
En plena Guerra Civil Española, donde la violencia estaba a la orden del día, surgieron personas que trataron de humanizar el conflicto. Hombres y mujeres buenos, con un gran corazón que arriesgaron sus vidas para intentar mitigar los sufrimientos de los que más padecían. Sus historias no siempre han salido a la luz y por eso, desde nuestra web, queremos ahondar en uno de esos personajes que ha permanecido en el anonimato hasta nuestros días. Se llamaba Celedonio Pérez Bernardo, era anarquista y en plena guerra dirigió la prisión de San Antón de Madrid donde se caracterizó por dar un buen trato a los reclusos humanizando sus condiciones de vida. Su historia merece la pena ser contada, no solo por sus avatares durante el conflicto, sino también por sus actuaciones clandestinas en la España de Franco.
Antes de entrar en materia, vamos a dar un par de pinceladas biográficas sobre Celedonio Pérez, un personaje desconocido para los autores de este blog hasta que lo descubrimos mientras trabajábamos en nuestro libro «La Quinta Columna». Aunque Celedonio había nacido en Zamora en 1890, pasó gran parte de su juventud en Asturias donde trabajó como minero, lo que le provocó una afección cardíaca que arrastraría hasta el final de sus días. Ya en aquella época minera empezó a aproximarse al movimiento libertario, lo que le hizo tener problemas con la Justicia. Sus críticas a la dictadura de Primo de Rivera le obligaron a exiliarse a Francia y Bélgica durante los años veinte, donde siguió trabajando como minero y donde conocería a Durruti y a Ascaso.
Tras afiliarse a la CNT, consiguió regresar a España donde siguió haciendo política y mostrando un carácter «combativo, bondadoso, optimista y con convicciones profundas», según dice Alfonso Domingo en su trabajo sobre el grupo anarquista «Los Libertos». Nuestro hombre fue uno de los fundadores de este grupo anarquista junto a Melchor Rodríguez y otros dirigentes libertarios de renombre. Pero no adelantemos acontecimientos.

Tras la proclamación de la II República, Celedonio Pérez empezó a estrechar lazos de una manera especial con otro anarquista de peso, Melchor Rodríguez, que unos años después sería conocido como el «Ángel Rojo» por el trato humanitario que brindó a los presos franquistas durante la Guerra Civil. Además de Melchor, otra de las personas que tuvo una gran relación de amistad con Celedonio fue García Pradas, reputado escritor y periodista que durante los años de la guerra formó parte del Comité de Defensa de la CNT. Celedonio se convertiría en una especie de maestro de García Pradas al que inculcó sus ideas libertarias.
Una etapa en prisión
A través del Archivo Histórico Nacional hemos comprobado que en diciembre de 1933 volvió a tener problemas con la Justicia aunque no hemos podido averiguar realmente a qué se debieron. Solo sabemos que fue detenido por actividades subversivas en los «talleres de la CNT». Según consta en los archivos, hay un sumario contra él por «delitos contra el orden público» que puso en marcha la Audiencia Territorial de Madrid entre los años 1933 y 1934. Según consta en el periódico libertario «Tierra», como consecuencia de estos problemas con la Justicia, Celedonio también tuvo que hacer frente a una multa superior a las 20.000 pesetas, una cantidad brutal en aquella época, que suponemos que no llegó a pagar. Este periódico, atacaba en 1934 al Director General de Seguridad de la República por haber actuado irregularmente contra Celedonio Pérez al que encerró en prisión sin juicio previo.Sabemos que pasó algo menos de un año en prisión porque en noviembre de 1934, ya estaba en libertad; a través de la Hemeroteca Nacional hemos leído varios artículos suyos en periódicos de la época.

