
Son las once de la mañana en un lujoso piso de la calle Gurtubay, en pleno barrio de Salamanca. Es el 18 de agosto de 1936 y en todas las estancias de la casa hace un calor sofocante. Los balcones están cerrados a cal y canto. Es lógico, Madrid está en guerra y dentro de la vivienda permanecen ocultos dos hermanos cuya vida podía correr peligro si estuvieran en la calle. El silencio sepulcral que se percibe en el ambiente, se rompe por completo de repente. Alguien está golpeando la puerta con una gran virulencia al grito de «Policía, abran la puerta inmediatamente». Los cuatro hombres que están dentro se sobresaltan enormemente y sus corazones empiezan a palpitar a toda velocidad. Dos de ellos, los hermanos, todavía están a medio vestir ya que se acaban de levantar: los otros dos están perfectamente aseados. Apenas les ha dado tiempo a incorporarse, cuando suena un estruendo. La Policía ha disparado a la cerradura de la puerta de entrada y un total de siete agentes irrumpen en la vivienda. Solo dos de ellos llevan uniforme, el resto son simples milicianos.
De esta manera tan brusca e incluso cinematográfica se produjo la detención de los hermanos, Fernando y Federico Primo de Rivera y Cobo de Guzmán, primos de José Antonio, el fundador de Falange. Fueron acusados junto a otro primo de ambos y un amigo falangista de preparar el asalto a las instalaciones de la emisora Unión Radio, con el fin de lanzar desde allí proclamas de índole «fascista». También pretendían, según dijo la Policía a la prensa, hacerse con el control del Ministerio de Gobernación en otra operación simultánea que contaría con el apoyo de varios guardias urbanos de Madrid así como de agentes de vigilancia. Digamos que fueron de los primeros quintacolumnistas que actuaron en la retaguardia madrileña. De esta y otras actividades clandestina en el Madrid republicano hablamos profundamente en nuestro libro «La Quinta Columna«, editado por laEsfera de los Libros. Pero empecemos por el principio.

Los hermanos Fernando y Federico Primo de Rivera residían, en julio de 1936, en su vivienda familiar situada en el número 30 de la calle Cervantes, a pocos metros de la plaza de Neptuno. Aquel verano tenían 26 y 25 años y estaban a punto de terminar sus estudios en la Universidad. Ambos habían militado en Falange antes de estallar la Guerra Civil, sobre todo Fernando, pero lo que más les preocupada era su parentesco con José Antonio que podría traerles numerosos problemas. Por eso, tras el fracaso de la sublevación del Cuartel de la Montaña, decidieron abandonar su domicilio y trasladarse al piso de un primo materno en la calle Gurtubay.
Refugiados en el barrio de Salamanca
Este primo se llamaba José María Arriaga Cobo de Guzmán, de 27 años, un joven madrileño que se dedicaba a gestionar las muchas fincas que tenía su familia tras haber abandonado la carrera de militar tiempo atrás. También había militado en la Falange y al igual que los hermanos Primo de Rivera apoyaba a los sublevados aunque intentaba no significarse en exceso.
En el piso de la calle Gurtubay también se refugió un amigo de los tres primos. Su nombre era Rafael Aznar Gerner, de 31 años, que trabaja como empleado en el Instituto Nacional de Prevención. A diferencia del resto, Aznar sí que se había significado políticamente dentro de Falange, tanto es así que un hermano suyo, Jaime (también falangista), había muerto en la defensa del Cuartel de la Montaña.

Durante el primer mes de la Guerra Civil, los cuatro falangistas permanecieron dentro de la vivienda, sin apenas salir a la calle. Eran conscientes, sobre todo los hermanos Primo de Rivera, que su vida podía correr peligro en el caso de que las patrullas de milicianos descubrieran que permanecían escondidos en Madrid. Un grupo de policías vinculados a Falange, ayudaban a los refugiados llevándoles víveres y dándoles protección de forma discreta a la vivienda. Uno de esos agentes se llamaba José Cubero (46 años) y aunque había nacido en Badajoz, llevaba más de media vida en Madrid trabajando como Guardia Urbano. Otro de los hombres que velaba por la seguridad de los refugiados era Constantino Palacios, un agente de vigilancia que tiempo atrás había trabajado para la Falange, primero como escolta de José Antonio y más adelante como cobrador de facturas del partido.
