como los escritores Miguel Hernández y Antonio Buero Vallejo, con los que intimó durante todo su cautiverio. La relación fue especialmente estrecha con Buero Vallejo, que además de un ilustre escritor era un grandísimo dibujante, y le hizo un retrato a Fernando que ha permanecido oculto hasta hoy. Gracias a Elena hemos tenido acceso a este impresionante dibujo que guardó Eugenia durante muchos años y que, tras su fallecimiento, conservaron con especial cuidado sus descendientes. El retrato es muy parecido al que Buero Vallejo le hizo a Miguel Hernández en esta misma prisión y que ha dado la vuelta al mundo, pues es la última imagen que existe del poeta antes de su muerte en 1942.

Retrato de Miguel Hernández por Buero Vallejo.

Buero Vallejo le hizo el retrato a Fernando Valentí un día antes de su fusilamiento en el cementerio Este de Madrid, el 11 de diciembre de 1940. Mientras el ex comisario republicano permanecía en capilla, se dejó dibujar por su amigo y escribió posteriormente la siguiente dedicatoria dirigida a su novia Eugenia:

“Para ti, Geni adorada. Para que perdure mi imagen en tus pupilas como tu amor en mi corazón más allá de la muerte”. Toreno, 12.12.1940.

Como puede apreciar el lector en los primeros párrafos del artículo, el retrato, que tiene un valor sentimental incalculable, aparece firmado por Buero Vallejo en la parte inferior derecha, donde figura así: BVERO, XL. El autor teatral se lo entregó a Eugenia unos días después del fusilamiento de su novio y ella lo guardó durante décadas escondido entre libros. También conservaba con sumo cuidado un pequeño joyero que Valentí le hizo durante su cautiverio, tallado en hueso, que Elena tuvo la amabilidad de enseñarnos en nuestro encuentro.

Según Elena, su madre rehízo su vida y unos años después contrajo matrimonio con su padre, un poeta que también sufrió lo indecible en la Guerra Civil con el bando republicano, aunque para la justicia franquista no tuvo responsabilidades políticas ni de sangre. Geni o Eugenia, según prefiera el lector, siempre guardó con un inmenso cariño el recuerdo de Fernando Valentí y no ocultó ante su marido e hijos la historia de amor que vivió junto a él en la Guerra Civil. Durante años, siguió visitando a su hermana Carmen y también el negocio de antigüedades que regentaba la familia del comisario en la calle Juan Bravo.

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