Justo unos días antes del estallido de la Guerra Civil, volvió a ser detenido junto a otros dirigentes anarquistas acusados de promover una huelga de trabajadores de la construcción en Madrid. Solo permaneció unos días en la cárcel Modelo pero allí se enteró del asesinato de Calvo Sotelo y del teniente Castillo, para muchos, la mecha que desencadenó el inicio de la contienda. Dos días antes de la sublevación militar, el protagonista de este artículo fue puesto en libertad y marchó inmediatamente a su domicilio de la calle Claudio Coello. En su vivienda se enteró del alzamiento de las guarniciones de Marruecos y de la rebeldía de cientos de militares y falangistas en el cuartel de la Montaña. El mismo 19 de julio se presentó junto con Melchor Rodríguez en la Dirección General de Seguridad (en la Puerta del Sol) para pedir armas «para el pueblo» y sofocar así la sublevación. Sus gestiones fueron infructuosas en esos instantes.

Tras sus frustradas gestiones en la Puerta del Sol, tenemos muy pocas noticias de la actuación de Celedonio Pérez durante los primeros días de alzamiento en Madrid. Creemos que pudo ser testigo de excepción, al igual que lo fue Melchor Rodríguez, del asalto al cuartel de la Montaña en el que perdieron la vida cientos de oficiales sublevados. Sin embargo, a efectos oficiales, no tenemos demasiados datos de él hasta el 23 de julio de 1936. Este día, nuestro hombre tuvo cierto protagonismo en la incautación del palacio del Marqués de Viana situado en la céntrica calle del Duque de Rivas. El grupo de de la FAI del que formaba parte -Los Libertos- participó en la incautación de este palacio que unos años más tarde se convertiría en sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Por orden de Melchor Rodríguez «Los Libertos» incautaron en palacio, a priori, para establecer allí su cuartel general. Sin embargo, el verdadero propósito de este grupo de anarquistas era tratar de ayudar e incluso esconder a las personas que corrían el riesgo de ser asesinadas en Madrid.
Las primeras acciones humanitarias
Melchor Rodríguez estableció su despacho en el palacio del Marqués de Viana y Celedonio Pérez, que actuaba como lugarteniente suyo, también hizo lo propio. Los dos también se apropiaron de sendos dormitorios pero, a diferencia de otras incautaciones realizadas por otros milicianos, ellos optaron por utilizar estancias humildes del palacio en lugar de instalarse en otros lugares más confortables y lujosos. Tanto el Marqués de Viana (Teobaldo Saavedra) como su esposa, la Duquesa de Peñaranda se encontraban fuera de España durante la incautación aunque no sus empleados que convivieron durante toda la guerra con «Los Libertos». Al terminar el conflicto, ellos declararían a favor de Melchor Rodríguez y Celedonio Pérez por el buen trato que les habían dado y destacaron que entre 1936 y 1939 no tocaron ni una sola de las obras de arte que allí había. Tanto es así, que los anarquistas elaboraron un inventario con las joyas artísticas con el fin de preservarlas hasta que terminara la guerra.

Durante los casi tres años que duró la contienda, por el palacio del Marqués de Viana desfilaron decenas de falangistas, sacerdotes y militares que fueron protegidos por Melchor Rodríguez y Celedonio Pérez. Se formó una especie de «embajada clandestina» en la que llegaron a vivir bajo protección anarquista unas cuarenta personas. En poco tiempo se corrió la voz entre los emboscados de Madrid de que había «dos rojos buenos» que protegían a los derechistas que estaban en peligro. Uno de los protegidos se llamaba Rufo Rubio, era jefe de Falange en Colmenar Viejo antes de la sublevación, y terminaría convirtiéndose en conductor personal y escolta de Melchor.
En noviembre de 1936, Melchor Rodríguez fue nombrado Inspector General de Prisiones por el ministro Juan García Oliver que también era anarquista. Obviamente, Celedonio fue nombrado asesor de Melchor, cargo que compatibilizó con el de representante de la CNT en la Junta de Segunda Enseñanza. Aunque los dos consiguieron frenar las sacas y ejecuciones que se estaban produciendo en Paracuellos del Jarama, finalmente fueron forzados a dimitir del cargo solo quince días después de su nombramiento por desavenencias con el ministro.
Al frente de la prisión de San Antón
Las presiones del Cuerpo Diplomático hicieron que Melchor Rodríguez recuperara el cargo de máximo dirigente de las las prisiones de Madrid y Guadalajara en diciembre de 1936. Como es lógico, tras recuperar su puesto, una de sus primeras decisiones fue colocar a sus hombres de confianza al frente de las cárceles de Madrid. Entre aquellos hombres estaba Celedonio Pérez. En enero de 1937, Melchor le nombró «director político» de la prisión de San Antón donde se encontraban cientos de «enemigos de la República», en su mayoría militares. Tenía por delante un reto «muy complicado» ya que por un lado quería «preservar y garantizar la vida de los reclusos» y por el otro «humanizar» las condiciones de vida de la prisión.