Tanto Cubero como Palacios establecieron contacto en agosto de 1936 con Fermín Daza, un ex diputado de la CEDA por Ciudad Real (fichado luego por Falange) que permanecía en Madrid, convencido de que su inmunidad parlamentaria le mantendría con vida. Daza, que obviamente apoyaba a los alzados y que era muy buen amigo de José Antonio, tenía una osadía fuera de lo común y en agosto de 1936 intentó entrevistarse con el ministro de Gobernación para recuperar una pistola que le había requisado la Policía tiempo atrás. Su argumentación era clara: en aquellos tiempos convulsos, necesitaba un arma de fuego para defenderse.
La propuesta del plan
Daza sabía que los hermanos Primo de Rivera permanecían ocultos en Madrid y le comunicó Cubero que le gustaría entrevistarse con ellos para hablarles de una operación. También le propuso al guardia urbano formar parte de la misma ya que estaba convencido que ese mes de agosto iba a terminar la Guerra Civil con la entrada en Madrid del ejército franquista procedente de Andalucía. En el caso de que el policía extremeño colaborase con él, una vez terminado el conflicto, le propondría para ser inspector general de la Policía Municipal de la capital. Eso sí, tendría que volcarse de lleno con la operación que él estaba gestando que se llevaría a cabo a finales de agosto.
Cubero aceptó el ofrecimiento y organizó la reunión entre Daza y los hermanos Primo de Rivera en la vivienda de la calle Gurtubay. El encuentro se produjo en la clandestinidad de la noche del 10 de agosto. En el participaron, además de los primos de José Antonio, los otros dos habitantes de la casa: José María Arriaga y Rafael Aznar, que ya conocía a Daza de antes de la guerra. Mientras bebían unas copas de coñac y whisky, el diputado les contó que estaba convencido de que la contienda iba a terminar en cuestión de días, pues las tropas de Franco avanzaban a toda velocidad en dirección Madrid.

El plan de Daza era ayudar a los sublevados en cuanto estos llevaran a cabo su ofensiva final sobre Madrid. Para ello había elaborado una operación para hacerse con el control por la fuerza de la emisora Unión Radio donde los hermanos Primo de Rivera lanzarían proclamas «fascistas» de apoyo a las tropas de Franco. Quería seguir el ejemplo de una acción que habían realizado unos días antes de la guerra cuatro falangistas de Valencia que se habían apoderado de una emisora de radio, tras amordazar durante horas a sus trabajadores.
Daza consideraba que bastaría con unos veinticinco hombres armados para controlar los estudios y redacción de Unión Radio en Madrid aunque primero tendrían que desarmar al retén de seguridad que había en la entrada del edificio París, donde estaban los estudios. Para conseguir desarmar a los miembros del retén, los sublevados contarían con el apoyo de Constantino Palacios, el agente de vigilancia al que nos hemos referido con antelación que, en ocasiones le tocaba hacer guardia allí.
Los hermanos Primo de Rivera aceptaron formar parte del plan de Daza y se comprometieron a formar parte del grupo que tomaría por la fuerza las instalaciones de Unión Radio. A la mañana siguiente, Daza abandonó el piso de la calle Gurtubay con un esquema mental muy bien estructurado de lo que sería el asalto a la emisora más importante de la República en estos tiempos de la Guerra Civil. Como medida de seguridad, a partir de ese instante, el diputado extremeño dejaría de relacionarse directamente con los Primo de Rivera. En su lugar nombraría como enlace suyo al guardia Cubero que tan solo mantendría reuniones esporádicas con Rafael Aznar que también actuaría como enlace de los hermanos falangistas.