Con el fin de llevar a cabo sus objetivos, una de las primeras decisiones que tomó (no exenta de polémica) fue expulsar de la prisión a los grupos de milicianos del Partido Sindicalista que llevaban meses actuando como carceleros. También tomó la decisión de arrebatar el protagonismo al Comité Popular que se había constituido en San Antón, cuyos miembros tenían atemorizados a los reclusos. Su idea era volver a colocar dentro del presidio a los funcionarios de prisiones profesionales que habían pasado a un completo segundo plano desde que empezó la Guerra Civil, por ser considerados, muchos de ellos, «desafectos» o «dudosos».
La decisión de Celedonio Pérez fue considerada como una traición por los milicianos que habían custodiado San Antón desde agosto del 36 y por eso trataron de asesinarle dentro de su despacho el mismo día que fue nombrado director de la prisión. No solo le amenazaron a él con armas automáticas sino que también intentaron amedrentar a Eugenio López Martín, el «director ejecutivo» de la cárcel (funcionario de prisiones profesional) que fue nombrado como tal por el propio Melchor Rodríguez. Una vez más, el «Ángel Rojo» tuvo que actuar con contundencia para evitar que Celedonio y Eugenio fueran ejecutados por los milicianos, obligándoles a acatar sus órdenes .

Todas las declaraciones que hemos leído de reclusos que estuvieron en San Antón durante la guerra son elogiosas hacia Celedonio Pérez. Todos hablan de su humanidad y su proximidad hacia los presos franquistas a pesar de estar en las antípodas ideológicas. Uno de los hechos más sonados tuvo lugar en marzo de 1937. El día 12 de este mes la prensa republicana se hacía eco de la detención de un grupo de quintacolumnistas que habían «espiado» en la retaguardia madrileña en favor de los sublevados. Este grupo estaba dirigido por Antonio Del Rosal, el hijo de un teniente coronel de la República del que hemos hablado en artículos anteriores en nuestra web. Casi todos los miembros del grupo, incluido su jefe, fueron trasladados a San Antón en pésimas condiciones: la realidad es que su detención se había producido muchas semanas antes de su llegada a esta cárcel y durante este tiempo, habían permanecido en una cárcel clandestina de la Dirección General de Seguridad donde fueron maltratados de manera brutal.
Un mensaje de aliento a los presos
Como es lógico, a Celedonio le impactó enormemente ver los rostros desfigurados por los golpes de los jóvenes quintacolumnistas cuando llegaron a San Antón. Los policías que les habían detenido -próximos al Partido Comunista– se habían enseñado con algunos de ellos, especialmente con su líder, Antonio Del Rosal, un joven universitario de apenas 22 años. De estos jóvenes falangistas hablamos en nuestro libro «La Quinta Columna» y aquí puedes leer parte de este capítulo.
Nada más llegar a la prisión, Celedonio hizo formar a los detenidos en el patio (algunos no podían tenerse en pie) y pronunció unas palabras que los supervivientes del grupo recordaron para siempre:
«En la actualidad trataréis con revolucionarios, pero hombres, no fieras ni bestias como lo que habéis visto hasta aquí».
Lo cierto es que aquellas palabras le trajeron un serio problema. Alguien dentro de la cárcel filtró al Partido Comunista que Celedonio Pérez había calificado como «fieras o bestias» a los captores de los quintacolumnistas, lo que provocó un grave conflicto entre el PCE y la CNT-FAI. La Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, que estaba controlada por los comunistas, publicó un comunicado de prensa en el que decía que uno de los quintacolumnistas detenidos tenía un documento oficial en su poder donde se le permitía entrar y salir de la cárcel a sus anchas. Este documento, que supuestamente estaba firmado por la dirección del presidio, también permitía a los falangistas mantener entrevistas totalmente reservadas con reclusos falangistas en los despachos de los funcionarios.

Obviamente, este comunicado de prensa era una treta del Partido Comunista para desprestigiar a Celedonio Pérez como director y para atacar frontalmente a los anarquistas que controlaban las prisiones de Madrid. Tanto Celedonio como su jefe (Melchor Rodríguez) se defendieron utilizando los medios de comunicación anarquistas y ambos respondieron con un comunicado dirigido a la opinión pública madrileña. En el escrito, Celedonio se «abstenía a hacer declaraciones» pero dejaba claro que no era cierto que los falangistas tuvieran un documento para entrar y salir libremente de San Antón. También descartaba completamente otra información falseada por la Junta de Defensa de Madrid en el que se decía que dentro de la cárcel se había producido un motín de «facciosos».
Un nuevo conflicto con los comunistas
Otro de los asuntos con los que tuvo que lidiar nuestro hombre mientras dirigió la cárcel de San Antón tuvo tintes de una película de espías. A su prisión fue trasladado Alfonso López de Letona, un miembro de la Quinta Columna al que los servicios secretos de la República terminarían captando como «agente doble» para que se infiltrara en grupos de la Falange clandestina. Aunque López de Letona se negó inicialmente a actuar como confidente, finalmente aceptó la propuesta de la Brigada Especial, que estaba controlada por el PCE, a cambio de su libertad. Sabemos que nada más llegar a la cárcel, el futuro espía republicano se reunió con Celedonio para decirle que el dirigente comunista, José Cazorla, le estaba presionando para que actuara como confidente dentro de San Antón, a lo que él se negó tajantemente.

Solo unos días después de llegar a la cárcel, Celedonio se enteró de que López de Letona había recibido una visita inesperada en un despacho de la prisión y nadie se lo había comunicado. Los comisarios de Policía Illeras y Fernando Valentí, este último protagonista de uno de los artículos de nuestro blog, se habían entrevistado en secreto con este recluso que ya empezaba a ser bastante popular en San Antón. Ambos le presentaron un escrito para que lo firmara, ofreciéndole su libertad a cambio de que denunciara de»fascistas» a los dirigentes confederales Eduardo Val, Manuel Salgado Moreira, César Ordax Avecilla y Antonio Verardini.
López de Letona firmó ese escrito y pudo salir de prisión para empezar a trabajar como «confidente». Sin embargo, también sabemos que antes de abandonar la cárcel le comunicó a Celedonio Pérez que había sido «forzado» a firmar para desprestigiar a la cúpula anarquista de Madrid. Obviamente, el Comité de Defensa de la CNT se pudo enterar de la operación de desprestigio que preparaba Cazorla y sus policías.
Cuatro meses después de su nombramiento, el protagonista de este artículo tuvo que hacer frente a una situación de gravedad. El 12 de abril de 1937, mientras Madrid se preparaba para conmemorar dos días después la II República, el barrio de Hortaleza sufrió un brutal bombardeo por parte de la artillería franquista. Al menos una docena de proyectiles artilleros cayeron en el interior de San Antón, destruyendo algunas zonas comunes del patio donde justo se encontraban un grupo de reclusos. Hubo un muerto y una veintena de heridos.