Los días pasan
A medida que pasaban los días, la operación fue cogiendo forma. Aznar y Cubero mantuvieron al menos una reunión en el Lyon D’or, un precioso e ilustre café situado en el número 18 de la calle Alcalá, que tiempo atrás acogió importantes tertulias de los miembros de la generación del 98. Cubero le dijo que estaba reclutando entre sus amigos policías a una veintena de agentes, todos ellos simpatizantes de los alzados, que estuvieran dispuestos a tomar Unión Radio cuando llegara el momento. Entre ellos se encontraba otro guardia urbano, que formaba parte del complot, llamado Amaro Márquez Alcaide. A él, Cubero le entregó tres pistolas y dos camisas falangistas que habían pertenecido antes de la guerra al hermano de Rafael Aznar; era más seguro que esas armas estuvieran lejos de la vivienda de la calle Gurtubay.

La operación también contaría con la participación de un cabo de la Guardia Civil (en esos momentos Guardia Nacional Republicana) llamado Fermín Sánchez Mateos que estaba destinado en el cuerpo de seguridad del Ministerio de Gobernación. Daza quiso contar con él por ser su cuñado y comprobar de primera mano que estaba a favor de los sublevados de la capital. Él sería el encargado de dirigir el asalto a este ministerio controlando las dos ametralladoras que estaban situadas en la entrada y reclutando hombres dentro de la GNR para el ataque.
La Policía tras su pista
Aunque el plan para asaltar Unión Radio iba cogiendo forma en cuanto a la preparación, la realidad es que los implicados se fueron desmoralizando a medida que pasaban los días. Las opciones de que las tropas de Franco entraran en Madrid en agosto del 36 se iban diluyendo, por lo que la operación se fue retrasando en el tiempo. Esto permitió que la Policía de la República se pusiera tras la pista de los implicados gracias al trabajo de investigación realizado por el comisario Pedro Aparicio. Este jefe policial, que se mantuvo leal a la República al estallar la sublevación, se enteró de que se estaba preparando el complot a través de una filtración. Hay que recordar que al menos unas treinta personas sabían que se estaba preparando el asalto a Unión Radio y al Ministerio de Gobernación, por lo que es factible que alguna se arrepintiera y, que por miedo, denunciara a sus compañeros.

El comisario Aparició cedió todo el peso de la investigación a un grupo de milicianos de Izquierda Republicana. Como bien sabe el lector, en aquella época era habitual que cada uno de los partidos políticos que actuaba en Madrid tuviera su propia «policía» e Izquierda Republicana, el partido de Azaña, no iba a ser una excepción. El 18 de agosto del 36, un grupo de milicianos de este partido, asistidos por otros tantos de la CNT, se personaron en la vivienda de la calle Gurtubay y tras llamar a la puerta, finalmente optaron por tirarla abajo. Querían coger desprevenidos a los hermanos Primo de Rivera, así como a sus dos compañeros para evitar que pudieran destruir los documentos de la conspiración.
El agente de vigilancia que dirigió el asalto al piso de la calle Gurtubay se llamaba Manuel Calvo Cano. Relató ante el juez que al entrar en la vivienda, los hermanos Primo de Rivera estaban recién levantados pero no opusieron ninguna resistencia a la hora de ser detenidos. Sí que la puso Rafael Aznar que trató de escapar por la escalera de incendios pero fue reducido, finalmente y arrestado al igual que José María Arriaga, el dueño del piso. Tras ser capturados, ninguno de los cuatro facilitó a la Policía su identidad real, facilitando a los agentes nombres ficticios que nada tenían que ver con ellos. De hecho, les mostraron algunos documentos de identificación bajo esos nombres ficticios para dar una mayor credibilidad a sus identidades supuestas. Pero ya era demasiado tarde. Las autoridades de la República sabían perfectamente quiénes eran los implicados en el complot.
Los milicianos no encontraron gran cosa tras registrar el piso de la calle Gurtubay. Solo unos pocos papeles de Falange y tres armas blancas decorativas: dos machetes y una espada antigua. Sin embargo, de manera simultánea también asaltaron otras dos viviendas de los implicados: una en la calle de la Madera, donde detuvieron a José Cubero y otra en el número 17 de la calle San Bernardo donde residía Amaro Márquez. En esta última sí que encontraron las armas que tenían los falangistas, escondidas justo debajo de una baldosa. Se trataba de dos pistolas, una Astra del calibre nueve corto y otra Llama del mismo calibre. También localizaron un revolver calibre 32 y dos camisas de la Falange escondidas debajo de un colchón. Los agentes republicanos intentaron detener también a Fermín Daza pero cuando llegaron a la pensión donde alojaba, descubrieron que había escapado de allí en el último momento. Toda la Policía madrileña se puso, desde entonces, tras su pista hasta que consiguieron capturarle unos días después.