Uno de los reclusos más famosos de San Antón fue el futuro vicepresidente del Gobierno, Manuel Gutiérrez Mellado que por aquel entonces era un joven alférez de artillería. Allí permaneció recluido casi un año tras participar en la sublevación del cuartel de Artillería a Caballo el 18 de julio de 1936. En nuestro blog, ya contamos en el pasado, que el militar y Celedonio hicieron una gran amistad dentro de la prisión y no descartamos que pudiera haberle ayudado a abandonar la cárcel para recluirse, después, en una embajada.
La vida tras la cárcel
Celedonio permaneció al frente de San Antón unos meses más hasta que fue destituido del cargo antes de que llegara el verano de 1937. Su cese no coincidió en el tiempo con el abandono de Melchor Rodríguez del puesto de máximo responsable de las prisiones madrileñas. Celedonio, tras su paso por San Antón, dejó la retaguardia para incorporarse de manera inmediata al frente de batalla como comisario político de la 14º División que comandaba, el también anarquista, Cipriano Mera. Permaneció durante varios meses en su cuartel general de Horche (Guadalajara) donde su División protegía todo el sector oriental de Madrid.
Hemos sabido que regresó a la capital a primeros de noviembre de 1938, cuando la Guerra Civil estaba dando sus últimos coletazos para retomar su actividad política. El día 4, dirigió un discurso desde Unión Radio como representante de la Federación Anarquista Ibérica, instando a la creación de «ligas antifascistas y a la oposición al fascismo en todos los frentes y de todas las formas posibles».
El 24 de noviembre de 1938, Celedonio se adhirió, como representante de la FAI, a un manifiesto que firmaron todas las organizaciones del Frente Popular de Madrid. Se trataba de un escrito de apoyo al Gobierno de la República en el que se pedía abiertamente que la «única solución para nuestra guerra consiste en la aplicación del menospreciado Derecho Internacional para que sean retiradas de nuestro país todas las tropas extranjeras». Leamos un fragmento más amplio del manifiesto que apoyó el protagonista de este artículo:
«Nuestro Madrid ejemplar ha demostrado cual es el verdadero camino a seguir para asegurar la integridad absoluta de nuestra patria. No es hacia Munich sino hacia el frente de Madrid. Al ejemplo de la resistencia mil veces gloriosa, a las trincheras de la ribera del Ebro hacia donde tienen que dirigir sus miradas todos los que se sientan españoles y cuantos en el mundo laboran por la paz, por la civilización y el progreso».
A través de la Biblioteca de Prensa Histórica, hemos descubierto que unos días después de apoyar este manifiesto, Celedonio participó en un homenaje al histórico anarquista, Anselmo Lorenzo, que tuvo lugar en el teatro Pardiñas. Nuestro hombre presidió el acto en el que también participaron otros anarquista de renombre como García Pradas y Serafín Aliaga.
El final de la Guerra Civil
A medida que la guerra iba tocando a su fin, Celedonio Pérez se fue aproximando más a la corriente de buscar una «paz honrosa» y terminar cuanto antes el sufrimiento que estaban padeciendo millones de españoles. Esto provocó que durante el golpe de Casado contra los comunistas el zamorano apoyara incondicionalmente al coronel de Caballería. De hecho, durante esa pequeña Guerra Civil entre republicanos que se vivió dentro de Madrid, se mantuvo al lado de Cipriano Mera y su División anarcosindicalista que participó activamente en los combates.

Fue durante estos combates cuando Celedonio Pérez mantuvo una reunión secreta con el que había sido su compañero, amigo y jefe durante casi gran parte de la guerra: Melchor Rodríguez. En una zona privada de los sótanos del Ministerio de Hacienda, Celedonio le dijo en voz baja (casi susurrando) a su «querido camarada» que sus hombres de confianza (los de Melchor) le habían traicionado, ya que trabajaban para la Quinta Columna desde casi el inicio del conflicto. En concreto se refería a su chófer Rufo Rubio y a su secretario personal, Juan Batista. Inicialmente, Melchor no dio crédito a la confidencia de su amigo, aunque pasados unos días comprobó en primera persona que, en efecto, la traición de sus colaboradores llevaba tiempo consumándose.
Como bien sabe el lector, la derrota comunista a mediados de marzo de 1939 propició que los acontecimientos se acelerasen. Tal y como explicamos con detalle en nuestro libro«La Quinta Columna», después de estos acontecimientos los republicanos y los nacionales negociaron (sin éxito) en Gamonal (Burgos) una «paz honrosa» que nunca llegó a producirse.
Paralelamente a estas negociaciones, el Comité Nacional del Movimiento Libertario en España acordó enviar a Francia a dos de sus líderes con el fin de recuperar algunos valores de la República para empezar la evacuación de las personalidades con responsabilidades políticas. Inicialmente, los elegidos para desplazarse al país vecino fueron Juan López, secretario general de la CNT y Melchor Rodríguez. Sin embargo, el segundo decidió permanecer en Madrid en compañía de su hija Amapola para hacerse cargo de la alcaldía de la capital y entregársela a los sublevados. Mechor cedió su asiento en el avión a Celedonio y su esposa que abandonaron España desde Albacete el 23 de marzo, dejándole, eso sí a su viejo camarada, las llaves de su casa en el número 38 de la calle Claudio Coello. Además de Celedonio y Juan López, a bordo de aquel avión también viajó hasta Francia el teniente coronel Carlos Romero, uno de los «héroes» de la defensa de Madrid que intentaría buscar barcos a la desesperada para organizar la evacuación.
A Celedonio Pérez no le quedó más remedio que permanecer en París donde se enteró oficialmente de que la Guerra Civil había terminado. Consiguió sobrevivir en la capital francesa a duras penas hasta que en la primavera de 1940, justo antes de la ocupación nazi, decidió regresar a España en secreto por los Pirineos. Se trasladó a Madrid con documentación falsa donde sustituyó a Manuel López López como secretario del Comité Nacional de la CNT que estaba muy enfermo y tuvo que ser internado en el sanatorio de Valdelatas (Madrid) donde falleció un año después. Celedonio solo duró un año como secretario del comité clandestino de la CNT ya que fue detenido «por un soplo» en febrero de 1941. Las autoridades le condenaron a treinta años de cárcel aunque conseguiría salir en libertad pocos años después.

Cuando recobró la libertad, Celedonio siguió realizando actividades clandestinas en Madrid. Algunas fuentes como el «Diagonal Periódico» afirman que Celedonio organizó un atentado contra Franco en la carretera de Extremadura que se cobró la vida de un militar del SIPM. Sin embargo, creemos que ese diario puede estar confundido ya que el atentado al que se refiere su artículo habla del asesinato de Isaac Gabaldón el 11 de mayo de 1940, una fecha, en la que creemos, todavía se encontraba en Francia.
En el verano de 1949, Celedonio ocupaba el cargo de «delegado» en la capital del Comité Nacional de la CNT cuyos dirigentes estaban en Barcelona. Sin embargo, en 1953 volvió a ser detenido por la policía de Franco y condenado a quince años de cárcel por un consejo de guerra. Fue internado en prisiones de Madrid y Guadalajara hasta que fue puesto en libertad en 1963 tras sufrir un accidente vascular y cerebral que le dejó muy mermado de salud. Su esposa Rosario Marcos le cuidó hasta el final de sus días. Falleció en 1966 a los 76 años.
Fuentes consultadas
– AHN. FC-AUDIENCIA_T_MADRID_CRIMINAL,75,EXP.4
– CDMH. PS-MADRID,404,8
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1527,Exp.1
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1527,Exp.1
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,1526,Exp.3
– AHN. FC-CAUSA_GENERAL,79,Exp.11
– Archivo de la Fundación Anselmo Lorenzo.
– «El ángel rojo. La historia de Melchor Rodríguez». Alfonso Domingo.
– «La Quinta Columna». Antonio Vargas y Alberto Laguna. La Esfera de los Libros.
– «Teníamos que perder». García Pradas. G del Toro Editor.
– Hemeroteca Nacional. La Libertad. 10.02.1931
– Hemeroteca Nacional. El Pueblo de Valencia. 14.04.1937
– Hemeroteca Nacional. Umbral. 19.07.1937
– Hemeroteca La Vanguardia. 14.04.1937
– Biblioteca Virtual Prensa Histórica. 04.11.1938
– Biblioteca Virtual Prensa Histórica. 08.05.1939
– http://www.guerraenmadrid.net
– http://lacntenelexilio.blogspot.com/
– http://losdelasierra.info/spip.php?article6235
– https://revistapolemica.wordpress.com/
– https://www.diagonalperiodico.net/blogs/imanol/la-guerrilla-madrid.html
– https://fal.cnt.es/
– Artículo: «Melchor Rodríguez y los Libertos» de Alfonso Domingo.