Interrogatorios y llegada a la cárcel Modelo
Todos los detenidos fueron trasladados el mismo día 18 de agosto hasta la Comandancia de Investigación Criminal de Izquierda Republicana situada en el número 2 del Paseo de Recoletos donde prestaron declaración. A petición de Manuel Muñoz, Director General de Seguridad, fueron llevados hasta la DGS en la Puerta del Sol donde fueron sometidos a un nuevo interrogatorio, en el que participó el propio director. Como es lógico, la captura de dos familiares directos de José Antonio Primo de Rivera era un éxito para las fuerzas de seguridad de la República y Muñoz quería sentirse partícipe de ello.

Los implicados en el asalto, permanecieron hasta el 24 de agosto en los calabozos de la DGS. Inicialmente iban a ser trasladados a la cárcel Modelo el día 22, pero su llegada se pospuso tras el incendio y el asalto a esta prisión que se inició esta jornada y que acabó con la vida de una treintena de presos, entre los que estaba Fernando Primo de Rivera (el otro Fernando), hermano de José Antonio. Los protagonistas de este artículo habían salvado momentáneamente la vida.
Como antes decíamos, el 24 de agosto fueron trasladados a la cárcel Modelo, cuyos muros permanecían humeantes y manchados de sangre por la matanza que se había producido dos días antes. Según afirmó un periodista pro-falangista tras la guerra, los implicados en el asalto a Unión Radio fueron considerados «huéspedes ilustres», en el sentido peyorativo de la palabra y permanecieron allí un mes mientras se celebraba su juicio. Fueron recluidos en la tercera galería donde también permanecían otros presos políticos como Pablo Vignote o Fernández Langa. A este cronista le contaron que Fernando Primo de Rivera pronunció un breve discurso dentro de la Modelo dirigido a sus compañeros falangistas:
«El triunfo es indiscutiblemente nuestro. Para conseguirlo tiene que morir mucha gente. Han caído ya muchas personas que eran para la Patria mucho más útiles que nosotros. Dispongámonos también para morir por España pero a morir como falangistas si en los designios de Dios está que no veamos el nuevo día. Arriba España».
Siguiendo esta fuente de información (la del periodista pro-Falange), la vida de los Primo de Rivera en la cárcel Modelo no fue especialmente fácil. En más de una ocasión, los milicianos que controlaban la cárcel le obligaron a trabajar cargando sacos de tierra y patatas para mofarse de él, pues se trataba de un «señorito». Dicen que al primo de José Antonio no le importó lo más mínimo aquel trabajo, de hecho era un portento físico y antes de la guerra había sido un destacado alpinista, famoso entre otras cosas, por explorar la sierra de Guadarrama, al igual que su hermano.
En aquellos días, prácticamente todo Madrid sabía que dos primos de José Antonio habían sido detenidos en la capital y estaban preparando el asalto a las instalaciones de Unión Radio. La prensa no tardó en informar a la opinión pública del arresto y era habitual que tanto Fernando como Federico recibieran la visita en sus celdas de grupos de milicianos que acudían a verles, por el «morbo» de mirar a la cara a los primos de José Antonio. En tono de broma, Fernando llegó a decir que estos milicianos eran más pesados que los «chinches» que estaban en la propia cárcel.

El juicio
A primeros de septiembre empezó el juicio contra los implicados en el asalto a Unión Radio y al Ministerio de Gobernación. Fue un juicio a puerta cerrada donde el fiscal pidió la pena de muerte para casi todos los implicados asegurando que era un caso «obvio» de «paredón». Finalmente solo cuatro de ellos fueron condenados a la máxima pena el 26 de septiembre: Fernando Primo de Rivera, José Cubero Mateo, Constantino Palacios y Rafael Aznar. Por su parte, Amaro Márquez, Federico Primo de Rivera, José María Arriaga y Fermín Sánchez (el cabo de la GNR) fueron condenados a «reclusión perpetua».
Si seguimos leyendo al periodista falangista que escribió este artículo, Fernando Primo de Rivera se reunió en la cárcel Modelo, tras escuchar la sentencia, con un policía derechista que también estaba detenido. El nombre de este policía era Blanco Borrajo y escuchó las siguientes palabras de Fernando:
«Para que si tú te salvas lo sepas y como policía que eres, obres en consecuencia. Tengo que decirte que no hay nada de cierto en este complot de opereta en que nos hacen figurar. En casa de Arriaga, donde nos han detenido, la Policía no ha encontrado un solo papel comprometedor, pues si algo había, te imaginarás, tuvimos tiempo para destruirlo. Todo es mentira y lo hemos negado durante la vista. Lo único que hemos sostenido y confesado es nuestra pertenencia a la Falange Española, pues eso no debemos negarlo. Lo demás es obra de la DGS y muy especialmente del comisario Aparicio. Éste y los agentes Manuel Calvo y Patricio Martín son los urdidores del complot. Y nada más. Que tengas mucha suerte y Arriba España».
El día 27 de septiembre, a primera hora de la mañana, se hizo oficial que el Gobierno de la República había decidido «indultar» a los cuatro condenados a muerte, en un gesto de «benevolencia» hacia los «enemigos de la República». Se trataba de un decreto elaborado por el Consejo de Ministros que recogía las firmas de Manuel Azaña y Largo Caballero. Fernando Primo de Rivera, en tono de broma, manifestó en el patio de la Modelo que «tenemos poca categoría y por eso nos perdonan». Los cronistas de la época cuentan que los implicados celebraron el indulto bebiendo una botella de coñac y comiendo chocolate que les había facilitado un miliciano de Izquierda Republicana que quería «congraciarse» con los detenidos.

Un falso traslado a Ocaña
La alegría les duraría apenas unas horas. Al día siguiente, aquella tarde, un miliciano de las Juventudes Libertarias de Vallehermoso trajo consigo hasta la Modelo un escrito de la DGS en el que anunciaba el traslado a la cárcel de Ocaña de Fernando Primo de Rivera, Rafael Aznar, José Cubero y Constantino Palacios, curiosamente los cuatro implicados en el asalto a Unión Radio. Se trataba de un «traslado ordinario» aunque todos los falangistas sabían perfectamente de qué se trataba aquel desplazamiento.
Los cuatro implicados en el complot de Unión Radio nunca serían trasladados a la cárcel de Ocaña como reflejaba el supuesto escrito de la DGS. La realidad fue bien distinta: fueron llevados hasta la zona noroeste de Madrid y asesinados en el término municipal de Majadahonda. Según dijo Miguel Primo de Rivera en la Causa General, sus cuerpos aparecieron al día siguiente en el kilómetro 4 de la carretera de Majadahonda, aproximadamente en la zona de la actual pista de atletismo. Sin embargo, en la investigación que se hizo tras la guerra, se supo que los cadáveres fueron encontrados entre el kilómetr0 10 y 11 de la carretera que va de El Plantío a Majadahonda.

La muerte de los protagonistas de esta historia tardó poco tiempo en darse a conocer en la cárcel Modelo. Valentín Lostau, abogado particular de Vázquez de Mella y preso en la misma prisión, contó con más detalles al respecto, según figura en el blog «El Rincón del Chato»:
«¡A las diez, toda la cárcel dormía. Únicamente la guardia de los milicianos jugaba al mus en la garita. El responsable de las milicias de Unión Republicana, Lucas Alonso, elemento absolutamente nuestro, me dijo muy bajo: ‘Ya los han matado’ .¿ A quién?, pregunté yo. ‘A los que iban a Ocaña. En Majadahonda, junto a una tapia. Como unos bravos vitoreando a España’, continuó Alonso.
En el Archivo Histórico Nacional hemos localizado un documento, fechado en febrero de 1938, perteneciente a la Dirección General de Prisiones. En ese documento se habla abiertamente de la «desaparición» de nuestros protagonistas y se reconoce abiertamente que existía una orden de la DGS paraser trasladados a la cárcel de Ocaña.
La tragedia de los falangistas de la operación Unión Radio no terminó con la muerte de Fernando Primo de Rivera y sus colaboradores. Su hermano Federico, también murió asesinado durante la Guerra Civil, en concreto formó parte de una saca de presos de la Modelo que terminarían ejecutados en Torrejón de Ardoz el 8 de noviembre del 36. Su primo José María Arriaga también murió en otras de las sacas de la cárcel Modelo en noviembre de este año, sin embargo, todo apunta a que fue llevado en solitario, otro día hasta Torrejón, donde fue ejecutado a sangre fría. Algunas fuentes aseguran que el miliciano que le trasladó pertenecía a Izquierda Republicana y se llamaba Lucas Carmena.
En relación con Fermín Daza, el diputado derechista que había organizado el complot para asaltar Unión Radio, podemos decir que consiguió escapar, al menos inicialmente, de la persecución policial en Madrid pero como antes comentamos, terminó siendo capturado y asesinado en otra de las sacas. Su padre y su hermano, que no tenían nada que ver con el asunto, también fueron ejecutados en Argamasilla de Calatrava.
El único superviviente del complot de Unión Radio que sobrevivió a la guerra fue el agente de la Guardia Urbana Amaro Márquez, el policía que había escondido en su casa las tres pistolas de los falangistas. Hemos comprobado como hizo carrera en las fuerzas de seguridad, llegando a convertirse en inspector de este cuerpo.
Tras la Guerra Civil
Terminada la Guerra Civil, la Justicia franquista puso en marcha una investigación para esclarecer con detalle los sucesos de Unión Radio. Lo primero y más inmediato que hicieron los jueces fue exhumar los cadáveres de los asesinados en Majadahonda que permanecían enterrados en una fosa común. La exhumación se produjo en abril de 1941 y los restos de Fernando Primo de Rivera, José Cubero, Rafael Aznar y Constantino Palacios estaban en muy mal estado. Sin embargo, los forenses y sus familiares no tuvieron demasiados problemas para identificarles por los objetos personales que encontraron dentro de sus ropas. Los cuatro presentaban varias heridas por arma de fuego de fusil en la cabeza y en el cuerpo.

El 24 de abril de este 1941 se produjo un sentido homenaje a las víctimas del complot de Unión Radio. Los cadáveres de Fernando Primo de Rivera y los otros falangistas asesinados en Majadahonda fueron exhumados y trasladados hasta el cementerio de «mártires» de Paracuellos del Jarama donde permanecen enterrados. Además de Amaro Márquez, el único superviviente, y de los familiares de los asesinados, también estuvieron presentes algunas personalidades del régimen franquista como Serrano Suñer que presidió la ceremonia o el catedrático Severino Aznar, padre de Rafael.
Fuentes consultadas
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1513,Exp.7
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1510,Exp.1
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1028,Exp.4
– Hemeroteca Nacional. Vida local. 28.03.1936
– Hemeroteca Nacional. Ahora. 24.09.1936
– Hemeroteca ABC. 24.04.1941
– Biblioteca Prensa Histórica. La Libertad. 24.09.1936
– Biblioteca Prensa Histórica. Diario de Zamora. 16.11.1946
– Paisanos en la lucha. La República Popular. Fernando del Rey Reguillo.
– http://www.tradicionviva.es
– https://elrincondelchatohistoriaarqueologiaferrocarriles.home.blog/
– http://www.penalaraonline.org
Me interesó mucho tu artículo sobre einato de Federico y Fernando Primo de Rivera. Soy Carmen Lopez-Coterilla y Primo de Rivera, hija de Inés hermana de Federico y Fernando. Vivo en México y tenía muchas dudas sobre el tema. Te lo agradezco mucho. Un abrazo.
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Hola Carmen, encantado de conocerte y muchas gracias por tu correo electrónico. Me gustaría contactar contigo en privado. Puedo escribirte a algún correo electrónico? Un abrazo y gracias por tus palabras
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Me interesó mucho tu artículo sobre el asesinato de Federico y Fernando Primo de Rivera. Soy Carmen Lopez-Coterilla y Primo de Rivera, hija de Inés hermana de Federico y Fernando. Vivo en México y tenía muchas dudas sobre el tema. Te lo agradezco mucho. Un abrazo.
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